ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




20 de marzo de 2010

AHORA MISMO NO PODEMOS ATENDERLE.

No tamos
Si os preguntáis porqué esta semana no he escrito casi ningún post aquí está la respuesta. Una boda exige muchos preparativos, demasiados para mi gusto, pero por desgracia, casi todo recae en la novia, que en este caso soy yo. Ya he encontrado poco espacio entre pruebas de vestuario, búsqueda de zapatos, ropa interior, pruebas de comida, búsqueda del viaje, alianzas y demás aspectos. Por supuesto, sangreybesos me ha acompañado en todo lo que ha podido, las cosas que no tenían que ver conmigo sola, pero el resto lo hemos dejado para mi y la madre de la novia, sin olvidarnos de la abuela, por supuesto que, a sus 81 años, cinco hijas casadas, seis bodas como madre de las novias (mi abuelo, que en paz descanse, se quedó con las ganas de traer un varón a este mundo), todavía tiene energía como para seguir con la de su nieta la mayor (lo cierto es que parece que tiene 20 años.)

Pues bien, tras comprar caramelos para los niños (y la novia, golosa de nacimiento), champan infantil, hacer las invitaciones, buscar todo ajustado a un presupuesto limitado (que no es que nos sobre la pasta), preparar el viaje de novios, dejar listos los trajes, el velo de la novia y demás accesorios; tras haber sufrido horas de peluquería y esteticien, de aguantar con las extensiones (ya que de los nervios no me crecía el pelo) y de ver como todo el mundo perdía la cabeza por la boda de la hija mayor de las hermanas, la primera sobrina, la primera nieta, la que primero se casa de los primos y demás. ¡Ya está todo listo! A nuestra manera por supuesto y como nosotros pedimos, ¡trabajito que nos ha costado!

Sangreybesos y yo, contraeremos matrimonio hoy a las una y media del día, nos sacaremos fotos en las tiendas de comic donde aumentamos nuestras colecciones, en aquellos bares que nos han visto pasar un noviazgo de casi seis años y delante de aquellas mesas donde las conversaciones por miles de cosas afloraron. No podemos evitarlo, somos unos sentimentales, por supuesto la foto mona, aquella que le vas a presentar a toda la familia, se realizará, pero por lo demás tenemos que disfrutar este día.

Que cuándo volveremos, después de semana santa, esperamos, aunque algún hueco encontraremos para pasarnos por nuestros rincones. Por lo menos yo, prometo leer todo aquello que llevo atrasado y que se me atrasará de vuestros blog, volveremos con Selene, la diosa perdida que he dejado en un indeseable mundo, mis quejas por la vida diaria, con mujer y punto, de la cual practicaré algunos de mis consejos y buscaré unos nuevos y, por supuesto, lo mejor de todo ello es que volveremos a nuestros mundos particulares y todo será como hace cuatro meses.
¿Dónde estamos?

La respuesta dependerá del día y la hora si es hoy sábado, nos estaremos casando o ya en el convite de fiesta, sino estaremos paseando por los canales de Ámsterdam, buscando enanitos verdes en un cofeshop o disfrutando en la intimidad de una habitación de hotel, cualquiera de las respuestas me valen y es que estaremos tomando del elixir de miel que se saboreaba por las noches durante la primera semana de casamiento (sólo que esta vez lo cambiaremos por vino y cervezas holandesas.)

Así que os dejamos, estaremos disfrutando mucho desde algún lugar perdido de una vieja ciudad, a nuestra manera, como siempre, que no será la mejor pero es la que nos gusta.
Nos vemos a la vuelta.

16 de marzo de 2010

ESTO SI QUE ME HA MOLESTADO….Y BASTANTE.

Ya falta poco.

Menos mal que sólo faltan unos cuatro días, creo que esto ya ha llegado a su clímax. Y, ¿por qué lo digo? Simplemente porque mi estrés ha llegado a un punto de calma.

