ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




27 de febrero de 2009

GORROS CARMESÍ (V)

BUENAS NOCHES AMOR.

Todo estaba en su punto, la comida era perfecta, llena de manjares, todos los que había podido desear una mujer, sin embargo no comió nada, a penas probó el vino. Allí sentada, con los ojos taciturnos y un gran cansancio se deslizó suavemente hacia una de las habitaciones.

- No te importará que duerma este día aquí ¿verdad? – dijo una melodía suave y melancólica mientras se adentraba por los pasillos. – Mañana hablaremos – dice ella entre susurros mientras su boca se abre dulcemente, acompañada por una mano marmólea.

Allí estaba, completamente solo, viendo como un frágil cuerpo penetraba en la habitación que tan sutilmente había preparado. La puerta estaba abierta, lista para que su visitante la descubriera nada más entrar, la cama, cubierta con sábanas de seda blanca, un bonito edredón de plumas y algunos adornos, hecho con flores naturales, hacían los menesteres de cualquier dama.

Él la miraba con ojos lascivos, ansiosos por probar una carne prohibida. Sería el último que lo haría, pero tendría que esperar. Al menos un par de días más, deseaba conocer aquel mundo interno que tanto intentaba ocultar tras una máscara de banalidades, descubrir algo más de su pasado, recrearse en el tipo de mujer que adornaría su siguiente obra maestra. A penas tenía apuntes en su cuaderno. Miles de fotos decoraban ya su álbum macabro. En este, documentaba paso por paso todo lo que conocía de las infelices que se cruzaban en su camino, cuanto tiempo habían tardado en morir, cómo había jugado con ellas, el dinero que invirtió en regalos, si los recicló de su anterior víctima, una puntuación, los errores cometidos, los informes de la prensa y, a modo de un fin de su escasa biografía, un hermoso poema de despedida coronado con un retrato de sus cuerpos ya colocados en su marco final.

Levantándose sin hacer ruido se aproximó a la ventana, desde allí contemplaba la salida del sol y el lugar exacto donde dejaría a la chica, era más bello aún cuando los primeros rayos acariciaban el verde suelo. En un devastador silencio, se internó hacia la habitación contigua, allí corrió uno de los marcos y miró a través del espejo. Al igual que un policía vigila a un presunto malhechor, este lo hacía con todas las mujeres que se atrevían a internarse en su guarida. No podía distinguir nada, las cortinas estaban completamente desplegadas y las persianas, cubrían todo resquicio de claridad. Al igual que en su casa, no dejaba entrar ningún resto de luz en su habitáculo. Cierto era que le hubiera encantado internarse entre esas cuatro paredes para descubrir algo más. La claridad no le gustaba o por lo menos le molestaba bastante, por su trabajo tenía el horario de sueño cambiado, poseía una educación exquisita y su forma de moverse era idéntica a la de un ángel, por lo menos eso le parecía a él. Su mano se atrevió a tocar el pomo de la puerta de la habitación de la dama. Un gran escalofrío recorrió su cuerpo cuando las yemas de su cuerpo osaron acariciar el duro acero. Desistió de su intento y se internó de nuevo en el salón contiguo. Sus pasos eran ligeros, como si algo le persiguiera en la oscuridad. Al fondo, un gran mueble, cargado de cajones y aberturas secretas le mostraba sus encantos ocultos, estos estaban formados por algunas bolsas para transfusiones, jeringas, agujas, succionadores, algo de formol, alcohol y algodón. Lo miró con ojos golosos y volvió a pedir que se ocultaran tras la sombra hasta que no llegar el momento.

A la caída de la tarde, la puerta de la habitación de invitados se abrió, no había nadie en la casa. La chica, carente de toda conciencia sobre lo que en aquel lugar se tramaba, se aventuró por la casa, necesitaba explorar un poco la guarida de su amante. Como cualquier niña curiosa asomaba la cabeza por todos los rincones. Pronto, descubrió las maravillosas vistas que la noche antes contemplaba su captor oculto. Quedó hipnotizada al ver la escena, los árboles cantaban al son del viento, la luna acariciaba las pequeñas colinas del horizonte, la hierva era verde y fresca, las flores, rojas como la sangre, adornaban la pradera en pequeños lunares indefinidos.

- Ya te has despertado – le dice una voz masculina desde la otra punta de la habitación.

- Si – le responde sobresaltada. – He dormido mucho – continúa mientras sus brazos corren una bata semitransparente dejada por su anfitrión a modo de regalo. – Estaba muy cansada – le sonríe dulcemente.
En pocos segundos desaparece de la habitación y vuelve al rato vestida, unos pantalones negros, acompañados de una bonita camiseta de espalda descubierta, unos tacones altos y finos, todo del mismo color, y unas joyas plateadas, hacen los menesteres de la chica, por supuesto no se olvida de colocarse su complemento preferido, una bonita gorra de tela azabache. La visión es espectacular desde el otro lado del pasillo donde él, sentado en una gran butaca disfruta de la vista con una copa en la mano, está eufórico, esa será su noche. Sin tener que devolverla para que no sospechen de su desaparición, en lo alto de un paraje deshabitado y lejos de los ojos de intrusos, puede comenzar su juego. Sin embargo algo le sorprende, su corazón se acelera cada vez más y más, sus manos sueltan la copa que derrama parte de su contenido antes de romperse en mil pedazos. La sudoración de su cuerpo se dispara.

Cuando se recupera del shock se da cuenta de todo, ella lo ha besado apasionadamente provocando que se manche el suelo y ahora, aquella carita de rasgos sutiles, lo mira con unos ojos delineados de negro y unos labios rojos semidescoloridos, producto del choque con los suyos. Está sentada en sus rodillas y le invita sin mediar palabra a probar aquel colchón comparado especialmente para ella. La suerte vuelve a sonreírle.

“Comienza el juego” – se dice a sí mismo mientras una diablesa de arranca la camisa antes de tumbarlo en la cama. Entre caricias y besos, una mano masculina saca un tarro con una etiqueta, en ella puede leerse dulce sueños. Intenta descubrir también un pañuelo, pero es imposible, aquella fierecilla no le deja llevar a cabo sus intenciones, tendrá que prepararlo cuando el agotamiento la obligue a descansar junto a él.

25 de febrero de 2009

Selene. Capítulo XLIII.

CAPÍTULO XLIII: VOLVEMOS A ENCONTRARNOS.

El despertar no fue muy tranquilo que digamos, Yu, completamente agitada por el sueño, si es que se le podía llamar así. Mira hacia todos lados, no ve nada, simplemente a los dos tórtolos agarraditos y a Fepico durmiendo a pierna suelta, eso si, boca abajo. Recoge de nuevo sus alas y decide hacer partícipe de su despertar a todos.

- Es hora de levantarse – dice en voz alta. – No tengo ganas de seguir aquí.

- Vale, vale – dice Fepico mientras le se levanta evitando las patadas de Yu.

- Yu, ¿te pasa algo? – le comenta Selene. – Te veo un poco agitada.

- Eh… - dice ruborizándose. – No… nada – mira hacia la oscuridad. – No me gusta estar aquí.

- Pues no se diga más – Incide Luis. – Vámonos – señala hacia un punto. – ¿Y estos músculos?

- Estás recuperando tu cuerpo ancestral – le dice Selene.

- Anda, vamos – dice Fepico levantándose. – Musculitos.

