ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




29 de septiembre de 2008

Selene. Capítulo XXVIII.

CAPÍTULO XXVIII: PARA QUE LA ETERNIDAD NO SE OLVIDE.

Selene y Luis estaban disfrutando de una comida a base de canapés, aceitunas, patatas fritas y cerveza fría, cuando un escalofrío cruzó la mente de ella. Algo pasaba, no sentía eso más que cuando su gran amiga se encontraba en apuros, por suerte eran pocas veces las que tenía que acudir en su auxilio; Selene no podía decir lo mismo.

- ¿Qué te pasa? – le dice Luis a verla tiesa como una estatua.

- No lo sé – suelta el tenedor en el plato – algo no va bien.

- Puedes verla como yo antes, ¿verdad? – le dice mirándola con cara de preocupación.

- Si, pero… – baja la cabeza – si es algo mágico puede vernos a la misma vez – vuelve el cuerpo hacia Luis – como yo a ti – señala a ambos con el dedo.

- ¿Entonces…?

- No lo se – contesta – ir hacia allí sería tardar demasiado.

Selene, tras unos segundos meditando en silencio, desata su pareo de la cintura y lo estira, la tela no se rompe a pesar de la presión. En pocos segundos hace una gran tela con la que confecciona un trajecito corto hecho por hadas invisibles, que dejan un rastro de luz a su paso. Tras colocárselo mira a Luis.

- ¡Vamos! – le dice acompañando el gesto de su brazo.

- ¿Cómo?

- Apareceremos donde seguro que no estarán – sonríe.

- ¿Qué sitio es ese?

- Ya lo verás.

Selene comienza a abrir el portal, todo se ve oscuro. Ambos pasan cuidadosamente evitando hacer cualquier tipo de ruido, se encogen tras una puerta, ella pega la oreja y esperan. No se oye nada al otro lado por lo que deciden salir.

- ¡Por el frigorífico!

- Ahí seguro que no iban a estar – continúa caminando hacia el salón.

- ¿Oye no puedes hablar con Yu de otra forma? – la para unos instantes – Para asegurarnos.

- Si, y también puedo dominar las mentes ajenas – se suelta de la mano de Luis y continúa con su camino -. Vamos cariño.

Luis se encoge de hombros y decide seguirla. Mira muy atentamente todos los espejos, está seguro que todo puede pasar, siendo magia se puede salir de cualquier lado. Camina detrás se Selene a una distancia prudencial y semi de espaldas.

La casa está completamente desordenada. La pared tiene grandes marcas alargadas y uniformes, como un oso, con una sola uña, hubiera afilado sus garras allí mismo. Algunos muebles están hechos trizas.

- ¿Qué ha pasado aquí? – dice Luis atónito.

- Ahora mismo te lo digo – escudriña la habitación -. En cuanto encuentre a Yu – se adentra en la su habitación con un halo misterioso.

Va tocando la pared hasta llegar a un armario empotrado frente a su cama, su enamorado la sigue intrigado. Ella le hace un gesto de silencio con las manos y se sitúa, a un escaso medio metro, de la puerta.

- Ya puedes salir samurái de pacotilla – sonríe burlonamente -. Sea lo que sea se ha ido, pero a ti te queda un buen rato arreglando este desaguisado.

- ¡Ah!... ¡menos mal que estáis aquí! – respira pesadamente mientras aparece con una catana en la mano -. Llevaba ahí horas metidas desde que lo despisté.

- ¿A quién? – Dice Luis -. ¿Por qué está la casa destrozada? – Yu levanta su resplandeciente catana roja con dibujos negros -. Creo que me lo imagino, pero ¿qué ha pasado?

- Es fácil, - vuelve a bajar la espada – mientras vosotros estabais tomando una romántica comida.

- No muy abundante por cierto – interrumpe Selene sonriendo mientras mira a Luis.

- Bueno, seguimos. Mientras vosotros, tortolitos. A ver si pasáis de una vez de esa maldita fase, y paráis de follar un ratito, que parecéis dragones en celo – mira a su amiga -. Me he sentado a ver la tele mientras un bicho muy raro entraba por la ventana, era algo mágico. Una sombra donde nada más que se le veían los dientes y los ojos – Hace aparecer un vaso de agua y toma un sorbo – Se ha metido directamente en tu cuarto, vendría buscando algo lo más seguro, en ese momento he cogido mi espada y me he ido a buscarlo – guarda la catana -. Lo que ha pasado entre medias os lo podéis imaginar, sólo hay que ver el salón y los muebles, ¡ah! Y tu cuarto.

- ¿Y lo del armario? – le dice Luis descruzando los brazos de su pecho.

- Me he escondido ahí por si volvía después de conseguir echarlo.

- ¿Qué podrá ser ese bicho? – comenta Selene intrigada.

- No lo se, pero alguien tiene que averiguarlo – le responde su amiga.

- ¿Y eso cómo se hace? – interrumpe Luis la conversación – ¿tenéis algún truco para saberlo?

- No, tenemos una biblioteca milenaria donde se apunta todo lo respectivo a ciertas cosas como pócimas y monstruos, a parte de ciertos conjuros no innatos – le dice Selene – Ayúdanos, nos hace falta mucha magia para abrir la puerta que nos llevará a ella.

Los tres se colocan con las piernas abiertas delante de una pared, estiran los brazos con las palmas estiradas y recitan un conjuro al unísono. Luis sólo puede repetir lo que escucha a destiempo, imita todo lo que hacen las dos chicas y observa como un halo plateado, coloreado con pintas de colores, se abre en el muro de la habitación. Tras ella, una gran puerta de bronce les da la bienvenida. Yu se acerca a ella, introduce su espada enfundada en la cerradura y esta se abre.

Aquel trío pasa a través de su marco, al otro lado miles de libros antiguos, enfundados en cuero y adornados con joyas preciosas y oro, les esperan durmiendo en estanterías invisibles. El cielo no tiene límite y las paredes muestran escenas importantes, para la vida de los dioses de su pasado, que serán pasadas una y otra vez, igual que una película, para que ninguno de los estudiantes, que allí se encuentran olviden el pasado.

- Bien, por dónde empezamos – dice él frotándose las manos.

26 de septiembre de 2008

LOS CAMINOS PERDIDOS DEL SUBCONCONSCIENTE (III)

Acabo de llegar y me parece que llevo aquí más tiempo del que debería, el cubo ha desaparecido de entre mis manos, al igual que la escalera; ante mis ojos, pude ver cómo se fundía con la pared, se volvió cemento gris oscuro. Ya no existe, al igual que el retorno al bosque, ahora es imposible de alcanzar aquel círculo de luz, ahora a varios metros por encima de mi cabeza. Pero, ¿dónde me encuentro ahora? La respuesta es muy simple, sigo en algún lugar de algún sitio, perteneciente a ninguna parte. Lo cierto es que antes me preguntaba ¿cómo habré llegado aquí? Eso ya no importa.

Miro hacia atrás, el túnel sigue un único sentido de dos direcciones, ¿cuál escogeré? A mi espalda se levanta un canal de aguas turbias y oscuras, creo que será lo mismo en ambos sentidos. Se escucha una fuerte corriente, no quiero arriesgarme, doy un giro de ciento ochenta grados y… A pesar de que me duelen los ojos por el esfuerzo, veo lo mismo. Oscuridad.

Pasados unos minutos, en los que mi mente da miles de vueltas, respecto al camino a seguir, parece que mi vista se acostumbra, comienzo a ver algo de claridad. Miro en la dirección inicial, nada; vuelvo la vista atrás, igual. Entonces, un leve murmullo procedente del agua, me hace fijarme en mis pies, están completamente empapados. Busco algún lugar seco donde incorporarme, ni un resquicio. Algo me aprieta los talones, bajo mis piernas y las curvo hasta colocarme cuclillas, es un brazo dibujado en el agua; este tira con fuerza hacia un punto del túnel. Le hago caso, no tengo nada que perder y, en ambos casos, cualquier opción es mejor que la indecisión o la duda, esa que tanto me aterra; llego hasta una pared, la humedad sale en forma de pequeñas gotas por las paredes, todas recorren caminos inconclusos hasta que forman una especie de cara. Está deformada, sin expresión humana reconocibles, sin embargo, me hace pensar que pudo tener un cuerpo en algún momento de su existencia, si es que la tuvo.

Una gran boca se abre ante mí, tapa sus ojos deformes y me muestra, sin decir una sola palabra, un camino a seguir. Quizás fuera en otro tiempo, cuando este cilindro de cemento y acero, tenía otra forma otros colores y, a lo mejor, ventanas que permitieran la entrada de luz. Estoy sudando, dolorida y temblorosa, el miedo invade mis huesos; y mi mente deja de pensar por unos instantes. Hace calor, demasiado para mí. La humedad es cada vez más alta y casi no puedo respirar con normalidad. Mientras, aquel ser de agua me muestra un nuevo camino a seguir, ¿pero dónde se encuentra? Ahora se ha calmado, sus labios acuosos se cierran y comienza a llorar lágrimas secas, que me muestran una pared firme. La toco, quiero parar aquella pena y, antes de que mis dedos alcancen su rostro, se va. Sus moléculas se unen en una misma forma ovalada, y se une a sus compañeras del río. A pesar de todo, mi brazo no ha interrumpido su acción, toco la pared y esta no existe. La atravieso como si fuera un fantasma.

Al otro lado, el paisaje no es menos desalentador. Escucho ruidos y decido ir a buscarlos; en mi recorrido, noto como miles de ojos me observan, los murmullos de pequeñas garras chocando contra un suelo duro y espeso, me persiguen, son cientos, quizás miles. Espero un momento en silencio, cierro los ojos y extiendo los brazos. Escucho el clamor de almas perdidas en el agua, pasan de entre mis piernas, agarran mis tobillos y, de vez en cuando, se alzan como olas de más de un metro mostrándome sus deformes facciones. Más cerca aún, noto el paso de aire hacia unos pequeños pulmones, unos latidos rápidos, los pasos de antes. No hay duda, me vigilan y vienen hacia mí. Elevo la vista y, puedo verlos. Me rodean, están por todas partes. Unos dientes largo y afilados muestran sus intenciones; no quiero correr, es inútil. Este es su mundo y yo una intrusa que ha venido desde muy lejos; si es que en este mundo existen esas distancias.

