ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




30 de enero de 2009

GORROS CARMESÍ. (II)

DULCE MELODÍA.


Durante varios días la estuvo siguiendo, como cada día, aquella figura torneada y cubierta por completo, salía a la caída del sol. Entonces comenzaba su camino, había días en los que su ruta era la de ir a comprar algunos alimentos, otros, simplemente quedaba con alguna amiga para conversar, cenar o tomar café.

Entonces es cuando su camino comenzaba en la distancia, no deseaba que se percatar de su presencia, aún no, todavía no estaba seguro de lo que haría con ella, pero la intriga le perseguía donde quiera que fuese. Como un animal nocturno, esa chiquilla se aventuraba en la soledad de la noche, al abrigo de una ciudad no apta para solitarios, sin embargo, no tenía miedo, o eso pretendía dar a entender, pues unos pasos ligueros y continuos, unidos a unos movimientos inquietos de su cabeza hacia los lados y una vigilancia constante sobre todas las sombras que se cruzaban en su camino, la delataban a cada paso que daba.

Aquel hombre la seguía con un paso incansable, después de varias semanas había permanecido impasible en aquella calle, la rondaba por las mañanas y miraba firmemente aquella pequeña ventana que sólo levantaba sus persianas al caer la noche. Cuando Helio aún se mantenía visible, estas estaban cerradas como una gran cárcel, a penas se notaba algún movimientos tras aquellos cristales semiopacos de su piso. Esa noche tomó una decisión, esperaría un poco más en el portal tras su regreso, la vida de aquella niña no podía ser tan monótona como aparentaba, una simple salida de un par de horas no era todo lo que la rodeaba, por lo que, tras su vuelta esperó.

Inquietante y nervioso, miraba el reloj, las doce. Hacía ya treinta minutos que se había vuelto a adentrar en su refugio, pero estaban pasando como una eternidad, ¿qué secretos escondería? Tras la sombra de una farola apagada, vigilaba incansable aquella puerta metálica y oxidada.

El ruido de sus bisagras era inconfundible, como un enorme gigante de hierro, cansado por el paso de los días, se quejaba cada vez que la cambiaban de posición. Falsa alarma, era sólo una de las muchas ocupantes del edificio que salía al frío de la noche para pasear a su mascota, estaba muy absorto mirando aquel can, pequeño y con un abriguito de lazos, movía su apéndice trasero alegre de salir por a tomar unas pocas gotas de aire. Su dueña se postraba inquieta y, en un movimiento reflejo, miró hacia la penumbra donde se escondía. Parándose unos instantes, se paralizó. Sabía que no podía verle, pero su instinto de depredador le hizo pararse en seco. No quería levantar la mínima sospecha de que rondaba por aquellas calles y, mucho menos, que había vuelto a la carga, tras su última victima.

Era consciente de que la prensa y la televisión habían puesto en alerta a toda la población, por suerte nadie, que él supiera, le había visto la cara. Sin embargo, todo eso aumentaba la desconfianza de cualquier mujer. Todas se dignaban a considerarse como nuevas posibles presas de aquel hombre.

Pasados unos segundos, un escalofrío recorrió el cuerpo de aquella señora, se agarró un poco más el abrigo y volvió muy rápido hacia su casa. Como un sexo sentido, algo le avisaba del peligro y sabía que aquella noche no era como las demás.

Una llave metálica intentaba penetrar la abertura de una cerradura, el intento fue fallido, los nervios y el pensar que estaba en peligro, le impedían atinar aquella herramientas. Algo la tranquilizó por unos instantes. Una voz dulce y cálida envuelta en telas blancas. Era ella, estaba seguro, sólo había podido escucharla la primera vez que la vislumbró tras el ocaso, pero lo suficiente para poder recordar una melodía única en el mundo.

Un fantasma blanco se adentraba por los callejones de la ciudad, todo estaba oscuro y la luz de las farolas no era suficiente para despertar tranquilidad en el cuerpo de ningún mortal que se atreviera a cruzarlos. El recorrido comenzó entonces, unos tacones altos y rojos, destacaban tras unas medias de licra y un abrigo blanco, el gorro y la bufanda a juego, no desorientaron a su perseguidor. Este la seguía con ojos golosos, las manos le sudaban y estaba dispuesto a cogerla en ese mismo momento.

¿Qué le pasaba? Paró unos instantes, no era su forma de actuar frente a sus juguetes. Le encantaba jugar con aquellas muñecas tan frágiles y bonitas que el destino le ofrecía, era como si aquella inoportuna mujer le hubiera puesto nervioso y creyera que tendría que adelantar los acontecimientos. ¡No! – chilló para sus adentros. Esta muchacha merecía algo más, deseaba deleitarse con ella y embriagarse con sus aromas antes de darle el fin que se merecía. Pero ¿dónde va? Quizás esa sería una buena oportunidad para poderse acercar a ella. Estaba loco, un desconocido entrándole en mitad de la noche a una chica solitaria, lo tomarían como un violador o un ladrón de poca monta, es más, pondría a la población en alerta y no deseaba aquello.

Sus pasos pararon en seco a pocos metros del vehículo, lo suficiente para quedarse con el color, el modelo y la matrícula del mismo. Dejó que unas largas piernas se introdujeran en él mientras recogía su abrigo hacia el interior, arrancara el coche y se marchara hacia su incierto destino. Volvería pronto, muy pronto, lo haría bien y disfrutaría con ella, tanto que no descubriría lo que estaría sucediendo hasta el final. Si eso es lo mejor – volvió a pensar para sus adentros mientras observaba unas luces rojas alejarse por un río de asfalto.

Estaba obsesionado con aquella mujer, en otra época, a las alturas que estaba, ya habría tomado contacto con ella, tendría más información pero algo le impedía tomar cartas en el asunto antes de tiempo. Deseaba saborear cada instante que pudiera estar con ella, contarle aquellas mentiras empalagosas que tanto le gustaban a todas y, sobre todo, disfrutar de una noche pasional antes de poner fin toda su existencia.

Tendría que tomarse su tiempo, por un momento, le dio igual que le llevara más del necesario. Le daba una punzada en el corazón, deseaba saborearla como un buen vino cuando despierta todos los sentidos, una vez llegado al paladar. Por ello, no podía precipitarse, aquella misteriosa chiquilla, había despertado en él una curiosidad expectante, alargaría el momento todo lo que le fuera posible, sin prisas, sin nervios, sin adelantarse a los acontecimientos. Volvería, en a penas un día a esperar de nuevo su salida nocturna, pronto muy pronto.

28 de enero de 2009

Selene. Capítulo XL.

CAPÍTULO XL: UNA RESPUESTA EQUIVOCADA (PRIMERA PARTE.)

Los cuatro flancos de ataque estaban cubiertos por nuestros héroes, en el centro, la linterna de Fepico, iluminaba una gran parte de la sala, apenas unos metros por delante de ellos, pero lo suficiente para poder reaccionar justo antes de ser atacados por uno de esos diablos condenados al infierno.

Yu podía notar la presencia de más de un ser en la habitación, si así podía llamarse aquel sitio perdido de camino a un lugar siniestro y desagradable, sabía que estas antesalas eran un paso común a todas las almas que se atrevían a entrar. El silencio era demoledor, sólo se veía interrumpido por los gritos de aquel cuerpo sangriento y despedazado del fondo de la habitación, la luz iluminaba parte de su rostro enrojecido por ríos de sangre, estaba casi desecho, uno de sus ojos colgaba por fuera de su cuenca y, su brazo, reptaba libremente por el suelo pútrido intentando unirse de nuevo a un cuerpo semidescompuesto. Bajo su cráneo, un gran charco de sangre le daba pequeñas esperanza, con sus pocas fuerzas, doblaba la cabeza en un intento por ahogarse en su propia vida perdida en ríos rojos. Hundía la cabeza durante varios minutos, por segundos, los que a penas dura un parpadeo, parecía que su alma condenada viajaba a otros mundos y su cuerpo maltrecho descansaba, pero ¿dónde va un alma condenada al infierno si ya está en él? La respuesta no se hacía esperar, tras un pequeño lapsus de descanso volvía a abrir sus ojos, tomaba conciencia de su situación estática y volvía a chillar desesperado porque todo aquello acabara.

Aquella chica con rasgos orientales no perdía ojo a la profunda oscuridad que se cernía sobre ellos, sólo dobló la cabeza hacia uno de los lados, en él, el humo del cigarrillo de Fepico, repuesto de su exhausto viaje, la detuvo un momento de sus pensamientos. Aquella punta roja e incandescente no paraba de manar humo, al lado de todos los olores que su nariz podía degustar, eran como perfumes de rosas.

