- Para variar – comenta en voz alta Yu. - ¿Sabes a dónde ha ido? – dice a uno de los ojos de la pared.
- Pues se adentró por los pasillos.
- ¡Estupendo! – mira hacia Selene. – ¡Las cosas no nos podrían ir mejor! – dice con retintín antes de volverse a buscar un ojo al que hablar. - ¿Por qué puerta se ha ido? – vuelve a interrogar sin prosodia alguna en sus palabras.
La casa comienza a temblar en espasmos de risas. Algunas carcajadas provienen de lo más profundo de las instalaciones. Entre tanto, unas manos furtivas aparecen en un intento por coger las alas de la diosa.
- Chasssss – suena finamente mientras una extremidad humana, de cinco falanges, cae ensangrentada al suelo.
- Te he hecho una pregunta – dice Yu atravesando la mano con su catana. – No te he pedido que me cojas de las alas. - ¿Por qué puerta se ha ido?
- No lo sé – responden unos labios con muecas de dolor. - ¿Podrías devolverme la mano?
- Ni en sueños – responde mientras la eleva en el aire haciéndola cada vez más y más pequeña. Cuando esta llega a cierto tamaño, se vuelve de plata y se ubica en el pecho de la diosa. – Me la quedaré hasta que salga de aquí – sonríe a una cara ya formada en el suelo. – Si te portas bien…. – lo mira a los ojos de la pared y sonríe - Quizás te la devuelva.
- Así no se porta una señorita – le regaña la abuela de Fepico. - ¡Devuélvele la mano jovencita! Oh…
- ¿O qué? – le interrumpe Yu. – Soy una diosa primigenia, haré lo que quiera – responde volviéndose a ella. – Ahora este es mi terreno, así que ¡cállese de una vez!
- Así no le hables a… - dice Fepico en un intento por defender a su abuela, pero al ver la cara de Yu, decide volver al silencio en el que estaba encriptado.
- Habla de una vez o te dejo sin los pocos trozos que te quedan – vuelve a retomar aquel ángel enfadado la conversación.
- Ha ido por el pasillo – le dice la boca.
- Esa no era la pregunta – continúa Yu apuntándole con la catana.
- Tú siempre tan cortés – incide Selene. - Podrías ser un poco más…. Dulce.
- ¿Puedes hacerlo mejor? – se vuelve su amiga hacia ella.
- Creo que sí – responde acercándose al lugar del incidente.
- Todo tuyo – le deja cortésmente la posición y se aleja hasta un segundo plano.
- A ver…- comienza intentando parecer cortés. – Podrías,…. ¡No, espera! – vuelve a empezar. – ¿Te importaría…? - vuelve a cortar la frase mientras su dedo índice toca su barbilla.
- Creo que esto no tiene nada de amable – le susurra Fepico a Luis.
- A mi me da que no – le responde. – Pero yo no me meto en cosas de mujeres – se acerca para que no lo escuchen. – Y estas no son muy normalitas que digamos.
- ¡Mira quién lo dice! – hace Fepico un llamamiento de atención sobre él. – De acuerdo, pero ellas tienen más mala leche que yo – mueve los hombros. – Todavía – mueve la cabeza hacia su compañero y se sonríen.
Entre tanto, Selene continúa intentando iniciar la frase. Se para, vuelve a retornar desde el inicio y mira al techo. Desde lo lejos, otra mano se acerca cuidadosamente, no quiere que nadie penetre en la casa del señor, pero han dicho correctamente la contraseña. No podía hacer otra cosa, las leyes eternas no pueden romperse. Sin embargo, han de esperar a que llegue el príncipe de los infiernos.
- ¡AAAAAAAHHHHHUUGGGG… ¡ - exclama la asustada casa ante una nueva agresión.
Selene se encuentra a pocos centímetros de su boca, le está retorciendo la mano que le quedaba libre y, mientras, penetra su sandalia en la boca del mayordomo demoniaco.
- ¡Ya sé! – dice por fin. – O nos dices por donde se ha ido o me haré con tu mano otro colgante y desgarraré tu boca con mis pies – expone manteniendo un tono dulce y amable. – Como se te ocurra morderme vas a perder un par de dientes.
- Por lo menos – dice Luis. - ¿Creo que hasta aquí no llega el ratoncito ese de los dientes no?