Se lanzan sobre mí, pero no digo nada. Dejo que me tomen; me muerden y me llevan a una habitación extraña. Tiene una cúpula muy alta; su forma hexagonal muestra que antes fue algo, puede que sirviera de cámara para alguien importante, ahora todo eso no importa. El decorado se ha vuelto oscuro, sólo unos pequeños resquicios de colores chillones, muestran que alguna vez perteneció a alguien más que a estos seres. Un estrepitoso ruido de trompetas se acerca. No puedo moverme, esos seres con colas largas, dientes afilados y garras finas, se han colocado sobre mis extremidades haciendo las veces de una masa informe que me aprisiona. Pesan demasiado, tanto que he de ponerme de rodillas si no quiero que el esfuerzo me agote.

Ahora veo como se acerca una comitiva de roedores, en su centro una rata blanca me mira con ojos desafiantes. Sus ojos son rojos y, en su centro, un pequeño punto negro, se dirige a mi persona. No hace falta mucho, no puedo dejar de mirarla con expectación. Sé que es una imprudencia por mi parte, pero la desafío grotescamente. Sus súbditos entonces saltan sobre mí. Seguro que no está todo perdido. Todavía noto el agua mojarme, el río no me ha abandonado y miles de alarido me acompañan en aquel suicidio.

El peso de tantos individuos sobre mi me aplasta, ahora se lo que pretenden. Quieren hacer una alfombra con mi cuerpo, algunos huesos crujen en mi descenso. El agua se aparta cuando mi cara toca el suelo, están de mi parte. ¿Por qué?

Cedo ante tanta presión. Ahora me encuentro en el centro de una montaña de pelos mugrientos y escucho miles de chillidos de euforia. Su aliento es pútrido y sus dientes amenazan con arrancarme la nariz, sino algo más. Estoy harta, de tanto dejarme vencer que ya no puedo más. He sido pisoteada bastantes veces y he llegado demasiado lejos, aunque quizás todavía esté a principio del camino. Como para perder mi batalla contra estos mundos.

Las almas perdidas me acompañan en mi esfuerzo por levantarme, han formado un túnel entre las ratas y yo, separándome del resto de la galería. Una burbuja de caras transparente me acompañan en el camino hacia la parte central, en ella, la rata blanca me espera. Sus ojos se tornan de un mismo color cuando me ve frente a frente, ahora nada puede evitar la lucha. Ahí está de píe ante mi, enseñándome sus garras. No mide más de unos quince centímetros. La tomo por el cuerpo y dejo que su ira se ensañe contra mi mano, quiero estrujarla.

Aprieto mis dedos cada vez más y más, noto como cada segmento de su esqueleto se retuerce bajo mi presión, pero no se rinde. Una de sus aliadas me salta a la cabeza y muerde una brecha cerrada de una batalla anterior. El dolor es cada vez más insoportable; una nube negra tapa mis pupilas, mis dientes crecen y, en un atisbo de venganza, le arranco la cabeza de un solo bocado a mi presa. Vuelvo mi cuerpo, en la sala todo se ha calmado, el agua vuelve a tomar su cauce normal y el ejército de enanos se fusiona para formar un suelo duro. Una línea rosa me muestra un camino de salida. Pero no le hago caso, estoy demasiado ocupada levantando mis manos y chillando igual que un animal, mi boca llena de sangre exhala un alarido de victoria, mientras el cuerpo inerte y sin cabeza de la reina, se contonea como un pañuelo de seda en las manos de una bailarina.

Al volver en mí misma, corro siguiendo la línea. ¿Volveré a casa? ¿Continuaré en este lugar mucho tiempo más? Estas preguntas invaden una mente que vuelve en sí poco a poco. ¿Dónde me llevará este nuevo camino? Abro una puerta y….Una luz cegadora evita que vea el camino, hago un poco de sombra en mis ojos y ¿dónde demonios me encuentro ahora?

24 de septiembre de 2008

PERO ES QUE YO LO QUIERO.

Una y mil veces.

Desde que soy adolescente, edad en la que los primeros amores se incrustan en el corazón, no he parado de oír la frase que da título a este post. Por supuesto, no la nombraría si no tuviera en mí ciertas connotaciones, entre otras cosas porque se utiliza mucho después de quejarse desmesuradamente de la persona. En todos los casos es su pareja, ese gran amor que te ha dado muy fuerte y sin el cual, afirman rotundamente, que no pueden vivir.

¿Cómo puedes pintar a una persona como un ser despreciable y luego intentar que me crea eso? Para mi eso no puede tener cabida dentro de mis pensamientos. Es cierto que todos tenemos nuestros fallos, formas de ser no muy deseadas y que nadie es perfecto en este mundo, pero puedo decir que los defectos de mi pareja para mí son virtudes. Ese encabezonamiento innato, es la fuerza que me falta algunas veces para continuar y que él me da, esta o aquella forma de actuar, me causa envidia al no tener sus facultades sociales y miles de cosas más (la lista sería tan grande que podría llevarme hasta el amanecer contándolas.)

No se si esta será un forma muy antigua de pensar, o simplemente es prudencia (para una vez que la tengo), pero las cosas de casa para mí se quedan. Con la persona que tienes que solucionar las cosas son con el aludido. No escuchando los comentarios de personas ajenas que, por mucho que hayan vivido, tengan una relación similar o, yo que sé cuantas cosas más en común, nunca serán tú. Jamás pueden imaginarse la cantidad de dolor, excusas o pasos psicológicos por los que estas pasando. Y nadie va a escuchar sin dar su opinión respecto al tema, poniéndose ellos como ejemplos de primeros aludidos.

Un consejo respecto a ellos: cada uno tiene una mezcla de componentes que hacen un carácter y una forma de pensar ÚNICAS, a ver si más de uno se lo mete en la cabeza. A parte de ello lo que les gusta largar a todo el mundo. Esto es un caldo fantástico de cultivo para las y los cotillas que nos rodean (y hay muchos, puedo asegurarlo. Por algo me llaman la autista.)

Todo comienza con un gran desgaste.

Tras años de noviazgo o matrimonio, te das cuenta que tu pareja no es lo que pensabas, ni siquiera satisface tus necesidades físicas. Estas falta o falto de afecto y, entre otras múltiples cosas, comienzas a mirar a otras personas. Prefieres mil veces los brazos de un extraño, a pasar otra tarde aburrida junto a tu enamorada o enamorado. ¿No crees que es el momento de pararte a pensar? Eso es lo más difícil, cuando vislumbras algo que mueve tus esquemas mentales siempre sale la eterna frase: pero es que yo le quiero. Esta vez no ha sido para convencer a un global de personas, sino a ti misma o mismo. Y de pronto, todos los supuestos fantasmas que te atormentaban desaparecen, sonríes al aire y te conformas buscando algo que evite que tu cabecita de vueltas respecto del tema.

Algunos se acomodan a las circunstancias, confundiendo ese pasotismo conyugal con libertad y, a pesar de todo, se sienten más atados que nunca. Dejas que pasen los días sin que te llame, te conformas con los regalos en forma de disculpa que te hace, aguantas sus berrinches infantiles; eso solo puede traerte una idealización.

Pero es que él o ella es así ¿verdad? Otra excusa básica del tema en concreto. Te has preguntado si esa forma de ser es la que tú buscas o te complementa, a que no. Ni se te había pasado por la cabeza porque es tú la o lo quieres. Te has creado una dependencia insana con la persona que tienes al lado.

Con la cuchara que elijas es con la que vas a comer.

Muchas veces se produce por incompatibilidad de caracteres, falta de comunicación, poco conocimiento de la persona,… Otras veces no es más simple, estas con alguien que es una persona manipulativa y dominante, que intenta coartar tus libertades más vitales. Aspira a anular tu personalidad innata para transformarte en lo que ella o él quiere. En un principio venían con cuenta gotas, pero te equivocaste al no pararle los pies. Ya ha pasado el tiempo, se ha confiado, cree que puede controlar todos los ámbitos de tu vida.

Algunas de las cosas que pasan son:

· Te regala algo cuando te ve enfadada o enfadado.
· Te lleva a cenar a un buen restaurante para salir de un apuro.
· Se olvida de todo y tú tienes la obligación de ser su asistente personal.
· Te llama cuando le parece.
· Tiene que estar en todas las reuniones que haces con tus amigas o amigos, cosa a la que tú no tienes el mismo derecho.
· Quiere leer tu diario personal (si es que existe.)
· Controla lo que lees, comes, con quién sales, a dónde vas,… (ojo, tú no puedes hacerlo, es acoso y control por tu parte.)
· Intenta ponerte celosa o celoso en cualquier momento.

Después ocurren cosas muy graciosas como ciertas frases o comentarios:

· Es que tú sin mi no vives (no será al revés.)
· Otro como yo no te aguanta (¿entonces qué haces conmigo?)
· ¿Qué has estado hablando? De lo maravilloso y buen novio que soy (en femenino también pasa.) (Si y de la última chorrada que te has inventado para que vean los subnormal que eres también.)
· Te hace falta un cambio de look (ya ti un cambio de cerebro, pero todavía no está autorizada la operación.)

Pero es que tú lo adoras con todo tu ser, porque el amor es así, hay que aguantar. Vamos a ver, ¿el qué hay que soportar? Insultos, que te humillen, que te diga cosas que te hagan sentir mal una y otra vez; entonces tu cerebro se activa y esto se toma como una batalla de sexos, porque para las mujeres esto es machismo y para los hombres esto es feminismo. No, es manipulación y control absoluto de una persona, intentando degradarla hasta convertirla en una sombra (eso queda totalmente descartado, ¡vamos! Es que ni se me ha pasado por la cabeza.) En mi opinión tiene otro nombre, pero no voy a decirlo, que cada uno piense lo que quiera; porque esto te lo has buscado tú mismo.


Entonces es cuando lo hemos perdido todo.

Ya estás con la otra persona no por amor, sino porque dependes de ella para intentar joderle le vida igual que ella ha hecho contigo. El otro se da cuenta de lo que haces y te echa en cara muchas cosas. Has pasado de salir para divertirte, a quedar con los amigos o las amigas para fastidiar. Te has perdido en un circulo vicioso, ya no eres mejor que…; te has vuelto como….

