ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




12 de mayo de 2008

Selene. Capítulo XIII.

CAPÍTULO XIII: TEQUILA, CANELA Y NARANJA

El pub Put seguía su velada nocturna, eran ya casi las seis de la mañana cuando Selene no perdía de vista la puerta de entrada. Aquel trozo de madera sin picaporte y curtida con trozos de cinta de embalaje por múltiples lados, no se movía ni por la reacción del viento de la calle. Estaba inquieta y un poco triste en su interior, su corazón se aceleraba con cada minuto que pasaba y su turno estaba a punto de terminar.

- ¡Ya puedes irte! – Dice una voz familiar detrás de ella.

- Pero si sólo son las cuatro, me faltan aún dos horas para salir – Responde.

- Al jefe no se le replica. – Le dice mientras le coloca el dinero en la palma de la mano. – Tu turno acabó, te doy el resto de la noche libre, no te preocupes podré arreglármelas solo. – Le da la espalda a la chica. – Siempre lo he hecho, mañana a la misma hora, se puntual. – Desaparece tras la barra con una media sonrisa, dejando a la chica sola.

Selene coge sus cosas de su “taquilla” y se larga, está a punto de salir cuando la puerta se mueve, alguien va ha entrar en breve, pero no es Luis, sólo una panda de borrachos que desean unas cervezas. Sale se dirige hacia la puerta mientras una lágrima furtiva roza su mejilla, abre aquel trozo de madera y sin mirar atrás va directa hacia su casa.

- ¿Dónde vas? Aún faltan un par de horas para las seis y yo no aparezco hasta las cinco y media.

Al volverse está Luís, la estaba esperando acurrucado en la esquina el pub, la mira sonriendo y le tiende la mano.

- ¿Te apetece acabar la noche conmigo? – La chica toma su mano.

- ¿Dónde vamos? – Contesta secándose una lágrima furtiva en su mejilla.

- Sólo ven conmigo, te invito a tomar algo lejos de aquí.

Selene dio una sonrisa y caminó junto a él hasta su coche. Luis se dirigió al asiento del copiloto, le abrió la puerta y la ayudó a sentarse en su interior, después se situó en el lugar del conductor y se introdujeron en la negra noche hacia el horizonte. Su camino sólo estaba iluminado por la luz de una gran luna llena y la de unos faros que guiaban su camino por una carretera, esta se abría como un gran río negro rayada de peces blancos que los guiaban por un camino incierto hacia algún lugar lejano.

Tras los cristales mugrientos del pub Fepico los miraba sonriendo, en ese momento alguien entró con mucho disimulo, miraba a todos lados ya que no deseaba que nadie lo reconociera esa noche.

- Ya se han ido, has llegado justo a tiempo. – Le dice el viejo sin retirar la mirada.

- Menos mal, no quería joderle la sorpresa a Luis.

- Ponte a fregar los vasos y ponte una cerveza a mi salud.

Pasados unos minutos, ya lejos de los ruidos de la gran ciudad no se veía ningún coche, Selene echó su asiento un poco hacia atrás y Luís, percatándose de que su acompañante estaba lo suficiente cómoda permitió que el techo de su coche abriera una ventana hacia las estrellas. Él sonreía, le veía feliz a través del espejo interior y ella no paraba de sonreír y mirarlo. Estaba fascinada, no sabía dónde la llevaba aquel medio extraño que puntualmente venía todos los fines de semana a verla. Lo cierto era que no le importaba, estaba muy cómoda a su lado y estaba segura que lo seguiría hasta el fin del mundo si él se lo pidiera.

- ¿Tienes hambre?

- Un poco, lo cierto es que casi no he cenado, hoy llegaba un poco tarde. – Le dice suavemente y con tono dulce. - ¿Pero dónde vamos a cenar? Aquí solo hay campo.

- ¿Crees en la magia?

- Puede.

- Pues mira delante de ti.

Tomaron un desvío hacia una carretera secundaria, el camino se volvió turbio, lleno de baches y el paisaje era cada vez más bonito, Selene dejó que el olor de las flores nocturnas la embriagara, el follaje era cada vez más espeso y pronto llegaron a un pequeño claro. Allí entre las sombras había un pequeño tronco cortado hacia donde Luís la guió.

- Espera aquí, no te muevas. – Le dice sentándola en la hierba fresca. – Tengo una sorpresa, no es mucho pero espero que te guste. – Se dirige al maletero del coche y saca comida preparada de un restaurante. – Espero que te guste la comida americana.

- ¿Americana? – Responde ella mirándolo.

- Si, hamburguesa. – Dice mientras se acerca, se siente a su vera y coloca en el tronco los envoltorios con la comida, en el centro de los anillos pone una pequeña linterna con forma de vela. – Que aproveche.

