ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




30 de enero de 2008

“CARRING”

Una nueva disciplina olímpica.


Después de un largo periodo de tiempo observando a los múltiples personajes, que componen la fauna urbana. He podido comprobar que ellos no son los verdaderos inventores o formadores de escuela, en cuestión de los deportes callejeros.

NO, por si vuestra mente había volado hacia cierto individuo pagado, que introduce la idea a un chaval joven para que realice actos estúpidos. Os equivocáis, es cierto que, muchas de las actividades de los grupos urbanos, han pasado a formar parte de las disciplinas deportivas. Si, pero de dónde cogen realmente la idea los chavales, fácil. De los adorables y cariñosos ancianos que pasean nuestras calles.


Ellos practican todo tipo de disciplinas: el patinaje en bolsa, derriba todo lo que puedas del estante del supermercado, el debate político y social, la prensa rosa del barrio, cruzar la carretera antes que llegue el coche (si este está cerca y va a 100 por hora mejor), ingenieros en materiales de obra,… Y cualquier otra profesión que se te pueda ocurrir. Aquellos adorables ancianos.

Bueno, pues como todos somos nietos de alguien, yo soy nieta de un personaje un tanto peculiar, la inventora del carring. Aunque no os lo creáis, la idea fue sólo suya, eso sería mucho. Más de la mitad de personas que superan los 70 años la practican. Los requerimientos principales son, como he nombrado un par de líneas más atrás, tener más de 65 años, un carro de compra y cargarlo hasta que no quepa ni una gota de agua.


El equipamiento es simple, zapatos y ropa cómoda, gafas oscuras, para no mirar por donde pisas y a divertirse. Se requiere también un portal con un mínimo de diez escalones, de la barandilla se puede prescindir.


La actividad comienza de la siguiente forma, tras una larga mañana de compras y con mucho agobio, vas a visitar a una de tus hijas, amiga, o cualquier persona que viva en un bloque con un acceso escalonado. Le pides a uno de los vecinos, que pasa ocasionalmente por allí que te suba el carro, y sino pasa lo subes sin que te vean. Entras en el ascensor y haces una pequeña visita para que se te pase el cansancio y ese tremendo calor que tienen todos los ancianos, ya pueda hacer en la calle, -20 grados celcius. Una vez sentada, con un vaso de agua, le comentas a la dueña de la casa lo que te duele la rodilla, lo mal que estas de la espalda y lo que te duele el brazo de llevar el carro.


- Nena, mira cómo tengo el brazo de tirar del carro. ¿No tienes calor? – le dice a su hija mientras se desabrocha la fina rebeca que lleva.



- Mamá, pero cómo voy a tener calor con el frío que hace en la calle.


- Huy, uy, uy,….. La rodilla me duele horrores, ayer me tuve que tomar un nolotil en ampollas. – Seguro que ni lo mezcló con agua, de un solo trago.



- Si no fueras tan bestia. A ver ¿cómo te has hecho ese moratón? – le dice su hija señalando un hematoma ya negro de la pierna.


- Es que los altillos estaban muy sucios y al bajarme del banquillo me di en la pierna – Esa era la versión oficial, lo más seguro….No quiero ni pensarlo, conociendo a mi abuela.


Bueno, volvemos a lo que estábamos. Tras un buen rato largando cotilleos, la deportista se prepara para el descenso. Se abrocha la rebeca, vaya a enganchársele, se ajusta las medias y entra en el ascensor.


En pocos segundos se encuentra en el pasillo, se dirige hacia la puerta, mira las escaleras con cara desafiante y…. Este el momento cumbre, con una técnica completamente depurada pone el carro al borde del escalón, toma aire y agarra fuertemente el asa, mientras deja que el carro caiga, por su propio peso, hasta la acera. No tendría gracia si no fuera porque la setentañera va justo detrás, dejando que sus piernas corran al mismo ritmo del carro, fuerte, sin soltarse. Si no pierde.

Una vez en el suelo, se coloca bien el pelo y prosigue su camino, hasta su casa. Cómo si no hubiera pasado nada.



- Pues, no te lo podrás creer, pero las ruedas del carro están dobladas. – Me comenta mi abuela con asombro.


- Lo que me asombra es que están es su sitio.

Lo cierto es que el carro ha salido bastante bueno.



Algunos datos importantes para los interesados en practicar este deporte:




Así de lleno ha de ir el carro, como mínimo. Se le puede poner peso adicional colgándole bolsas en el asa del carro. Cuanto más pese mejor.

























Este es un tramo de profesional, dos tramos de escaleras, los principiantes que empiecen a partir del último descansillo.












26 de enero de 2008

IMPERFECCIONES DE LA VIDA DIARIA.

Pequeñas contradicciones.

- ­­Cariño, en esta vida tienes que luchar mucho para que te consideren igual que un hombre. Una mujer ha de trabajar el doble para que le reconozcan la mitad.

Eso era lo que me decía mi madre siempre, cuando estaba estudiando, cuando comencé a trabajar… Era como su pequeña oración cuando me veía luchando por algo, un pequeño recordatorio. Pero ella, al igual que todas las madres, está llena de contradicciones que hacen que la vida no parezca tan sosa y rutinaria, te hacen pensar. Y, en cierta forma, fomentan la creación de una mentalidad y formas de pensar, distintas a las de tu antecesor, pero igualmente, sigue siendo un campo donde los antónimos y sinónimos diarios conviven sin paz, pero en armonía. Así se formó la mentalidad del mundo.