De esto lo único que puedes sacar en claro es que, te ha cambiado el carácter alegre que tenías, ya no disfrutas de las cosas como antes y deseas que todo esto se acabe con todas tus fuerzas. Sin embargo, has entrado en un círculo vicioso del que ya no puedes salir y te es muy difícil. Lo sé, sólo hay que echarle valor a las cosas (y no es lo más fácil del mundo, el ser humano es cobarde por naturaleza, no le gustan los cambios.)

Piensas que las frases que te decía, y que he puesto antes son verdad, pero lo cierto es todo lo contrario. Te ha creado el miedo que tiene esa persona: a que no haya otro que lo aguante, que nadie lo quiera, que lo dejen,…

Para estas personas tan manipuladoras que no saben lo que amar a una persona, que son egoístas porque creen que todo se lo deben a ellos, no son capaces de pensar en la otra persona y sólo saben recibir en vez de dar. Tengo una frase que decirles:


QUE SE APIADE TU MADRE Y DIOS DE TI (Shakira, canción te aviso te anuncio), aunque siempre habrá alguien que los quiera, a pesar de todo (siempre hay una mierda para un tiesto.)

22 de septiembre de 2008

Selene. Capítulo XXVII.

CAPÍTULO XXVII: ESTO FUNCIONA.
Luis acababa de levantarse, vagaba por los pasillos de su casa solo y dolorido. Aún se encontraba bajo las influencias del éxtasis de Morfeo, cuando fue a parar con los huesos al sofá de su casa. Miró el reloj, las 11:30 de la mañana. Demasiado temprano para un fin de semana, pero algo hacía que su lecho se volviera incómodo a cierta hora. Hacía ya mucho tiempo que sólo dormía a gusto, cuando aquel cuerpecito femenino, envolvía con su olor la habitación y embriagaba las sábanas con sus fragancias. Ya desde la primera velada nocturna, se había acostumbrado a tenerla entre sus brazos mientras dormía, le encantaba tapar su pecho con aquellas melenas negras como la noche.

Estaba esperando a que su cerebro por fin conectara con la realidad circundante, cuando cayó en un profundo letargo. Todo era muy extraño, eran pequeños fragmentos de recuerdos, venidos de épocas tan lejanas, que ni siquiera están en los escritos. En ellos seguía enfrentándose a Víctor, una y otra vez. Cada pensamiento, cada recuerdo, lo trasladaban a momentos diferentes de la historia, siempre era lo mismo. Unos cuerpos diferentes envolvían su alma, aunque la esencia era la misma; La pelea era la misma, la chica era Selene. Siempre ella, la eterna amada.

En uno de los múltiples encuentros con aquel pedante indeseable, se despertó. Su cuello estaba torcido, la boca abierta, parte de los cojines estaban cubiertos de una sustancia espesa y transparente. Vuelve a consultar la hora en la tele, las 13:30. Su estómago le pedía algo más que un triste cruasán, ingerido horas antes con un amargo café sin azúcar.

- ¡Una cerveza! – dice en voz alta y sonriendo -. Es la hora perfecta - y permanece sentado en el sofá buscando algo interesante que ver.

Levanta la mano, se concentra en el frigorífico y eleva los dedos. A lo lejos se escucha la cómo la puerta de la nevera se abre sola, una lata de cerveza, situada al fondo del estante, empuja otra de tomate frito abierta y semipodrida. Esta cae al suelo, el ruido es escuchado por el inquilino de la casa, pero no le importa, su concentración e ilusión en su pequeña proeza es algo que no se lo va a arrebatar un pequeño bote de aluminio.

Un cilindro esférico y de pequeñas dimensiones, viajaba sin hilos invisibles desde la cocina, situada a través e un pequeño y ancho pasillo, hasta el salón. De vez en cuando, hacía el amán de caerse estrepitosamente al suelo, pero un pequeño esfuerzo de su inductor y volvía al camino inicial. Los segundos que tardó en llegar, hasta la mano que la reclamaba, se hacían minutos, hasta que por fin, se deslizó entre unos rechonchos dedos que la sujetaron firmemente.

- Cojonudo – dijo aquel aprendiz –. Espera que se lo cuente a Selene – .El ruido inconfundible de una arandela forzando una pequeña chapa metálica, denotaban su abertura -. ¡Mierda! La he movido demasiado… Está caliente.

Ambas manos se colocaron en las paredes que evitaban que la cebada líquida se derramara, entonces, la mente que las manejaba empezó a pensar en cosas frías muy frías, tanto que al abrir los ojos, tenía un pequeño carámbano entre las manos. Dio un sorbo de la abertura, notaba como sus dientes le daban algunos calambrazos, el cambio de temperatura era bastante brusco.

- ¡Brutal! – fue lo único que se le ocurrió decir en aquellos momentos.

Su boca hacía succión durante los primeros buches, comenzó entonces a pensar en unas aceitunas, unas patatas fritas, unas cortezas de cerdo; Lo cierto es que no sabía muy bien qué, algo para paliar el hambre de media mañana. Cuando quiso darse cuenta, todo aquello en lo que estaba pensando estaba girando a su alrededor, pero no podía hacerlo parar. Un remolino de olores se adueñó de la estancia.

Intentaba agarrar las cosas, pero era imposible. Tenían más fuerza que él y, cada vez que lo intentaba, volaban más alto. Cuando se situaba en el sofá se colocaban a la altura de sus ojos, con un simple alargar de la mano podía tocarlas, pero era imposible tomar una de ellas sin que le arrastrara.

Pensaba en llamar a Selene, aunque sabía que se reirían de él. No quería burlas, de parte de ninguna de las dos inquilinas, de su piso del centro favorito. Una gota de sudor recorrió su frente, ¿y si se quedaban flotando para siempre alrededor suyo? En unos días toda aquella comida se pudriría y el olor sería insoportable.

Quizás si comenzaba a pensar en otras cosas aquello pararía sin más. Se recostó sobre el respaldo del sofá, con la los brazos caídos, casi muertos, mientras sujetaban la lata de cerveza entre las piernas. Cerró los ojos y comenzó a pensar en el objeto de su deseo, Selene; estaba duchándose en esos momentos, la veía frotar su blanco cuerpo con una esponja. Notaba cómo cada centímetro de su piel se cubría de jabón olor a frambuesa, deseaba tanto estar allí, quitarle cada centímetro de aquella cubierta resbaladiza. Su pelo mojado llegaba hasta la cintura, ¡era tan bonita aquella imagen! No podía evitar excitarse.

- ¿Qué piensas que estás haciendo? – le dice Selene.

Luis abre los ojos de repente. Allí, justo en mitad de su salón, en el lugar donde supuestamente se ubicaba la televisión, estaba ella, completamente desnuda, semitransparente y hablándole. Los chorros de agua le caían por el cuerpo y el vapor del agua caliente inundaba la habitación.

- Sólo me he puesto a pensar en ti – le responde Luis -. No pensaba que esto pudiera pasar.

- Cariño, es magia. Todo puede pasar – le dice de forma comprensible -. Ahora sino te importa, voy a continuar con mi ducha. ¡Sola! – le dice eliminando la risa burlona de su novio.

- ¡Espera! ¿Cómo me libro de este desaguisado?

- Piensa, la respuesta la tienes tú.

- Gracias por ayudarme.

La imagen de la chica se deshizo en un abrir y cerrar de ojos; allí seguía él, solo, haciendo algo que no entendía y lleno de dudas respecto al tema. Algunas aceitunas le dieron en la cabeza, entonces su estómago comenzó a hacer ruido mientras una corteza furtiva pasaba por delante de sus ojos.

Pensó en lo que se le apetecería verlas sobre la mesa, para que pudiera saborear aquel trozo de piel frita, en su grasiento sabor, en las ganas que tenía de llenar ese maldito hueco de su estómago. Entonces, ellas mismas flotaron hacia la superficie de un plato, aparecido de no se sabe muy bien dónde.

- ¡Ostia!

Seguidamente pensó en el resto de alimentos, uno por uno, hasta que consiguió situarlos encima de la mesa; esta vez no le suponía ningún esfuerzo. Lo había conseguido. Estaba loco por contárselo a Selene, por lo que se comenzó a concentrar en el cuarto de baño; el olor a vapor llegó hasta a él, el sonido del agua cayendo sobre las baldosas. Abrió los ojos y dio un sobresalto. Delante de él estaba Yu, envuelta en una toalla mirándolo muy fijamente.

- Ahora te dedicas a espiarme – decía con cara de guasa -. Voy a tener que decírselo a Selene, ya sabes cómo se las gasta.

- ¡Qué ha pasado! – le responde Luis atónito -. Yo quería ver a Selene, no a ti.

- Pues que te has concentrado en el cuarto de baño no en ella – se sujeta la toalla apunto de caerse -. Espera que la llamo. Aprendices.

La aludida dio su aparición en pocos segundos, estaba con un pareo negro, que le llegaba hasta unos pequeños pies, casi infantiles, y sin parte de arriba. Sus largos cabellos ocultaban sus senos a la vista de cualquier intruso.

- Nena, así estas muy sexy – dice sonriendo picaronamente.

- ¿Qué pasa ahora? – Le dice Selene tapándose la cara con una mano.

- Nada, te invito a comer. Mira lo que he preparado yo solo –. Le muestra la mesa puesta.

- Y a mí no – Interrumpe Yu.

- ¡Creo que no te iba a gustar el postre! – dice Luis -. Para la próxima.

Luis extiende su mano, desea, con todas sus fuerzas, que el amor de su vida se haga físico. Entonces ella, con un poco de ayuda, se vuelve completamente sólida dejando que la imagen, tras de si se cierre. Luis da un tirón de aquel delicado brazo y la coge, entonces la besa la toma en brazos. Ambos deciden tomar el postre antes de la comida, según los expertos es más sano.

19 de septiembre de 2008

LOS CAMINOS PERDIDOS DEL SUBCONCONSCIENTE (II)

Un gran bosque de hojas oscuras se eleva frente a mi. Esto no parece mejor del lugar del que acabo de llegar. Decido adentrarme, ¿qué otra cosa puedo hacer si la puerta se ha esfumado en miles de destellos?