- No dejes de mirar al vacío – le dice Fepico sin soltar el arma y sujetando el cigarro entre sus labios. – Estos bichos son especialistas en la sorpresa – continúa diciendo sin mirarla. – Por fortuna sé como acabar con ellos.

- ¡Estamos en el infierno!.... ¡Maldito viejo! – le responde Yu exhausta. – Te has olvidado que aquí nadie muere – sigue atacando. - ¡Ya están muertos!

- Para ser una diosa antigua conoces poco de este mundo – incide Fepico. – Eso ocurre sólo cuando eres condenado aquí, no si vives en él – la ceniza cae de su cigarrillo y se confunde con el suelo. – No te olvides que ellas son ciudadanos de pleno derecho desde hace milenios.

- Fepico tiene razón – añade Luis. – Apunta a las alas y córtales la base – sonríe sin volverse. – Eso no debe ser muy difícil para ti.

- Seguro – responde la aludida con tono agrio y monótono. - ¡Selene! – dice cambiando la entonación sujetando su arma firmemente y apuntando al vacío. – Tú las agarras y yo les corto las alas.

- ¿Y nosotros? – le dice Fepico.

- Si, eso… ¿Y nosotros? – replica Luis.

- Vosotros ayudar en lo que podáis – baja un poco la cabeza mientras enseña a sus atacantes una media sonrisa muy siniestra.

- ¡Cómo quieras! – le responde Selene a su comentario inicial. - ¡Vamos a recordar viejos tiempos! – ambas se miran de reojo.

- ¡Cuidado! – grita Fepico.

En ese momento un arsenal de armas vuela por el vacío mientras una figura borrosa comienza a dejarse ver, nítidamente, en la oscuridad. Yu se adelanta al ataque sin previo aviso adentrándose en la oscuridad y rompiendo el círculo, no se escucha ni un alma, ni un simple chillido. ¿Qué a pasado? Se preguntan los otros tres combatientes para sí mismos.

- ¡Maldito viejo! – se escucha desde lo más profundo. – Era sólo una pluma – aparece de nuevo a la luz. - ¿En qué estabas pensando?

En ese momento, una cara de dientes puntiagudos, acompañado por una gran zarpa aparece tras ella. No de tiempo de avisarla, demasiado tarde. Esta ataca a Yu por la espalda rasgando su piel como si de mantequilla se tratase y abriendo su carne.

El impulso es muy fuerte y provoca que aquella muñeca de porcelana, fuerte y mal carácter, caiga al suelo como una frágil y delicada niña que ha tropezado con la primera piedra que ha encontrado en su camino al iniciar una carrera por un caramelo. Las heridas no paran de manar ríos de fluido rojo moteado por puntos negros, está abatida, boca abajo y con su quimono completamente desecho por la espalda. Pero no se deja abatir, sabe que le acaban de dar un gran golpe, si hubiera sido mortal ya habría acabado su suerte, esas uñas puntiagudas están cargadas con el más mortífero de los venenos conocidos, pero un dios, aún así, no es inmune totalmente a ellos. Sin embargo, Yu existe desde que la aurora se dignó a dividir el día y la noche, separando a los dos hermanos en un plano diferente con cada vuelta de la abuela Gaia. No podía sucumbir tan fácilmente, le había dado muy fuerte, incluso para un ser inmortal como ella. A pesar de todo, reunió fuerzas y se incorporó de nuevo sin ayuda.

Selene, Fepico y Luis, no podían abandonar sus posiciones, pero su amiga y hermana de sangre, apuntaba con una de sus flechas hacia donde estaba ella. Casi con un esfuerzo superior a ella misma, se levantó, usaba su arma como bastón. Una vez de pié, notó como su labio estaba roto y el veneno fluía hacia el exterior por él. Había llenado todo su cuerpo, eso le producía grandes ardores internos, le durarían a penas unas horas, pero mientras tanto, estaría dolorida y sin muchas ganas de seguir a delante.

Un grito hace que las dos chicas dejen de mirarse a los ojos, son Fepico y Luis, han conseguido coger una de ellas. La mantienen atada y, a duras penas, la sujetan al suelo. Selene se une a ellos mientras Yu sonríe para acercarse frente a frente. Sabe que ha sido ella la del ataque, algunos trozos de tela se conservan en sus patas.

- Pafff….. – golpea a la arpía con todas sus fuerzas. - ¿Dónde estamos? – le pregunta la herida limpiándose la sangre de la cara.

- Ni arriba ni abajo – responde aquel demonio.

- Pafff… - vuelve a abofetearla sacándole uno de sus afilados dientes. – Si hubiera querido respuestas obvias hubiera consultado un libro. - ¿Vas a contestar?

La arpía sonríe de forma horrible, muestra sus dientes afilados y entrecierra sus grandes ojos amarillos. Sus pupilas pueden ver el futuro y el alma de todo aquel que las desafíe mirándolas fijamente y Yu lo ha hecho, pero no pueden mirar dentro del alma de un ser más antiguo que ellos, acaba de descubrirlo y sus facciones cambian cuando lo descubre. Demasiado tarde, su ofensa se ve respondida cuando una catana la atraviesa, justo donde se supone que debería tener el corazón. Unos chillidos tremendos provocan que el esfuerzo de sus captores se multiplique.

- Oh, oh – dice Selene cuando consiguen volver a estabilizarse tras el esfuerzo. – Cuando os diga soltáis al bicho.

- ¿Cómo? – dice Fepico. – ¡Con el trabajo que me ha costado cogerlo! – replica. – Pensaba hacerme un traje.

- Cuando Yu termine con ella no quedará nada para hacerte un traje - le dice Selene.

La arpía se retuerce cada vez más, mientras Yu riza el arma dentro de la herida, bate sus alas para romper las cuerdas, provocando que estas empiecen a ceder. Su fuerza es descomunal. El sudor recorre la frente de Luis, Edimión tenía más fuerza, pero esta se le ha devuelto en parte, aún ha de recorrer mucho camino hasta que su alma vuelva completamente a su ser.

- ¡Ahora! - se adelanta Luis a decir cuando sus palmas comienzan a crear yagas del roce de los nudos.

26 de enero de 2009

¿Y SI QUITO UNO MÁS?

Sólo para decorar.

Y si no fuera por aquel botón de tu blusa,
que tanto deseo desabrochar.
Aquellas miradas perdidas
como puntos sin su ojal ....


Y es que el botón siempre ha sido signo de admiración para muchos, propio del mejor coleccionista, inspiración de poemas y creador de palabras despectivas, entre otras muchas referencias, su uso funcional no se le dio hasta bien entrados los siglos.

Conocido desde la época prehistórica, su uso decorativo para las prendas de vestir, daban un toque distintivo a quien lo portara (siempre fuimos coquetos, ¡qué se le va a hacer!), durante los tiempos romanos y griegos esto no cambió, pero pronto se inventó el ojal ¿quién fue? No lo sé, tampoco he encontrado nada al respecto, pero para hacer un agujero al otro lado de la prenda y pasar un trozo de concha, metal, nácar, madera, metal, plástico….etc, no hay que ser muy lista o listo (por lo menos desde mi punto de vista, pero eso no interesa ahora.)

Lo cierto es que se popularizó para el uso de camisas y pantalones, comenzó a fabricarse en serie, pero seguía siendo el típico y aburrido círculo de siempre, así se mantuvo hasta que las mujeres, cómo no, lo pasamos a nuestras prendas. Entonces decidió que tenía que cambiar, mutar para ser más atrayente y diverso, sus formas, tamaños y colores, fueron adaptados a las banalidades exóticas consiguiendo seducir al público femenino. Triunfó como nadie, tanto que en 1930 se fabricaba a granel para todo tipo de prendas, dando una función tanto decorativa como práctica a las prendas.

Aquellos botones forrados, para que no se vieran, de metales preciosos, sólo como uso decorativo, y casi invisibles, unidos a las vestimentas de los hombres, se convirtieron en un bonito divertimento para mejorar la visión y estética de las prendas.

Ahora qué…

Y es que un bonito botón, a parte de sujetar dos trozos de tela, ajustar la ropa y decorar tiene muchos más usos. Como todo tiene un componente muy muy sensual, ¿qué hubiéramos hecho sin ellos? Los escotes de las blusas (prenda por excelencia donde suele encontrarse esta especie diversa) no serían lo mismo sin ellos. Puedes conseguir muchas cosas sólo con desabrochar un botón para abrir más una prenda (seguro que sabéis de qué estoy hablando)

Una camisa tiene un número de botones determinados, eso lo sabemos todos pero, cuántos se han de abrochar para quedar correctamente. A eso no tengo respuesta, lo cierto es que se como pasar de ser una estrecha o una remilgada, a que me tomen por algo que no soy con una misma camisa, sólo tengo de dejar algunos ojales sueltos o agarrados.