Algunas madres intentan, dentro de una sociedad completamente cambiante, educar niños y niñas en la igualdad, pero sus intentos son delatados por una educación arcaica, recogida de nuestros ancestros.

Hace un año más o menos, estábamos toda mi familia en un buen restaurante. No se cómo apareció la conversación, con el dueño del local, pero en líneas generales, estaban hablando de mí. En aquel corto intercambio de impresiones, mi madre expresaba lo orgullosa que estaba de tener una hija que no supiera fregar, limpiar y que siempre estaba estudiando, “porque ella me había educado para trabajar, no para ser ama de casa”, curiosa frase ¿verdad?, pronto sabréis porqué.

Unos meses antes decía que era una inútil que no sabía ni poner una lavadora, que no era “mujer para nada”. Si nadie me había enseñado cómo funciona un bicho con tantos botones, ¡no podré ponerla a funcionar en la vida! Podía haberlo intentado, pero prefería que me dijera todos aquellos despectivos, antes que arriesgarme a sacar toda la rompa del tamaño de David el gnomo o, peor todavía, que mezclara los colores. Me quedaría con la incógnita de saber cuál hubiera sido su reacción.

Si señores, así es como pasó. Esas cosas crean en ti abismos insondables, los que hacen que una madre tenga un encanto especial, la cuarta esencia, el 10º sentido, la lucha entre lo políticamente correcto y lo que debería ser, el big band mental de la humanidad….. El saber que tengo sus genes y que un día me volveré tan contradictoria como ella, me hace pensar.

No se si es por educación, o por requerimientos sociales, somos nosotras, sus primogénitas, las que más sufrimos estos desdoblamientos de personalidad.

Toda la vida luchando por abrirte paso hacia un futuro y, de buenas a primeras, eres una completa inútil para la casa. ¡Si nunca quiso que fuera útil para ese fin! De buenas a primeras, cumples una edad y ya tienes que aprender los problemas de una casa ¿Eso cómo va?

“Cariño, en esta vida has de trabajar y beber más que un hombre”, de lo primero que te han dicho se acuerdan, de la segunda parte de la frase no. Aunque te la hayan repetido mil veces, eso da igual.

- ¡Yoooooooooooooooooo…! - te contestan con cara de asombro, como si nunca hubieran escuchado tal cosa.

Si, algún día, llegas a casa: “cantando bajito” ¡Eso no es propio de una SEÑORITA!, me decía al día siguiente con su voz chillona y estridente, resonándome en la cabeza. ¿De qué época?, comentaba un pequeño eco en mis subconsciente, si tengo que beber más que un tío, tendré que entrenarme. Estás frases nunca me atrevía a expresarlas en voz alta, vaya a ser que me escuchara. Simplemente callaba, hacía como que la escuchaba y me tomaba el café, junto con una pastilla de ibuprofeno.

Per la mayor cruz que llevo arrastrando desde hace ya varios años, es una anécdota que ha alimentado la guasa de todo aquel que lo oye.

Una mañana de verano, muy temprano, porque a mi madre se le plantó aquella calurosa estación, que ninguno podíamos dormir a más de las 10 de la mañana. No os preguntéis, el motivo, porque sólo en su cabeza está justificado. Aquél expediente se quedará sin resolver hasta el fin de mis días.

Bueno, el caso es que decía que tenía que aprender a comprar, porque tenía que hacerme una “mujer de mi casa” (todavía no he podido despejar los entresijos de la magnificencia que las madres le dan a esa frase) ¿Por eso tenía que ir a comprar?, pues practicaría mejor cómo se forman los “hombres de la casa”, practicaría el “tumbin”. Es decir, por ser una niña, tenía que quitarme el cómodo pijama, salir de mi casa, a las 10:30 de la mañana, pasar calor e ir a adquirir algo, para hacerme una mujer de mi casa. Ya me sabía la lección: ibas al supermercado, cogías lo que querías, ibas a la caja, le dabas el dinero a la cajera y ella te devolvía el cambio o/y una mirada de asco. No veía nada de misterio en eso.

A regañadientes me vestí y fui al supermercado, en pocos minutos aparecí por la puerta:

- Ya estás aquí – Me dijo mi madre.

- Si ya he vuelto.

- ¿Y la botella de aceite? – Me preguntó mi madre.

- No había de la marca girasol, y como es la que tú querías me he vuelto.

El cachondeo durante años, dentro y fuera de los círculos familiares, lo tuve que sufrir durante años, aunque ahora lo volvería a hacer. Desde aquel día mi madre no se empeñó más en “hacerme una mujer de mi casa”. Sabía que era una completa inepta para realizar tareas del hogar y cuando se le olvidaba se lo volvía a recordar.

A pesar de que no valgo para unas exigencias sociales milenarias, mi madre está muy orgullosa de ello, como decía en el restaurante. A la vez, está muy consternada porque “no valgo para llevar una casa a delante”, tal y como lo entiende ella.

No puedo vislumbrar, si algún día tendré hijos, si intentaré enseñarles, cómo se lleva una casa, o si me volveré tan contradictoria como ella. Pero una cosa si me ha quedado clara. NO ENTIENDO A LAS MADRES.