A pocos pasos una hoja me corta el brazo, entonces les presto atención. Son brillantes, acabadas en punta y de cristal muy fino y afilado. Miro más atentamente y descubro que su engaste con unas ramas gruesas y duras, es tan sensible que una simple brisa podría romperlo. Ahora entiendo por que no escucho ruidos del interior.
Algunas criaturas rastreras me han dado la bienvenida a ese inhóspito lugar. Son alargadas, de colores muy oscuros, su piel tiene que ser muy dura para no romperse con el roce de esos cuchillos colgantes. Decido continuar muy despacio, evito hacer cualquier tipo de ruido para impedir la masacre de mi propio cuerpo, pero es excesivamente difícil. Las hojas crujen bajo mis pies, y cada paso significa un temblor interno que me hace detenerme para mirar por encima de mi cabeza. Ahí están, quietas, casi no se mueven de su sitio. Sus puntas miran directamente al suelo, algunas me tienen en su lugar de mira.

Trago saliva y continuo mi camino, ¿pero cuál es? Ahora no hay sendero que seguir, nada que me indique el camino correcto, me gustaría evitar pensar que estoy andando en círculo o que ese será mi destino final. No puedo evitarlo, miles de preguntas y pensamientos indeseados llenan mi mente de malos presagios y provocan que mi corazón se acelere. El silencio se hace cada vez más intenso, hasta el punto que puedo notar los latidos de mi corazón. Una gota furtiva de sudor comienza una procesión por mi espalda, a esta la siguen unas más por todo mi cuerpo. Las manchas rojas, ahora secas, vuelven a cobrar vida con la hidratación que les da mi cuerpo. Algunas plumas, fruto de mi arrebato pasado, se despegan de mi pelo para formar parte del aire, parecen insectos de grandes alas. Una de ellas comienza a caer, ¿de dónde ha venido? Es igual y, a la vez, muy diferente a las demás. Planea por el espacio entre un bosque maldito y mi cabeza. Miro más atentamente, ¡tiene ojos! Y me mira fijamente. Entonces, comienza a batir sus alas, da media vuelta e inicia un recorrido a través de los árboles.

No lo dudo un momento, esa puede ser la señal que me saque de allí. Sino lo fuera, tampoco tendría mucho más que perder. La sigo rápidamente, evitando no cortarme, entre aquel venenoso follaje. Algunos escarabajos y lagartos extraños, sucumben a mis pies. Entonces veo un claro completamente ausente de vegetación, en su centro, una gran piedra me invita a descansar en ella, antes de seguir.

La pequeña polilla de ojos descomunales y alas suaves se posa en ella. Corro a su lado y, discretamente, me siento a cierta distancia de su frágil cuerpo. No quiero espantarla, lo cierto es que no se dónde me lleva y si he seguido la señal correcta, pero no me queda más remedio que agarrarme a la primera cosa que encuentro. Me cuesta mucho resistirme para no tocarla, se que un roce de mis yemas podría perjudicarla gravemente.

A pocos centímetros de ella, una gran serpiente de colores llamativos, repta de entre los restos de sombra. Nos ha visto, se acerca a nosotros y… En pocos segundos ha subido a la roca, es rápida, demasiado para mi vista. Cuando quiero darme cuenta está a mi lado, de entre sus planos e inertes labios, asoman unas patas blancas. Se ha comido a aquel angelito luminoso. Me mira y desaparece en un parpadeo.

Se que esto no debería asustarme de tal manera, pero no puedo hacer nada más. Me levando miro al fondo del bosque y chillo con todas mis fuerzas. Aquella vocal insulsa, se vuelve un grito de guerra y desesperación ante tal acontecimiento. Mis manos se elevan hasta la altura de mis hombros, mi cuerpo cambia de color mientras mis pulmones se deshinchan, mi corazón late aceleradamente roto por un sentimiento de ira. El esfuerzo me hace caer de rodillas, en poco tiempo mis cuerdas vocales se cansan, todo se ha parado. Continúo de rodillas, mirando a no sé muy bien donde, lo cierto es que todo continúa igual de oscuro.

Un ruido enorme y fino ataca mis oídos, tapo mis orejas con las manos y me encojo en el suelo como un bebé. Cierro los ojos y espero. El suelo tiembla, escucho como miles de cristales se rompen en mil y un pedazos, algunas hojas se clavan directamente sobre la tierra seca y firme, dejando sólo la punta de su lanza intacta.

Tras el tremendo estruendo, pequeñas moléculas reflejan rayos de luz. Aquel flamante bosque ha quedado con la apariencia horripilante de un gran desastre. Miles de esqueletos arbóreos se elevan ante mi. Los troncos han perdido su color inicial, ahora son negros. Las llamas de mi corazón han llegado hasta ellos, han muerto. El suelo se ha tiznado de verdes destellos, oscuros y crujientes al paso. Ahora si puedo vislumbrar una pequeña senda. Corro sin miedo.

Llego a su inicio, el bosque se ha recobrado en pocos instantes tras de mi. Ahora una pradera oscura, con un sol tapado por sábanas de algodón gris, me acompañará en mi camino. Encuentro una bifurcación. Una de ellas es muy corta, tanto que puedo ver dónde acaba. Sin embargo, decido seguirla, siento curiosidad por ver aquellos pequeños montículos que se yerguen al final. Para mi sorpresa son peceras rotas. Tan sólo unas pocas aún mantienen peces extraños en su interior.

A mis pies se abre una escapatoria, una pequeña puerta me indica un nuevo recorrido. ¿Será el regreso a casa? Mi mente se permite el beneficio de la duda. Tomo un pequeño cubo roído por el óxido, será suficiente para llevarme ese precioso cargamento. A la intemperie morirían en poco tiempo y no puedo permitirlo.

Parece que actúo como una especie de diosa mientras recojo a los indefensos. He decidido a quién voy a salvar y a cuáles no. Algunos de ellos son anfibios con pequeños ojos amarillos, negros e informes que se esconden tras las rocas de un falso decorado. Poseen colmillos que sobresalen. No voy a arriesgarme a que me muerdan, puede que sean venenosos. De todas formas no los condeno a una muerte entre cristales. Antes de partir con un cubo lleno de vida, rompo sus cárceles invisibles y dejo que ellos decidan lo que desean hacer.

Abro la cubierta, escucho agua. Podré soltar a los pequeños allí. Bajo por una pequeña escalera de madera, miro atentamente. Los peldaños pueden estar podridos y no estoy dispuesta a caerme de nuevo. Mientras desciendo, pierdo de vista la luz del día.

Unas paredes de cemento circular me acogen ahora, dejo que el cubo vacíe su contenido. Pero ¿dónde estoy ahora? Una cosa es segura, sigo en medio de ningún sitio.

17 de septiembre de 2008

ESTO SI ES COMPARTIR.

Un ritual unisex.
Se han encontrado pruebas de que los hombres de la prehistoria se afeitaban, pero hasta los antiguos egipcios esto no pasó a ser una forma ritual. Bien por el calor, mantenimiento de una higiene personal, coqueteo o ceremonias religiosas, se producía la eliminación total del bello.

Se conoce que ya en el año 1500 A.C, las mujeres y hombres de Egipto se depilaban todo el cuerpo, dejando como zona permisiva para el nacimiento del pelo, la cabeza. Como podéis comprobar la depilación púbica no es nada nuevo.

Para poder llevar a cabo esta acción utilizaban conchas de tortuga, sangre de animales, grasa de hipopótamos, gusanos… Aunque el método más popular era el uso de una sustancia creada a base de una mezcla de azúcar, limón y agua o, en su defecto, para el que tuviera dinero, de miel y aceite (estos dos componentes también son cremas hidratantes perfectas.)

Esta técnica fue copiada por los griegos y, poco después, acogida por Roma. En todas estas civilizaciones había algo muy común. Despreciaban el vello púbico, siendo el gran imperio aquella que más estricta fue con ello. Las personas encargadas de los entretenimientos sociales, de la época debían llevar todo el cuerpo afeitado, antes de incitar a los placeres del sexo a sus señores. Ellos fueron los primeros en utilizar un símil a las cremas depilatorias modernas e inventaron la Vosella (pinza de depilar).

Sus productos de depilación más agresivos estaban hechas con una mezcla de brea y resina. Además, era costumbre que un centurión romano se hiciera la depilación total de su cuerpo antes de salir a la batalla, entre otros múltiples ritos de tortura para estar más bellos.

Pero como no, la iglesia tenía que dar su opinión respecto al tema, eliminándola de las costumbres antiguas ya que incitaban a la lujuria (su excusa favorita) y eran rituales paganos, por lo tanto, no estaba bien visto que se eliminara el vello del cuerpo. Por desgracia volvimos a encontrarnos pelos dentro de los placeres íntimos (el que les hacía caso.) Eso si, lo de depilarse las sienes, por una ridícula moda de los hombres, porque se llevaban las frentes anchas para parecer más cultos, apareció. Se procedía a la extirpación mediante una mezcla se cal viva y arsénico. Estoy segura que no volvía a crecer ni la piel.

Con el renacimiento volvieron aquellas técnicas y placeres antiguos de tener cuerpos imberbes, los hombres y mujeres dejarían de encontrarse con aquel cosquilleo incómodo en la garganta, después de un encontronazo fortuito y satisfactorio. En el siglo XV y XVI se comienzan a utilizar las primeras cuchillas de afeitar para este fin. Pero no fue hasta el siglo XVII, cuando dejamos de producirnos cortes y hemorragias indeseables, cuando el francés Jean Jackes, inventó una cuchilla “segura” (seguimos teniendo cortes en el cuerpo de objetos afilados.)

Y hasta hoy, por supuesto, la oferta y la demanda que se nos ofrece es bastante amplia: cremas, ungüentos mágicos, laser, maquinas que arrancan el pelo de raíz, la incandescente cera, pinzas y miles de cosas más.

Algo escondido a los ojos de los mortales.

Siempre se ha dicho que, ese mal hábito de depilarse el cuerpo, es cosa de mujeres. Pues no, como habéis podido comprobar, ni nos adueñamos de ello ni lo inventamos nosotras, fue un hecho de compartir (para una vez que lo hacemos.) Ahora, algunos los practican, más que otros, y hay múltiples formas de denominar los diferentes tipos de depilación.