- Todos los botones cogidos: no quiero saber nada de nadie, lo que hay bajo esta tela es mío y no pienso dejarme ver ni el nacimiento de mi cuello con los hombros. Esta queda de muerte cuando se porta una corbata, las ganas de desabrochar esos botones dejando la tira de tela puesta, para tirar posteriormente de ella son irrefrenables.

- Justo hasta el nacimiento de la garganta: necesito respirar, voy correcta o correcto, pero a la vez informal.

- Un par de botones más: eso deja ver un poco el canalillo o escote, sexy hasta la muerte. La sutileza está servida. Deja que la prenda se mueva con libertad sobre tus senos tambaleándose lo suficiente como para dejar el misterio escondido y mostrar lo suficiente para que la curiosidad del osado se despierte lo suficiente.

- Hasta el estómago: señoritas, sin misterio no hay seducción. Es la ruptura de lo puramente atrayente con una frase muy típica “te lo pongo todo en bandeja”. Un consejo: Hazte de rogar un poco, después muéstrale lo que tu quieras.

- Con el canalillo y el ombligo: luce esa bonita barriga que tienes, intenta dejar entrever (que no enseñar) aquella marca heredada, cicatriz del cordón umbilical que te dejó tras nacer. Si está adornado mejor, puedes lucir diferentes tipos de piedras y, si no es así, también tiene un bonito encanto (aunque los desvelaré en otro momento.)

A pesar de ello, tú eres la que tienes que decidir lo que vas a hacer, si te encuentras a gusto con una de ellas a delante, qué más da lo que diga, o si lo dejas sólo para la alcoba. ¡Diviértete jugando!

A vosotros también os clasifico.

¿Creíais que os libraríais de mis comentarios? Ni de coña, siempre tengo algo para vosotros. Por supuesto no hay nada más sexy en el mundo que un hombre con traje de chaqueta, camisa y corbata (por lo menos para mí.) Cierto es que es el fetiche por excelencia y, si esto no ha mutado a lo largo del tiempo, será por algo ¿no? Pero también se puede pasar de parecer un dandi a un completo “lolailo” en poco tiempo. Olvidaros de las medallas grandes, una pequeña es muy bonita, incluso varonil, pero los medallones dejarlos colgados en la pared, que es donde están mejor.

La camisa con pocos botones abrochados, el antimorbo por excelencia, dejar que se te vea casi todo el torso pretendiendo esconder parte de esa barriguita (en su mayoría cervecera) no es atrayente, más bien espanta. Desabróchala entera, déjala fuera de los pantalones y acércate, que tienes pelo en pecho (¿de dónde quieres que se agarre?), un par de botones también queda estupendo, dejando ver parte de tu garganta y aumentando el misterio de ¿qué habrá debajo.) Como habéis comprobado aquí es don Juan o Juanillo, a medias no queda bien. Pero como digo siempre, hay gustos para todo.

Una historia de seducción.

Cierto es que hay que tener mucho manejo para abrochar y desabrochar esas pequeñas ruedecitas minúsculas con una sola manos. De eso muchas y muchos entendemos del tema, por lo menos eso creo yo. No es tan difícil hacer eso como quitarle los corchetes que unen los sujetadores (eso es una asignatura pendiente para muchos hombres.)

Os propongo un juego, un ambiente bonitos, a solas, preferentemente, para que no se coarten las libertades, algo de alcohol y una baraja de cartas, puede ser otro juego rápido como el tres en raya (el caso es que sea rápido.) En vez de dar una prenda, vamos a desabrochar un botón, el que os apetezca, ¡da igual! Todos sabemos dónde va a acabar la cosa.

Ahora imaginar, un lugar público, estás loca por atraer la atención del chico que te gusta y…. Te das cuenta que llevas una camisa puesta, pero cómo. Fíjate bien en los detalles de esta: ¿cuántos botones tienes abrochados?, ¿cuántos sin desabrochar?, ¿cuántos voy a unir? Y, lo más importante, ¿cuántos voy a amputar de su ojal esta noche? Puedes desabrochar todos menos dos o tres (eso depende del volumen de pecho que tengas o de lo que te importa o no que vean.)

Llega el momento, suéltate el pelo, ve al servicio (este es uno de los secretos del retrete de las mujeres, el por qué de su tardanza… cha chamm.) En él retoca tus labios, tu pelo, acicálate un poco vamos, abrocha los botones de la camisa que te interesen y desabrocha otros, abre el cuello de la blusa y deja que el último botón, comenzando desde arriba, sea el que muestre una puerta entre tu escote y el resto del cuerpo visible. Demuéstrale todo lo que puede sujetarse ahí en medio y los misterios que aún quedan por descubrir.

Una parte también muy importante, muéstrale tu barriguita, aquel ombligo que arde en deseos por ser acariciado y que ahora se presenta tímido entre dos retales cosidos de tela, deja que las telas se muevan sinuosamente sobre ti, se delicada y natural y sobre todo, diviértete. Unos leves movimientos pueden mantenerlo en vilo toda la velada. La pregunta es ¿dejarás que él desabroche el resto?

23 de enero de 2009

GORROS CARMESÍ.

UN NUEVO DESCUBRIMIENTO.

- Póngale el sombrero en la cara – fue lo último que escuchó el asesino de boca del comisario tras firma la hoja de permiso para retirar el cadáver.

Apenas hacía unos días que se la había llevado cuando aquel cuerpo completamente desnudo yacía sobre un césped verde, tras él, un gran paisaje de árboles resaltaban la hermosura de una masa humana desangrada.
Era lo único que dejaba junto a su víctima, un sombrero completamente nuevo colocado en la cabeza de las muchachas, eran todas jóvenes, de entre 18 y 23 años, con una estatura media y de belleza radiante, sin embargo, esta mutaba cuando les colocaba aquella prenda de vestir. Sus rostros se transformaban ocultando sus bonitas facciones y dejando entrever su verdadera apariencia, por lo menos eso pensaba. Se volvían feas, no en el sentido visual de la palabra. Aquel individuo parecía vislumbrar el alma de toda aquella que se atreviera a portarlos; su mirada cambia – afirmaba cuando sus ojos malévolos osaban mirar las ventanas del alma de todas aquellas muñecas de porcelana. No podía evitarlo. Incluso, después de muertas, aquellas fragantes doncellas perdidas e incautas, daban su verdadero corazón tras aquellos trozos de materiales cosidos.

Su última víctima no se hizo esperar mucho tras el hallazgo del último cuerpo, como todas las mañanas paseaba por el parque de la ciudad antes de adentrarse en las urbes. Las calles grises y frías delataban miles de colores oscuros. Algunos comentarios inoportunos de vecinos y los gritos de los tenderos anunciando su mercancía, le hacían latir el corazón en busca de alguna nueva amante que le sirviera hasta que su corazón dejara de desearla viva. ¿Cómo sería esta vez? pensaba para sus adentros mientras unos ojos gologos desmenuzaban la población circundante. Pero en esta ocasión no la encontró entre las calles llenas de multitudes matinales.

Era ya entrada la tarde, casi a la caída del sol cuando un perfume, unido a una dulce voz llamó su atención. Ni siquiera iba dirigida a él, esta vez tendría que acercarse aún más a ella, miró hacia todos lados, pero lo único que vio fue un abriguito de color negro, bajo él, unas botas altas del mismo color, hacían un ruido sordo y acompasado con cada movimiento de sus pies, más arriba una bufanda azabache, ondeaba al viento sus largos brazos protegiendo una espalda desvalida y, tan sólo unos centímetros más arriba,… No había nada que le sirviera de referencia, una simple gorra de tela, a conjunto con el resto de prendas, tapaba cualquier indicio de que aquella figura fuera reconocible días posteriores, sin embargo algo le dijo que la siguiera. Estaba lleno de curiosidad sobre aquella criatura que le había brindado el destino, como a las otras. Sin embargo esta tenía algo que el resto no, una cubierta en la cabeza. Ya no sería difícil convencerla de que se la pusiera para la primera noche, como hacía con las otras. A pesar de todo, estaba molesto, no podía escogerla sin el misterio de ver su cara antes de vislumbrar su verdadera alma.