19 de enero de 2008

Hay caldito

Por fin había llegado el momento, estaba a punto de ir a casa del chico más guapo de la facultad a dejarle unos apuntes que él le había pedido dos días atrás.



Estaba loca por él, bueno ella y la gran parte de las chicas de la facultad, y lo mejor de todo era que no tenía novia. Era su oportunidad de intentar algo.
Llegó hasta el portal de la casa, antes de pegar se atusó el pelo, se repasó los labios y respiró hondo. Una voz le respondió al otro lado del portero automático, parecía que la estaban esperando.

Subió las escaleras muy lentamente, no quería parecer que estaba desesperada o que tenía prisa por irse, pegó a la puerta y una señora muy amable le abrió.

- Hola, tú eres la compañera de mi hijo. Está en su cuarto repasando, pasa no te quedes ahí. – le dijo aquella mujer haciendo el gesto de invitarla a pasar. – Ve a su cuarto, te está esperando.
- Gracias – le dijo ella muy tímidamente.

Avanzó por la casa hasta el cuarto del chico, su corazón latía rápidamente, estaba loca por verlo. Pegó a la puerta suavemente.

- ¿Quién es? – se escuchó desde el otro lado.

- Vengo a traerte los apuntes que me pediste y a que me expliques como va la teoría que explicó la profe ayer.

- A si, pasa.

Cuando la puerta se abrió, la chica esbozaba una sonrisa en su cara, por fin iba a estar a solas con él. Y lo mejor de todo, sin interrupciones por parte del resto de las buitres de la clase, que sólo intentaban captar su atención.

Lo cierto es que él nunca había mostrado interés por ninguna persona, pasaba de todo y solamente estaba enamorado de sus estudios y de su carrera. Muchacho con muchos amigos y nadie que posea su corazón, el típico tío duro que derretía a todas la mujeres con las que se cruzaba en su camino, era el inalcanzable. El soltero de oro, nadie sabía de su vida privada, pero en la mente de todas las chicas y chicos, era una especie de rompecorazones que podía estar con la que quisiera en el momento que apeteciera. Aunque la soledad no parecía preocuparle en lo más mínimo, era un artista enamorado de arte.

Pero ella lo había conseguido, había captado su atención. Estaba allí, en su casa, en su mismo santuario, había penetrado hasta las mismas entrañas de su cueva más profunda donde él permanecía días y días sin salir.
El cuarto estaba oscuro, tenía la persiana echada, los muebles de madera noble, las paredes eran de color blanco, por lo menos lo poco que se veía de esta, y una estrepitosa música salía del ordenador. Pues todo estaba lleno de estanterías repletas de libros, todo menos una de ellas donde se exhibía un ejércitos de figuras de plomo, algunas de ellas a medio pintar. “Friky”, pensó ella para sus adentros, por lo demás era el típico cuarto de un chico, completamente desordenado. Aunque había algo que le llamaba mucho la atención, una de las paredes estaba llena de máscaras y objetos muy raros, ella se quedó mirándolos muy fijamente.

- ¿Te gusta? – le preguntó él con una media sonrisa en la cara.

- Son cosas muy raras ¿no? – preguntó ella sin mirarlo a la cara.

- Algunos de ellos son muy valiosos y difíciles de encontrar en el país, algunos me los han traído mis amigos de sus viajes y otros los he conseguido por internet o los he comprado en otros países a donde he viajado. Por ejemplo, ese puñal engastado con cristales se lo compré a un árabe en Bagdag, o aquella cabeza reducida fue un recuerdo que me trajo un amigo de África. Es falsa, pero a mí me gusta.

Algunos de esos objetos eran bastante raros, de ciertas piezas de la colección ignoraba su existencia y otros eran tan bonitos parecía imposible retirar la mirada de ellos. Aquella persona estaba enamorada del mundo.

- Se me olvidaba aquí tienes los apuntes que me pediste, es una copia de los míos por lo que te los puedes quedar – le dijo mientras le daba la carpeta.

- Bueno, por lo menos dime cuanto te debo – respondió el buscando la cartera sobre el escritorio encriptado en papeles.

- No nada, me debes una explicación sobre la teoría que explicó ayer la profesora. Pero mira qué tarde es he de irme.

En ese momento la madre del chico apareció por la puerta.

- Oye guapa ¿quieres algo?, este niño mío no te ha ofrecido siquiera un refresco

- No gracias señora, tengo que irme a estudiar para los exámenes. – contestó ella amigablemente.

- Anda quédate y así te explico lo de ayer y no perdemos tiempo – le respondió él.
Su mirada era tan penetrante y bonita que no pudo resistirse, así que aceptó la invitación para comer.

- Bueno, ahora os traigo algo de comida.

- No hace falta mamá, vamos nosotros y nos la traemos al cuarto – contestó su hijo. - ¿vienes?

La chica lo siguió hasta la cocina, estaba preparando un buen plato de palomitas en una bandeja.

- Porqué no coges la coca cola que está en el frigorífico mientras voy cogiendo los vasos - le pidió él.
- Vale.


Algo la turbó en ese momento, en el frigorífico, justo frente a ella, se había un bote grande lleno de una sustancia amarillenta con una cabeza de gato dentro. El animalito tenía una de las orejas raídas y la boca abierta, mostrando sus pequeñas y afiladas fauces. Sus ojos abiertos la miraban fijamente de forma amenazadora, parecía que aquella criatura no había muerto de forma apacible.

