ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




17 de febrero de 2008

Lo que me corresponda.

Inutilidades diarias

Uno de los muchos absurdos, que se dan diariamente, y que nunca somos capaces de evitar, es el intentar evitar que tu madre te ponga la cantidad de comida que tu deseas en el plato. Es psiológicamente imposible. Por supuesto el tema abuela, es algo que habría que tratar más en profundidad, por lo que simplemente lo nombraremos.


- Cariño, ¿cuántas albóndigas te pongo en el plato? – te dice tu madre mientras abre la hoya.

- Ponme tres, que no tengo mucha hambre – le respondes.

En ese momento estás perdido, has entrado en su juego. Es inútil intentar que tu madre te ponga tres albóndigas, le va a parecer poco. Así que te dirá:

- No, te voy a poner cinco porque son muy pequeñas – Mientras te está colocando el plato delante de ti.

Entonces ves el equivalente a pelotas de tenis, multiplicado por cinco y en carne, pero eso no acaba ahí, la mitad de esa esfera, casi perfecta, está tapada por una gran cantidad de salsa con tropezones de verdura flotando.

- Ves como eran muy pequeñas – te dice tu madre.

Tu asientes con la cabeza, pensando en que si eso es pequeño, qué será grande. Ahora has descubierto porqué tu madre compro aquellos platos que parecían piscinas.

Lo peor de todo no es eso, es que si no quieres comer más tu padre te mira con cara de enfado y te dice:

- Se come todo lo que haya en el plato, por en…

- Si papá si, pero es que ya no puedo más de verdad – le contestas.

En esto que tu madre te retira el plato, casi terminado y te pone un natilla casera, con dos galletas, que rebosa en el cuenco. Y tú, pues te lo comes.

Un rato después se da la conversación con su hermana, o cualquier otro familiar de las cantidades tan ingentes de comida que comes, y admite lo realmente grandes que eran las albóndigas.

Bueno, pues yo he encontrado una solución para evitar la típica conversación. Así nos ahorramos la pelea, aunque no el que te ponga más comida en el plato.

- Cariño, qué te cuánto te pongo en el plato.

- Lo que me corresponda.

- ¿Lo que te corresponda?

- Si, ni más ni menos. Tu echa la ración que me toca.

Con esto no vas a evitar que tu madre cuente mal, o que tu padre te diga una de las tres verdades de la vida, “en la casa del pobre reventar antes que sobre”, como es costumbre si te dejas algo. Pero evitarás que tu madre se contradiga a ella misma, causándote problemas neuronales.

De esta forma, una conversación que dura unos 15 minutos, una vez, como mínimo, al día. Se acortará tanto que llegará un momento que no preguntará. Directamente te pondrá lo que le de la gana. Porque, una madre será la mejor economista del mundo, pero no saben cuanto son tres y que diferencia hay entre 5 y 7.

1 comentario:

sangreybesos dijo...

Cuánta razón tienes, querida. ¿Y qué tal cuando vienen los parientes? Aunque sean hermanos de tu madre, sangre de su sangre, y haya confianza, siempre va a ser lo de "¿Te echo más albóndigas, que has comido muy poco?" "No, que va...", y ahí que van las albóndigas. "Que no quiero más", "Si no has comío ná", "¿Pero cómo que no?" y así todos los domingos.