Los cuatro comienzan a caminar encabezados por Fepico, que no está muy convencido de su posición en la fila, mantiene las monedas en el bolsillo de su pantalón. Aunque ahora la situación es más difícil. Lleva consigo a tres dioses, uno de ellos se está transformando en lo que era en un principio, cuando le concedieron la divinidad, otro, la más cascarrabia de todos, continúa transformada en su esencia y, espera con deseo, que Selene no lo haga, si una es lo más parecido a un ángel, por lo que le han podido descubir, sólo que con sexo, la otra no quiere ni pensar en qué podría convertirse después de los arrebatos en el bar. ¿Un demonio quizás? Si por algo destacaba Selene, era por ser la primera, la más antigua y poderosa y, a su vez, en la más bella de todas las diosas. Aunque Yu tampoco tenía desperdicio. A pesar de esa cara siempre enfadada, era bella y mucho, cualquier hombre o dios podía haberla deseado durante su existencia.

El camino permaneció en silencio, a penas se escuchaba el crepitar del suelo bajo sus pies y algún leve respirar. Las alas de Yu guardaban la retaguardia, eran grandes y fuertes, blancas y brillantes, podían despertar la curiosidad de cualquiera de las funestas criaturas que allí habitaban.

Esto me suena mucho” – pensaba Luis para sus adentros mientras se internaban en un bosque. A pesar del largo camino, todavía no habían encontrado a Cancerbero, al barquero o cualquier otro indicio que les permitiera entrar a las puertas del infierno. Cierto es que cualquier a de ellos podía haber llegado en el mismo tiempo que dura un parpadeo a su centro, pero llamaría demasiado la atención. Ares podría no recibir de buen agrado a estas visitas, familiar de Selene y enemigo casi perpetuo de muchos dioses, no le agradaba mucho el permanecer en un mundo que él mismo había creado. Era como el hermano malo de la familia, a pesar de todo, los dioses terrenales habían provocado más desastres que él. Encargado de guardar las almas dentro de un mundo inmortal, lleno de atrocidades, asumía su puesto como buenamente podía. De vez en cuando subía al mundo humano, los observaba y, quizás, alguna vez se dignó a renacer para tener una vida mortal.

El bosque, en el que se adentraban, era cada vez más espeso, se enganchaba en las alas de aquella damita oriental, le resultaba difícil continuar. En esos momentos hubiera deseado salir volando. Pero no podía, sabía que Selene se enfrentaría a ella y evitaría que lo hiciera, era testaruda, sin embargo, no hasta el punto de poner en peligro al resto de personas que la acompañaban. Edimión, intentaba apartar todas las ramas que podía y Selene, oculta tras sus espaldas, tocaba con las hojas con la yema de sus dedos, provocando un incendio pasajero, con el fin de facilitarle el paso a su amiga. Fepico, mientras tanto, intentaba romper, a golpe de machete, aquellas ramas gruesas y duras como el acero, a penas conseguía su objetivo.

- Pum, pum, pum…. – sonó cerca de ellos.

El disparo les había alcanzado, por lo menos a las chicas, una de ellas mantenía el perdigón entre sus dientes y la otra, simplemente los había detenido con las manos.

- Son duras de roer – dijo Luis a Fepico mientras se mantenían agachados en el suelo.

- Pum,… - volvió a pasar una bala por su lado.

- Pero ¡qué demonios! – blasfemaba Fepico.

- Demonios – incidió Yu. – Tú lo has dicho – añadió señalando con su blanco dedo hacia el final de un camino.

A lo lejos, una pequeña figura de no más de metro y medio, ataviada con unas botas militares, unos pantalones con mil y un bolsillos, un chaleco antibalas y un gorro con una gran visera se asoma entre las rocas. Unas gafas destellantes, les indica el punto exacto de su ubicación dentro de aquél espeso follaje.

Selene forma una bola de fuego en su mano y apunta hacia el objetivo.

- ¡Espera! – dice Fepico poniéndose delante.

- ¿Qué pasa ahora? – le dice Selene con los ojos completamente negros.

- ¡No lo hagas! – continúa. – Sé quién es y no nos hará daño.

- ¿Pero qué estas diciendo anormal? – le dice Luis.

- ¿No estás viendo que nos quiera matar a balazos? – añade Yu. – Y esto que llevo en la espalda se ve a leguas.

- Dejarme probar una cosa – dice buscándose un cigarrillo del pantalón. – Si no funciona fulmínalo.

- De acuerdo – Selene apagó la bola de fuego volviendo a su estado normal. – Aunque todavía no se que quieres hacer exactamente.

No hubo respuesta, simplemente Fepico se puso en pleno punto de mira de aquel demonio y comenzó a entonar una canción.
“Las dos jarras de cerveza, están en la barra
el camarero no me servirá más,
si le estallo una en el cráneo
quizás de la birra me pueda aprovechar…”

- ¿Fepi? – dice aquel diminuto ser saliendo de su escondrijo.

- ¡Abuela! – grita Fepico cuando escucha esto. – Sabía que no habías ido a parar al cielo.

Ambos, nieto y abuela se acercaron para abrazarse en un cálido saludo. Sin embargo la dulzura, entre ambos no duraría mucho. Un gran bofetón, propinado por la anciana, justo en la mejilla de su nieto rompe todo sentimiento de calor.

- Pero… - dice Fepico tocándose la mejilla. - ¿Ahora qué he hecho?

- Nada – le contesta su abuela. – La fuerza de la costumbre – lo mira colocándose las gafas en su sitio. – Aunque seguro que te lo mereces – lo acusa con el dedo.

- Seguro – le contesta su nieto sonriendo y volviéndose para indicar al resto que se acerquen.

- Se os ve un poco hambrientos y cansados – les comenta la abuela. – Venir a mi casa, no está lejos – dice fijándose en las alas de Yu. – Allí podréis descansar.

Selene, Luis y Yu, siguen a los parientes desde una distancia prudente. Fepico lleva a su abuela en la espalda y ambos van cantando aquella horrenda canción que les hizo reconocerse. A lo lejos, una casa perdida en mitad del bosque les espera.

23 de febrero de 2009

ESTO TIENE UN NOMBRE Y TE LO VOY A DECIR…

¿No os ha pasado muchas veces, que no veis la razón de porqué dar explicaciones, hacer algo o simplemente de hacer caso a alguien debido a que lo os cuentan no tiene sentido? No, pues no sabéis la suerte que tenéis, aunque de esto nadie se libra. Esto tiene un nombre en mi tierra, bueno, mejor dicho, más que un nombre es una frase hecha, se dice así: ganas de dar por culo. Si señores, os voy a poner algunos ejemplos:

3 de la mañana, un día de diario. Por supuesto estoy dormida (la mayoría de las veces) y suena el maldito teléfono, lo coges asustado, pensando que algo grave a pasado porque no es normal que te llamen a esa hora y….

- ¿Maruchiiii…? – de escucha al otro lado.

- No señora se ha equivocado.

- Lo siento

Y la tía cuelga sin más. Vale, pensaréis, no es para tanto, cualquiera puede equivocarse. Pero si te lo hace la misma persona noche tras noche, a la misma hora, durante tres días seguidos es para ponerse de los nervios. Lo peor no llega cuando te muerdes la lengua invitándola cortés mente a que no llame más; es cuando pasa lo siguiente:

- Si – digo medio dormida.

- ¿Maruchiiii….? – dice de nuevo una voz estridente al otra lado del teléfono.

- Lo siento señora pero se ha vuelto a equivocar.

- Pues yo estoy marcando bien

Y se atreve a contestarme la muy…. Vamos a dejarlo, por supuesto no se quedó exenta de mi opinión. No señora – le dije. – Es que desde hace dos días nos hemos mudado aquí, con este número de teléfono, que tengo desde hace ya unos dos años y a Maruchi la hemos tirado por el puente más cercano.