Un pesado halo de incertezas cubrió su mente, tenía que maquinar algo para verla por primera vez sin aquella prenda, su fetiche oculto estaba a la vista de todo el mundo. Pasaría a otra víctima – pensó. No le merecía la pena matarse por una más, pero esta le había dado un pálpito en el corazón, igual que el resto de mujeres que habían pasado por su alcoba años antes, tenía todos los ingredientes ¿Todos? No, sus muñecas se reconocían por ser mujeres bellas y atractivas, llenas de vida y esta sólo carecía de uno de ellos, no había visto su cara. Pero aquella voz, llena de timidez y melancolía le había llenado todo. A pesar de todo, paró en seco y dío marcha atrás, buscaría otro blanco, necesitaba una nueva amiga y pronto, la impaciencia por aquello le hacía sudar mucho, aumentaba su ansiedad y, de pronto, todo paró. Había estado demasiado tiempo absorto en sus pensamientos ¿Dónde había ido? Daba igual, volvió sobre sus pasos y se desvaneció entre las penumbras que ofreciá la caída de la tarde.

Durante días estuvo rondando diferentes parajes, nada. Era imposible buscar, cada vez que encontraba algo nuevo en que entretenerse, la voz volvía unir la imagen de aquella pequeña figura y desistía de nuevo. La veía alejarse mientras lo llamaba, sus pasos eran acompasados y tranquilos. Por ello, sólo por ese insignificante motivo, decidió volver a rondar las calles donde la había visto por primera vez.

Buscó y buscó durante días, sin saber si era ella o no, se fijaba en la figura de todas las mujeres que se atrevían a pasar por su lado. Aquellas incautas habrían salido corriendo de saber a qué se estaban exponiendo. No había peligro, su obsesión se dirigía en una dirección, una figura negra que rondaba las calles de la ciudad, que se había desvanecido de la realidad para atormentar su mente como un fantasma.
Durante semanas aparecía puntualmente a la misma hora por la esquina donde escuchó la voz, hasta que por fin su espera tuvo éxito, la visera de su gorro, unido a una montura de pasta bastante gruesa, le impidió ver sus facciones, pero su figura trasera era inconfundible. Llevaba la misma ropa de abrigo que hacía semanas, por lo que fue muy sencillo saber que era ella, una simple duda le quedaba por resolver, tenía que escucharla.

21 de enero de 2009

Selene. Capítulo XXXIX.

CAPÍTULO XXXIX: CARNE FRESCA.

El camino desde el túnel hacia su incierto final era pesado, el aire se cargaba de moléculas fétidas y húmedas que hacían casi imposible la respiración. Las fuerzas de Fepico flaqueaban con cada paso que daba a gatas. Estaba muy confuso, la cabeza iba a estallarle y le costaba mucho trabajo respirar, en cambio, Selene y sus acompañantes, parecían que no les afectaban las condiciones que allí se les presentaban, un mundo lleno de incertidumbres y misterios se abría ante ellos y, sin embargo, todos sabían perfectamente a quién se enfrentarían tras el largo camino que les esperaba.

Aquel abuelete lleno de vida, con apariencia juvenil y armado hasta los dientes, era el primero de la cola, eso no lo olvidaba y, sólo por ese motivo, intentaba mantener sus ojos despiertos, a pesar del tremendo esfuerzo que tenía que hacer para poder mantener sus párpados abiertos. Los gases que emanaban aquellas rocas cambiantes eran demasiado fuertes para unos ojos tan centenarios, a pesar de creer que lo había visto casi todo, esto superaba todas sus expectativas. Sabía de las existencias de las puertas que viajan a mundos paralelos, aunque jamás pensó que una de ellas estaría en la pared de su pequeño cuchitril a la espera que tres dioses antiguos la descubrieran. ¿Qué estaba pasando tras él? Era una pregunta que se hacía constantemente, no escuchaba ni un simple murmullo, pero sabía que, por lo menos, Yu, aquella dama de porcelana con apariencia oriental estaba a su vera, podía notar como su arma milenaria tocaba su espalda con cada movimiento, el cómo la mantenía erguida mientras caminaba a gatas por aquellos pasadizos era una de sus muchos interrogantes, pero eso no era lo que le preocupaba en esos momentos.

Tras varios minutos, horas o quizás días caminando por aquellos parajes estrechos con formas diversas y anchuras distintas, un pequeño ruido alertó los sentidos de todos. Tras una enorme nube verde y semigaseosa, algo chillaba como si le estuvieran arrancando las entrañas mientras aún permanecía vivo.

- Hay que continuar – decía Luis entrecortadamente. – No podemos pararnos, más adelante hay una habitación donde podremos luchar si es necesario.

- Edimión tiene razón – añade Yu. – Haz sitio que voy a ponerme delante.

Fepico no podía hablar, ni tan siquiera moverse, había escuchado ese sonido antes, hacía ya mucho tiempo, más del que un humano podía recordar. En qué época o año, no podía saberlo exactamente, pero sabía que no era nada bueno. A duras penas, pegó su cuerpo a la pared rebosante de un líquido viscoso para dejar a la nueva cabeza de expedición guiarlos.

- ¿Cómo sabes que más adelante hay una sala? – le dice Fepico a Luis recopilando fuerzas y limpiándose la cara con el antebrazo.

- He estado aquí antes – le sonríe y le hace el gesto de continuar.

El ruido se hacía cada vez más y más fuerte, Selene echaba mano a su ballesta cada vez que lo notaba. La sala comenzó a abrirse ante ellos, a pocos metros o quizás estaba más lejos de lo que pensaban, en el infierno todo podía ser, al igual que en los cielos. Aquellos mundos conexos, que se rozaban por diversos puntos, tenían más en común de lo que ignorancia puede llegar a imaginar. Una vida llena de tormento en el cielo, sería idéntica a peor de los infiernos para cualquiera que se preciara a tocarlo. Fepico lo sabía, aunque puede que el ambiente y el aire fueran un tanto más respirables ahí arriba, no podía olvidar que estaban descendiendo hacia el mismo corazón de algo, si es que era verdad que no subían.

La luz tenue y pesada que envolvía la sala se volvió de múltiples colores, a trozos era morada, en otros tramos verdes y lo más brillante que podía ofrecerse del espectro era un suave resplandor rojo que salía desde el centro de la habitación. No procedía de ninguna parte y, al mismo tiempo, parecía que las grietas del suelo daban pequeñas ráfagas intermitentes de aquellos profundos haces de luz. Todo aquello se unió a un mundo donde las paredes dejaron de poner límite a los mundos de la visión, sólo una pequeña hendidura, colocada en el aire, delataba la llegada inminente del dueño de aquellos gritos que erizaban la piel de todo el que osaba escucharlos, si es que aquello podía evitarse, la nube de gas verde comenzó su aparición unido a un líquido viscoso del mismo color. Un olor pútrido se unió a los gases del ambiente y todo se paró.

Nuestros héroes permanecían en lo que parecía el centro de algún lugar de ningún sitio que les llevaba a alguna parte. El silencio comenzaba a dañar los oídos de los cuatro contendientes, estos permanecían con sus manos colocadas muy cerca de sus armas, a pesar de todo, no se atrevían a sacarlas antes de tiempo, sus ojos no podían ver nada más que aquella gama de colores fríos, tras los cuales no había nada.

Yu comenzó con su expedición espalda con espalda de su amiga Selene, ambas giraban sobre sí mismas intentando vislumbrar algo de aquella sala. Todo era inútil.

- ¿Dónde estamos? – preguntó Fepico recuperando fuerzas.

- En el limbo – le responde Yu sin mirarle a la cara.

- No lo habían cerrado – responde. – Por lo menos eso anunciaro.

- ¿Crees que algo que existe antes que la propia humanidad pueden cerrarlo cuatro monigotes vestidos malas imitaciones a las túnicas griegas? – le dice Selene. – Sólo el más poderoso de los dioses puede cerrarlo y eso no le conviene al mundo.

- ¿Sabes qué es lo que viene? – dice Luis a una de las dos y mirando a todos lados.

- Si – le responde Yu. – Un monstruo que fue humano una vez.

- ¡Vale! – responde Fepico mirándose las heridas de las manos. – Si querías respuestas obvias las hubiera podido dar yo – añade uniendo su espalda a la de Luis. – Ese grito es de una arpía, sólo ellas pueden chillar de esa forma.

- ¿Seguro? – le responde Yu mirándolo con ojos acusadores.

- A menos que no te estén sacando las tripas mientras todavía estas consciente si – le responde.

- ¿Cómo sabes tú eso? – Le dice Luis. – Las arpías son….