Un escalofrío recorrió su espalda y sus músculos se tensaron en menos de un segundo, estaba recta, como si le hubieran atado un palo a la espalda. Cogió la botella de refresco que estaba justo al lado del frasco. Lo hizo sin mirarla, como si fuera una autómata. No podía quitar la vista de aquella cabeza negra y blanca, estaba completamente hipnotizada por aquella imagen, abstraída en otro mundo lejano.

Una gota de sudor frío la despertó de su macabro éxtasis. Cerró la puerta del electrodoméstico rápidamente y, dirigiéndose hacia la mesa, colocó suavemente el envase en la bandeja que llevarían al cuarto.

La tarde pasó tranquila, ella seguía un poco pálida y tensa. No hubo más sobresaltos en toda la tarde. A pesar de ello, no pudo concentrarse en las explicaciones del sex simbol de la clase. No era por su penetrante mirada, su cuerpo corpulento o su pasotismo habitual. Aquel gato y el morboso interés de cómo habría sido su muerte la abstraían completamente. A lo mejor era una broma pesada que le estaba gastando, pero se hubiera reído en el momento de coger la botella.
Vagaba por parajes inhóspitos para ella, de pronto estaba en un paraje oscuro, pétreo y con ojos de gato mirándola fijamente.

Miles de árboles sin hojas escupían ramas empolvadas sobres u pelo, la voz dulce y suave de él, se había vuelto un alarido sutil como el viento dentro de los entresijos de su alma.

No podía captar ningún tipo de explicación de esa manera, por lo que miró el reloj para decir algo. No le dio tiempo a ello, la puerta se abrió estrepitosamente.

- Hola chicos, ya es muy tarde, espero que os haya cundido la hora de estudio. Guapa, te ¿quieres quedar a cenar y así llegas a tu casa directa para la cama? – dijo la madre del chico mientras le acariciaba la cabeza a su niño. – Hay caldito para cenar.

De pronto el corazón de la chica comenzó a latir, parecía que se le iba a salir del pecho, su mente volvió a la línea entre la cordura y la completa neurosis. “Caldito”, pensaba y relacionaba el caldo con la horrible visión de horas más tarde. Un nudo en la garganta evitó que le saliera palabra alguna.

Las palomitas comenzaron a saltar, querían salir, golpeaban las paredes de su estómago como la bolsa donde habían sido cocidas. El gas de la coca cola, hizo estrépitos ruidos.

- Yo…., cenar……, bueno,….- No pudo decir más.

- Las sopas de mi madre están buenísimas. Tienen un sabor inmejorable y unos tropezones de carne estupendos.

Pero la imaginación de la chica volaba más rápidamente que su lógica. No se atrevía preguntar nada sobre su descubrimiento, ya era demasiado tarde para ello. Podían sentirse ofendidos, tanto si era verdad lo que se le estaba pasando por la cabeza como si no. Lo cierto es que no se iba a quedar para averiguarlo.

- Bueno, no me encuentro bien, he de irme – consiguió decir – mi madre me estará esperando.

Una vez había salido por la puerta dijo la madre.

- Cariño, a ver si te buscas amigas menos raras.

Su hijo la miró con cara de pocos amigos en ese momento.

- Cielo, no enfades. – le sonrió - A todo esto, han llamado para decirnos que mañana traen el frigorífico para tu cuarto, a ver si me quitas todas esas porquerías que me tienes metidas en el frigorífico.

16 de enero de 2008

El negro es un color muy oscuro. Capítulo 1

Capítulo I: El dibujo

Aquél día se abrió la puerta, dentro había unas cuantas mesas en las que algunos niños estaban sentados y una persona adulta, que escribía algunos garabatos ilegibles en la pizarra. En el marco de la puerta había un pequeño personaje de cabellos anaranjados, vestido con ropas anchas y negras, con algún toque de color morado y con una maleta negra en la que se distinguían algunos signos de color blanco que nadie de la clase sabía lo que podía significar.

- Hola Nuria, por fin nos honras con tu presencia – dijo la profesora.

Nuria no dijo nada, solo sonrió levemente y se encaminó a su mesa, la cual compartía con su amiga Marieta, una chica bastante diferente a ella, en apariencia. Por los pasillos de las mesas, por donde Nuria se encaminaba hacia su silla, se escuchaba “Nuria, la oscura”, a lo que la niña jamás contestaba, solo se limitaba a dejar que sus pasos, pequeños y pesados, se encaminaran hacia su sitio impuesto por el tutor de la clase.

- Hola, ¿te has vuelto a entretener mirando la casa verdad? – le dijo Marieta.

Pero Nuria no contestó, solo se limitó a sonreír mientras sus pensamientos aún estaban delante del pequeño patio delantero de la casa. A ella le encantaba aquel lugar, era la casa de sus sueños, tan oscura, llena de enredaderas, tanto que por algunos lados de la casa no podía distinguirse lo que había bajo ellas, tan tétrica, con las ventanas medio tapadas por trozos de madera, sin pintar, desconchada por algunos lados,…. Era tan tétrica y oscura, que a Nuria le hubiera encantado que su esa casa fuera la suya, para ella esa pequeña casa con dos patios era una tracción a la que no podía resistirse a mirar, durante un buen rato, cada vez que pasaba por allí.