Por supuesto no contestó, colgó de mala forma. ¡Vendito botón de apagado de los teléfonos fijos! ¿Por qué no lo usaré nunca? El caso es que no volvió a equivocarse, de pronto reconoció los números. Si la cosa es tener razón aún cuando se nota que te has equivocado. Y si la persona que te lo dice es la que está sufriendo tu falta, peor todavía.
Sabéis cómo se dice esto, son ganas de dar por culo, sólo eso.

20 de febrero de 2009

GORROS CARMESÍ. (IV)

¿A QUÉ SABEN LAS ALAS DE UN ÁNGEL?

Aquella iba a ser su noche, ya había conversado bastante. Su víctima se planteaba aún más enigmática de lo que era en un principio, sus conversaciones, vacías en apariencia, ocultaban un rico mundo interior que no podía ocultar, sabía más de lo que intentaba enseñar. A pesar de todo, parecía que no conocía otra vida lejos de aquel antro, de vida nocturna y con pocos amigos, se encerraba en aquellas paredes sin dar signo alguno de vida cuando el sol aparecía por el horizonte, algunos movimientos se veían a través de las ventanas cubiertas con telas opacas.



En cambio, sus ojos, parecían ver mucho más allá de lo que cualquier mortal pudiera desear. Estaban cansados de forzarse por la luz de los focos y ansiaban un atisbo de libertad, expresivos y grandes, era muy difícil mantener la mirada. Tenía poca información sobre ella, no sabía como iba a reaccionar ante ciertas circunstancias, a pesar de todo, el hambre por el alma de aquella pequeña niña desvalida, le hacia acelerarse cada vez más. En otros tiempos, con otras chicas, ya había perpetrado su plan. Sin embargo, los conocimientos a cerca de ella, eran casi tan escasos como al principio. Era reservada, no hablaba de su vida íntima jamás, cierto era que él era un extraño más de los muchos que se le acercaban noche tras noche, pero esta vez era ella la que había dado el primer paso, algo tenía que interesarle. Al menos, eso parecía. Espectáculo tras espectáculo miraba por toda la sala para buscar a su caballero, este, amablemente, reservaba una silla a su lado y pedía una copa justo antes de que llegara. Compartían la velada y, a la misma hora de siempre, bien entrada la madrugada, se iba sin dejar un solo rastro. Nunca le dio el teléfono, una dirección, o cualquier otra seña que pudiera indicarle dónde vivía, la única veraciada, que podía considerar, eran los días de la semana que descansaba, ocasión que él aprovechaba para vigilarla por su barrio. quería conocer su forma de moverse cuando no tenía que ira a trabajar. Sin embargo, esta no difería mucho de su vida laboral.

Deseaba tanto tocar su pelo, rozar sus labios con la yema de sus dedos, apretar su cuello. Miles de veces se había imaginado el cuadro que tenía reservado para ella, ya tenía el lugar donde dejar su cuerpo, era un sitio especial. Los árboles cantaban dulces melodías cuando el aire pasaba entre sus ramas, el césped era verde y miles de flores rojas decoraban los alrededores. Era perfecto para un cuerpo tan bonito como el suyo.

Como siempre, acudió a su cita, allí estaba aquella visera blanca que escondía un rostro perfecto, sus labios pronunciaban aquella preciosa melodía que escapaba de su garganta y, como de costumbre, tomó asiento al lado de su caballero. Conversaban por unas horas y luego, tras unas risas y alguna que otra insinuación, se despedían hasta el día siguiente. Pero esta vez no, nadie la echaría de menos, por lo menos en unos cuantos días. No tendría que volver a aquel antro hasta la semana siguiente y, esa era su oportunidad. Salió al aparcamiento y allí, a lo lejos, cubierto por las sombras, un bonito coche con una margarita azul, reposaba al amparo de unos arbustos mal podados. Vigilaba cada paso que daba, no quería que nadie le viera acercarse, sigilosamente se agachó unos coches antes y pinchó las ruedas del vehículo de su víctima. Ahora no podría llegar a casa. Como si no hubiera roto un plato en su vida, se colocó en un punto estratégico y aguardó a que todos salieran. Una hora más tarde, el aparcamiento estaba desierto, en casi completa oscuridad y cubierto por miles de ruidos. Este sólo era acompañado por el llanto de una chica, melodioso y frustrado por no poder llegar a casa.

Allí estaba, sentada en el asiento del pasajero, con la puerta abierta y llorando desesperadamente. Sus medias, rotas tras posarse en el suelo, dejaban ver una piel blanca y brillante, sus mechones caían ocultando las manos que, como delicadas cortinas, limpiaban las lágrimas derramadas por aquella criatura.

- Te llevo a casa – dijo aquel extraño a su víctima mientras le tendía la mano.


Ni una palabra, sólo levantó la vista sonriendo al ver que era él, cogió su mano y lo acompañó hasta el asiento de su coche. No le dio ninguna dirección, ni siquiera habló, simplemente se acomodó y cerró los ojos, estaba muy cansada.
- Te llevaré a comer algo – le dijo de nuevo su conductor improvisado.


De nuevo no hubo respuesta, se dejó llevar por las circunstancias. No podía creer lo que estaba pasando, otras chicas se habían echo más de rogar, aunque en su largo recorrido de víctimas, había visto casi de todo. Aquel ángel falto de cariño, prefería pasar la noche con un extraño antes que sola, lo sabía, se lo había dado a entender muchas veces, pero no podía creerse que fuera con él. Cierto es que en aquellos lugares y viendo su vida, no le extrañaba mucho. Por ello tomó camino directo hacia su guarida, una casa situada en las afueras de la ciudad.

Tras más de media hora conduciendo, apareció de entre los árboles. Era de tamaño mediano, pintada con colores oscuros y muy alejada de cualquier lugar habitado. Desde allí nadie la escucharía, no había salida. Sin embargo, no le importó, por lo menos, eso parecía. Una mano cortés le invitó a pasar al interior, aquella noche la dejaría descansar y jugaría un poco con ella antes de hacer nada. La puerta giró sus bisagras tras su amo. Al otro lado, una gran mesa repleta de manjares se postraba ante ella.

18 de febrero de 2009

UN PERSONAJE DE MI HISTORIA FAMILIAR

Todavía recuerdo aquél día, como siempre, venía asada de calor, y eso que en la calle hacía una temperatura de unos 278 grados kelvin o lo que es lo mismo, una hartá de frío.

- ¿No tienes calor? – decía mientras se desabrochaba la rebeca, fina como el papel de fumar, que llevaba.

¡Claro!, corriendo como va a todos lados, ¿cómo queréis que no pase bochornos? Pero la cosa no es esa. Si todavía tuviera algún niño que recoger del colegio, comida que preparar o alguna que otra cosa que hacer, a parte de ir a comprar, comerse todas las muestras gratis de comida del supermercado, cotillear en el chino de la esquina y, por supuesto, devolverle el taperwere a la Pepa para que se lo devuelva lleno, lo comprendería. Pero es que ella no puede tomarse la vida con calma. Por eso, cuando llega a casa de mi madre, se sienta gustosamente a esperar que esta acabe de preparar la pitanza para el día.

Aunque no penséis que eso se acaba ahí, mi madre le devuelve la fiambrera, si, hasta ahí todo bien, estamos de acuerdo, pero esta parece que va a pasar por pruebas muy duras, lo digo por su aspecto, completamente embutida en papel transparente para soportar los duros baqueteos que mi agradable abuela le da durante el camino de regreso a casa. Esta parece un experimento de la NASA cuando abandona las manos de su dueña, en otras palabras, no se sabe si lo que lleva dentro es una estupenda comida casera o material radioactivo. Por supuesto la odisea empieza ahora, como quien no quiere la cosa, abre la tapa del carro, coloca su nueva adquisición a unos cinco centímetros de altura y Puff…. Se escucha como cae hacia el interior del mismo.

