ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




21 de octubre de 2009

Selene. Capítulo LVIII.

CAPÍTULO LVIII: HOLA PRIMO.

Tras Yu, todos continuaron su misma ruta hacia la sala de descanso del personal interno de aquel siniestro lugar.

La estancia parecía cómoda, algunas frases célebres de ciertos científicos, una máquina de café, aún caliente, varios sofás y una televisión. Del resto de la estancia, una pequeña mesa con algunas sillas antiguas, rellenaban el resto de aquel lugar.

- ¿A qué se debe tu visita Eos? - le dice Hades con desdén.

- ¿Qué es de Perséfone? – le dice Yu. – Me han dicho que se pasa seis meses fuera de casa con tal de no aguantarte – continúa su discurso -. Aunque últimamente el buen tiempo dura cada año más.

- Puede – le responde -. Aunque últimamente pasa largas temporadas de solitarias vacaciones – se gira para mirar por la ventana -. ¡Ya sabes!... Ser la reina del infierno conlleva mucha tensión – se vuelve a Selene -. ¿Qué hay prima?... Hace tiempo que no nos vemos.

- Como sino lo supieras – le responde esta distante -. Vengo a por el libro de recetas de la abuela de Fepico.

En ese momento Hades fija su vista en aquel viejo hippie.

- Hola – dice Fepico levantando la mano.

- ¡Creía que estabas muerto! – responde Hades tras haber escupido el café como un aspersor.

- No… Lo cierto es que han intentado matarme varias veces – se busca un zippo entre sus bolsillos -. Pero aquí estamos – vocaliza vagamente debido a que sujeta un cigarrillo entre sus labios -. A lo largo de los años han intentado acuchillarme, dispararme, quemarme, ahorcarme, matarme por gases, empalarme y más cosas que no me acuerdo… Es más, creo que me han hecho todas esas cosas, aún recuerdo cuando me pusieron la soga en el cadalso – mira al techo de forma nostálgica -. Desperté unos días después… Creo – se rasca la cabeza -. Sepultado bajo una pila de cadáveres – suspira nostálgico -. ¡Aquellos si que eran buenos tiempos! Te creían muerto y podías volver a empezar desde cero, asustar a los que habían intentado matarte o vengarte con otros métodos… ¡Total!... ¡Ya estabas muerto!

- Pero…. ¿Cuántos años tienes? – dice Endimión al escuchar esto.

- No lo sé – responde -. Ya os lo dije perdí la cuenta en la pubertad -. Todos lo miran con cara de incrédulos, incluido Hades -. Sabéis que mis conocimientos son limitados.

- ¡Eso cariño! – le responde su abuela -. Yo me quedé en mis mozos y resplandecientes 22 añitos… Por lo que veo sigo igual que antes – añade al mirarse a un espejo.

- Igual de decrépita será – incide Yu.

- ¡Oye jovencita! – le dice la abuela -. ¡Qué podría ser tu….! – silencio sepulcral.

- ¿Tu descendiente más joven? – la mira con ojos acusadores.

- Bueno… No es para tanto – le dice intentando disimular su metedura de pata -. ¡Pero seguro que he vivido más que tú!

- Eso no puedo asegurárselo – se vuelve hacia Hades - ¡Tú!

Aquel grito de llamada de atención hizo que los mismos cimientos del edificio temblaran, había sacado la catana, sabía que aquel ser desprovisto de cualquier rasgo de humanidad y lleno de deseos ocultos, estaba dispuesto a todo en cualquier momento y, aunque aquella medida pudo parecer desproporcionada para casi todos los presentes, su hermana Selene, puso también cartas en el asunto. Era su primo, el que había renegado de ella hace años y había participado en la causa de su búsqueda milenaria por la tierra. No podía dejar un cabo suelto, podía estar confabulado con Víctor en todo aquello, esta vez no estaba dispuesta a perder.

Ese objeto de lucha, alargado y deslumbrante, se quedó a penas unos milímetros de la piel del inmortal. De pronto, sus poderes anularon dejando ver su verdadero cuerpo.

- Bonita espada – dice entrecortadamente -. Podrías apartarla un poco de mi barriga… - intenta empujar el filo con los dedos, pero los aparta rápidamente -. ¡Aaaaaaaaahhhhhhh! – chilla como un puerco en plena matanza -. Veo que Hermes hizo bien su trabajo – eleva los dedos índice y corazón, al soplar una gran cantidad de humo invade la sala.

- ¡¿Pero donde cojones se ha ido?!

- ¡Fepi! Esa boca… Si pudiera verte te daba una colleja – le dice su abuela desde algún lugar de la habitación.

- ¿Dónde están Selene y Yu? No las escucho – dice Endimión.

En ese momento unos ruidos tremendos se escuchan por la estancia.
- ¡No escaparás tan fácilmente!

- Esa es Yu – dice Fepico moviendo la cabeza hacia el sonido a pesar de que no ve nada -. Sólo ella puede pronunciar esa frase para que de miedo.

- ¡Cómo te muevas te arranco los dedos uno a uno y me los como para desayunar, engendro! – dice otra voz dulce y melodiosa -. Y para merendar un corazón crudo viene de muerte.

- ¡Esa es mi niña! – dice Endimión conjurando a su lanza mágica.