No dio tiempo de contestar, un ser alado con cuerpo de reptil saltó sobre ellos sin previo aviso. Entre sus dientes portaba unos intestinos humanos, aún rebosantes de sangre y heces, que salpicaban sobre el suelo y nuestros contendientes. La respuesta por parte de los cuatro no se hizo esperar. Las flechas de Selene intentaban dar en el blanco, mientras Yu mostraba la parte afilada de su catana en un intento por cortarle una pata. Luis protegía con sus fornidos brazos a Fepico mientras este intentaba meterle una bala entre ceja y ceja al bicho y, el nuevo Edimión, la tomaba por una de sus alas.

Todo fue inútil, sólo unas plumas en la mano del amante de la diosa lunar denotaban que había ocurrido algo, demasiado rápido para poderse considerar una batalla o un ataque. ¿Dónde estaba ahora? Aquellos seres sedientos de sangre no iban a dejar escapar una comida fresca tan fácilmente, seguro que no tomaba un plato vivo desde hacía mucho y, sus huevos, hartos de esperar sangre fresca que los incubara, estarían latiendo al igual que corazones en el nido.
Un leve respirar se escuchaba desde alguna parte de aquella sala, no sabían que forma podían tener, mucho menos cómo atacaría esta vez. Caminaron un poco más, con la esperanza de encontrar alguna salida hacia otro lugar, cuando Selene tropezó con algo en el suelo. Luis, preocupado por el golpe y casi a ciegas, consiguió tomarla del brazo, estaba cubierta.

- ¿Estás bien? – le dice cuando intenta levantarla.

Un fogonazo de luz ilumina parte de aquel lugar, Selene, su amiga y su eterno amante notan como el suelo está lleno de huesos desmembrados y, un poco más adelante, Fepico porta una lámpara pequeña con una bombilla que luce como una estrella, es potente mucho, tanto que si la mirabas fijamente podías perder pate de la visión.

- Tecnología militar – responde mientras se fuma un cigarrillo. – Fue un buen cambio – sonríe mientras la coloca sobre su pecho. – Lo cierto que nunca pensé que me fuera útil, pero a un muerto no puedes devolverle lo que ya no va a usar.

- ¿Por qué no lo has sacado antes? – le dice Yu apretando los puños.

- No me acordaba que la llevaba ahí – dice mientras echa un vistazo dando vueltas sobre sí mismo.

Unos metros más adelante está el cadáver semiconsciente de un humano, tiene el estómago abierto de, poco se puede hacer por él, sus vísceras han desaparecido. Al ver la luz chilla y pide auxilio. Lo malo es que en el infierno no puedes morir hasta que el último trozo de ti haya sido consumido por sus ciudadanos.

Un ruido estrepitoso muestra el inicio de un nuevo ataque, todos están preparados cubriendo los cuatro flancos, Fepico baja la intensidad de la luz y saca su recortada, Luci no le ha defraudado nunca y confía fielmente en aquella vieja reliquia. Un ruido cortante atraviesa la habitación, se escucha como respira escondida entre las sombras.

Yu, sonríe cuando piensa lo que puede hacer con aquel bicho, Selene toma la mano de su amado mientras sujetan sus armas, aunque algo les dice que no todo está de su lado.

16 de enero de 2009

EL CAMINO DE LA PASIÓN SE UNE POR PUNTOS INCONEXOS.

Los defectos se vuelven virtudes.

Y es que es uno de los mejores lemas que puedes tener en tu vida, cuando algo de tu anatomía no te gusta, con un poco de imaginación e ingenio, puedes conseguir que se vuelva algo deseable y atractivo para todo el que lo ve. El secreto, buscar algo que lo resalte o taparlo de alguna forma llamativa. Así si encontramos algo, una cicatriz, una uña, una mancha en la piel, etc, podemos hacer siempre algo para disimularlo. Lo malo de todo esto es, que si intentas que sea invisible, el parche se notará más de lo normal y todos se darán cuenta de tu secreto a ocultar (eso no lo hagas jamás.)

Cierto es que algunas cicatrices o marcas de expresión, debido a múltiples factores o acontecimientos sucedidos en tu vida, marcan tu piel de por vida, pero por ello no tienes que avergonzarte nunca, unos de ellos son tu signo de identidad y no puedes ignorar que están ahí, pero otros puedes embellecerlos. ¡Esa es la palabra! Nunca ocultes algo que te hace ser tu o humano o, a la contra, como he comenzado a decir, puedes taparlos con algo mejor. Esto último lo sabían muy bien en la época victoriana, aquellos años de pomposidad, estética barroca, desenfrenada y moralismos falsos, estaba llena de hipocresía y misterios. Entre ellos, el uso de postizos, pero no voy a hablar de aquellas pelucas tan grandes, infectadas de pulgas y que denotaban un estatus social, todo lo contrario, voy a hablaros de algo mucho más pequeño, milimétrico podría decir yo. Y es que en lo pequeño anda el buen gusto y la seducción.

Olvidémonos por un momento de aquellas caras blanquecinas, casi enfermizas, de los trajes tan adornados y de los incómodos y pesados adornos y centrémonos en otras cosas. Pintados con un lápiz de ojos o de tela negra, se utilizaron de múltiples formas, entre ellos las preferidas eran las estrellas, el círculo y los corazones. Las damas y los caballeros se los colocaban cuando iban a fiestas y, un pequeño tarro escondido en el bolso a modo de repuestos, podía cambiar la disposición de los mismos al antojo de su dueña o dueño. ¿Que cómo nació esto? Muy fácil, para tapar las marcas que la viruela, enfermedad muy popularizada en aquel siglo, hasta que salió la vacuna, dejaba marcas en la cara de todo el que la sufría. Sin embargo, la eliminación de este virus no erradicó una moda que había creado ya una cultura a su alrededor.

Un misterio que se oculta tras una marca.

Como miles de símbolos que nos cruzamos día tras día, el lunar significaba algo, una frase, un gesto, una posición social o un estado funcional del cuerpo. Todo un lenguaje icónico a la vista de todo el que lo supiera o lo quisiera leer. Como ya os he comentado con él se tapaban aquellos agujeros tan “antiestéticos” (según de quien lo mire), que producía la enfermedad y poco a poco llegó a formarse un lenguaje tan complejo y exótico como el del abanico. ¿Uno desbancó al otro? Ni lo penséis por un momento, llegaron a complementarse entre ellos ya que no podías decir a qué hora veías a tu enamorado con los lunares pintados, que podían llegar a sumar hasta 7 como mínimo en una mimas persona. Pero de los abanicos ya os hablé hace tiempo (post vientos del norte y del sur.)

Todos recordamos las películas de la época donde algún galante o dama muestra en sus blancas facciones una marca negra, esta resalta su tez mortecina y su perfección y cómo los jóvenes y las doncellas, los miran con ojos golosos. Bueno, pues todo esto dependía de dónde se llevara el lunar:

- Al lado del ojo: pasional, aunque también significaba que era un o una asesina, aunque creo que nadie quería decir que se había cargado a alguien de esta forma, lo cierto es que hay gente para todo y en esa época también.

- En el pecho: generosa o generoso, aunque parece ser que este estaba reservado para las señoritas con grandes escotes, a un hombre era difícil que se les viera debido a que con esos cuellos, la corbata o pañuelo y los chalecos, sería difícil distinguirlo.

- Al lado del bermellón (parte rosada del labio): besucón o besucona, divertido, pasional y todo lo que se pueda ocurrir cuando ves a alguien que lo tiene (¿No te entran ganas de borrárselo a lametones)

- Barbilla: coqueto o coqueta, cuidado de la estética y resalta muy bien las barbillas varoniles, escondiendo a la ver algún que otro grano, a la vez resalta la redondez de la cara en las damiselas dándoles un aire aún más desvalido del que pretendían dar.

- Hoyuelos de la cara: dignificaba que eras una persona juguetona, aunque ¡cuidado! Si por el contrario, lo colocabas en la mejilla, dabas a entender que eras una persona galante (hasta aquí todo bien,) pero y si te digo que podían confundirte con un gigoló, eso ya no parece tan divertido ¿verdad? (aunque todo depende del punto con que se mire, claro está.

- Mentón: mencionaba que estabas intranquila, ¿por qué? Os vigilaban, el marido o la mujer de la interesada o interesado estaba al loro con lo que estaba ocurriendo, miles de cosas.

- En la nariz: eres un descarado o una descarada.

- En la frente: majestuoso o majestuosa, digno de cualquier burla.

- Ojo, si estaba colocado en la mejilla de una mujer, podía delatar su estado: en la derecha estaba casada y en la izquierda prometida, aunque eso no era problema para muchos antes y ahora menos. Pero como era una pintura o postizo, podías elegir no ponértelo.

La moda fue tan popular que se le ponía incluso a los cadáveres y tomó un nombre en francés, la mouche (traducción al español la mosca.)