- ¡Mamá! – grita la Pepa al ver eso (parece que después de tantos años no se le ha curado el espanto al ver día tras día la misma escena)

¡Burra! – pensaréis todos. - ¡No! Natural como la vida misma. Pero esta mujer tiene otras peculiaridades, por ejemplo ha inventado su propio deporte de riesgo, el carring, si señores. Las únicas condiciones son, tener más de 60 años (chispa más o menos, tampoco quiero poner limitaciones), ropa cómoda y gafas oscuras, para no ver por dónde pisas. Lo de los zapatos lo dejo al gusto del consumidor. Como requisito imprescindible, el carro de la compra, si está lleno hasta los topes, ¡mejor! Ahora hablaremos del terreno, este requiere una altura mínima de entre 7 y 10 escalones, más o menos. Y ahí va nuestra ganadora, colocándose al borde del portal, se abrocha la rebeca para no enganchársela, mira al frente y deja caer su cesta con ruedas, sin soltarla, creando emoción, casi a la misma vez que el carro. Una caída perfecta señores, se atusa el pelo y continúa como sino hubiera pasado nada, dejando tras de sí un embriagante olor a colonia.

- Pues no te lo podrás creer, pero las ruedas del carro están dobladas – me comenta mi abuela mientras paseamos.

Lo cierto es que lo verdaderamente asombroso es que estén en su sitio, pienso mientras noto como una mano me achucha para que cruce un paso de cebra mientras el profesor, que enseña al estudiante de la autoescuela, da un frenazo bruco con tal de que no le de un beso al morro del coche. Lo siento – hago con la mano mientras mi abuela toma carrerilla agarrándome del brazo. Uf – pienso para mí misma. – Menos mal que no llevaba puesta una falda, sino su mano hubiera ido directamente a levantar la tela.

Es un coche de autoescuela – me dice. – Tienen que parar en todos los pasos de cebra. En esos momentos pienso si tráfico le paga un plus, mientras nos dirigimos a nuestro objetivo. Esta mujer tan variopinta, con un alma de una niña de 20 años, ronda más del medio siglo (unos treinta años más, pero como es mujer no se puede decir exactamente cuantos cumple) Madre devota, cotilla por excelencia, acalorada desde que la conozco, de eso hace ya unos 26 años, su perrerías empezaron desde muy pronto, poco puedo deciros de su infancia, pero si de alguna que otra trastada cuando era madre. Así, como quien no quiere la cosa la tercera de sus hijas dormía con una media en la cabeza para que no le cortara los pelos, a la segunda de ellas le dislocó un volvió a recolocar un hombro tras ponerle la manga del jersey (es que era más fácil si el brazo estaba suelto), a la mayor le hacía llorar todas las mañanas, antes de salir a la calle para que se le callera el maquillaje (a ella no le gustaba, ¡qué le vamos a hacer!), la antepenúltima luce una preciosa cicatriz fruto de un incidente mezcla de mi abuela y una pinzas de depilar, la chica, no iba a ser menos, ¿veis la sonrisa que siempre luce?, no es por casualidad, son años y años de sufrir tremendo tirones de pelo debido a una coleta bien tirante, fruto de que mi abuela quería que la niña tuviera la cara más redondita. Sin embargo, no todo el que la rodeaba era beneficiario de su invención, ella misma también ha sufrido sus propias consecuencias, por ejemplo el quitarse la una urticaria a base de esponja de esparto y agua bien caliente, los refregones podían escucharse desde el otro lado de la puerta. Una vez se rompió un brazo, ¿un incidente fortuito? ¡Que va! Su insistente manía (ahora ya no la tiene) de pisar todo lo que encontraba por la calle, la llevó hasta su última consecuencia, lo peor de todo no fue el mes y pico (no puedo decir exactamente cuanto fue) que pasó con esa escayola desde la muñeca hasta el brazo. Ella se olvidaba de que la llevaba puesta y ¡ahí de nosotros! Pobrecitos todos los que osábamos acercarnos a ella, teníamos golpes de la escayola hasta en las piernas, ya que, como todos sabemos, sus movimientos no son suaves como una pluma. Y es que todo lo que inventa o pasa por su mente es igual, pero no por ello es menos adorable.

Como hay más personajes en esta historia tampoco van a salir indemnes, sus nietos, sin contar conmigo, por supuesto (de la que ya conocéis algunas historias) han sufrido pinchazos de sus alfileres al cogerle los bajos de los pantalones o cuando nos hacía un traje y que se moviera el que fuera valiente, que se iba a enterar. A alguno de los varones le pilló cierto miembro con la cremallera del pantalón al arreglárselo, cosas de mi abuela, no se dio cuenta de que estaba ahí.
Las dos nietas que me siguen, alucinaban en colores cada vez que mi abuela se sacaba la dentadura postiza adelantando sus dientes inferiores, ellas querían hacerlo igual, aunque la más pequeña de ellas siga en el intento de conseguirlo.

Persona que se jacta de ser la mejor embustera de la familia, a sus dos hijas mayores las puso en una sola noche, rubias. ¿Que cómo lo hizo? Fácil, compró un bote da gua oxigenada y las embadurnó con ella, le gustaban las niñas rubias, ¡qué le vamos ha hacer! Otras veces llenaba los plásticos antiguos de leche con aire, sellaba el pico por donde había sacado el líquido y lo metía en el frigorífico, haber quién picaba. Por supuesto la respuesta no se hacía mucho de rogar. Rosquillas quemadas por toda la casa, acompañaban este cuadro tan singular, podías encontrártelas en la tapa del wáter, debajo de las almohadas, en los cojines, encima del escritorio, y es que cualquier sitio era bueno para tenerlas guardadas menos en el escritorio.

A parte de eso siempre ha tenido una buena mano para la cocina, pero de la mala. Esta señora tan curiosa, con un don especial para las manualidades, es la única persona que puede quemar una gelatina. No queráis ni pensar que puede pasar cuando hace algo con aceite, el color negro o marrón oscuro, tirando a chamuscado, es un signo inequívoco de que ha pasado por sus manos. Eso si, el puchero le sale de muerte, pero no penséis que te lo pone en un plato como a todo el mundo, no, eso sería demasiado para ella. Los hace cubitos de hielo y los mete en bolsas, su medida, doce cubitos de puchero son una taza para calentar. Espero que no se lo eche a un cubata.

Pensáis que alguno de los presentes se ha librado de ella, no, estáis muy equivocados. Sus yernos han tenido que pintar la casa familiar antes de llevarse a sus hijas. Y es que sus señales están por todas partes, más de las que pensáis, después dicen a quién he salido, a mi abuela, ¿a quién sino? ¿De dónde iba a sacar entonces tanta imaginación?


Feliz cumpleaños abuela.
(No está basado en hechos rales, lo son al cien por cien)

13 de febrero de 2009

GORROS CARMESÍ. (III)

UN GOLPE DE SUERTE.

Durante varios minutos estuvo buscando aquel coche de formas redondas, recordaba perfectamente la matrícula, el color, el modelo,…. A un paso anormalmente reducido, el motor de su vehículo rondaba por las calles circundantes al bloque de pisos de su presa, sin embargo, no podía dejar de admirar el paisaje, de día todo era completamente diferente, las sombras habían guardado sus figuras en habitaciones oscuras, aguardando al descanso de Helio para poder volver a crear un ambiente de misterio y desorientación.