- Ssssssh – se escuchó por parte de la profesora – Para colmo que llegas tarde la mayoría de los días, no eres capaz de estarte callada y atender en clase.

Nuria se sentó mirándola fijamente, su mirada podría haber atravesado a cualquier persona, incluso daba miedo verla. Su mirada era profunda y oscura, con esos ojos negros y esa pintura morada que se echaba en las ojeras para dejarlas más constantes, parecía que deseaba convertirla en piedra, esto provocó en la profesora un pequeño escalofrío que le recorrió toda la espalda, jamás la habían mirado de esa forma, aunque tampoco Nuria le había dirigido nunca una mirada distinta cada vez que ella reclamaba su atención o que la obedeciera en algo.

“Vieja bruja”, pensaba la niña mientras se sentaba lentamente sin quitar ojo de la profesora y haciendo que más de uno de sus compañeros se pensara muy seriamente el hacer algún comentario inoportuno. A decir verdad, Nuria no era una niña muy amigable con sus compañeros de clase y con la única que hablaba era con Marieta, una niña que siempre vestía de colores llamativos y que era todo lo contrario a lo que Nuria podía ser. Parecía una pareja un poco rara aunque se aguantaban perfectamente desde que hacía varios años.
- Bueno, vamos a sacar nuestros lápices que vamos a hacer un dibujo libre – dijo la profesora tras una larga charla.

Las dos niñas sacaron sus estuches de colores, el de Marieta era de color verde chillón con unas flores en naranja y amarillas, y el de Nuria era de color negro con el dibujo de un vampiro rodeado de murciélagos y cuervos.

- Mira, ¿te gusta el dibujo que he hecho? – le dijo Marieta a Nuria enseñándole el folio.
- Tiene muchos colores – le respondió su amiga – esto podría hacer ver a un ciego.
- Sabía que te encantaría – le dijo Marieta.
- Mira, esto es un dibujo – le mostró Nuria, levantando su hoja donde estaba dibujada la profesora quemándose en la hoguera.
- Es horrible.
- Gracias – le dijo Nuria, con una sonrisa de halago en la cara.
- Pero ¿qué estáis haciendo? – dijo la profesora mientras se dirigía hacia ellas – estamos en clase de dibujo, no de cháchara.

Dolores, la profesora de matemáticas y de dibujo, observó lo que Nuria había trazado en el folio con gran atención, se volvió a su alumna y le dijo:

- Esto ¿qué es?, Nuria – sin quitar la vista del dibujo.
- Es un dibujo señorita – le contestó.
- Ya lo veo, pero ¿crees que puedes dibujar una persona quemándose en la hoguera?
- Es usted señorita, en el dibujo es una bruja a la que están quemando por sus malas artes y hacer hechizos de aburrimiento supremo a los niños a los que les explica los placeres de los números y el secreto del dibujo, como usted lo llama.

La profesora se quedó perpleja ante lo que acababa de escuchar, no era capaz de salir de su asombro, al que se unía el resto de la clase la cual miraba a Nuria sin quitarle ojo de encima, Marieta estaba bastante tranquila y seguía a lo suyo, cómo se notaba que el resto de la gente no conocía a aquella muchacha que siempre vestía con colores muy oscuros. Aunque lo cierto, es que a nadie se le hubiera ocurrido decirle eso a un profesor, por muy cierto que fuera aquello y aunque deseara decirlo a viva voz. Pero Nuria era diferente, ella nunca se callaba lo que pensaba y menos si se trataba de algo que era claro y lógico.

Aquella profesora llevaba todo el curso dándole la tabarra y el hecho de que mandara, por primera vez en mucho tiempo, un dibujo libre, era la ocasión de expresar todo lo que sentía por ella, incluido si esos sentimientos eran malos o buenos.

Dolores, bastante afectada por aquello hizo lo que cualquier profesor la mandó directamente al despacho del director del centro, aunque aquello no era nuevo para ella, ya lo había visitado más de una vez, en menos de tres meses y todo había sido por casi los mismos motivos, el decir la verdad de lo que pensaba a cerca de un tema.

Nuria, con una expresión inamovible, se levantó de la mesa y se fue directa a la puerta donde esperó cordialmente a que la profesora diera las últimas instrucciones a la clase, que tenían que seguir en su ausencia, y la acompañara hasta el despacho del director del centro.

15 de enero de 2008

Una nueva especie Inteligente. Primera parte

Como tantas obras, esta se me quedó en el tintero por ello, quiero compartirla con vosotros. Espero que la disfrutéis como yo lo hice en su momento.


Nos encontramos en el año 8900 d.C, la especie humana se ha extinguido a causa de una grave enfermedad que se extendió por todo el planeta. Este mal se debió a la creación de una bacteria mutada por la excesiva contaminación del planeta, esta se alimentaba de las células vivas residentes en el cerebro humano utilizándolas para su propia reproducción y supervivencia.

En el año 3075 la especie humana llegó a su fin con la muerte del último superviviente de seis que quedaron en un principio. Pero los humanos, antes de que su gran número se redujera a unos pocos individuos, se encargaron de dejar libros, documentos, máquinas, utensilios y varios embriones congelados en una máquina de energía solar, encerrados en una gran cúpula de acero que solo dejaba, en lo más alto de esta, la gran pantalla que recogía luz solar y una puerta de hierro para poder facilitar el acceso a algún tipo de vida o superviviente, si es que podría existir alguna vez algún tipo de vida que fuera capaz de descifrar los documentos o que hubiera evolucionado tanto como ellos.