Cierto es que el “macho ibérico” ha renegado miles de veces sus avatares con la cuchilla, a menos que no fuera el de eliminar el vello de la cara, pero eso no es cierto. El que lo hacía lo tenía bien escondido. Eso de el hombre y el oso cuanto más velludo más hermoso, puede que sea una tremenda verdad para algunas (a mi particularmente me encanta que mi hombre tenga pelo), pero para otros u otras, es un sacrificio que no están dispuestos a aguantar. Y no por ello eres más o menos hombre. Ciertas denominaciones despectivas, por lo menos para mis oídos (estos me pitan cada vez que escucho algo, a mi entender, algo soez), es el llamar a cierto tipo de hombres, muy preocupados por su estética, los metrosexuales.

Como habéis podido ver en los párrafos anteriores, siempre han estado entre nosotros. Y me parece muy bien que vuelvan a salir de las entretelas de sus alcobas y se dignen a lucir sus limpios torsos y sus pulidos cutis (eso si yo nunca podría estar con un hombre que usara más potingues que yo, y eso es difícil.) Pero cada uno tiene derecho a ser como le guste, la coquetería tiene miles de formas y niveles; no es un camino prohibido para el sexo masculino.

Una depilación muy íntima.

Mientras que el torso, las piernas, las axilas, etc. Hay ciertas zonas del cuerpo que requieren un poco más de atención. Por ejemplo las cejas, aquellas que nos dan expresividad en la cara, y de las que hay que quitar lo justo para no parecer una careta de una película de terror.

Otra parte importante de nuestra anatomía que evitamos eliminar completamente son los genitales, quizás los hombres si lo depilen completamente, pero aquí nosotras ponemos en marcha nuestra imaginación para poder dar un poco de fulgor y movimiento a su pasividad.

- La depilación total: como la de una niña aún sin desarrollar.

- Estilo barba de tres días: como si el barbero te hubiera pelado al uno.

- El último mohicano: completamente depilado, pero con una pequeña cresta que le indica el camino hacia aquel punto de placer.

- A medias: el monte de venus permanece con pelo, pero los labios externos carecen de él.

Pensaréis que todo eso es muy bonito, pero pica, y mucho. Las ganas de rascarte te entran cuando menos te lo esperas, justo en mitad de un comité de personas. Eso lo puedes eliminar con una buena crema hidratante y alargando el periodo de rasuración todo lo posible. Ten en cuenta que la piel de esa zona es muy sensible, por lo que la protección entre las rozaduras producidas por los tejidos la irrita bastante.

De una eliminación perfecta a la alcoba.

Imagina ese momento lleno de pasión, por fin le descubres el bonito conjunto de ropa interior comprado para la ocasión, unas bragas semitransparentes denotan un pequeño canal que le indica el punto exacto donde se encuentra el placer femenino, sólo tienes que recorrerlo con la lengua o tus dedos, y ellos te mostrarán los tesoros que se ocultan al final. Creo que no hace falta que os explique más sobre ello.

Cierto es que siempre se ha considerado este tipo de depilación como un signo de juventud e inocencia, aunque de eso una mujer que usa ropa interior de encaje, tacones altos, uñas esculpidas, pinturas exuberantes, un pelo de ensueño, un cuerpo sin vello alguno, entre otras muchas facetas externas, de inocente tiene muy poco.

Esos cruces de piernas, pueden hacer imaginar cosas imposibles y si para colmo descubre aquel piercing, número x (no acto para cardiacos, ni puritanas), que nunca le has dicho a nadie en absoluto y que es fuente de un misterio oculto en tu anatomía. Para qué vamos a contar más.

Por mucho que te digan que lo clásico es lo que más le gusta, siempre acaban cayendo.

15 de septiembre de 2008

Selene. Capítulo XXVI

CAPÍTULO XXVI: ME APETECE BIEN FRÍA.

Tres forasteros se introdujeron entre el espeso follaje del bosque, llevaban unas neveras y mochilas donde lo real pasaba a ser completamente mágico. Una manta de luces centelleantes acogía a los tres furtivos que rompían los sonidos eternos de la noche.

Por fin, tras varios minutos andando llegaron a su destino. Aquel círculo mágico hecho únicamente mediante fuerzas naturales, era el lugar indicado para comenzar con el aprendizaje de Luis.

Selene suelta la pesada mochila mientras Yu comienza a buscar algunas plantas naturales. En mitad del claro, una gran piedra pulida, haría las veces de mesa para el festín bien merecido tras una larga caminata.

- Ahora vuelvo. – Les dice Yu a los enamorados. – Voy a buscar unas cosillas para mis tartas.

- Vale, todavía falta un rato para la hora. – Le responde Selene.

- ¿La hora? – Su novia lo mira fijamente. – Será mejor que me calle. – Continúa sacando las cosas de la nevera.

Mientras Luis, caballerosamente colocaba el festín en la mesa, Selene comprobaba tímidamente que nadie los hubiera seguido. Desde que Víctor estaba en la ciudad nada estaba a salvo de sus pretensiones. Cuando todo estaba comprobado se dirigió junto a Luis.

Ambos se sentaron en un tronco caído, parecía que le habían salido algunos agujeros. Seguramente las infantes larvas de escarabajo, entre otras, estaban utilizándolo como un refugio seguro hasta su salida como adultos. Él volvió a mirarla como entonces, la misma sensación que hace unos meses, cuando estuvo con ella por primera vez, completamente a solas, en un paraje similar a ese, le inundaba el cuerpo. Ansiaba tocarla y acariciarla, pero algo se lo impedía. Un pequeño ser invisible dentro de su cabeza, le decía que si se atrevía a rozar la aquella hermosa piel de la criatura que lo acompañaba, se rompería en mil pedazos. Sabía que no sería así, a pesar de todo, no lo hizo, la miraba con ardor en los ojos y buscando la mejor distancia para disfrutar de ella. Sus palabras parecían música, acompasados por el respirar de su pequeña nariz. A penas parecía una gota estrellada entre ojo y ojo.

Un ruido entre la maleza los alertó provocando que él se levantara y elevara las manos en posición de defensa. Selene toca su pierna entonces.

- Vale Yu. – Dice en voz alta. – Hemos terminado, puedes salir. La próxima vez intenta no asustarnos.

Ella sale de entre un paisaje completamente oscuro con las manos cargadas de setas y otros yerbajos.

- Menos mal. Llevaba un rato esperando. – Dice ella soltando su cargamento dentro de una bolsa de tela. – ¿No os cansáis nunca?

- Una eternidad conociéndote y sigue igual. – Le responde su amiga. – Hay cosas que nunca cambian.

- Al contrario que tú, yo nunca he sido mujer de un solo amante.- Le dice mientras enciende unas velas sobre la improvisada mesa.

- Al vez. – Ambas se miran y se ríen.

- ¿Me podéis decir qué es todo esto? – Responde en aún no iniciado aprendiz.

- Nada, cosas de brujas. – Le dice Yu giñándole el ojo.

La luna aparece entre las nubes, es el momento. Está en su punto más álgido de la noche y ahora es cuando debe acabar con lo que Selene empezó en el pub Put.

- Vale, pon una lata de cerveza sobre aquel tronco y ven a sentarte a mi lado. – Le Señala Selene el lugar con la mano.

- Así. – Dice él colocándola y buscando su aprobación. A lo que Selene asiente con la cabeza.

- Ahora mira. - Selene extiende su mano y la bebida se dirige hacia ella. – Ahora tú. – hace que el objeto vuelva a su sitio de la misma forma que lo trajo.

Luis lo intenta una y otra vez, pero no consigue mover un solo milímetro de la lata. Está casi frustrado en su intento por aprender algo de magia real. Ya no puede más ella lo anima, le dice cómo tiene que hacerlo, pero todo es en balde, nada funciona.

- Si todo lo que intentas lo haces así de bien, creo que tenemos para largo. – Dice Yu sarcásticamente.

- Luis. – Dice Selene para llamar su atención. – Abre tu mente, concéntrate.

Parece que le ha entendido, cierra los ojos y concentra toda su furia en sus brazos. Recuerda aquel intento frustrado, por no se sabe qué, de darle su merecido a Víctor. Aquellos momentos tan intensos en los que sus miradas se cruzaron, después de beberse lo que había dentro del amuleto que su amor le dio semanas antes; las imágenes tan confusas que pasaron por su mente en aquellos momentos. Espera, ahora podía verlas con claridad, estaba en los albores de los tiempos, pero ¿cómo podía ser? La mirada de aquel indeseable volvió a cruzarse en su mente, ahora era fija y su furia se fue transformando.

Desde el exterior, las dos chicas podían comprobar cómo sus músculos volvían a hincharse de nuevo. Un nuevo rayo de luz se proyectó desde su hombro para salir por su brazo, era brillante, casi sólido. Ahora sólo tenía que dirigirlo, abrió los ojos y flas,… saltó la lata en mil pedazos. Lo había conseguido, había magia real en su interior, aquella era la prueba.

El esfuerzo fue tremendo, las gotas de sudor le caían por la frente y goteaban al suelo desde la punta de su nariz. Estaba de pié, con la espalda baja y las manos apoyadas en sus rodillas. Respiraba como acabara de recorrer miles de kilómetros de una misma vez.

- Bravo campeón, ahora sin romper la lata. – Le responde Yu.

- ¡Lo hiciste! – Selene le muestra una sonrisa asomando su cabeza a la altura de sus ojos.

- Eso no es lo que me dijiste que hiciera. – Le dice él entre cortado. – Tenía que traerla no hacer una bomba casera. – Sigue jadeando.

- Si supieras todo lo que yo he explotado en mis prácticas. – Le dice su novia animándolo.

- Volcanes, placas tectónicas, maremotos, ciudades,… ¡Vamos que lo tuyo no es nada! – Le aclara Yu.

Luis rompe a reírse y abraza a Selene, ahora parece que si disfruta de su pequeño logro. Vuelve a soltarla e intenta sacar una lata de la nevera.

- No, ¡que nos quedamos sin cenar! – Chilla Yu.

- Shhhh… - Dice Selene.

La tapa de aquella caja isotérmica se levanta y cae al suelo, pocos segundos después una gran cerveza fría se descubre desde el fondo del hielo, recorre los metros entre su lugar de descanso y la mano del chico. En pocos segundos este la agarra la abre con la otra mano y le da un gran sorbo.