Volvió a mirar la calle, ambas aceras, completamente repletas de coches, sólo se veían interrumpidas por alguna que otra señal de prohibido el estacionamiento. En silencio, aquellos gigantes mecánicos, aguardaban a sus dueños en silencio, como si el tiempo no pasara por ellos, mirando el trasero de su compañero, sin a penas molestarse por los golpes o arañazos recibidos por los paseantes. A lo lejos, muy cerca del estacionamiento de la noche anterior lo halló, su objetivo estaba fijado justo delante de la salida de coches de un garaje privado de múltiples aparcamientos. Listo – pensaba para sus adentros, el paso más difícil lo había hecho ya, sólo le quedaba buscar un lugar donde guarecer su máquina y esperar. A pocos metros de distancia, justo en la acera opuesta, un pequeño lugar aguardaba entre las sombras de un sauce llorón. Algunas de las hojas rozaban el techo metálico y la humedad del ambiente hacía volver a recordar momentos sólo pasados de noche.

En un paseo de reconocimiento, se aseguró que ese era su objetivo, la margarita de su matrícula lo delataba, no era muy grande, pero lo suficiente como para darle una cierta particularidad. Retornó a su habitación improvisada y, aguardando la noche, esperó pacientemente a que la luna se mostrara en todo su esplendor. Podía llevársela esa misma noche, si se le antojaba, pero ansiaba conocer su vida. Demasiada poca ostentación para ser una prostituta de lujo y, sin embargo, vestía excesivamente bien para hacer las calles como una cualquiera. Algo tenía como cierto en todo lo que había podido averiguar de ella, que trabajaba de noche y vivía sola, eso despertaba su curiosidad más que nada en el mundo, hacia ya dieciséis años que no se sentía así. Lo recordaba perfectamente, aquella niña fue su primera víctima; las primeras sensaciones volvían a aflorar inundando su cuerpo, despertando más aún, si cabía, su instinto de depredador. Esperaba que su cuerpo se electrizara de la misma forma que entonces, pero no cometería los mismos errores. A cada inocente, que pasaba por sus manos, mejoraba sus formas. Esta vez no tendría que mejorar nada. Sería todo perfecto, su mejor trabajo, aquel que le daría un nombre para la eternidad.

Bajó del coche y se dirigió a compara algunas cosas, entre ellas, una gorra. Los regalos que les había ofrecido a las otras eran puras baratijas, pero ella se merecía algo mejor, más caprichos, fantásticos mimos y, por supuesto, las mejores drogas y jeringas que pudiera encontrar, aunque esto último lo dejaría para última hora, arreglándolo con algunas llamadas. Si por algo destacaba era por dejar sus cuerpos completamente limpios de su elixir; aquello provocaba una piel marmólea que, junto con unos ojos pintados de negro y un pintalabios rojo, destacaban las facciones de aquellas muñecas sin vida. Las dejaba a todas en un bonito paraje, completando su tétrico cuadro que, horas después sería conocido y visto por toda la población.

A la caída de la media noche, el ruido de unos tacones, rompían el silencio sepulcral de la calle. La esperó al inicio del callejón, cerca de su vehículo. Cuando las luces de su objetivo se prendieron, como dos ráfagas de fuego, dando el toque de salida, giró la llave del contacto y la siguió de lejos. La carretera era estrecha, sin asfaltar y las piedras del suelo meneaban el coche de forma casi continua, a pocos metros de aquel camino un garito de madera y luces de neón se erguía ante él. Aquel antro pertenecía a una de las múltiples paradas donde los miles de viajeros de la carretera hacían parada, a estos se la unían los rezagados de las urbes. Su clientela compuesta casi exclusivamente por hombres, daba gritos a las múltiples gogos que allí se retorcían en la barra. No era un club de alterne, demasiado alejado de la visión de cualquiera que pasara por la vía más cercana, allí había que llegar conociendo el camino, nadie estaba en ese lugar por casualidad. Las camareras, altas y esbeltas, se movían rápidamente para satisfacer a la clientela, pero de ella ni rastro. Cierto es que se hubiera podido conformar con cualquiera de las chichas que allí se encontraban, bellas como ninguna, le hacía sospechar porqué tantos hombres acudían a ver un espectáculo un tanto soso y aburrido, lleno de talentos, que más valía la pena no haber descubierto nunca.

Estaba perdiendo los nervios, el coche de ella estaba fuera, pero ni rastro. ¿Dónde estaba? La sudoración y el pánico comenzaron a apoderarse de él cuando la música paró. Allí estaba, la pequeña visera blanca hizo su aparición. El espectáculo consistía en una especie de mezcla de baile rock y malabares, se movía como una especie de bailarina de clásico, a destiempo, pero causaba furor. Aquellos movimientos con las mazas prendidas en fuego y sus mayas apretadas, no dejaban cabida para menudeces como esa. La presentaron como la estrella que jamás se apagaba, aunque eso pronto tendría remedio – pensaba para sí mientras veía su manejo con el fuego.

Después de media hora, aquella pequeña niña vestida de blanco y lentejuelas, se postró en la barra, estaba junto a él, en el único hueco que había.

- Un poco se absenta – dice una voz dulce a un ángel pelirrojo tras una barra de madera.

- Todavía te queda una entrada – responde aquella diablesa de ojos mágicos.

- Eso es problema mío – añade la inocente presa molesta.

- Como quieras – la camarera se encoje de hombros y sirve la diabólica bebida.

A pesar de sus palabras, su tono y su estado de ánimo, aquella melodía no perdía su precioso tono. Se dio la vuelta y le sonrió, la respuesta no se hizo esperar, un alma solitaria que encuentra una muestra de afecto en un ambiente ostil, responde amablemente a su invitación para conversar. ¿De qué? Pensaba él mientras su grácil cuerpo se colocaba junto a él. La respuesta era sencilla, sabría que no había ido a parar a aquel sitio por casualidad, allí no se llega por haberse perdido, mucho menos si no te lo han contado. ¿Entonces? Entablaría una conversación normal, la suerte le sonreía, se había fijado en él.

Su plan estaba listo, la conversación a pedir de boca, las mentiras más sutiles y encantadoras se servirían en pequeñas partes, igual que los mejores manjares. Actuaría lentamente, pero para ello tendría que volver noche tras noche. Sería fácil, su plan estaba urdido en muy pocos segundos.

Un frenético brillo destacó en sus ojos al pasar ese pensamiento, la chica seguía sonriendo, pensaría que sería por ella y, en cierta medida lo era.

- Hola.

11 de febrero de 2009

Selene. Capítulo XLII.

CAPÍTULO XLII: ¿REPONEMOS FUERZAS?

- Yu, creo que deberías mirarte la espalda – le dice Luis señalando con el dedo su propia espalda.

- Si, ya lo se – responde pesadamente mientras encuentra aquel retal de color. – La tengo arañada – suspira desesperada cuando lo abre el objeto de su búsqueda frente a ella. - Ahhhh…. – vuelve a suspirar al contemplarla. – Sanará en unos días, no es nada.

- Yu, deberías tocarte los hombros – le vuelve a insistir Luis mientras Selene mira por encima de su hombro con mirada burlona.

- Vale, vale – dice mientras se lleva la mano a la paletilla. – Lo haré… A ver qué mosca te ha picado – sus ojos comienzan a abrirse como platos. - ¡Mierda! – exclama mientras palpa su reverso.