Hace dos noches tuve un sueño, de esos que tienes cuando los nervios te superan, aunque más bien fueron varios de ellos, en uno mi abuela se recolgaba de la lámpara del juzgado de un solo salto cuando sangreybesos y yo estábamos firmando los papeles, en el otro mi madre había cambiado mi traje de boda por un sayo semitransparente y unos zapatos negros, en el otro me peleaba con el que organiza el convite y, por fin, en última instancia, la bronca se la llevaba sangreybesos. Lo cierto es que me levanté bastante mosqueada aquella mañana y evitaba cualquier conversación con mi futuro marido, si puede decirse, ciertamente lo de mi abuela era increíble, pero no imposible, ya que, no recolgada de una lámpara, pero sí dando un espectáculo podía encontrármela en la ceremonia.

No descansé aquella noche, cierto, es un tema del que llevo dando la lata meses en este blog, pero para eso este es mi rincón y las noticias, buenas o malas, son algo que me pasa a diario (tengo una vida muy entretenida) Soy cansina y pesada, eso también lo sé, aunque es parte de mi naturaleza y no voy a cambiarlo aún.

Después de aquello, los nervios, las taquicardias nocturnas y los estrepitosos espasmos musculares mañaneros acabaron, pero es que llevo tres días durmiendo, como quien dice. Hoy, gracias a esta cura de insomnio, he podido hacer algo.

La gente no tiene fin.

Y es que no contentos con la boda, las preguntas de las vecinas para bajar a verme al portal el día de la boda y demás chorradas, hay una cosa que se les ha olvidado preguntar hasta ahora o que yo no he tenido en cuenta, cualquiera de las dos me vale.

- ¿Y los niños para cuando? – preguntita indiscreta de todo el que sabe que me caso, es decir, todo el barrio y parte del extranjero.

- Para cuando tenga la mansión y el yate – respondo con desgana y de forma no menos que grosera.

Algunos se quedan sin respuesta, otros me dicen que entonces no vendrán. La última que me han dicho, y esta ha sido buena ha sido una compañera de instituto:

- Hola – me dice y eso que nunca me ha dicho nada -. ¿Cómo te vá?

- Ah… Hola – le respondo, tenía pocas ganas de hablar -. ¡Qué niño tan bonito! – le digo mirando al carro que empuja -. ¿Es tuyo?

- Si, me case hace cinco años – me dice -. ¿Y tú?

- Yo me caso el sábado.

- Pues ya vas tarde – me dice la ingenua.

- Hace cinco años estaba estudiando una carrera.
- Pues no tardes en tener niños que a tu edad.

Lo siguiente de la conversación es un poco, como dirían algunos, un diálogo de besugos que no va a ninguna parte.

Y es que yo no se si voy tarde o ellas han corrido demasiado. Voy a cumplir 28 años, cierto, me caso talluita, por decirlo de alguna forma, aunque mi abuela contrajo nupcias con la misma edad. Pero es que si no corro con los niños se me va a pasar el arroz, dicen algunas, aunque ciertamente creo que estaré dispuesta a comprobarlo.

Todo tiene una edad.

Eso es verdad, pero creo que mis cánones para hacer ciertas cosas no entran dentro de lo que podría llamar convencional. No me caso joven, tampoco es que pienso que sea vieja, simplemente lo he hecho cuando me ha dado la gana. Que voy tarde, ¿para qué? Es la única pregunta que se me pasa por la cabeza, sin embargo, no quiero ni adivinar la respuesta de estas mentes estancadas en épocas arcaicas cuando el miedo a ser una solterona empezaba al cumplir los veinte.

Que puede ser por eso o por lo de los niños, el caso es que todo el mundo tiene interés en saber cuándo pienso traer a un monstruito que coma, duerma, llore y se cage continuamente en un pañal.


- Pues ya a tu edad… - me responden algunas cuando les digo lo del yate y la mansión.

- ¿Me los vas a criar tú? – digo ya harta de tanto inmiscuirse.

Respuestas varias, oigo pero no escucho - ni que haya venido al mundo para ser una incubadora andante – pienso para no ofender más, pero el daño mayor está hecho.
Lo que peor me sienta en sí, no es que me pregunten sobre mis planes sobre mi futura maternidad, es la autorización que se dan a sí mismos para pensar que debería correr porque sino ya no me va a da tiempo. Y lo más impresionante de todo ello, es que no me lo dicen personas mayores sólo, no señores, señoras, señoritas y señoritos, son aquellas gentes que tienen la misma longevidad que yo, estudiaron conmigo y una vez tuvieron sueños. Penoso.

