ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




5 de septiembre de 2008

FUE LA NOCILLA

Era la caída de la noche de verano, el sol todavía asomaba por las cristaleras que daban al patio y, al final del pasillo, una niña, ataviada con una camiseta y ropa interior, caminaba descalza por un suelo de baldosas, que se asemejaban a un tablero de ajedrez de forma rectangular.


Los techos de aquella casa antigua eran increíblemente altos, los muebles, viejos y de madera noble, se alzaban frente a la atenta mirada de la niña, el pasillo estaba oscuro y las puertas, de su lado derecho, estaban cerradas. Tras ellas se escondían sus dos tías, ellas estudiaban incansablemente para poder sacarse los estudios superiores. Cuando aquel proyecto de mujer pegaba el oído a los tablones de madera horizontales, podía escuchar como recitaban las mismas lecciones una y otra vez. Ni siquiera sabía que significaba todo aquel vocabulario, sólo pensaba que, algún día, haría lo mismo.


A su lado izquierdo una habitación siempre abierta y en completa oscuridad, despertaba su imaginación, siempre la miraba desde a fuera. Conocía perfectamente aquel cuarto, pero a oscuras, se convertía en el lugar de las maravillas, veía dibujos en el aire pintado de negro. Aún así, nunca se atrevió a quedarse allí sola, en medio de todo ese silencio.


Aquel anochecer, sus pequeños pies descalzos caminaban por el largo pasillo hasta la última habitación. Desde su punta, se escuchaban voces de risas y conversaciones procedentes de la caja tonta. Su abuela estaba esperándola sentada en el gran sofá que cubría el último tramo de una pared, cubierta por un enorme espejo de estilo barroco. Notaba el suelo cálido en sus pies, el aire húmedo de las tardes de agosto y, para evitar el miedo a la oscuridad, pensaba. Sólo una idea le rondaba la cabeza, daba vueltas y vueltas como una noria, que dibujaba su futuro a la velocidad de una montaña rusa. ¿Sería modelo? ¿Actriz?, la verdad es que ninguna de esas profesiones la convencía, le parecían demasiado cursis. Pero en un mundo tan grande, seguro que encontraría algo para ella.


Mientras avanzaba por los caminos de la incertidumbre hacia la luz y la seguridad de la compañía de su abuela, su imaginación reanudó el vuelo una vez más, como todos los niños perdía la concentración fácilmente. Esta vez imaginó verdes prados, mundos imposibles, estaba volando. A la vez, sus pies continuaban en la tierra, notando cada surco del piso, cada línea de separación entre el cuadrado blanco y el cuadrado negro, oía cada mosquito y, sentía como, las gotas de chocolate se escapaban de su boca mientras pensaba en voz alta.


Entonces miró al techo, tan imponente como lo recordaba, con esos arcos, sus vigas de madera sobresaliendo de la vestimenta de cemento y dijo: seré escritora. Entonces una voz interrumpió su pensamiento. Su abuela, la vio aparecer por la puerta del salón. Tenía la boca coloreada de una sustancia dulce y marrón, las manos tampoco las llevaba vacías, una gran cuchara sopera, con una gran montaña de nocilla, delataban su goloso delito.


Nadie escuchó ese pensamiento, aquella mujer estaba más preocupada porque esa chiquilla tuviera la cara limpia que a lo que realmente estaba pasando. A ella tampoco le importó, tenía miles de formas de hacerse notar, siempre fue un bicho, y puedo deciros, de buena tinta, que sigue igual.

Parece impresionante pero, hasta hace a penas unos días, ese recuerdo permanecía muy oculto en su subconsciente. Fue porque encontró algo que le hizo recordar, a penas contaba con cuatro páginas, estaba escrito a lápiz, con una ortografía pésima, (aunque la de ahora tampoco es muy buena), corregida por ella misma, tal y como lo hacía su señorita en el cole, a bolígrafo, y con muchos dibujos en rotulador (en esa edad pintar con color permanente es toda una revolución). Era su primer cuento, uno de tantos.


Veinte años después aquel sueño infantil no ha cambiado. Puede que fuera una decisión rotunda, tomada por una niña de a penas seis años, que ha durado toda la vida. Y es que hasta los niños pueden tomar decisiones importantes. Y esta marcó su vida.

4 comentarios:

sangreybesos dijo...

No es que hasta los niños puedan tomar decisiones importantes; SON las más importantes. La edad adulta está sobrevalorada.

(Tengo un amigo que a los 12 años decidió que quería ser administrativo. ¿Te lo puedes creer?)

Silderia dijo...

Lo cierto es que tu amigo debió de ser un poco aburrido. ¿a qué edad será normal elegir ser domador de leones?

sangreybesos dijo...

Creo que no existen datos contrastados al respecto. De todas formas, los domadores de leones no abundan. Lo que hay es mucho payaso suelto.

Silderia dijo...

Te recuerdo mis pinitos de payasa