Aquella dama desnuda, procedente de otro mundo y quizás de otro tiempo, estaba asombrada por algo que, al parecer se le había olvidado. Nadie pierde su apariencia real, dentro del mundo de las sombras, una vez la haya invocado. En aquel lugar, las almas se mostraban tal y como eran y Yu no iba a ser menos, su cuerpo estaba en carne y hueso en aquellos parajes, pero su esencia real no era la que daba a los mortales. Si, efectivamente, era bella, digna de admiración, muchas mujeres de la antigüedad intentaron imitarla en vano. Ahora no podía esconder otra parte de ella, las alas, unas tremendas deformaciones de proporciones gigantescas y cubiertas de plumas albinas, salían desde la parte de atrás de sus hombros y se extendían a más de dos metros de distancia, parándose justo a pocos milímetros del suelo.

- No te acordabas ya de esto… - Selene la mira fijamente cambiando el color del paño. – Por eso yo evito enfadarme, ahora será más difícil del camino.

- No te creas, podemos volar – añade Fepico acercándose. – Vuelos gratis, cortesía de los dioses.

- Vaya cagada que acabas de decir – le interrumpe Luis.

- Si pero suena bien – se vuelve a mirar a Yu. – Podrías ¿decirme qué piensas hacer con ese trozo de tela minúsculo? – señala el trozo de tela para acto seguido desviar la mirada hacia la caída de su cinturón. – Ya tienes tapado lo fundamental… ¿Para qué más?

La pequeña muchacha oriental se enfada aún más provocando que le incendien los ojos y dejando que dos llamas de fuego salgan de los mismos, mientras sus dienten se muestran ante su enemigo.

- Ah, ah… - le dice Fepico moviendo el cigarrillo de lado a lado, sujetándolo con dos dedos. – No te lo recomiendo – da una calada. – Podrías quedarte peor de lo que estás. ¡Ángel!

- No estoy tan segura de ello - responde Yu aplacando su rabia. – Aunque así fuera, merecería la pena – comenta vuelta de espaldas y transformando la tela en otro quimono blanco con pequeñas flores de color lila.

- Será mejor que descansemos un rato – dice Selene. – ¿Te acuerdas de cómo hacer una tienda de campaña? – Yu la mira enfadada - ¡Vamos! Es la única forma de poder estar a salvo aquí dentro.

Las alas de la diosa se cierran en círculo formando una cápsula perfecta fuera de cualquier tiempo y mundo. Allí podrán dormir y tomar fuerzas tranquilamente sin ser molestados de nuevo, por lo menos por un tiempo. En su interior, aquel ángel milenario se despega de sus miembros y camina por el habitáculo como si no dependiera de ellas.

Han pasado ya varias horas, quizás días, desde que empezaron a caminar por el mismísimo infierno, no han comido ni bebido nada desde entonces y, mucho menos, han podido dormir un poco, por lo que deciden rendirse al descanso pasajero y reconfortante.

Minutos después, una de las esencias se despega de su cuerpo carnal y se dirige a la luchadora, está desnuda de nuevo, la mira hasta embriagarse de su belleza. Ya no puede más, sus manos han de tocar aquellos muslos prietos y sus pechos pequeños y turgentes. Lo hace, no le queda más remedio, un gran impulso lo obliga a cometer tal atrocidad. Comienza por sus pies diminutos y se eleva a la rodilla, provocando que la chica se despierte; al contrario de lo que pensaba esta se muestra receptiva ante la invitación de su atracador.

Eleva sus manos hasta las rodillas de la chica, las empuja levemente hacia un lado y su cuerpo cede igual que miles de flores cuando se derraman de su cesta. La tiene como deseaba, vuelta de frente a él, con la espalda tocando el suelo y con sus rojos labios, ahora ardientes e hinchados, dejando salir la melodía de la lujuria. Su cuerpo, entonces, decide recorrer un poco más, aquellas extremidades llenas de falanges se cruzan con sus pezones. Entre tanto, su boca se une a acallar el canto eterno del placer, su lengua arde y saliva continuamente, los dedos aprietan unos pezones grandes y duros.

Tras unos instantes de descanso, vuelven a bajar hacia lo que antes tapaba un bonito cinturón. Descienden rápidamente hasta que sus yemas tocan los ríos del placer, que manan desde la gruta de los misterios. Una vez allí el índice y el pulgar se aventuran a acariciar las paredes internas, sus movimientos son lentos y continuos, siguen un mismo ritmo provocando que su hermano más grueso, roce un pequeño accidente que se atreve a elevarse entre los labios inferiores, justo un poco más arriba de los parajes, ahora desiertos, de un bosque frondoso.

Los gemidos comienzan a hacerse cada vez más fuerte, ella desea que continúe con su osadía y, a la vez, que termine con esa parte del trabajo. Mas no habla, sólo cierra los ojos, se retuerce e intenta elevarse para poder tocar el falo de su acompañante. Este está eréctil y deseoso de terminar el trabajo que, con tanto aplomo, ha comenzado su dueño. Yu se levanta y lo tumba en el suelo. Los niveles de su pasión, se notan por tremendos efluvios que salen desde su entrepierna hasta la rodilla, ya no puede más. Se coloca sobre su amante desconocido y comienza a cabalgar cual amazona, mientras chilla desaforadamente.

Aquel extraño, la toma por la cintura y siente como pronto vendrá el final, no desea que este llegue demasiado pronto, pero no hay marcha atrás, la carrera ha comenzado y no puede hacer que se detengan o relentice el paso. Ella chilla más de lo normal, casi no respira y sus manos se aferran a su carne. Unos ojos casi desorbitados delatan que ha llegado, sin embargo, aquel entrometido amante, no se percata de nada. Él también chilla de placer, ha llegado al clímax junto a ella, nota como sus uñas se han clavado en su piel y aprieta sus caderas fuertemente.

9 de febrero de 2009

ESTO DA MAS JUEGO DE LO QUE PARECÍA EN UN PRINCIPIO.

Un complemento unisex.

Y es que el conocimiento de su uso data desde la edad de Bronce, en aquella época podía estar hecho de fragmentos de piel de animales, cuerdas o cualquier otra cosa resistente que le diera la vuelta a la cintura. Cualquiera puede hacerse uno en pis pas, sólo hay que tener un poco de imaginación y ver en ciertas cosas lo que el resto de personas no ve: el típico pañuelo largo que nos rodea la cintura o sólo la cadera, queda muy sugerente cuando sales a la calle y, si, se utiliza a modo de cinturón.

No podemos olvidar que ha estado muy ligado a la moda, que ciertas tribus urbanas, se caracterizan por usar uno u otro tipo de estas preciosas serpientes, fabricadas con diversos materiales, colores y formas, algunos de sus acabos son muy clásicos y otros tremendamente llamativos, siendo sus terminados dignos de estar en la vitrina de cualquier coleccionista. ¿Qué quieres destacar con ellos? La dureza, el talento, prefieres ocultarlo porque sólo posee un uso funcional, mostrar una elegancia… Lo cierto es que no podemos negar que ciertos vestidos, conjuntos, trajes, etc, cambian completamente su imagen cuando portas uno de estos fieles amigos que esperan pacientemente dentro de un cajón o colgados de la puerta de tu armario a que los elijas a ellos para lucirlos ese día.

Sin embargo, no nos confundamos, tiene muy poco tiempo de vida dentro de su uso normal y cotidiano, ciertas a apariciones le han dado un indudable protagonismo a lo largo de la historia, pero no fue hasta principios del siglo XIX cuando este elemento estético-funcional pasó a ser algo común en todos los armarios, hasta entonces se asociaba a los militares y, los hombres del pueblo, bueno, mejor dicho, los señoritos que utilizaban pantalones altos de talle para estilizar su figura, parecer más alto y diferenciarse de la plebe, ¡cómo no! Hacían de este un uso estético (después comenzaron a utilizarlos pode debajo de las camisas, ¡vaya a ser que los confundan!)