Así que una última cosa, antes de hablar pensar un poquito, no esputéis lo primero que se os ocurra. Hay algo más a parte de intentar poner a una mujer en un canon arcaico y desfasado, parecía que estábamos evolucionando, pero viendo los últimos acontecimientos, sólo hemos sido unas pocas. ¿De qué te sirve entonces tanta lucha por la independencia, el querer hacer algo y la igualdad si cuando te cruzas con alguien que quiere hacer cosas la juzgas acorde con un rasero que no tiene nada que ver con los tiempos? ¿Eso es lo que hay que hacer porque es lo que está bien visto? Creo que hay cosas que deben cambiar y que no se están consiguiendo y la culpa es sólo nuestra.
Los niños, ya vendrán, cuando yo quiera, cuando lo vea conveniente, cuando haga algunas cosas que todavía no he hecho, no se me va a pasar el arroz y, si eso pasara, hay otras formas. Considerar una cosa, cuando una mujer se casa, firma los papeles, se va a vivir con el novio (cosa que ya hice) no pierde su libertad ni su decisión, no ha de volver a mundos perdidos en la mente y, mucho menos, deja de ser persona independiente y libre, así no hay quien disfrute.

9 de marzo de 2010

FLOR DE ALMENDRO

La vida había pasado demasiado rápido para aquel ángel con los pelos del color del infierno. Ahora, su cuerpo sin direcciones o sentidos, se había estirado dejando paso a una curvas marcadas y sus trajes infantiles, con pequeños dibujos, ensancharon los cuellos y cambiaron sus formas, para mostrar un canal de músculos caídos acabando en unas montañas sonrosadas de poca altura.

Estaba sentada, el aquel borde de cemento sin mirar hacia atrás, el ruido de la ciudad le parecía un leve murmullo lejano y el candor de los últimos rayos de sol, se volvían fríos y solitarios. Sin mirar atrás, una bonita sonrisa se dibujó en su cara, dio un paso y luego otro, no tenía prisa por adelantar camino y si por no pararse en el sendero. Ataviada con una maleta vieja, cosida con algunos parches y un abrigo de paño marrón, tomó la dirección opuesta a todo aquel bullicio que la envolvió durante una eternidad entera.

Evitaría las calles, no las más concurridas, ni las solitarias, sino todas, sus pies no querían tocar las baldosas del suelo, sus oídos anhelaban escuchar otros cantos… Así lo hizo, anduvo durante un largo rato cuando las ramas de aquellos oscuros árboles acariciaban afiladamente sus mejillas. Pocos centímetros de piel podían distinguirse en aquel cuerpo, que huía sin pausa y prisa de entre los matorrales del bosque, evitaba grandes piedras, torcía sus pies con los accidentes del camino y evitaba algunas de aquellas afiladas ramas del follaje más bajo de unos árboles milenarios. Seguramente no sería la primera vez que veían a una chica o a un chico perdido, aquellas formas le resultarían no menos que familiares ante sus ojos huecos, sin embargo, aquellos sentimientos perdidos, si. ¿Hacía dónde se dirigía aquella jovencita? Se decían unos a otros aprovechando las brisas nocturnas. Intentaban pararla, evitaban que continuara, pero todo fue inútil.

La luna menguante se encontraba ya en lo más alto de un firmamento azul marino cuando la primera estrella se dignó a brillar tenuemente, aparecía y desparecía a modo de parpadeo cuando por fin unos pies cansados detuvieron su marcha en un claro ya perdido. No se escuchaba nada en aquel lugar, el olor era dulce, la noche plácida y la luz ausente. Las hojas secas protestaban con cada movimiento, los ojos de los animales se abrían dejando paso a alaridos de quejas por despertarlos de unos sueños plácidos.

Allí, completamente inmóvil miró al cielo, soltó su maleta vacía y se despojó de sus ropas. Y, haciendo un hoy en el suelo, enterró sus pies, aquellas delicadas manos, ahora ensangrentadas y doloridas, mostraban sus palmas al cielo implorando algo. ¿Qué era? Una canción de una lengua tan antigua que sólo los dioses primigenios conocen.