5824 años más tarde, todo rastro de lo que fue la civilización humana ha desaparecido por completo, los edificios, las casas, las grandes carreteras y autopistas, los puentes, la tecnología… etc. Todo ha desaparecido como por arte de magia no hay ni rastro de lo que fue un gran imperio humano. Han aparecido especies nuevas, otras han evolucionado y las que estaban en peligro de extinción han aumentado su número, que por cierto era casi la totalidad de la fauna que poblaba el planeta (“la masacre acabó para ellas”). Pero de entre todas las especies evolucionadas una nueva “especie inteligente” ha aparecido en el planeta; esta apareció a partir de los pájaros que ya estaban evolucionando cuando la especie humana existía pero, ellos nunca se dieron cuenta de ello, fue una de las múltiples cosas que pasaron por alto; desarrollaron unos finos y largos brazos de siete dedos debajo de las alas y aprendieron a usarlas, comenzaron a usar instrumentos y a desarrollar un lenguaje y cultura. Su escritura era a base de signos muy parecidos a los usados una vez por la los humanos. Llegaron a crear sus propias ciudades pero nunca dañaron a la naturaleza, siempre respetaron la tierra que los vio nacer.

Tras largas horas de búsqueda Cariña, una de las buscadoras más importantes de la tribu, no encuentra ni un resquicio de vida animal que pueda comerse, sus alas ya están cansadas de volar y su pico ya no puede mantenerse por más tiempo en el aire de lo pesado que es. Su ágil cuerpo cubierto de plumas se posa en tierra suavemente sobre sus piernas zancudas y esbeltas, completamente erguida, saca de entre sus grandes y brillantes alas una mano con siete dedos y le da el catalejo a otro de sus compañeros de expedición para que prosiga con la búsqueda de comida.

- ¿Cómo te ha ido la búsqueda, Cariña? – de dice unos de sus subordinados cuando la ve llegar desde las alturas.

- Mal, mejor que no preguntes, no se como no inventan nada para poder mantener el pico erguido en el aire, para poder mirar hacia el horizonte, pesa tanto que no me permite mirar mucho tiempo a mi alrededor y localizar la presa a poco tiempo de distancia – comenta con voz cansada.

- Lo malo es que casi no hay ya otros animales en esta tierra, todos se han ido a lugares más cálidos buscando el calor del verano, sabes que ya está entrando el invierno y que deberíamos comenzar a recolectar la fruta , ya que a pesar de tener tierras fértiles no nos queda otra alternativa – le comentaba uno de sus compañeros de búsqueda que había regresado con ella.

- Los sé, a demás creo que ya hay bastante carne seca en las despensas para poder comer algo a parte de la fruta – decía con la respiración entrecortada por el cansancio – De todas formas, los ancianos dicen que no solo podemos vivir de carne, si no que tenemos que comer otros alimentos para estar en buena forma.
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Las patrullas de búsqueda regresaron con noticias de que habían hallado unas raras construcciones que sobresalían del suelo como grande árboles pero que eran huecos y de piedra. La orden fue inmediata, montó una expedición y fueron a ver que eran esas extrañas ruinas, de dónde procedían y si algunos animales podrían haberse refugiado allí del frío por lo que ya tenían la caza asegurada ese día.

Estuvieron caminando durante un largo rato, hasta que pasados unos grandes árboles apareció ante ellos unas inmensas construcciones de piedra con muchos ojos de diferentes tamaños. Todos quedaron maravillados ante la visión de aquello.

- Bueno voy a entrar – dijo la capitana de la expedición.

- Capitán no lo haga – le dijo uno de los acompañantes.

- Podría ser peligroso – reforzó al comentario anterior Sandoré, un buen subordinado y amigo.- No sabes que cosa puede haber allí dentro ni qué peligros puede haber, sería mejor que habláramos con los sabios a ve si saben algo de esto.

- Si hablamos con los sabios tardaremos décadas en saber lo que es esto. A demás, es mejor que les llevemos pruebas de la existencia del descubrimiento y hablemos con ellos después de ver lo que esto es realmente.

Y dicho esto, cogió impulso y voló hacia uno de los ojos más grandes que encontró y se introdujo por él. Cuando entró, no pudo dar crédito, nada de lo que había dentro de esos árboles de piedra, le resultaba familiar o lo había visto antes, ni siquiera los ancianos habían hablado nunca de esto en sus historias antiguas sobre cómo llegamos aquí, quizás porque también desconocían su existencia o era más viejo que todos sus recuerdos. Todo estaba lleno de polvo y de plantas trepadoras, eso le hacía indicar de que allí no había nadie desde hacía años o siglos. Solo veía trozos de madera rotos y mal conservados – vaya nidos tan mal hechos, la madera no tiene que ser tan gorda – pensaba Cariña conforme avanzaba sin dar crédito a lo que veía. A su paso montones de apetitosas ratas huían su paso, ya las cogerían en otro momento, ahora mismo su necesidad mas prioritaria era la de cubrir su curiosidad.

Había unas cosas cuadradas con paisajes planos, que casi no podían distinguirse y también había caras de unos monos muy raros, que no tenían pelo en la cara. Todo eso era demasiado raro tenía que saber más así que se adentró poco a poco en la casa hasta que escudriñó todas las habitaciones, pero no vio muchas cosas diferentes a lo del resto de las mismas, la mayoría de las cosas estaban rotas y casi no había nada que ocupara los cuartos.