Afortunadamente ahora hay de todos los gustos y colores, es fácil de encontrar y está al alcance de todos los bolsillos, eso si, el que quiera algo mejor que se gaste las perras, porque por existir, los fabrican de todos los precios e intentarán sacarnos el mayor dinero posible.

Como siempre, hay para todos.

Como he nombrado al principio, puedes hacer que cualquier cosa, que se adapte a ciertas características de longitud, dureza y estabilidad o agarre, se convierta en una de estas prendas. Pero voy a hablar un poco de todos ellos.

- La cuerda: primer recurso por excelencia, el predilecto del “macho ibérico” (fenómeno mutante aún en existencia, no en peligro de extinción), el agarrao, el que no tiene otra cosa a mano, el que piensa que le queda bien y sale a la calle con eso (¡Ole tus huevos!), el del cateto de pueblo o el de los nazarenos (que no os confundan, es un cordón de cortina para agarrarse la túnica y disimular que les queda larga. No preguntéis porqué lo se)

- La tira de cuero: esta parte tiene muchas posibilidades; está el ancho, utilizado para tapar la hucha o el tanga de los pantalones altos de chocho, el tipo corpiño, utilizado para aprisionarte los pulmones, hacerte una figura más esbelta y que parezcas más delgada (nota: no hace milagros), el fino, utilizado por los hombres para agarrarse los pantalones, el del chino de la esquina (vulgarmente dicho), que sirve para dos veces, son de colores chillones y algunos son bonitos (pa gustos los colores) y el invertido, que se abrocha a la espalda (yo tengo un par de ellos)

- Los formados por hilo: a esto me refiero, como he comentado antes, a los pañuelos, bien pueden ser los largos y rectangulares (esos mismos que nos ponemos en el cuello en invierno) o los que doblamos para hacer forma de pico, pueden pasarse por los enganches destinados para el cinturón del pantalón o ponerse por fuera, estilo árabe, para aumentar la sensación de movimiento de las caderas (tiene un buen efecto, creerme.) Otro estilo son los de ganchillo o croché, un arte milenario que muy pocas jóvenes saben realizar, pero siempre está la abuela, la madre, la tía o la tienda de la esquina para poder lucirlos, la ventaja que te lo haga un familiar es que sabes que sólo es el tuyo y te has gastado menos de un cuarto del dinero.

- Los de metal y pedrería que dan un toque de distinción y elegancia, cambiando un poco el estilo y la perspectiva de la ropa que portamos en esos instantes (los hay en el todo a un euro de la esquina, entre otros comercios, pero ¡son tan monos)

En cuanto a las hebillas, también las hay para todos los gustos: las clásicas, las agresivas, aquellas que dan vértigo, las simbólicas, las que utilizas para dar publicidad gratuita llevando un logo porque te gusta (que cada uno piense lo que quiera), las graciosas, antiguas y, la horterada por excelencia, las que llevan neones, letras o carteles donde se expresa a letra 205 y luces que podrían dejar ciego a cualquiera, lo sexy, macho, salida/o y caliente que estás. Vamos, que lo único que no dices lo insinúas, en otras palabras: estoy desesperada/o, tengo que pillar a toda cosas y soy el puto amo, aunque no tenga ni media guantada (un consejo, guárdala y no la saques jamás del fondo del armario; eso no es mal gusto, es que simplemente naciste sin él.)

No apto para cardíacos.
Primero para ella.

Para este juego de seducción sólo necesitas un pareo grande, que cubra el cuerpo entero, y un cinturón, eso lo dejo a tu elección pero los de metal son los ideales. Ahora vístete con el pareo, sólo con él, sin ropa interior, ya la ha visto mucho ahora muéstrale la cobertura; ponte el cinturón y hazte un lazo en la tela de forma que se caiga descubriendo tus pechos y parándose en la cintura.


Te doy más pistas, de noche o de día, una luz tenue, música relajante (aunque la velada va a ser muy muy movidita y…. Baila, muévete y descúbrete dejando que él quite lo único que le separa de tu fuente de placer. Otra opción es ponerte el pareo como una falda y el cinturón de adorno, dejando un sitio donde él pueda agarrarse cuando hagáis esas posturas tan excitantes (cada uno tiene las suya o las suyas…)

Vosotros, quitaros el cinturón con fuerza, como si fuese un bicho, golpear el suelo, desnudarlas y colocárselo en la cintura, hacer que tenga un agarre más o que vosotros lo tengáis, acariciar su piel con él suavemente, pasando por todos los entresijos de su cuerpo, besarla tras su punta y disfrutar de una noche llena de lujuria, cuero, metal y, porqué no, de sexo del bueno, duro o blando, eso es lo mismo, pero disfrutar de lo que hagáis.

6 de febrero de 2009

ESTOY DE LUNA DE MIEL.

Bueno, si realmente puede llamarse así, porque no me he casado y creo que eso va a tardar un poquito.

Cierto es que comienzo una nueva vida junto a sangreybesos y que, en estos mismo instantes estemos disfrutando de nuestra nueva vida juntos. Ya ha llegado el día, bueno llegó ayer por la tarde, como todos los días salimos a divertirnos y dar un bonito paseo, tomar unas cervezas, emborracharnos, reírnos juntos… y todas esas cosa que solemos hacer desde que empezamos a salir juntos, hará ya cinco años dentro de muy poquito. Lo cierto que espero haber cogido una buena cogorza a base de tequila, limón y sal, como nos gusta hacer cada vez que visitamos el centro. Todo esto tras una opípara cena, no muy romántica, pero si divertida, llena de comentarios ingeniosos y al gusto de los dos. Es que no se puede pedir mucho, cuando te gusta disfrutar de las cosas simples.

Lo único que va a tener de particular esta noche es que no volveremos a nuestras respectivas casas, sino a la nuestra propia a dormir en nuestras sábanas, en nuestro cuarto y nos levantaremos juntos (espero poder hacerlo toda la vida.) Por eso mismo digo, que aunque algún día, decidamos firmar esos papeles que nos acreditan que hemos decidido unirnos, a efectos fiscales (para otra cosas no), este día y esta noche no se va a volver a repetir nunca. Jamás volveré a irme de la casa de mis padres, volveré a vivir independiente y, mucho menos, pasaré otra noche tan especial como esa, sabiendo que no se irá de mi vera (eso espero), que no tendré que volver a dormir en mi camita de 90 y en un cuarto solitario.

He puesto todo a mi gusto, la decoración es lo de menos, he preparado la ropa, las lencería, los tacones, las medias, la cita con la peluquería, la esteticien, la manicura,… ¡Hay que predicar con el ejemplo! Y le esperan un par de sorpresas estos días. Volveré pronto a escribir en el blog, en a penas unos días, ya que, al no ser algo oficial, sin ceremonias ni parafernalias, sólo vamos disfrutar unos días libres de trabajo y un fin de semana (cuatro días en total) ¿Para qué quiero más? Tengo toda la vida por delante.

Ahora todo el mundo me dice cosas como:

- ¿Y los niños, para cuando? (¿Te has parado a pensar en la chuminada que acabas de decir? Creo que nó. Tú llevas yo que se cuantos años casada y trajiste los niños cuando te dio la gana, pues yo haré lo mismo. ¡Qué bullas tiene la gente!)