Hoy día los seguimos utilizando.
Cierto es que casi nadie está contento con lo que tiene, algunos intentan disimular sus lunares o pecas con maquillaje, utilizando un antiojeras verde antes de ponerse la base de maquillaje y, otros, los pintan con lápiz de ojos negro para tapar una verruga o porque simplemente les gusta colocárselo.

Miles de modas los han ocultado en el círculo de la historia y los han vuelto a resaltar como algo nuevo, pegatinas, pequeñas perlas que se pegan para decorar la cara. Existen muchas supersticiones a su alrededor, como que contar los lunares trae mala suerte, dicen que son hereditarios (lo cierto es que yo tengo dos conjuntos de lunares que son idénticos a los que porta mi familia materna, “las trillizas”, y otros iguales a los que llevan casi la totalidad de miembros por parte paterna, “los gemelos”, ¿casualidad? No, está visto y comprobado, son marcas que he heredado genéticamente.)

Un mito muy extendido entre la juventud es que el que tiene muchos lunares folla muy bien, tonterías, como otras tantas que se dicen, lo que influye son otras cosas más importantes (ya me entendéis,) eso es como lo de los calvos, aunque hay una explicación para ellos, en la que ahora no vamos a entrar al caso.
Por una vez las matemáticas son divertidas.

Seguro que no te has parado nunca a pensar en ello, en la escuela te enseñaron a unir puntos, contar, y realizar diferentes ecuaciones con los números. Yo te propongo un juego, que seguro que se te ha olvidado cómo se hace, es muy fácil, suma, divide, nunca restes, multiplica, haz el recorrido más largo o más corto y dibuja una línea imaginaria que una los puntos. Lo has cogido ¿verdad?, de todas formas yo te lo explico.

Suma todos los lunares de tu pareja, con las manos, la lengua, los ojos,… Multiplícalo por el número de veces que te vas a equivocar, divide los diversos caminos que llevan a sus puntos de placer, no restes posibilidades (pueden ser infinitas) y realiza el camino escogido tomando los atajos y puntos que desees. Si lo unes a una iluminación casi defectuosa, una música que incita a perder la concentración en lo que estás haciendo y un lápiz que no deja marcas en la piel, puedes suspender en matemáticas, pero volverte un experto en un mapa único y que lleva a muchos destinos distintos.

Puedes introducirles paradas, recorridos circulares, accidentes donde se pierdan los dedos, buscar tesoros en las montañas y…. todo lo que se te ocurra y que os guste a ambos puede volver un juego en algo estupendo. Por primera vez, aquella asignatura que te fastidiaba tanto suspender, no va a ser problema, se volverá divertida y puede que necesites muchas clases para jamás aprobarla. ¿A que ya no te preocupa sacar malas notas en ecuaciones que podría aprobar un niño de primaria?

14 de enero de 2009

ESTAN (4)........

INT. PUESTO DE TRABAJO.
La dependienta pasa corriendo por al lado de la caja.

CLIENTE
(Exigiendo)
Señorita, por favor, me cobra esto

DEPENDIENTA
(Corriendo como si le fuera el alma en ello)
Ahora mismo estoy atendiendo a otro cliente, caballero. En un momento estoy con usted.

CLIENTE
(Mirando el reloj)
¡Es que no puedo perder toda la mañana!
INT. FINAL DEL PASILLO.
La dependienta está sola en su sección y, mientras busca el objeto deseado por el primer cliente, mira el reloj. Con gran asombro ve que acaban de abrir hace una media hora y que el cliente viene con ganas de guerra.


DEPENDIENTA
(Diciendo en voz baja para sí)
Ahora se va a enterar este
Mientras le entrega al cliente su producto y la cobra, se le pasa sensiblemente el cabreo. A pesar de todo, ciertas cosas continúan igual que al comienzo de la mañana, el cliente con prisa no cesa en su empeño de protestar, por lo que ese sentimiento de perdón y de tener las cosas en paz, por lo que queda de día, se van esfumando muy rápido, demasiado para una persona normal.

CLIENTE
(Muy enfadado)
Y ¡será posible!
Señorita, que llevo un buen rato esperando.
Uno no puede pasar toda la mañana para que lo atiendan.

DEPENDIENTA
(Haciendo teatro, ya que se encuentra muy enfada)
Caballero, ¿qué desea? Disculpe la tardanza.

CLIENTE
(Quitándosele el enfado porque lo han atendido)
¿Me cobra?

DEPENDIENTA
Por supuesto (dice en voz alta)
Gilipollas de mierda (piensa para sus adentros mientras oculta estos pensamientos con una falsa sonrisa)

De pronto suena el teléfono, el cliente lo toma sin preocuparse por lo que está haciendo la dependienta, mientras esta escucha lo que se comenta a ese lado del globo.

CLIENTE
Si, vale, a las dos para comer, de… de acuerdo, ¡vale!
Ahora, no. Me voy a dar un paseo y a desayunar algo.
Si, cuando termine, porque esto va muy lento, parece que aquí no tienen bulla.

DEPENDIENTA
(Pensando para sí)
Será imbécil, el se va a pasear y yo tengo que atenderlo de bulla porque quiere irse a pasear, una cosa es que yo preste un servicio y otra muy diferente es que tenga que estar para los antojos de todo el que se me cruce. Si quería rapidez que hubiera ido a otro sitio, por un cliente más o menos no nos vamos a morir.
Tu metes prisa y yo tengo que estar aquí, ahora se va a dar un paseo. Que tenga cuidado a ver si se le va a ir el sol a las once de la mañana. Ahora te vas a enterar.

¡Caballero! (dice para llamar la atención) Disculpe pero esto tiene un fallo, voy al almacén a buscarle otro que esté en mejores condiciones. ¿Lo quiere para regalo? (dice mientras el cliente asiente)

El cliente asiente, no le queda más remedio, no ha visto nada en aquella prenda, pero si lo dice la señorita será por algo. Para ello ella los vende. Por lo menos quiere pensar.

No se ha dado cuenta de que la dependienta ha cogido algo y lo ha guardado en su chaqueta.

EXT. DEL CENTRO.
Mientras la corbata se encuentra en un sobre decorado dentro del almacén, la señorita sale a tomarse un café y fumar un poco. Dos plantas más arriba, aquel malhumorado cliente espera un poco desesperado porque ya había pagado la prenda y no puede irse.
DEPENDIENTA
(Pensando para si)
Hora del desayuno.

Tres cuarto de hora más tarde la corbata es entregada a su dueño, es la misma que en sus inicios, pero eso no lo sabe más que el impaciente cliente que ya llega tarde para tomar el sol. Enfadado, con prisa y algo desesperado por el hambre matinal, no puede evitar irse sin mediar una sola palabra. La señorita ha hecho lo que le ha mandado, ha buscado una corbata nueva, e lo ha envuelto para regalo, así que no cabe medida quejarse en ningún sentido. Lo único que le desconcierta es esa sonrisa burlona que hay en su cara.

Justo cuando se vuelve el cliente, la dependienta saca otra prenda exactamente igual que la anterior para colocarla. Acaba de sacarla de su plástico, recién traída de fábrica. Para el próximo cliente o no.

Aunque para esto sólo había una explicación ESTÁ MAL FOLLADO, aunque con la edad que contaba no me extraña, no se puede ir metiendo bulla porque tu quieras terminar temprano y menos a una persona que va a pasarse allí toda la mañana, por lo meno.

12 de enero de 2009

POR QUÉ NO HACES, POR QUÉ NO PONES, POR QUÉ NO CAMBIAS, POR QUÉ NO….

Y es que esto no puede ser, os tengo muy abandonados pero, ¿qué se le va a hacer? Lo cierto es que, no tengo tiempo ni para respirar y, en mi vida pensé, que en un cuarto de dos metros de ancho por tres de largo, donde todo encaja como un tetris, pudieran caber tantas y tantas cosas y, en cambio, en una casa de dos habitaciones y un salón inmenso, no cabe casi nada de lo que llevo, será porque dentro de poco seremos dos y hay que hacer sitio para ambos. Aunque lo cierto es que, como cada cosa tenía un sitio asignado en mi espacio (mi cuarto) ahora ha de reorganizarse en uno nuevo el cual es indefinido.