- Cariña – dijo una voz – ha venido otro grupo de expedición han encontrado otra cosa.

- Por Seli, no me des esos sustos Sandoré – respondió ella - ¿cómo sabía el grupo dónde estábamos?

- Nos han avistado en una de las búsquedas – respondió.

Cariña y Sandoré se dirigieron hacia el exterior del monumento hueco de piedra. Alzaron el vuelo y descendieron suavemente hasta el suelo donde los esperaba el resto de cazadores que componían el grupo en su totalidad. Cariña se posó en el suelo unos segundo antes que su compañero, miró al grupo y confirmó que no faltaba ninguno de los cazadores que lo componían. Buscó al que ella había puesto a cargo de la búsqueda del segundo grupo de búsqueda, estaba completamente excitado por lo que había visto. Lo cierto es que era la primera vez que se adentraban tanto en el bosque, nunca les había hecho falta alejarse mucho de la aldea, las presas eran bastante abundantes, pero estas se habían vuelto más listas, por lo que se alejaron de las cercanías de las viviendas de estos seres y se adentraron cada vez más y más en el bosque, obligando a los cazadores a ir tras ellos.

Cariña dividió el grupo de expedición de nuevo, uno se quedaría en las ruinas cazando las sabrosas ratas que habían encontrado, se adentrarían por los agujeros de los esbeltos árboles de piedra y cazarían sólo lo necesario para que la aldea comiera durante dos días, ya que no era recomendable que la mina de alimentos que habían encontrado se trasladase a otro lugar, no era conveniente explotarlo. El segundo grupo, se dirigiría con ella hacia aquello tan raro que habían encontrado unos kilómetros más alejados de aquél claro del bosque tan raro.

Caminaron durante un largo rato, todo era bastante oscuro en esa parte del bosque, había pocos claros de luz y el follaje de los árboles era muy espeso, se escuchaba el canto de algunos pájaros y el ruido de algunos animales al caminar, pero Cariña no se fiaba del lugar, agarró su arco y ordenó que todos se mantuvieran alerta, los lobos podían estar acechando en cualquier lugar de la espesura, que al ser tan densa serían muy difíciles de detectar. Era el lugar perfecto para que les tendieran una emboscada ya que no podrían ni salir volando debido al tupido follaje.
- Falta mucho, Kash – dijo la capitana de la expedición.

- No, lo cierto es que estamos ya muy cerca, ¿ves la luz que hay a pocos metros? – dijo mientras señalaba al fondo – pues es ahí.

- ¿Qué es exactamente lo que has visto? – le preguntó Cariña.

- No se explicarlo, lo verá dentro de poco. Solo se decirle que es una montaña bastante grande, de color negro por lo alto y plana y con una puerta muy grande.

Al llegar al claro donde estaba la gran montaña, pudieron observar la gran puerta metálica que ocupaba casi toda las pared delantera de esta, el alrededor estaba lleno de pastos y en un perímetro de 8 metros no se apreciaba la existencia de ningún árbol, pero si rastros de algunos animales herbívoros, que seguramente irían allí a pastar, a poca distancia de allí, había un pequeño río que moría en un lago a muy poca distancia de la cúpula, allí había peces de todas clases y en abundancia.

La valiente jefa del grupo se acercó a la puerta, cogió el gran pomo de la misma e intentó abrirla, esta no cedió en lo más mínimo; volvió a intentarlo, pero esta vez junto con todos los componentes y por fin consiguieron que cediera un poco. Solo cuando se produjo un quinto intento por parte de la expedición, estaban ya casi al borde de sus fuerzas, la puerta cedió lo suficiente como para que pasaran al interior. Nada más poner la primera pata dentro de la cúpula, Cariña tropezó con algo que la hizo caer hacia atrás y tuvo que posar sus manos en la pared donde tocó un botón grande y rojo que habían en ella, sin darse cuenta y todo el interior se iluminó de repente.

- Esto es cosa de Midso – dijo Vuldo, uno de los guerreros.

- No digas tonterías, Midso es el dios de la oscuridad, y aquí solo veo luz – contestó Cariña – pero si no quieres entrar quédate vigilando fuera.

Todos los que habían osado entrar en la cueva estaban maravillados, todo estaba lleno de polvo y había montones de objetos que no reconocían, no sabían para lo que servían, un montón de libros y unas cápsulas donde se veía algo que pareció que estaba vivo dentro – “embriones congelados”- leyó Cariña, poseedora, como todos los de la tribu, del conocimiento de la primera lengua que hablaron y entendiron los primeros padres de la especie. Pero su atención se dirigió hacia el objeto con el que había tropezado al entrar, era un esqueleto en perfecto estado, el cual no reconocía como perteneciente a su especie, lo miró y vio que en la mano tenía un palo muy raro y a pocos metros de él había una libro semiabierto, donde había escrito algo, pero el qué. La intriga la invadió quería saber qué es lo que era todo aquello por lo que hizo que todos cogieran lo que pudieran de lo que había allí y marcharan a la aldea.