- ¡Genial!, ya no tengo que levantarme para ir al frigorífico. – Dice mientras mira la lata medio vacía.

- La magia sirve para más cosas. – Le dice Yu.

- Seguro que no son tan útiles. – Le responde él – Cariño, tienes que enseñarme a enfriarlas. – Le dice mientras se dirigen a cenar algo antes de continuar.

12 de septiembre de 2008

UN FETICHE A LA VISTA DE TODOS.

Los coquetos eran ellos.

Desde tiempos muy alejados en el pasado, las manicuras eran signo de distinción y poder. Los antiguos egipcios se incrustaban uñas de oro, los mandarines las coloreaban de forma llamativa y los centuriones romanos se hacían la manicura, entre otras cosas, antes de salir a la batalla.

Así, que como podéis comprobar, seguía una forma magnificencia de poder, denotación de un status, signo de distinción y, por supuesto, “cosa de hombres”. El cómo nos asociamos de ese invento sigue quedando en la penumbra del coquetería femenina, como muchos otros inventos de los que nos adueñamos. Lo que si puedo deciros es que hasta 1924, con la invención de las primeras lacas de uñas coloreadas, por los hermanos Charles y Joseph Revson, éstas se llevaban de un estilo natural. Se conseguía un brillo distintivo mediante el uso de de cremas.

Después aparecieron formas artificiales para hacerlas más largas, gracias a un dentista estadounidense y su inventiva. Este aplicó las técnicas que utilizaba en la reparación y creación de dientes creando las primeras uñas postizas.

Por supuesto las tecnologías han ido avanzando, de ponerte unas queratinas a base de polímeros sobre una capa superficial, hasta conseguir ser permanentes. Me refiero a las extensiones de porcelana y gel.

El mercado de la estética ha aumentado mucho en este último siglo, sobre todo en la decoración de las manos y pies, los concursos a nivel mundial y miles de revistas sobre tema lo demuestran. En ellas se nos muestran las últimas tendencias, formas de decoración, usos inimaginables de ciertos productos y los nuevos inventos para hacer que todo sea más fácil. A parte de ello, ni que hablar tiene, el mercado tan grande que se ha producido alrededor de todo esto. 60 euros, como mínimo cuesta una decoración decente, en los establecimientos de belleza, y no nombremos, el precio de mantenimiento de unas uñas de porcelana o gel. Otra vez confirmamos que la estética mueve millones, el superficialismo está en boga.

Formas y colores.

Ya sean ovaladas, cuadradas, en punta, largas, cortas, decoradas,… No importa cómo sean, el caso es que te gusten a ti. Son una denotación de estilo y personalidad para aquella que se atreve a llevarlas. Millones de tendencias circulas por las webs y, muchas, se atreven a darles un toque distintivo y personal.

No hay que negar que unas manos bien cuidadas y una manicura perfecta, da signo de distinción y fijación en la persona a la hora de conversar. Pocas veces podemos evitar fijarnos en una persona que lleva las uñas decoradas, siempre el comentario sobre lo que te gusta salta a la vista (si no es de nuestro agrado, lo comentamos cuando la aludida no está delante.)

Por supuesto esto ha dado pie a la aparición de miles de técnicas en decoración: pegatinas, pedrería, tatuajes falsos, tintura, aerografía, dibujos con el propio esmalte,… Incluso la moda del piercing se ha unido a ellas.

Y, como olvidarlo, sus amigas inferiores no iban a ser menos, las pedicuras. Ellas hacen unos pies más bonitos, delgados y esbeltos, consiguen ocultar ciertos defectos en los dedos y las uñas; lo de unas piernas más bonitas lo doy por descontado.

La seducción está en tus manos.

Y nunca mejor dicho, aquellos dibujos de ensueño, los adornos y miles de horas de trabajo tienen unos efectos casi inexplicables en las personas. Sobre todo en los hombres. Cierto es que parecen que nunca se fijan en lo que llevas puesto, pero eso es mentira. Su subconsciente trabaja por ellos. Seguro que el día que no llevas una manicura llamativa te lo dice, o cuando has cambiado el estilo. Aquellas pegatinas que compraste, y que en un principio no le llamaban la atención, días después se han transformado en el centro de esta, provocando un agradable comentario.

Seguro que imagina el momento en el que vuestras pieles se unan y el provoque que le arañes la espalda. Ansiará que le dejes los surcos de aquellas maravillas de la naturaleza en su epidermis, llevando su herida de guerra orgulloso y oculta. Entonces, sabrá que ha conseguido llevarte al séptimo cielo.

¿Habéis visto alguna vez la danza de cortejo de un pavo real? Yo si, parecen uñas esculpidas intentando atraer a una amante que desea los fuegos de la pasión. Ahora los papeles se invierten, muéstrale todo tu plumaje, coloréalo con los dibujos del placer. Enséñale la elegancia de tus bailes y muéstrale el interés del cortejo. Pero con discreción, no eres una cualquiera que desea un amante a cualquier precio.

Recuerda que para encontrar a tu príncipe azul antes tendrás que besar a muchas ranas, pero intenta que éstas sean las más mínimas, lo único que hacen es dejarte un mal sabor de boca, que te llenará de furia, cada vez que pienses en que has tenido que repetir la experiencia. Utilízalo como un complemento más para buscar a tu hombre perfecto (en caso de que lo tengas recuerda, el amor hay que mantenerlo. Los fuegos más fuertes necesitan leña para seguir vivos.)

Puedes mover sensualmente los dedos alrededor de tu boca, rozarte los labios de vez en cuando para mostrarle una sonrisa pícara, acariciar la mesa cerca de su mano, acicalarte el pelo cuando él mira. Pensareis, pero si ellos no cogen esas señales tan sutiles, puede que no conscientemente, pero algo verá en ti que no deje de causarle expectación.


Ciertamente esto puede parecer una cacería, quizás puede que parezcamos más agresivas de lo que en realidad somos, pero recordar: no nos comemos a nadie, si no lo deseamos.

10 de septiembre de 2008

LOS CAMINOS PERDIDOS DEL SUBCONSCIENTE. (I)

Sé que he andado miles de veces por este sendero, a pesar de todo, no lo reconozco. Sólo una sensación me hace sentirlo como familiar. Miro a mi alrededor, estoy en medio de ninguna parte. El sol me da en la cara fuertemente con sus rayos, me deslumbra, pongo mi mano abierta encima de los ojos, pero es inútil. Sigo sin poder sacar nada en claro. De pronto, aquella fuerte luz, se atenúa y vuelvo a encontrarme sola.

Miro de nuevo a ambos lados, sigo completamente sola, el silencio hace me hace daño en los oídos, pero el paisaje ha cambiado. Ahora me encuentro en mitad de un ancho camino de arena fina, en medio de dos inmensas paredes de piedra pulida. Es imposible ver dónde acaban, ni siquiera una muesca de erosión pueden despejar la incógnita del tiempo que llevan allí. Mirándose a la cara una a la otra.

Doy un giro de ciento ochenta grados, pero la visión es la misma. Aquellos grises gigantes se alzan más allá de lo que la vista de cualquier ser humano puede alcanzar. De pronto sé dónde estoy, en algún lugar perdido. Seguro, ya esto no me da la sensación familiar del principio y me siento perdida dentro de la nada. Tomo mi posición inicial y decido seguir a delante, por algún motivo miraba en esa dirección.

Unos pasos titubeantes me guían hacia un lugar incierto, ¿cuánto tiempo llevo caminando bajo un sol que deslumbra pero no abrasa? No lo sé. En a penas pocos segundos, ese pensamiento desaparece de mi mente. Algo parece darme indicaciones que puedo estar siguiendo un sendero que acaba en algún lugar. A pesar de ello, sigo completamente temerosa, todavía no se si he tomado la decisión correcta, pero el haberme quedado en el inicio, me habría supuesto simplemente esperar. La pregunta es ¿a qué?

Las grandes rocas laterales delatan algunas tallas extrañas, nunca las había visto. Parecen jeroglíficos, pero tampoco puedo afirmar nada. Decido acercarme un poco más. Si, ahora los veo, decido tocarlos y no hay relieve. Estaban impresos en la roca ¿quién habría pintado todo esto? Las yemas de mis dedos continúas su exploración y encuentran una columna, desde el centro del camino a penas se nota la diferencia, me esfuerzo un poco más y noto el borde de lo que parece ser una puerta. Entonces me vuelvo hacia la pared contraria. Ahora las veo, el efecto es espectacular, impresionante. Me hace parecer más pequeña e insignificante de lo que en realidad soy. ¿Dónde estoy? Esta pregunta no obtiene respuesta dentro de mi mente. Helios brilla con su mayor intensidad, pero esta vez no ciega mi visión.

Puedo apreciar como el dibujo de la roca se hace relieve bajo la palma de mi mano, vuelvo a otear el paisaje y aparecen miles de puertas con diferentes inscripciones. Están muy bien cerradas, a penas intento forzar un par de ellas. No merece la pena, son miles, seguramente mis escasas fuerzas se agotarán antes de que encuentre alguna que me sirva a mi propósito. Escapar de allí.

Continúo mi camino, el paisaje es aún más y más imponente, pero ya no me asusta, me aterra no saber nada de un lugar tan cambiante. Me detengo en seco, respiro hondo, tapo mis ojos con la esperanza de que, cuando los vuelva a abrir esté de nuevo en otro lugar más acogedor. Nada funciona. El camino de arena fina continúa en el mismo lugar, las paredes siguen completamente pulidas y las columnas delatan la existencia de entradas a otros mundos, quizás. El muro se encoge, parece que las paredes ya no son tan altas, veo pequeñas uñas sujetas al borde de éstas, entonces me doy cuenta. ¡Me están vigilando! Miles de pájaros blancos de grotesco tamaño clavan sus ojos, negros como la noche, en mi.

Mis manos tiemblan, mis piernas se resisten a continuar, mis labios intentan entonar una canción para ahuyentar el miedo, pero es imposible. Concentro todas mis fuerzas en mis extremidades inferiores, intento caminar. Es completamente inútil, no me hacen caso. Corren despavoridamente en línea recta hasta llegar a una gran plaza circular. En su centro hay una gran columna maciza, me golpeo la cabeza con ella, no le he visto en mi carrera hacia ningún sitio.