Elfos y sátiros salieron de sus escondites para danzar al ritmo de la música y acompañarla con sus flautas y tambores, Selene tomaba la dirección de aquella serenata haciendo que la luna se llenara.

Horas duró aquel cantar, el sol apareció entre las copas de lo árboles y, en aquel claro, sólo una maleta medio vacía, que reposaba a los pies de un almendro, que se cubría de blanco por la primavera, es lo único que se veía. De la muchacha de cabellos rojizos ni una huella, de los sátiros y elfos, tan solo un tambor. Ahora las noches serán cálidas, los inviernos pasajeros y el otoño un leve pesar, ya que las flores blancas como la nieve en cada primavera despertarán.

3 de marzo de 2010

MANDA HUEVOS.

Esto es para mear y no echar gota.

Es que realmente hay que joderse con la cantidad de cosas ridículas que circulan a nuestro alrededor. Lo malo de todo ello es que estamos tan acostumbrados a ver cosas surrealistas, que no nos percatamos de los acontecimientos, el motivo, que cada uno va a lo suyo simplemente.

Sin embargo, las cosas cambian cuando te ves inmerso en un mundo de sonidos que van dirigidos a ti. Tenemos la mala costumbre de no pensar lo que estamos diciendo, es más, de imponer nuestro propio criterio cuando parafraseamos miles de fonemas que, pueden o no, carecer de sentido alguno para la persona que lo recibe y, lo que es aún más increíble, aunque lógico viéndolo desde cierto punto de vista, aunque no menos que asombroso para la persona que lo ve desde los dos lados, o mejor dicho, que es capaz de poseer algo de inferencia:

1. Que la persona que recibe la réplica o contestación se sienta no menos que asombrada por lo que acaba de escuchar, aunque se conozca de cabo a rabo como es la persona con la que está hablando.

2. Que la persona a la que se le contesta la frase se ofenda porque “sólo era un comentario” (estaba muy claro que no y más si te lo ha repetido una y mil veces.)

3. Que te digan una frase evasoria como: ya no te lo digo más, ay que ver qué difícil eres, era sólo un consejo o no me puedo creer que me digas eso. Entre otras.
Lo cierto es que parece que lo que piensas, dices o expresas de una forma oral, acto físico o de muchas otras maneras, no tengan ningún sentido y se crean en el deber de empujar a alguien a hacer algo que va en contra de sus convicciones (sean del tipo que sean, eso da lo mismo.)

Pues bien, entremos en materia.

Debido al tiempo que hace desde navidad (lluvia un día si y otro también) y a una inminente boda (que se celebrará en unos días), unido a una ridícula tradición (cosa que me hubieran dicho tanto si estuvieran cayendo chuscos como puños o el sol resplandeciera con toda su fuerza. Por lo tanto lo anterior sólo es una especie de atenuante a una conclusión ridícula.) Y todo ello contando con que soy atea confesa (si confesa para todo el que pregunta y diga, mi familia lo sabe, todo aquel que me nombra a un cierto ser supremo en forma de dejarle algo al azar escucha mi respuesta sobre la inexistencia del mismo, si viene a cuento lo suelto, ¡claro está! Si no, simplemente miro para otro lado y dejo a cada uno con su mecanismo, que para eso tenemos que ser tolerantes), pues bien, la reacción de la gente no ha sido otra que la siguiente.

“LLÉVALE HUEVOS A SANTA CLARA PARA QUE HAGA BUEN DÍA EL DÍA DE TU BODA.”

Puede que hubiera tenido que contestar ante tanta burrada, puede que hubiera estado bien decir que eso era la gilipollez más grande del mundo, pero simplemente me callé. Estaba cansada de escuchar chorradas aquella mañana y, entre otras cosas, me ha dicho tantas supersticiones sobre los rituales a seguir para que una boda salga bien, que hice lo que me dijo mi mente en ese momento (que no fue otra cosa que: ¡Cállate bonita que estás más guapa!) Pero la curiosidad era grande, por lo que encendí mi ordenador y busqué la tradición de llevar huevos a una señora que supuestamente es santa.