La velada fue muy agradable, Selene estaba disfrutando mucho.

- Espero que te guste. – Decía mientras tomaba un sorbo de su cerveza.

- ¡Y todo esto! ¿a qué viene?

- No se me ocurría una manera mejor de verte a solas, así que aquí estamos. – Selene sonrió. – Tienes una sonrisa preciosa, no sé por qué no lo haces más a menudo. – La chica baja un poco la cabeza y se ruboriza. – Espero que no estés incómoda.

- No, no de verdad.

Miles de hadas luminosas pasaron a su alrededor bailando sus danzas de bienvenida a la mañana. Mientras, los dos enamorados sonreían tomándose una pequeña botella de vino semicaliente, pero les daba igual. La temperatura, el lugar, la conversación y la compañía eran idóneas para Selene, por primera vez en mucho tiempo estaba feliz por estar con un chico, algo en su interior le decía que no era un Roberto y que podía confiar en él. Su corazón le mandaba los mismos mensajes, por lo que encontró paz en su fuero interno y se dejó llevar por el momento.

Al contrario de lo que se podía esperar, Luis no intentó nada. Rozaba su mano con nerviosismo e intentaba acercarse a sus labios, pero los ojos penetrantes de Selene le echaban hacia atrás, no quería incomodarla y mucho menos que pensara que la había llevado allí para hacer el amor solamente. De lejos deseaba acariciar cada rincón de su cuerpo, tocar su cara, recorrer su pelo, rozar sus carnosos labios y decirle todo lo que se le pudiera pasar por la cabeza en aquel momento. En vez de ello, habló con ella toda la noche, dejó que los grillos tocaran sus perpetuos violines y que las ranas entonaran serenatas de amor. Deseaba tanto recorrer los pocos centímetros que lo separaban de su boca que realizó un esfuerzo casi sobrehumano para hacerlo.

Selene estaba cómoda, muy relajada, por una vez podía ser ella. Oteaba el horizonte y a la vez lo miraba a él, estaba confusa ya que lo veía un poco perturbado nervioso y no sabía que era lo que deseaba, a pesar de todo decidió no hacer nada. No quería que pensara cosas equivocadas de ella, ni mucho menos que diera pie a algo para lo que aún no estaba preparada ha hacer con un extraño, aún tendría que esforzarse un poco más para ello, pero su corazón se lo había ganado. De entre los muchos corredores por su corazón, este había entrado casi al final del recorrido tomando un atajo y se había hecho con el título, pero eso aún ella lo ignoraba completamente.

- Selene, se hace ya un poco tarde, ¿estás cansada?

- Dirás un poco temprano, si aunque no tengo muchas ganas de volver. – Se incorporan los dos a la vez. – De todas formas tendríamos que volver necesito dormir un poco.

- ¡Vamos!

Tiempo después estaban de nuevo en la ciudad, el ruido y la polución delataban su situación a lo lejos. Luis aparcó el coche y la acompañó hasta el portal.

- Me ha gustado mucho la cena de esta noche. Nadie se había tomado tantas molestias por mí. – Le comenta mientras busca las llaves en el bolso.

- No ha sido nada de verdad, sólo quería darte una sorpresa. - Selene abre el portal y se dispone a entrar. - ¿De verdad qué te ha gustado?

- Me ha encantado en serio. Bueno, ¿vendrás esta noche?

- Como todas las noches. – Selene entra al portal y justo antes de cerrar. - ¡Selene!

Ella se vuelve antes de que la puerta se cierre, deja que la puerta caiga a su espalda y antes de mediar una sola palabra Luis la besa. Le recorre la cintura con su brazo y con el otro agarra su cabeza y acaricia su pelo. En ese instante un rayo de sol los ilumina de repente, rodeándolos en una elipse y los eleva en el aire, el calor los devora, sus labios se resisten a separarse en una ola de pasión. Sus corazones se paran por unos instantes para volver a ponerse en marcha justo a la misma vez, los dos cuerpos se funden en uno solo durante segundos, minutos, horas,… Eso nadie lo supo, tampoco importaba por fin dos almas solitarias han vuelto a encontrarse tras siglos de búsqueda.

Después todo vuelve a quedar en calma, los dos amantes deciden separarse, sus pies tocan tierra y un agradable olor a café recién hecho riega las calles. Los nuevos enamorados se miran sonrientes.

- ¿Te apetece desayunar? – Luis le tiende la mano y vuelve a besarla mientras ella la toma. – Conozco un sitio muy bonito.

1 comentario:

sangreybesos dijo...

El tocón de un árbol, hamburguesas y vino... ¿qué más se le puede pedir a una noche perfecta?