Cuanto tiempo permanezco inconsciente, no lo sé. Lo único que delata mi incidente es un gran chichón con una grieta húmeda, esta ha derramado su contenido, en un largo río de flores carmesí, que dibujan un peculiar recorrido desde mi frente, pasando por mi tabique nasal y desviándose hasta mi boca.

Abro los ojos, poco a poco recupero mi borrosa visión, me duele la cabeza y las alucinaciones no cesan. Mies de luces adornan mi vista. Los pájaros siguen ahí, vigilándome. Uno de ellos me llama la atención en particular. Es más grande que el resto, ha osado descender hacia mi.

Nos encontramos frente a frente. Nuestras miradas se cruzan, aprieto los puños y me preparo para lo peor. Grazna horriblemente, ha provocado que mi cerebro rebotara. Chillo y un gran impulso me hace lanzarme al cuello de la criatura, ya no soy yo. He perdido el control de mí misma.

Estoy sudando, dolorida por el golpe y sangrando abundantemente por la cabeza. Muerdo su cuello hasta que arranco el trozo de piel que provoca un derrumbe, la he matado. Su cuello abierto no deja de expulsar la vida del interior de un cuerpo, ahora inerte en la arena.

Entonces miro más atentamente, tiene una llave. Alzo la vista y ya no hay nadie, han desaparecido sin aspavientos. Nerviosa, con la boca aún llena de plumas y las manos empañadas con la prueba de mi delirio, me dirijo a mi gran intento, salir de allí. Pruebo puerta por puerta, al fin una cede.

Paso a su interior y… Vuelvo a estar perdida.

8 de septiembre de 2008

Selene. Capítulo XXV

CAPÍTULO XXV: QUIERO APRENDER.


- ¡Tú no vas a ninguna parte! – Responde el intruso mientras le da un puñetazo en la cara a Luis.

El enamorado de Selene se encuentra aturdido, ha notado como todo su cuerpo se estremecía y un gran dolor en la cara hace notar que sus dientes, aunque sea por unos instantes, se han movido de su sitio. Sangra por la boca, en el impacto sus dientes han resquebrajado su bermellón inferior. Toca su mejilla mientras curva su cuerpo hacia a delante. Le ha parecido una eternidad, a penas ha sucedido todo en un solo segundo, mientras escuchaba la voz discordante de su novia en un esfuerzo por cogerlo en el aire.

Se sobrepone en pocos minutos, ve su mano tiznada de un líquido más espeso que el agua. Es rojo vino, pero eso no le pone en alerta. Mira a Selene, su rostro denota una gran preocupación por lo que acaba de pasar. Ella le tiende un pañuelo, mira su rostro y parece que no hay más daños.

- ¡Bestia! – Grita ella en un arrebato.

A Fepico ni siquiera le ha dado tiempo de reaccionar, está detrás de la barra, como una estatua de piedra sujetando fuertemente una botella de licor. Los clientes, que acaban de ver la escena, no hacen menos que el dueño, todo se ha parado, sólo la música permanece.

- La manía que te ha entrado. – Le dice Luis

Parece que su escudo de tranquilidad se ha evaporado, los ha sustituido por unos inmensos deseos darle una auténtica paliza a ese pedante.

Vuelve a retirar el pañuelo de su cara, está ensangrentado. El color blanco original se ha sustituido por un carmesí que arde en deseos de venganza. Está muy cansado de todo esto. Ese monstruo a aparecido de la nada, completamente repeinado, vestido con ropa cara, con un lenguaje pedante y reclamando una posesión que no existe, su novia; una persona que le ha entregado su corazón desde el primer momento en que se cruzaron, aunque todavía no lo sabía. Después intenta llevársela por la fuerza a un sitio muy lejos de él.

Ahora se presenta en su lugar de trabajo, como quien no quiere la cosa, se atreve a dirigirle palabras cariñosas y espera que esta le responda de buen humor. Y, para colmo de males, le agrede rompiéndole el labio.

- Cariño, bébete esto. – Selene le da el amuleto relleno de hierbas. – Verás como te sientes mejor.

Luis no pregunta, de un solo sorbo introduce todo el líquido en su boca. Se siente revitalizado, su herida ha dejado de sangrar. Mira a Víctor lleno de furia, sus ojos delatan la ira contenida desde hace días. Por primera vez, en mucho tiempo, el gigante tiene miedo; el pelo de la nuca se le eriza y su manos tiemblan inconscientemente, una palabra le viene a la mente. Seguro que se ha cruzado con él antes, hace ya muchos siglos, cuando el mundo todavía pertenecía a los dioses.

Los músculos de Luis se hinchan como los de un luchador, la sangre comienza a elevar sus venas por encima de la piel, su cara se contrae y sus manos tornan un brillo extraño. No sabe lo que está pasando, se siente extraño, pero muy a gusto.

A su mente acuden ciertos fragmentos de una vida pasada, muy anterior a la civilización actual, pero Selene sigue en ellos. Puede ver su cara en varios de ellos y, en uno de los fugaces fotogramas, la cara de Víctor. Aquel intruso.

- Creo que molesto aquí. – Dice Luis.

- Eso parece. – Le responde Víctor.

- ¿Has escuchado lo que está sonando? – Víctor dalea un poco la cabeza para escuchar el estribillo. – Lo mismo te digo. Si molesto me quedo y que te den.

El puño de Luis vuela por los aires como un cohete a reacción, su trayectoria es fija y va directo a la diana. Un golpe seco se escucha en ese momento, algo ha movido el cuerpo de Luis y le ha hecho caer al suelo, haciendo que falle en su intento por darle su merecido a aquel indeseable. Nadie ha visto nada, simplemente una sombra lo abrazó de la cintura y produjo el derrumbamiento del no héroe de la noche. Ahora no hay nadie por ningún lado, nada que indique que todo ha sido fortuito, a pesar de ello, todo el mundo ha podido percatarse de esa presencia extraña.

Selene la reconoce, sabe que es lo mismo que ha estado vigilándola toda la noche. No ha podido verle la cara, pero por su reacción es el sirviente de su odiado pretendiente. Sabe que continúa allí dentro, escudriña la oscuridad. Por fin lo encuentra, tras la sombra de una columna, cerca del pagano altar. Unos ojos afilados y unos dientes blancos, tras una sonrisa diabólica delatan que ha sido él.

Mientras ella busca al oportunista, Víctor mira desde su pedestal al coartado Luis. Sonríe triunfante.

- ¿Creías que podías tocarme? – Se dirige a la persona que ha agredido a penas unos minutos antes. Y rompe a reír estrepitosamente. – Esto por los vasos rotos. – Suelta algunos billetes encima de la mesa. – Volveremos a vernos.

- De eso estoy seguro. – Amenaza Luis mientras se incorpora ayudado por Selene.

Sin darse la vuelta se atusa su engominado pelo, sacude sus pantalones y se acerca a ella.

- Tú y yo nos veremos las caras. – Le toma la barbilla. – Recuerda que tienes que volver conmigo. ¿Dónde vas a estar mejor que en el paraíso?

La novia de Luis le da una bofetada y le quita, violentamente, la mano de su mentón. Su amante la agarra entonces de la cintura, el primer intento de romperle la cara ha sido fallido, pero el segundo no lo va a ser. De eso está muy seguro.

- Será mejor que te largues de una vez. – Dice alguien colocándole una mano en el hombro. – Y llévate a tu criatura contigo, ya ha dado bastantes problemas por esta noche.

- ¿Quién eres tú para darme órdenes? – Coge a Fepico del chaleco con las dos manos.

- Nadie, pero tengo, la suficiente mala leche y, los contactos necesarios para que tú y tu bonito culo salgáis de la ciudad a pie y en bolas. – Víctor lo suelta. – ¡Mejor!, puedo hacerte pasar la peor noche de tu vida, si me lo propongo. No sabes lo que pagaría más de uno por arrancarle el cuello a un pijo mientras le da por culo. – Enciende un cigarrillo, le da una calada y le echa el humo a la cara. – Lo hacen por entretenimiento, seguro que ni siquiera me cobra por el trabajito.

- Está bien. - se aparta unos metros - Nos vamos.

- Adiós encanto. - Se dirige a Selene aquel endro, sirviente de Víctor.

Luís mira como sale por la puerta seguido de una figura esbelta. Su pose es de triunfo frente a los acontecimientos, a pesar que no han pintado muy bien para él. Aún así decide salir como un auténtico vencedor del pub.

- ¡Será gilipollas! – Luis hace un gesto con las manos en el aire. - ¿Sus padres eran primos, verdad?

- Será todo lo que tú quieras, pero has conseguido acojonarle. – Le responde Selene mirándolo a los ojos. – De eso estoy segura. – Luis la mira incrédulo. – Créeme. – Lo toma de la mano. – Y ahora vamos a mi casa que voy a curarte eso.

- Mi herida está bien. – Le dice Luis dulcemente. – Fepico,… ¿Quiénes son esos contactos?

- Si te lo dijera no serían contactos. Se parecerían a las páginas amarillas. – Apaga el cigarro aliñado en el suelo. – Anda, nos vemos la próxima semana, ¡cuídalo!

Al salir del pub les encuentra el sol, los primeros rayos provoca que las mejillas de ambos se coloreen.

- Selene… ¿Puedo pedirte una cosa?

- ¿No has tenido ya bastante emoción por esta noche?

- No es eso.

- Por si acaso. – Lo mira. – Porque yo no tengo ni pizca de ganas.

- ¿Te acuerdas que me dijiste que podía aprender algo de magia si me lo proponía?

- Si, claro.

- ¿Puedes enseñarme?

Ambos se miran cogidos de las manos mientras el camino les dirige hacia un paradero incierto. Su destino ha cambiado, la casa de él se encuentra ahora más cerca. Las mantas y sábanas de seda aguardan la llegada de ambos amantes. Sus aventuras nocturnas han terminado, pero el amor continúa emergiendo a través de las calles. Las risas, caricias y juegos púdicos, delatan las intenciones de ambos en un ritual de bienvenida a Helios. Ahora el guerrero reclama su premio.