Una vez fuera de la cúpula hizo sonar las trompetas de recogida, hechas con cuernos de animales, para que todo el grupo se reuniera, como hacían en cada expedición, a la salida del bosque, uno parte traía una gran provisión de carne y la otra portaba los objetos de no se sabe dónde. Y con este cargamento todos partieron hacia la aldea, como era costumbre, avisaban a todos sus habitantes de su llegada haciendo sonar sus trompetas, lo que provocaba que todo el pueblo saliera a recibirlos, incluidos los sabios ancianos que se quedaron absortos al ver lo que portaban. Al llegar bajo el árbol donde estaba la cabaña de los ancianos, Cariña hizo un gesto de reverencia y habló a los sabios ancianos.

- He traído algo que he encontrado en el bosque y que creo que perteneció a la época antes de nuestro nacimiento – dijo Cariña mostrando el diario que había encontrado.

- Puedes subir todo lo que has traído que nosotros lo miraremos y daremos nuestro veredicto al pueblo – dijo el más viejo de todos.

Los ancianos, buenos conocedores de la primera lengua de su especie, tradujeron la portada de alguno de los libros, entre los que se encontraban documentos históricos, libros de literatura, poesía, documentos de cómo activar la máquina que mantenía en animación suspendida a los embriones y el diario que portaba la jefa del grupo de expedición en las manos, ese fue el primero que decidieron traducir, por el simple hecho de que era la narración de los últimos días de la especie y de la vida de uno de los pocos superviviente de la raza humana.

El diario pertenecía a Luis Miranda Ruiz, último superviviente, como expresaba en su portada.

7 de enero de 2008

Incertidumbre

Ahora todo está en paz, la calma ha vuelto a los valles y contemplo extasiada como arde la ciudad de las afueras de la misma.

Has sido una lucha feroz, aunque sólo se ha ganado una de sus miles de batallas, tantas otras se perdieron. Mi nombre se dio a conocer y se forjó la leyenda de aquella que nunca descansa, la rebelde aquella que nunca de achanta, cuay cabeza permanece siempre en alto y mira con orgullo todos sus logros, por muy pequeños que sean.

Tras largos vítores y silenciosamente, me alejé de mi descanso pasajero y poco a poco mis pasos me llevarán hacia otro destino ¿Será el último? Ni siquiera el más sabio de todos sabe cual será mi destino o si alguna vez mi cuerpo, aún vivo descansará para abandonar una lucha eterna por unos ideales.


Tras la cuidad de plata, gobernada por los negros dragones, decidí partir hacia las inmediaciones, hasta dentro de 12 lunas no podré volver, así que no tiene sentido quedarme esperando. Un mundo me espera lleno de aventuras, nuevos aprendizajes y grandes sabios e ignorantes pueden mostrarme nuevas visiones del mundo que jamás habría podido imaginar.

Seré libre, aunque sólo sea por un tiempo y, mientras mi futuro me persigue, seguiré bordeando las normas evitando la monotía de los días, las cordialidades y la rectitud de los tiempos pasados, aún impuesta por los más ancianos de las tribus.

No soy correcta, nunca lo fui, tampoco mujer fácil de manejar, por ello me hice amazona, la indomable, aquella que evita la decadencia de la misma humanidad. La necia que corrige sus errores y que mantiene la cabezonería de un niño pequeño a la hora de actuar como se esperaba de una "dama".

Ya me he quedado bastante tiempo aquí, el cielo se me cae y mis botas comienzan a surcar los senderos de los oscuros bosques y valles. El mundo es muy grande y todo está plagado de lobos, por suerte llevo algo conmigo. Algo de magia, un poco de sabiduría, mi espada y la ignorancia y valentía que mi joven edad me dan como dones en esta etapa de mi vida.

Tras unos años seguiré luchando y viviendo, pero los años pasarán por mi, me volverán más tolerante, más sabia y perderé la locura de la jueventud, seré algo más cauta.

Ahora he de partir, viajar lejos del palacio de marfil, me alejaré sin mirar atras, nadie me echará de menos y sólo mis sombra seguirá mis pasos al amanecer. He decidido que se así, alejarme como un ladrón en la noche, con los cascos de mis caballos cubiertos para que no hagan ruido por el viejo empedardo.
El viento volverá a recorrer mis mejillas y las hojas a rozar mi piel, junto con la luna por testigo caminaré hacia el bosque más oscuro de mis miedos, me enfrentaré a ellos, lucharé y venceré. Entonces disfrutaré de mi triunfo y volveré a partir hacia otro de los miles y reconditos lugares de mi mente donde el miedo a lo desconocido me paraliza y no me deja partir.
Buenas noches ciudad oscura, nos volveremos a ver palacio de marfil, cruzaré la ciudad dorara y a los dragones, con mis nuevos cantos, volveré a convencer. Solo que esta vez podré ver la ciudad dorada y acampando en las inmediaciones ya no estaré. Bajo una oguera morada mis cantos de victoria, junto con mi gran amor entonaré. Las llamas negras de mi corazón han vuelto a arder, me piden nuevos lugares, para poderlas alimentar y nuevos retos, que tenga que superar.
La noche será mi testigo, mi espada mi únicar arma, el amor mi gran camino y la victoria, la única alternativa y mi gran destino. Ya no vivo en las faldas de mamá y tampoco me refugio en los brazos de papá. La pequeña ha crecido y del nido ha de volar, por eso lo hago muy alto y de noche, para que la cera de mis alas no se derrita, el sigilo será mi aliado y mis botas me guiarán en el camino.