Bueno, pues como todos somos nietos de alguien, yo soy nieta de un personaje un tanto peculiar, la inventora del carring. Aunque no os lo creáis, la idea fue sólo suya, eso sería mucho. Más de la mitad de personas que superan los 70 años la practican. Los requerimientos principales son, como he nombrado un par de líneas más atrás, tener más de 65 años, un carro de compra y cargarlo hasta que no quepa ni una gota de agua.
El equipamiento es simple, zapatos y ropa cómoda, gafas oscuras, para no mirar por donde pisas y a divertirse. Se requiere también un portal con un mínimo de diez escalones, de la barandilla se puede prescindir.
La actividad comienza de la siguiente forma, tras una larga mañana de compras y con mucho agobio, vas a visitar a una de tus hijas, amiga, o cualquier persona que viva en un bloque con un acceso escalonado. Le pides a uno de los vecinos, que pasa ocasionalmente por allí que te suba el carro, y sino pasa lo subes sin que te vean. Entras en el ascensor y haces una pequeña visita para que se te pase el cansancio y ese tremendo calor que tienen todos los ancianos, ya pueda hacer en la calle, -20 grados celcius. Una vez sentada, con un vaso de agua, le comentas a la dueña de la casa lo que te duele la rodilla, lo mal que estas de la espalda y lo que te duele el brazo de llevar el carro.
- Nena, mira cómo tengo el brazo de tirar del carro. ¿No tienes calor? – le dice a su hija mientras se desabrocha la fina rebeca que lleva.
- Mamá, pero cómo voy a tener calor con el frío que hace en la calle.
- Huy, uy, uy,….. La rodilla me duele horrores, ayer me tuve que tomar un nolotil en ampollas. – Seguro que ni lo mezcló con agua, de un solo trago.
- Si no fueras tan bestia. A ver ¿cómo te has hecho ese moratón? – le dice su hija señalando un hematoma ya negro de la pierna.
- Es que los altillos estaban muy sucios y al bajarme del banquillo me di en la pierna – Esa era la versión oficial, lo más seguro….No quiero ni pensarlo, conociendo a mi abuela.
Bueno, volvemos a lo que estábamos. Tras un buen rato largando cotilleos, la deportista se prepara para el descenso. Se abrocha la rebeca, vaya a enganchársele, se ajusta las medias y entra en el ascensor.
En pocos segundos se encuentra en el pasillo, se dirige hacia la puerta, mira las escaleras con cara desafiante y…. Este el momento cumbre, con una técnica completamente depurada pone el carro al borde del escalón, toma aire y agarra fuertemente el asa, mientras deja que el carro caiga, por su propio peso, hasta la acera. No tendría gracia si no fuera porque la setentañera va justo detrás, dejando que sus piernas corran al mismo ritmo del carro, fuerte, sin soltarse. Si no pierde.
Una vez en el suelo, se coloca bien el pelo y prosigue su camino, hasta su casa. Cómo si no hubiera pasado nada.
- Pues, no te lo podrás creer, pero las ruedas del carro están dobladas. – Me comenta mi abuela con asombro.
- Lo que me asombra es que están es su sitio.
Lo cierto es que el carro ha salido bastante bueno.
Algunos datos importantes para los interesados en practicar este deporte:


Este es un tramo de profesional, dos tramos de escaleras, los principiantes que empiecen a partir del último descansillo.
1 comentario:
¿Deportes de riegos para la tercera edad, dices? A mí un amigo me ha contado que el primo de un vecino suyo vió una vez a una anciana esperando el autobús a las cuatro de la tarde en pleno agosto sin ponerse a la sombra detrás de la parada, pero para mí que sólo se trata de una leyenda urbana.
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