5 de septiembre de 2008

FUE LA NOCILLA

Era la caída de la noche de verano, el sol todavía asomaba por las cristaleras que daban al patio y, al final del pasillo, una niña, ataviada con una camiseta y ropa interior, caminaba descalza por un suelo de baldosas, que se asemejaban a un tablero de ajedrez de forma rectangular.


Los techos de aquella casa antigua eran increíblemente altos, los muebles, viejos y de madera noble, se alzaban frente a la atenta mirada de la niña, el pasillo estaba oscuro y las puertas, de su lado derecho, estaban cerradas. Tras ellas se escondían sus dos tías, ellas estudiaban incansablemente para poder sacarse los estudios superiores. Cuando aquel proyecto de mujer pegaba el oído a los tablones de madera horizontales, podía escuchar como recitaban las mismas lecciones una y otra vez. Ni siquiera sabía que significaba todo aquel vocabulario, sólo pensaba que, algún día, haría lo mismo.


A su lado izquierdo una habitación siempre abierta y en completa oscuridad, despertaba su imaginación, siempre la miraba desde a fuera. Conocía perfectamente aquel cuarto, pero a oscuras, se convertía en el lugar de las maravillas, veía dibujos en el aire pintado de negro. Aún así, nunca se atrevió a quedarse allí sola, en medio de todo ese silencio.


Aquel anochecer, sus pequeños pies descalzos caminaban por el largo pasillo hasta la última habitación. Desde su punta, se escuchaban voces de risas y conversaciones procedentes de la caja tonta. Su abuela estaba esperándola sentada en el gran sofá que cubría el último tramo de una pared, cubierta por un enorme espejo de estilo barroco. Notaba el suelo cálido en sus pies, el aire húmedo de las tardes de agosto y, para evitar el miedo a la oscuridad, pensaba. Sólo una idea le rondaba la cabeza, daba vueltas y vueltas como una noria, que dibujaba su futuro a la velocidad de una montaña rusa. ¿Sería modelo? ¿Actriz?, la verdad es que ninguna de esas profesiones la convencía, le parecían demasiado cursis. Pero en un mundo tan grande, seguro que encontraría algo para ella.


Mientras avanzaba por los caminos de la incertidumbre hacia la luz y la seguridad de la compañía de su abuela, su imaginación reanudó el vuelo una vez más, como todos los niños perdía la concentración fácilmente. Esta vez imaginó verdes prados, mundos imposibles, estaba volando. A la vez, sus pies continuaban en la tierra, notando cada surco del piso, cada línea de separación entre el cuadrado blanco y el cuadrado negro, oía cada mosquito y, sentía como, las gotas de chocolate se escapaban de su boca mientras pensaba en voz alta.


Entonces miró al techo, tan imponente como lo recordaba, con esos arcos, sus vigas de madera sobresaliendo de la vestimenta de cemento y dijo: seré escritora. Entonces una voz interrumpió su pensamiento. Su abuela, la vio aparecer por la puerta del salón. Tenía la boca coloreada de una sustancia dulce y marrón, las manos tampoco las llevaba vacías, una gran cuchara sopera, con una gran montaña de nocilla, delataban su goloso delito.


Nadie escuchó ese pensamiento, aquella mujer estaba más preocupada porque esa chiquilla tuviera la cara limpia que a lo que realmente estaba pasando. A ella tampoco le importó, tenía miles de formas de hacerse notar, siempre fue un bicho, y puedo deciros, de buena tinta, que sigue igual.

Parece impresionante pero, hasta hace a penas unos días, ese recuerdo permanecía muy oculto en su subconsciente. Fue porque encontró algo que le hizo recordar, a penas contaba con cuatro páginas, estaba escrito a lápiz, con una ortografía pésima, (aunque la de ahora tampoco es muy buena), corregida por ella misma, tal y como lo hacía su señorita en el cole, a bolígrafo, y con muchos dibujos en rotulador (en esa edad pintar con color permanente es toda una revolución). Era su primer cuento, uno de tantos.


Veinte años después aquel sueño infantil no ha cambiado. Puede que fuera una decisión rotunda, tomada por una niña de a penas seis años, que ha durado toda la vida. Y es que hasta los niños pueden tomar decisiones importantes. Y esta marcó su vida.

3 de septiembre de 2008

ME LO DEMOSTRÓ UNA VEZ MÁS.

Se que lo hice mal, para una relación basada en la plena confianza y la comunicación. Lo cierto que no fue una decisión fácil de tomar, pero he acabado muy contenta con ello. Después de diez años pensándomelo, hice pública la resolución de mi dilema.

- Cariño, me voy a hacer un tatuaje. – Le dije de golpe mientras un poco más y se le atraganta el buche de cerveza.

La escena no fue muy llamativa, por suerte nadie se volvió para mirarnos en ese momento. Quizás fue porque el bar estaba completamente solo. No contestaba, simplemente me miraba con cara de asombro.

Ciertamente muchas veces había hecho bromas sobre el tatuaje y el paso del tiempo, pero también me gustaba mucho mirar, cuando veía uno bonito o pasaba por delante de los múltiples establecimientos donde los hacían. Por supuesto hizo más caso a sus oídos que a su vista.

Lo de los piercings no le importó mucho que los tuviera, ya estaban ahí cuando él llegó. Pero mi silencio respecto al tema del tintado permanente en la piel era otra cosa. Todavía no lo había hecho y mi silencio sepulcral, respecto al tema, durante todos estos años, de los cuales cuatro había compartido conmigo, por lo menos le era sorpresivo. Siempre dice que nunca dejo de sorprenderlo, lo malo es que esta sorpresa no era muy grata, que digamos.

No merece la pena que nombre las miles de horas que gastamos, en conversaciones donde el tema central era eso, el tattoo. Pasaron días y semanas hasta que por fin decidí hacérmelo, la decisión estaba tomada, los cambios estéticos que se habían producido en mí a lo largo de ese último año habían derivado en una vieja cuenta pendiente. Tenía que hacerlo, no era una cosa a vida o muerte, lo cierto es que podía pasar sin ello el resto de mi vida, pero no lo haría de igual forma, ya que siempre me habría sentido con esa ausencia.

El día de la cita no fue de lo más agradable, no me refiero al proceso de realización del mismo. Tras más de cuatro horas clavándome agujas casi finalizamos la operación, y digo casi porque siempre hay que perfeccionar la obra. El proceso para mí no fue doloroso, lo cierto es que el aparato que uso para arrancarme, literalmente, los pelos de las piernas causa más estragos en mi sistema nervioso. Lo que si me dolió, aquel día, fue la falta de preocupación, por lo menos externa de mi novio, ni siquiera me había llamado para ver como estaba.

La primera visión del dibujo no fue mejor, su cara era de espanto y el horror a cerca de lo que llevaba puesto en la espalda se le notaba tremendamente. Él mismo me dijo que, por unos momentos, se había arrepentido de no haberme dicho nada la noche anterior cuando le dije que si él me lo pedía no acudiría a la cita.

Los días fueron pasando y poco a poco se acostumbró a él, lo miraba, tocaba, acariciaba,… incluso le resultaba sexy. Las cosas cambian, paulatinamente se fue acostumbrando a su presencia, su forma de verlo se tornaron. A parte de ello mi carácter se volvió más alegre, estaba casi completa y eso me satisfacía mucho, había podido cumplir un sueño que comenzó hacía ya muchos años cuando todavía era una niña.

La verdad de todo esto es que no me arrepiento de habérmelo hecho a esta edad, sabía lo que me esperaba y, como medio adulta (nunca dejaré de ser una niña), apechugaría con las consecuencias hasta el final. Pero, volviendo al tema, por supuesto decidí añadirle un elemento más al dibujo inicial, parecía incompleto, a parte de ello, tenía que retocar el color, un poco degradado para mi gusto.


Por ello volví a pedir cita, busqué una luna, ya que ninguna de las que vi me gustó, para añadírsela y me fui a la tienda. Después de ese día descubrí una cosa, que lo quiero más que antes y que él tampoco dejará de sorprenderme.

Creía que me diría algo, ya que ha pasado a medir 11 centímetros de ancho por 16 de largo, antes medía unos cuantos menos, pero tampoco era mucho más pequeño. No podía decir nada, yo solo llevé la luna, el artista que me lo hizo, decidió mejorarlo considerablemente y, en consecuencia, aumentó su tamaño. En esos momentos temía lo que me pudiera decir, ya le había oído comentar que le parecía pequeño, pero quizás era autoconvencimiento.

Cuando me senté en el banquillo y le mostré la espalda al tatuador, ni siquiera miró la hoja donde estaba el astro, la calcó a mi espalda y comenzó con el trabajo. Metió sombras, alargó picos, mejoró la imagen inicial, puso algo de color, dio sombra donde no había, corregía sus fallos anteriores y dejó algo pendiente para que volviera la próxima vez. Y todo lo hizo a mano alzada, lo cierto es que mereció la pena. Y con creces, pocas veces te encontrarás alguien que disfrute de esa manera de su trabajo.

Por descontado tardó mucho más de lo previsto y mi amado tuvo que venir a recogerme a la tienda, de todas formas estaba muy bien acompañada. Tenían puesto música heavy, eran muy simpáticos y mi hermano, junto con un amigo que era la cita siguiente, estaban allí conmigo. Cuando me vio acababa de terminarlo todo, había pagado y las fotos para el bock estaban listas. Me puse un pañuelo en la espalda y nos fuimos a mi casa.

Estaba loco por sacarme fotos, preguntarme cómo me había ido, si me había dolido esta vez, cómo estaba, me ayudó a curármelo y ponerme la crema,… Era increíble ya que la primera vez estaba completamente reticente al tema. Pero no hasta el punto de escucharlo decir que tenía ganas de que volviera a enseñarlo y que mi decisión fue acertada, que era verdad que le faltaba algo al inicial, que un tatuaje en la pierna le parecía muy seductor, que le encantaba lo que me había hecho (teníais que haberle escuchado meses antes.) Esta vez a la que se le atragantó el refresco fue a mi.


Veis porqué lo tengo que querer, y lo mejor de todo es que no lo hizo para contentarme, fue porque lo pensaba de verdad. Aquella ilusión no era la que me esperaba, pero fue lo mejor que pudo darme, compartir conmigo una vieja cuenta pendiente.