Por fortuna, la mayoría de trastos han encontrado un lugar sin a penas problemas, pero otros son tan sumamente especiales que te resistes a moverlos de aquella caja, cajón, pared o cualquier sitio donde lo tuvieras puesto. Una mudanza no es tan fácil como yo pensaba. Y eso que para mí, era sólo el cambiar cosas de sitio, colocarlas de nuevo y… ¡Listo!, pues no, me desvié de la realidad demasiado (más de lo que suele pasarme normalmente…. Ejem, por lo menos en lo que a la vida cotidiana se refiere.) Y, cuando por fin crees que lo tienes todo a tu gusto, te viene la abuela, la suegra, tu madre, tu tía, la amiga, quien mejor te convenga o todas a la vez. El caso de todo es el siguiente, de buenas a primeras aparecen por tu casa con un paquete de forma indeterminada, la cara sonriente y te lo dan sin a penas haberte dedo tiempo a decirles hola – ¡Toma! – te dicen mientras te dan el regalo. – Te lo he comprado para la casa. Entonces cuán es tu sorpresa cuando lo ves, no es un gato de escayola, pero como si fueran primos hermanos ¿Dónde vas a colocar eso en tu casa de estilo…. (que cada uno ponga lo que quiera)? Imposible, no pega ni con cola y, para colmo de males tienes que poner buena cara.

Sin embargo, la cosa no se queda ahí (no podían estarse calladitos, la naturaleza humana de meterse en todo lo que no les concierne) – Te lo he traído para que lo pongan en la entrada – te señala el sitio que le ha asignado. – Es que está muy vacía (y si a mi me gusta así, no puedo entender ¿porqué a mi? ¡No! Ahora para colmo todo el mundo lo verá. La figura más fea de todas en el lugar más vistoso de la casa, que tiene un estilo minimalista, y una figura de antes que se conociera siquiera la palabra democracia, rompe la armonía de mi pisito.) ¡Qué queréis que os diga! Hay que aguantar, pero solo lo justo, el tiempo que tarde en irse de la casa, no más. Las visitas no son eternas y nadie se queda para siempre cuando va de visita (por lo menos la mayoría de la gente.) Bueno pues listo, tras un para de horas, o tres, esperando impaciente, para cumplir el plan para hacer desaparecer a la figurita, viene otra persona a tu casa. Es normal, te acabas de mudar o estás en proyecto de hacerlo, todo el mundo quiere visitar tu casa; todo tendrá que alargarse un poco más.

Había una cosa con la que no contabas, que la persona que no te trae algo, que seguramente le regalaron a ellos cuando montaron la casa o la han comprado en el chino de la esquina, tiene una opinión que decir respecto a la casa (nota importante: ningún cometario sobre la decoración o pintura de las paredes va a ser agradables) que si el cuarto es muy oscuro, que si la casa parece una guardería, que las estanterías marean, porqué no has puesto esto un poco más para acá, te hace falta un…, la cocina está muy recargada, las cortinas no son suficientemente opacas, las lámparas,…. El caso de todo esto es criticar e intentar que les des la razón a lo que te están diciendo ¡qué pena de amigos, familia y humanidad! Todo tiene que estar a su agrado y concordar con sus gustos, todos se han vuelto decoradores de buenas a primeras y todos saben cómo quedaría todo mejor. A esto tengo muchas cosas que contestar pero, estáis tan hartos de escucharlas que parecéis masocas, y yo no estoy dispuesta a gartar más saliva que la necesito.

Solución al tema, muy fácil, he bajado al bazar de la esquina y he comprado un buzón, después he hecho un formulario al ordenador (lo adjunto al final) y he colocado un bolígrafo encima, justo delante del cartel que pone sugerencias. Ya no habrá problema, ellos dicen lo que quieran y yo (creo que os lo imagináis)

En cuanto a las figuras, algunas han ido a la caja donde, todo lo que hay en su interior, va acabar olvidado en algún sitio remoto de la casa, en cambio, otras, serán arrasadas por un soplo de viento, algún niño pequeño o la habré tirado sin darme cuenta cuando salga de la casa ¡Qué pena! Con lo que me gustaba ¡qué le vamos a hacer! No hay cosa que cien años dure ¿verdad? Bueno, si las hay, pero esa en concreto estaba destina a vivir unas cuantas horas.
Como podéis ver, todavía no me he ido a mi nueva casa y ya tengo muchas cosas que hacer, demasiadas para las pocas semanas que nos quedan. A pesar de todo, estoy disfrutando mucho con todo esto, hay cosas que he tenido que dejar medio paradas, como esto, a lo cual no le dedico tanto tiempo como antes, pero sigo con vosotros. Ya veis, la vida cambia de un día para otro y, lo cierto es que a mi, me ha dado un giro de 180º a lo bruto y sin avisar ¡Qué cosas no!

Formulario de reclamaciones, quejas, opiniones y sugerencias respecto a la casa. Por favor escriba lo que tiene que decir a continuación y evita hacer algún comentario a la dueña, sus ideas serán tramitadas y se tomarán en cuenta, si procede (que va a ser que no, pero por intentarlo que no quede.) Aunque lo cierto es que su opinión importa menos que el ruido de una mosca en un concierto de heavy metal (aunque ya sabe lo que dicen, el no ya lo tiene, por intentarlo no pierdes nada, a parte de tiempo.)

7 de enero de 2009

NUDOS QUE DESATAN PASIONES.

Y luego dicen que nosotras somos cursis.


Como siempre, la historia de esta prenda comienza muy atrás en el tiempo, aunque esta vez no tan atrás. Sólo nos adentraremos en la segunda mitad de mil seiscientos, cuando los hombres comenzaron a utilizarla, no como tal, pero si se constata que había algo parecido.

En un principio será un simple pañuelo, atado al cuello y con algunos dibujos, encajes, borlas y otros tipos de decoración, se utilizaba para proteger la garganta del frío y los improperios del tiempo; pero eso no se quedó ahí. ¿Para qué? Ciertos burgueses o personas que deseaban aparentar algo (que aún no se qué puede ser a parte de petulancia) lo llevaban continuamente como signo de pertenecer a una clase social.

Mira – decían con eso al cuello – soy más que tú – pensaban los ilusos (lo cierto que ver a un “señor de alta cuna” con un pañuelo de borlas, adornos y encajes al cuello, no queda sino un poco irrisorio para los ojos que lo ven) Realmente pensaban con ello que eran algo, a parte de ser una ofensa para la vista. El caso principal es que le gustó al rey de la época y se puso de moda.

Tiempo después su corte, forma, aunque no sus dibujos, cambiaron. Nació lo que hoy conocemos como corbata, un a prenda que es signo de caballerosidad, masculina y muy sexy para las mujeres. Donde se ponga un hombre con corbata y camisa, que se quite todo lo demás, pero ese no es el tema. Por supuesto, tardó en estandarizarse entre la población, después de sus inicios tan…. (que cada uno rellene en el hueco lo que quiera, prefiero no opinar al respecto, aunque ya lo he hecho, a mi forma)

Por fin dio la talla.

Como signo de elegancia y distinción, a parte de ser una prenda que denota un buen gusto al vestir (aunque algunos diseños son para detener al que lo ha comprado o al que le ha regalado eso, porque otro nombre no se le puede poner) ha llenado los armarios de todas las casas. Todo hombre que se precie posee por lo menos una, siendo un arma imprescindible en el momento de cortejar a una dama cuando se quiere atacar.

Cierto es que se ha intentado muchas veces dejarla en desuso, pero eso señores, va a ser muy difícil, que no imposible. Marcas muy importantes de ropa las fabrican a granel y de miles de telas y texturas, a la vez que de diferentes tamaños, para los caballeros que, con gran gusto y alarde de dinero, desean gastarse lo que un ciudadano medio gana en dos meses de duro trabajo. Sin embargo, el hambre agudiza el ingenio y, por supuesto, las tiendas ofrecen una gran colección muy asequible para todo el que guste de una.

Otro problema importante que se nos plantea es como hacerle el nudo, no os preocupéis por ellos, las páginas wed lo muestran, y si no es así, mamá siempre está dispuesta a haceros el nudo para que podáis ir elegantes.

Por descontado, posee unas reglas de protocolo a la hora de ponérsela como el no utilizar el mismo tipo de dibujo en la corbata que en la camisa, que no baje de la cintura, no utilizar camisas con botones en la punta de los cuellos o no dejas que la parte de atrás de la misma se vea. ¡Tonterías!, podréis pensar, no, si lo piensas bien son simplemente normas de estética donde se evita que parezcas un payaso.

Ahora nos toca a nosotras.

En este caso tengo que decirlo, ¡benditos uniformes! ¿Qué sería de ellos sin una bonita corbata? De ahí nace un mito, la colegiala, mujer sexy por excelencia y fetiche de muchos hombres, combinaciones que hacen saltar los corazones. La mezcla de los cuadros (da igual del color que sean) en una tela corta que deja lo justo a la imaginación, unos zapatitos de tacón negros, o botas en su defecto, medias de cristal y la camisa blanca, unida a una corbata negra, puede erizar el bello del más recto de los hombres. Son algo que se encuentra en lamente de muchas y muchos, más de los os pensáis.

