ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




16 de octubre de 2009

Selene. Capítulo LVII.

CAPÍTULO LVII: VOLVEMOS A VERNOS .


El ambiente era simplemente deprimente, un montón de personas se amontonaban en las salas de espera y por los pasillos. Algunos de los futuros internos gritaban desesperados a los cuatro vientos, que esa medida, tomada por la familia días atrás, no era la más conveniente – ¡Estoy cuerdo! – gritaban -. ¡No estoy loco! – afirmaban una y otra vez antes de pasar al examen médico.

En aquel lugar todo era caos, las enfermeras iban corriendo de un pasillo a otro, los celadores y auxiliares, no daban abasto y miles de cubos llenos de residuos humanos, se amontonaban en los marcos de las puertas de las diferentes estancias. Aquellas fregonas negras, por la falta de limpieza, el hedor esputado por miles y miles de sustancias fétidas, unido al olor corporal. No hacían que la visita fuera lo más agradable del mundo.

Al final de un largo pasillo, encontraron una puerta, era igual a todas las demás, pero esta correspondía a la sala de descanso de los médicos que allí trabajaban. Pasaron sin problemas, la encargada de vigilar la entrada, se encontraba debajo del ancho mostrador, haciendo las delicias de uno de los residentes. Tampoco le importaba mucho su trabajo, estaba loca por salir de allí, sin embargo, el goloso finiquito la hacía ser cada vez más y más negligente en sus quehaceres diarios.
- Bonito espectáculo para ser un manicomio – dice Fepico al contemplar tanto caos -. Los únicos que mantienen la calma son los locos.

- No son locos – le reprime su abuela -. Están malitos.

- Si – añade Yu -. De la cabeza.

- ¡Una uña! – dice uno de los internos tirándose al suelo justo delante de ellos -. Ya sólo me faltan diez más y podré ponérmelas.

- ¡Fantástico! – dice Yu entre dientes -. Esconder las manos… No vaya a ser que nos las arranque con unos alicates – incide volviendo la cabeza hacia el resto.

Todos la siguen, no sabe exactamente dónde va, pero su instinto la guía. Una leve cortina roja cubre todos los lugares por donde ha pasado. Es imposible que un humano la vea, sin embargo, aquella aurora encarnada, puede vislumbrar todo aquello que luce a su salida. El color del rocío de la mañana, los múltiples colores del mar cuando lo toca con su mano, el mutable aroma del viento y, por supuesto, todo rastro de magia que se presente ante ella.

- Es por aquí – dice sin volverse y cogiendo el mango de su catana escondida bajo sus ropas.

- ¿Cómo lo sabes? – le dice Luis -. Esto es más difícil de adivinar por dentro que por fuera.
- Ha dejado su rastro – le responde Yu.

- ¿Cuál?... El olor a azufre está en todas partes – le responde -. La locura se ve… ¡Es un manicomio!

- Ella sabe lo que dice – lo tranquiliza Selene -. Fíjate bien en el aire – le señala al vacío -. ¿No ves nada?

- ¡Socorrooooo! – dice una voz desde el interior de una de las habitaciones -. Me quiere matar.

Fepico se asoma por el ojo de buey de la puerta, el entramado hilo de acero del cristal, deja entrever una muchacha que juega con sus muñecas. Una de ellas está matando a la otra, por lo menos en la imaginación de la muchacha. Al lado de la pared un cartel avisa del comportamiento de la chica.

- Interna peligrosa – lee Fepico en voz alta -. No entrar sin ayuda – acaba de nombrar la advertencia -. No sabía que jugar a las muñecas era un crimen.

- Fepi – le dice su abuela.

- Abuela te he dicho que no me llames así – dice buscándose un cigarrillo en uno de sus múltiples bolsillos.

- Plassss - le responde la abuela dejándole marcados los cinco dedos en el moflete -. Deja de perder el tiempo.

- ¡Ya hemos llegado! – dice Luis parándose en una de las puertas.

- ¿Cómo estás tan seguro? – le dice Yu que había seguido unos pasos hacia a delante.

- Aquí pone sala de descanso, sólo personal autorizado – señala la placa con el dedo -. No creo que los internos sean personal autorizado.

- Depende. Ahí hay uno que dice ser Rousseau y un poco más allá está Freud y Einstein discutiendo sobre algo. A esos no creo que les haga falta autorización para entrar a ningún lado – dice Fepico -. A todo esto… ¿Quién es Freud?

- ¡Inculto! – le dice la abuela propinándole una colleja -. ¡Es que no te he enseñado nada!

- No – le responde su nieto tocándose el cogote -. Me enseñaste a beber con diez años, a disparar con seis, a aumentar mi tolerancia a la farlopa a los quince….

- Siempre fuiste un niño muy aventajado para tu edad – dice la abuela con nostalgia.

- Pero que yo sepa no me hablaste nada de Freud, Einstein o Rousseau – continúa tras el inciso de su abuela.

- Pues fueron grandes de su época… - para en seco rascándose la cabeza -. Lo cierto es que jamás supe por qué.

- ¡Estupendo! – dice Yu –. Tenemos a dos cerebritos entre nosotros. ¡Vamos cerebritos!

Antes de que Yu abra la puerta, esta cede ante sus topes mecánicos. Al otro lado, una figura inexacta llena de humo aparece.

- Buenos días – dice aquel hombre de gafas -. ¿En qué puedo ayudarles?

- Déjate de teatros nos conocemos muy bien.

- Cierto – responde cortésmente -. Me repito. ¿En qué puedo ayudarles?

- A fregar el suelo con la lengua – dice Yu empujándolo hacia el interior de la estancia con su cuerpo.

4 comentarios:

sangreybesos dijo...

Esta parte del manicomio es una de mis favoritas. Genial la educación de Fepico...

Silderia dijo...

Estaba educado para la vida en sociedad.

Edu dijo...

Desde luego, la abuela, es una abuela con caracter.
Un Saludo

Silderia dijo...

Le enseñó para la vida diaria, es que era una abuela moderna o adelantada a su tiempo, es mi personaje y no lo sé a ciencia cierta. Pero es que la abuela es mucha abuela.

Un Beso