- ¿Y por qué no te casas en vez de irte a vivir? (Y a ti que te importa. Y me lo dice la misma que me comentó, hace ya unos meses, que con el tatuaje no me podía casar porque no quedaba bien con el traje de novia [foto de mi avatar] ¡Gilipollas!)

- Se va a vivir en pecado – comentan cuando hablan entre ellos delante de mi. (¿Mortal?, respondo cuando escucho esto. ¿Yo te he preguntado lo que hiciste con tu mujer antes de casarte?, no. Tampoco me interesa tu vida íntima. Lo cierto es que me lo suda, como diría más de uno.)

Estoy muy contenta con todo esto, nerviosa y expectante ante los acontecimientos que se han cernido sobre mí y que se están presentando en estos momentos (recordar que esto se publicará un día después de mi llegada a “mi casa” y que todavía no ha ocurrido nada. Sin embargo lo adelanto por el mero hecho que no se si me va a dar tiempo.) La vida comienza ahora, sin papá, sin mamá y con alguien con el que he decidido montar mi propia familia, ¿no es emocionante? Lo cierto que si estos nervios que tengo son los mismos que se pasan cuando se va a casar alguien, lo vivo como si fuera así.



Para el resto del mundo no lo será, incluso para mi novio, pero para mí es como si me hubiera casado. Sin preparativos banales de ningún tipo, los justos para una boda íntima, para él y para mí. ¿Qué más puedo pedir? Nada, va a ser mi ceremonia, mi unión, comeremos y beberemos abundante mente, como en cualquier celebración y sólo nosotros pediremos la vez para bailar con los novios. Sin más, una unión propia de dos seres que nos les gusta ser el centro de atención y, mucho menos, obligar a nadie a que asista al enlace, que te de un regalo,…etc. Seremos sangreybesos y yo, los dos solos en nuestro mundo creado a base de cariño y confianza. Un universo paralelo donde nuestro mundo creará todo lo que hace falta para que sea algo sonado y recordado por siempre, en dos mentes divagantes que desean unirse en un frío mundo que nosotros hacemos que sea cálido y acogedor, mientras estamos juntos.

Por supuesto no he olvidado los camisones sexys y otras muchas cosas, que espero que hayáis aprendido con mis post de mujer y punto. Estos son mis días, ahora me toca disfrutar y ser feliz.

Hasta pronto.

4 de febrero de 2009

Selene. Capítulo XLI.

CAPÍTULO XLI: UNA RESPUESTA EQUIVOCADA (SEGUNDA PARTE.)
Aquel ser infernal se elevó, a duras penas, algunos metros por encima del suelo, aún colgaban de sus extremidades las cuerdas que la mantenían cautiva. Su mirada estaba llena de furia, sin embargo, esta no iba dirigida a Yu. Tras haber intentando visualizar los temores más profundos de su alma, había descubierto una gran barrera, había metido la pata. Tras muchos siglos viviendo a sus anchas, había tocado fin. Pero el orgullo de cualquier demonio es inmenso y la ambición, por ser uno de los pocos que habían derrotado a un dios, era demasiado fuerte. Por ello tomó altura y se dirigió al ataque.

Una luz azul mortecina rodeó a la chica, estaba cansada, hastiada por todo lo que estaba aconteciendo en la habitación. No era la primera vez que se enfrentaba a un ser del averno, sabía como atacarlos. Pero esta le había cogido por sorpresa, tantos años de sedentarismo habían conseguido que bajara un poco la guardia. Sin embargo, estada dispuesta a atacar.

El veneno comenzó a recorrerle las venas, le quemaba, como si una antorcha recorriera cada centímetro de su piel mientras la llama incandescente la acariciaba con su fuerte abrazo. Ni un solo gesto se vio en su cara, sus ojos continuaban con su brillo inexpresivo, tan sólo su boca se dignaba a torcerse haciendo en ella su típica mueca de sonrisa maléfica.

Ambas, diosa y criatura, se miraban fijamente en un halo de indecisión. ¿Quién sería la que primero atacar? La catana estaba lista a punto para cortar, pero no se adelantaba a nada. Entonces ocurrió, la bruma que acompaña la caída y salida del sol en invierno, vino en su busca llenando toda la habitación. Y unos cuantas gotas de rocío hicieron el resto, la cúpula que se formó a su alrededor, aunque débil y tímida en apariencia era imposible de traspasar. Sólo un incauto se dignaría siquiera a tocar los cristales de la ira. La masacre estaba servida.

La arpía, harta de ver este tipo de numeritos por parte de magos de poca monta, atacó. Iba directa a su cabeza. Un único pensamiento pasaba por su mente, podía ganar, se llevaría la gloria y el reconocimiento de muchos, incluso podría ganarse un lugar mejor dentro de aquel siniestro mundo. A penas la rozó, una pequeña herida en la frente de Yu, delató que una de sus uñas había estado allí, por lo menos se había acercado lo suficiente como para abrir sus carnes. Ahora esta se postraba junto a uno de los pies de la chica, brillante y con un trozo de su dedo unido todavía. Este se movía inquieto, buscando a su dueño, con el que no volvería a reunirse jamás.

Yu no se movía de su sitio, su posición pétrea dejaba a su enemigo completamente a sus espaldas. Desde ese ángulo podían notarse cómo su quimono, completamente desecho dejaba paso a cinco grietas purulentas que rezumaban un líquido extraño. Parecía más grave de lo que realmente creía que le había hecho en un primer momento. Y estaba dispuesta a continuar con lo que había empezado. Alzó su zarpa y…. Ni siquiera le dio tiempo a reaccionar, su brazo acompañó a su parte caída mientras podía verse un corte perfecto en el hombro. El hueso de la clavícula asomaba levemente cuando se retorcía y un gran chorro de sangre, casi negra, manaba por todos lados manchando la burbuja cristalina.

Aquel pequeño cuerpo con apariencia humana se postraba delante suya, riéndose a carcajadas, mientras intentaba tapar su mutilación. Por momentos comenzó a desconocerse quién era el demonio de los dos contendientes, cuando la furia de Yu afloró; De su espalda dos grandes alas blancas, iguales a las de un águila, surgieron sin más. Estas casi tocaban el cielo de la cúpula, cuando la bruma comenzó a transformase en niebla. Aquel ser manco intentaba escapar por las cristalinas pareces, a pesar de todo, era completamente imposible, chillaba con la esperanza de que sus espectadores se apiadaran de ella y lo sacaran de ese infierno, pero todo era inútil. Cuando aquella diosa tomaba represarías, era imposible calmarla, no habría clemencia en ningún momento y su muerte sería una de las peores jamás vistas. Aquella fue su última imagen mientras el filo cortante atravesaba su cabeza diagonalmente, sus dientes se rompieron en el intento y su grito, estrepitoso y desmedido, se apagó como la llama de una vela tras los labios de un niño.

Sin embargo todo estaba desbordado, su atacante no concluyó hasta hacer finos trozos con el cuerpo de aquel cadáver. El suelo estaba lleno de ellos cuando las gotas de rocío tocaron el suelo, desprendiéndose de su posición como gotas de fina lluvia que hicieron volver a la chica a su ser. Su pelo estaba enmarañado, ya casi no quedaba nada de su vestimenta, a penas un cinturón rojo y dorado que tapaba su monte de venus. El resto, desintegrado en el ataque, caía en forma de pequeñas virutas de brillantina dando, un toque casi mágico a ese instante.

- Otra vez te ha pasado lo mismo – le dice Selene. – Se te ha vuelto a desintegrar el quimono.

- Cierto – dice mirándose el cinturón. – Tengo que aprender a controlarme un poco – acaba sonriendo mientras se dirige a una pequeña mochila donde guarda un trozo de tela.