Por supuesto, la ropa que uses sólo dependerá de ti, pero si al agacharte o andar dejas entrever un liguero, puede que el corazón le estalle en ese mismo momento.

Como puede ser costumbre, los detalles son algo muy importante en esto, unas coletas o un pelo completamente liso y el chupar de forma “inocente” una piruleta o chupa chup, mientras le haces cualquier comentario, elevará su ánimo hasta el infinito. Eso sí, para esto no existen reglas de protocolo para llevar la corbata, si es un poco más larga le invitas a que la agarre para atraerte a sus brazos, si está suelta en la parte del cuello, podrá dejarse llevar a través de él en un intento por ver un bonito escote, que en esos momentos arde en llamas de pasiones prohibidas dentro de la mente de una colegiala mala, necesita un castigo y eso sólo se lo puede dar su hombre, ¿quién? El que ella ha elegido para que le enseñe la lección de la noche, la que siempre suspende y tiene que repetir una y otra vez.

Si no llevas corbata para la ocasión y tu hombre si, hay otra salida, tira del sedal a ver que puedes encontrar en la otra punta, busca lo que deseas, seguro que lo has pescado antes de echar la caña al río. Un mundo lleno de posibilidades se ponen a tu alcance con esta prenda: los juegos de olores, sabores, los nudos improvisados, unas manos que no pueden moverse, unidas por una tela suave que no dejará que se separen, pueden hacer las delicias de una noche inolvidable. Ya tienes a tu dandi, seguro que la faldita de cuadros y la camisa blanca también, sólo te falta la corbata. La pregunta es ¿picarás el sedal para que el recoja a su presa o serás tu la que lo haga? Recuerda, eso se encuentra en vuestras manos.

Aunque…. También podemos romper el mito de la colegiala deseosa de nuevas aventuras fuera del colegio femenino y pasar al del chico guapo o al de la empresaria traviesa, eso depende de vosotros. Si os queréis vestir así en casa (algo sólo para él), si decidís calentar un poco el ambiente durante una velada callejera o si os van los disfraces. La puesta en escena está servida, los actores listos y los guiones preparados, ahora te toca improvisar sobre la marcha; a ver cómo sale tu espectáculo.

1 de enero de 2009

SELENE. CAPÍTULO XXXVIII.

CAPÍTULO XXXVIII: ¡A LA CARGA! POR LOS VIEJOS TIEMPOS.

Una pequeña mancha blanca asomaba entre tanta oscuridad pero, ¿qué podía ser? De aquel agujero, que llevaba hacia algún lugar del infierno, podría aparecer cualquier cosa.

Fepico mantenía su arma erguida, tembloroso y con algunas gotas de sudor, intentaba parecer lo más sereno posible. Sin embargo, no lo conseguía. El ruido era cada vez más fuerte, las piernas le temblaban y, entre tanto, mientras intentaba no perder aquella cosa de vista, los capullos acababan de abrirse, los ojos de sus huéspedes daban la bienvenida a la criatura. De pronto, en lo que a penas dura un pestañeo, una pequeña bola blanca de ojos redondos, nariz chata y rosada y una pequeña boca, tan fina como si estuviera dibujada, asomaba su cuerpecito por la madriguera.

- Trammmmm….. – se escucha en el mismo instante en que aquello toca el suelo.

- ¡Será posible! – dice Fepico asustado mientras vuelve su mirada atrás. - ¿Quién de vosotros tres ha sido el que ha chamuscado al bicho?

- Yo – dice Selene de desafiante. – Nunca me gustaron esos ositos – hace el gesto de comillas con los dedos de las manos.

- Ella odia todo lo que tenga cara de ángel – añade Yu. – Y si viene de otro mundo más.

- Cuando esos enanos saltarines dan su verdadera cara no son tan monos – le replica Selene. – Te lo puedo asegurar.

- ¡Selene! – la llama Luis como si fuer ala primera vez que la ve. - ¡Por fin he despertado! – le dice mientras la abraza tras unos brazos fuertes y robustos.

- A ver…. ¿Qué diablos está pasando aquí? – dice Fepico. – ¿Por qué parecéis sacados de un comic de aventuras? – los señala con el cañón de la escopeta. - ¿Y el chico? Parece que lleva siglos sin ver a su novia – intenta sacar un cigarrillo de su bolsillo.

Por primera vez, desde que empezó todo, Fepico ha perdido la tranquilidad y la calma. No sabe muy bien lo que ha pasado, pero al ser magia lo deja pasar, como tantas miles de cosas que ha visto a lo largo de su vida, pero lo de Luis lo tienen completamente desconcertado. Es el mismo, pero su aspecto, su aura, en definitiva, su alma es diferente, lo suficiente para saber que no es el mismo que hace unos minutos cuando se introdujo tras las sábanas mágicas de seda. Aún así, es el mismo.

- Es que lleva siglos que no la ve – dice Yu mirando la escena de amor entre los tórtolos. – Por lo menos con los ojos de Edimión y los recuerdos del pasado completos – cruza los brazos. – Por fin lo ha conseguido.

- ¿Qué? – pregunta Fepico más aturdido todavía -. ¿Puede alguien decirme algo?

- Veras – se vuelve Selene – Es muy fácil de entender.

- Será para ti, porque todavía no me he tomado nada y estoy como si me lo hubiera tragado todo – aclara Fepico -. A todo esto – busca en un bolsillo trasero -. ¿Dónde estarán mis cigarrillos especiales?

- Hacer ya muchos siglos de esto, antes de que la tierra fuera humana, algunos hombres poblaban la tierra y, entre ellos, los dioses paseaban a sus anchas - comienza Selene su relato.
>> Tras haber dado a luz a mi última hija, decidí poner fin al suplicio por el que estábamos pasando Edimión y yo, condenado a dormir por la eternidad. Por ello puse fin a su sueño eterno. Me adentré en los mayores infiernos para encontrar como hacer que él renunciara a su condición de inmortal y lo conseguí, al final, su vida dio a su fin y la maldición se rompió, aunque solo en parte.

Su alma se iba reencarnando de cuerpo en cuerpo, siglo tras siglo, pero sus recuerdos continuaban dormitando en los rincones de su alma, los recuerdos, aún continuaban hibernando.
Con la ruptura de su corazón, también rompí el mío, no tenía que haberlo hecho nunca, pudo haber otras formas de despertarlo de su ensoñación, sin embargo, no encontré nada mejor. >>

- ¿Cómo lo hiciste? – le pregunta Fepico

- Eso ahora no importa – incide Luis antes que Selene y continua con la historia.

>> Tras aquello, como ha dicho ella, mi alma viajó por muchos lugares. Fui diversas personas, diversos oficios, pero siempre me la encontraba a ella, mi amor inmortal me seguía donde fuera. Siempre buscando la manera de volver a despertar mi subconsciente, por decirlo de alguna forma, para que volviera a recuperar mis dones. >>

- Bonita historia – dice Fepico con una mano en la barbilla y el otro brazo manteniendo un cigarrillo -. Pero lo que realmente quiero saber es dónde habéis conseguido esos trajes tan chulos.

- Anda – le dice Luis dándole una palmada en la espalda -. ¡Tú primero!

- No – pone la mano señalando hacia el agujero, en señal de cortesía -. Los dioses primero.

- Eso no puede ser – le replica Yu dándole cuatro monedas -. Tú vas antes con las monedas o sino Cáncervero se dará cuenta de que no podernos estar allí.

- Y…. – le dice Fepico. – Sois inmortales.

- No quieras saberlo – le dice Selene. – Hay tres formas de hacer las cosas.

- ¿No eran dos? – le responde el aludido.

- Según Selene no – incide Luis. – Por las buenas, por las malas o de forma calladita y cortés, sin que se note hasta el final ¡Vamos!

- ¡Ah! – expresa al escuchar esto. – De todas formas esto no me convence.

- Tira para adentro o te meto un rayo por el culo, tan rápido y limpio, que vas a acabar cantando la reina de los mares – le dice Luis.

- Eso si que es convincente – dice Fepico empezando a penetrar por el boquete.

- Tu no sabes tirar rayos, tus poderes aún no están entumecidos – le susurra Selene al oído.

- Si pero eso no lo sabe – le responde su novio besándola.

- ¡Lo he oído! – interrumpe una voz desde el interior del túnel.

- El no puede echar rayos, pero yo tengo una catana apuntando a tu trasero – le amenaza Yu.

- No puedo negar ese tipo de peticiones – contesta Fepico -. Y menos si provienen de los labios de una dama.