- Tampoco creo que haya buenos dentistas – se agacha Fepico sacando unos alicates. – Entre tú y yo, son todos unos matasanos condenados al infierno.
La abuela, algo insultada por las palabras de Yu, ha decidido ir a dar una vuelta. Nadie se ha percatado de ello. Piensa que nadie va a resolver un rompecabezas hablando con una casa viviente, por lo que busca algo. En poco tiempo, su búqueda da sus frutos y vuelve de nuevo, junto con su hallazgo, hacia la entrada de la vivienda.
- Chicos – intenta llamar la atención.
- Ahora no abuela – le responde su nieto muy ocupado con las tenazas dentro de la boca del ser.
Entre tanto, Selene y Yu retuercen la mano viva y Luis introduce su dedo dentro de uno de los globos oculares de la pared.
- ¿Seguro que es ese el ojo de este bicho? - pregunta Fepico.
- No lo sé – le responde. – No ha dicho nada aún.
- Dudo que lo haga – se ríe aquel viejo vestido de militar. – Está probando el aroma de los pies de Selene – vuelve la cara para mirarlo. – Esto me trae viejos recuerdo.
- ¡Chicoooooos! - vuelve a gritar la abuela.
- Abuela, te he dicho que ahora no podemos mirarte – le vuelve a insistir el nieto.
- Entonces señores no desearán pasar a tomar algo antes de ver al señor – dice una voz ajena.
Las cuatro cabezas se vuelven al unísono, no pueden creer lo que están viendo. Un demonio vestido de mayordomo, les hace una reverencia mientras su rabo se tambalea de un lado a otro. Este, en un determinado momento queda completamente erecto, se retuerce y señala la entrada a una de las habitaciones opuestas al salón. Después vuelve a tomar una pose normal y se queda mirando a todos los visitantes.
Todos paran al instante, se sacuden un poco la vestimenta, guardan sus armas y lo siguen hacia una puerta nueva. Esta se abre nada más notar la llegada de los inquilinos. En el interior, una sala, ostentosamente decorada, con algo de alimento en su interior, les espera con algunos ventiladores encendidos. El primero en penetrar es el sirviente, mueve las manos cortésmente.
- Espero que todo esté a su gusto – les dice mientras entra junto a ellos y deja que la claridad muestre sus facciones.
- ¡No puede ser! – dice Luis. – Es….
- ¡No! – continúa Yu. – Otra vez no – se tapa la cara.
- Pero si soy Yo - dice Fepico al mirarlo. – ¿Algo más que contarme? ¡Abuela!
- Ya decía yo que siempre fuiste un diablillo.






Vibra que te vibra. Sólo lo quitamos de los escaparates públicos.
Miles de aparatos lo llevan incorpora, aunque a estos también se les podría denominar de uso casero. Lo móviles, aparto vibrador por excelencia (y el que mejor se me ocurre en esto momentos) lo utiliza como un dispositivo más de alerta cuando este es colocado dentro de un bolso, bolsillo u otra prenda cercana al cuerpo. Más de uno hemos pegado un salto cuando de repente, a este le da por moverse encima de la mesa y avisa despavoridamente con su llamada de atención. (Hay alguien al otro lado con intención de comunicarse.) Aunque nosotros vamos un poco más lejos, el propio placer incorporado a un aparato de corriente, a pilas, de conexión propia o con mando a distancia, que puede hacer los deleites de cualquiera. 





















En ciertos momentos de la historia nosotras hemos sido protagonistas de muchas cosas, principales culpables de guerras y muchas locuras ocasionadas por amor, esta fue una de nuestras consecuencias. Un vibrador, aparato que se utiliza para estimular la zona genital femenina o masculina (tiene muchos usos). Dejado para el porno, olvidado por las estrechas (se les fue su excusa para sentir algo en la vida que no sea enfado, entre otros), se relegó para todos aquellos pervertidos de mente que deseaban poner algo de sabor en una vida monótona. Se le acabó a las mujeres el derecho a sentir un verdadero orgasmo, ya que una casada histérica, o era estrecha o su marido confundía su punto erótico con la nariz. ¡Eso no puede ser! Pero no ahora ni antes.