Por lo visto, la tradición manda que en vez de una docena de huevos sean trece, un número no menos que de mala referencia para ciertas personas, también que puede cambiarse la cantidad nombrada de óvulos de gallina por una donativo en efectivo, que no existe una oración para invocar al buen tiempo en sí y que la ofrenda tiene que llevarla un familiar o amigo de los contrayentes, ellos no, porque es mal augurio. Aunque esto último se le olvida a todo el mundo, cada uno coge la parte que más le gusta de la historia ¿verdad? Como la cantidad de huevos a entregar que seguro que ni las mismas clarisas, orden religiosa a la que hay que hacer la ofrenda, lo saben.

Por lo menos aprendía algo.

Y el descubrimiento me impresionó, no lejos de un clic de ratón, podía acceder a una página donde los huevos eran mandado de forma simbólica, aunque no el donativo, vía email a un convento. ¡Alucinante! – pensé ante mi hallazgo, pero muy lejos de darle al botón izquierdo del hardware, continué leyendo la historia. En ella descubrí que si llovía el día del acontecimientos, se decía que la novia no sería feliz durante su matrimonio y que eso era un augurio de llantos y desconsuelo, a parte de los infortunios que la harían llorar hasta el fin de sus días.

A coacción de esto, descubrí otro lugar un poco encerrado, en otra página donde ponía lo mismo que en la anterior, con ausencia del enlace para hacer la donación, pero que, en letra un poco más pequeña de lo habitual ponía un refrán: “novia mojada, novia afortunada”, ponía en cursiva. Y es que el que no se consuela es porque no quiere, aunque digan que lo primero no es ficción y que esto último son supersticiones.

¿Qué si he mandado los huevos a santa Clara? Creo que ya sabéis la respuesta, aunque algunos piensen que he podido caer en la tentación, pienso que si fuera afirmativa la respuesta, el juzgado no sería la sala donde ocurriría el acontecimiento y mis pensamientos serían, por decirlo de alguna manera, de otra opinión con respecto a la iglesia. Pero bueno, todos somos supersticiosos de alguna forma, ciertamente yo prefiero serlo a la mía.

1 de marzo de 2010

ESTO NO SE PUEDE AGUANTÁ

Tras las calles perdidas de un viejo barrio andaluz, un canto discordante, que no asonante, llamaba la atención .

- Aaaaa...Ajaaaaiiiiiiii – cantaba Manolete acompañado de un toque de manos que más bien huían de aquel llanto desesperado.

Así se llamaba, Manolete, que no siendo gitano ni por asomo, ni linaje derecho ni izquierdo, sino payo de casta antigua, cantaba con un ángel perdido en un exilio al escuchar su primera sinfonía.

- ¿Por qué tu cante es callejero? – le decían los viandantes tapándose sus oídos.

- Para que todo el mundo escuche mi arte – decía Manolito erguido e hinchado cual pavo real en su alarde de valentía, alzaba aún más aquello que lejanamente se parecía aun cantar.

Los caminantes evitaban por aquel barrio pasar, pues en fin de semana, aquel artista incomprendido, daba a todos los edificios, su canto sin más. Iba siempre acompañado, por una marcha asonante, que no arítmica, ya que para eso algo de concordancia hay que tener, de su fiel amigo Juanete, que alzaba a voz dando alaridos para animar al joven maestro de una escuela aún sin formar.

Así andaban los dos amigos, por los barrios andaluces, que aunque fuera verano provocaban una reacción, que si acompasada y con ritmo de golpes, los acompañaba por los callejones.

- Es que mi arte no se puede aguantar – decían cuando sonaban los ronquidos de las ventanas a su alegre pasar.

Fuera de tono decía su madre que estaba, aunque eso se dudaba, porque para estar fuera de algo, primero hay que querer entrar.

Un buen chico decían, mientras no quisiera aullar. Entre tanto, Manolete y Juanete, por las calles, que no perdidas y sonoras, están.

Ahora sacan asinfonías, de un roído banco de una jungla que nunca los comprenderá, aunque nos quedamos con esto:

- Por lo menos no hacen daño a nadie – dicen sus mamás que tranquilas y lejos de ellos a cualquier hora del día, las podéis encontrar.