De pronto el silencio, un humo espeso ocupa toda la estancia, a penas se puede ver la punta de la propia nariz. Al fondo, algunos forcejeos rompen aquella tensa calma. Luis, Fepico y la abuela, miran hacia un mismo punto, apuntan con sus armas expectantes de que un claro pueda dejarles apuntar, pero es imposible.

Una pista les indica los movimientos de aquel repugnante ser, una fina línea roja delata todo lo ha hecho a ciegas e indica su posición actual. Sin embargo, el provocar un ataque podría provocar que Yu y Selene salgan heridas, nada puede decirles dónde están o si han dejado algún hueco libre para poder atacar.

Luis cierra los ojos, tras esas cortinas regresa al pasado y recuerda su estancia en la isla con las ovejas, deja que le invada el pasado. En aquellas imágenes recuerda cuando hacía movimientos con la lanza por simple divertimento, en ellos, la movía en forma de aspa como si fuera un ventilador. Recuerda también el tedio que le impulsó a experimentar para realizar esos movimientos acrobáticos, tantas horas sólo, esperando que el ganado pastara bajo el incesante calor. Inconscientemente su brazo se levantó, su robusta mano sujetaba su lanza, su gemela, aún inconsciente del trabajo que iba a realizar acompasó los movimientos circulares.

- ¡Así Luis! – dice Fepico al ver algo de claridad -. ¡No te pares campeón!

Parecía que la niebla se resistía a irse, algunos gemidos, procedentes de la misma, indicaban que Endimión vencía en sus propósitos, a lo lejos, justo en la esquina superior del techo Selene agarraba a una repugnante criatura con dos cuernos desproporcionados, hocico de lobo, brazos acabados en manos de hombre y cubiertos de plumas, acabados en una especie de masa informe sin acabar con una ademán de cola, parecida la de una víbora, con dos pies de dedos largos y huesudos, cubiertos aún por unos zapatos medio destrozados. Algunos retales de ropa, cubrían aún algunas partes de su cuerpo, aunque la curiosidad por saber qué cubrían, se esfumaban al notar una baba viscosa y verde que manchaba la tela y chorreaba por todo su torso.
Yu, entre tanto, apuntaba justo a su garganta con aquel colmillo mortecino.

- Bueno ¡Ya hemos jugado bastante! – dice Yu empujando la espada un poco -. El libro de la abuela.

- ¿Qué libro? – responde nervioso.

- Mira primito – incide Selene en la conversación y zarandeando un poco la cabeza -. ¿Quieres que me enfade?... No sé – suelta una de las protuberancias para atusarse el pelo -. Quizás no me hayas entendido bien… Hoy me has pillado de buenas cuando llegué – los ojos de Selene comienzan a arder mientras su mano vuelve a agarrar a su presa -. Pero resulta que estoy perdiendo la paciencia – su voz comienza a tornarse un poco más ronca de lo habitual -. Resulta que he bajado a los infiernos por un maldito libro y ahora he vuelto a la tierra para recuperarlo – su pelo comienza a elevarse producto de un viento invisible y estático al resto de las personas -. Puede que las recetas no sean buenas – eleva el cuerpo de Hades sobre su cabeza -. Pero eso lo comprobaré por mí mismaaaaaa…… - tira el cuerpo de su primo contra el suelo.

Este deja un tremendo cráter de dimensiones casi ínfimas, lo suficiente para que una persona caiga por él en posición erecta. Al lado, Hades mantiene su cuerpo dolorido y tumbado, mirando como aquella Diosa se va hacia él como una posesa.

Sus manos de largas uñas plateadas, tapan la expresión de ira de su cara, aquel reluciente pelo negro azabache deja entrever unas trenzas acabadas en labrados de plata antigua con puntas mortíferas. Sin manos que las guíen, apuntan conscientemente a la cara del objeto de expresión de su dueña. Su manto, blanco y puro, se ciñe a su cuerpo debido a la rapidez de movimientos. Pocos segundos tarda en engancharse al cuello de su primo.

- Te arrancaría el corazón de una sola vez pero se que no tienes – dice ella mientras aprieta levemente.

- ¡Pues sí que cambian las mujeres cuando se enfadan! – dice Fepico bajando el arma para dar una calada a su cigarrillo -. Nunca la había visto así. Y eso que ha tenido motivos de mayor peso para hacerlo.

- Es que la habrá pillado un mal día – dice Luis muy sereno.

- Como a todas las mujeres – mira Fepico a Luis -. Siempre tienen un mal día, pero este es de los que no me gustaría estar en su punto de mira.

- ¡Ay! La fuerza de la juventud – dice la abuela con anhelo -. ¡No es bonito ver cómo echan toda su pasión en conseguir algo! – suspira -. ¡Sigue así hija! – mueve el brazo haciendo una curva frente a su barriga -. Si se resiste… ¡Muérdele!... ¡Qué siempre deja cicatriz! – se vuelve hacia los dos hombres – ¿Una magdalena?
- ¿De donde las has sacado, abuela? - pregunta Luis al ver la bandeja de dulces recién hechos.
- No preguntes - le responde Fepico.

2 comentarios:

sangreybesos dijo...

La atribulada existencia de Fepico daría para otra historia...

Silderia dijo...

Puede, a lo mejor lo hago en relatos cortos, aunque todavía no lo se exactamente.