ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




15 de enero de 2008

Una nueva especie Inteligente. Primera parte

Como tantas obras, esta se me quedó en el tintero por ello, quiero compartirla con vosotros. Espero que la disfrutéis como yo lo hice en su momento.


Nos encontramos en el año 8900 d.C, la especie humana se ha extinguido a causa de una grave enfermedad que se extendió por todo el planeta. Este mal se debió a la creación de una bacteria mutada por la excesiva contaminación del planeta, esta se alimentaba de las células vivas residentes en el cerebro humano utilizándolas para su propia reproducción y supervivencia.

En el año 3075 la especie humana llegó a su fin con la muerte del último superviviente de seis que quedaron en un principio. Pero los humanos, antes de que su gran número se redujera a unos pocos individuos, se encargaron de dejar libros, documentos, máquinas, utensilios y varios embriones congelados en una máquina de energía solar, encerrados en una gran cúpula de acero que solo dejaba, en lo más alto de esta, la gran pantalla que recogía luz solar y una puerta de hierro para poder facilitar el acceso a algún tipo de vida o superviviente, si es que podría existir alguna vez algún tipo de vida que fuera capaz de descifrar los documentos o que hubiera evolucionado tanto como ellos.

5824 años más tarde, todo rastro de lo que fue la civilización humana ha desaparecido por completo, los edificios, las casas, las grandes carreteras y autopistas, los puentes, la tecnología… etc. Todo ha desaparecido como por arte de magia no hay ni rastro de lo que fue un gran imperio humano. Han aparecido especies nuevas, otras han evolucionado y las que estaban en peligro de extinción han aumentado su número, que por cierto era casi la totalidad de la fauna que poblaba el planeta (“la masacre acabó para ellas”). Pero de entre todas las especies evolucionadas una nueva “especie inteligente” ha aparecido en el planeta; esta apareció a partir de los pájaros que ya estaban evolucionando cuando la especie humana existía pero, ellos nunca se dieron cuenta de ello, fue una de las múltiples cosas que pasaron por alto; desarrollaron unos finos y largos brazos de siete dedos debajo de las alas y aprendieron a usarlas, comenzaron a usar instrumentos y a desarrollar un lenguaje y cultura. Su escritura era a base de signos muy parecidos a los usados una vez por la los humanos. Llegaron a crear sus propias ciudades pero nunca dañaron a la naturaleza, siempre respetaron la tierra que los vio nacer.

Tras largas horas de búsqueda Cariña, una de las buscadoras más importantes de la tribu, no encuentra ni un resquicio de vida animal que pueda comerse, sus alas ya están cansadas de volar y su pico ya no puede mantenerse por más tiempo en el aire de lo pesado que es. Su ágil cuerpo cubierto de plumas se posa en tierra suavemente sobre sus piernas zancudas y esbeltas, completamente erguida, saca de entre sus grandes y brillantes alas una mano con siete dedos y le da el catalejo a otro de sus compañeros de expedición para que prosiga con la búsqueda de comida.

- ¿Cómo te ha ido la búsqueda, Cariña? – de dice unos de sus subordinados cuando la ve llegar desde las alturas.

- Mal, mejor que no preguntes, no se como no inventan nada para poder mantener el pico erguido en el aire, para poder mirar hacia el horizonte, pesa tanto que no me permite mirar mucho tiempo a mi alrededor y localizar la presa a poco tiempo de distancia – comenta con voz cansada.

- Lo malo es que casi no hay ya otros animales en esta tierra, todos se han ido a lugares más cálidos buscando el calor del verano, sabes que ya está entrando el invierno y que deberíamos comenzar a recolectar la fruta , ya que a pesar de tener tierras fértiles no nos queda otra alternativa – le comentaba uno de sus compañeros de búsqueda que había regresado con ella.

- Los sé, a demás creo que ya hay bastante carne seca en las despensas para poder comer algo a parte de la fruta – decía con la respiración entrecortada por el cansancio – De todas formas, los ancianos dicen que no solo podemos vivir de carne, si no que tenemos que comer otros alimentos para estar en buena forma.
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Las patrullas de búsqueda regresaron con noticias de que habían hallado unas raras construcciones que sobresalían del suelo como grande árboles pero que eran huecos y de piedra. La orden fue inmediata, montó una expedición y fueron a ver que eran esas extrañas ruinas, de dónde procedían y si algunos animales podrían haberse refugiado allí del frío por lo que ya tenían la caza asegurada ese día.

Estuvieron caminando durante un largo rato, hasta que pasados unos grandes árboles apareció ante ellos unas inmensas construcciones de piedra con muchos ojos de diferentes tamaños. Todos quedaron maravillados ante la visión de aquello.

- Bueno voy a entrar – dijo la capitana de la expedición.

- Capitán no lo haga – le dijo uno de los acompañantes.

- Podría ser peligroso – reforzó al comentario anterior Sandoré, un buen subordinado y amigo.- No sabes que cosa puede haber allí dentro ni qué peligros puede haber, sería mejor que habláramos con los sabios a ve si saben algo de esto.

- Si hablamos con los sabios tardaremos décadas en saber lo que es esto. A demás, es mejor que les llevemos pruebas de la existencia del descubrimiento y hablemos con ellos después de ver lo que esto es realmente.

Y dicho esto, cogió impulso y voló hacia uno de los ojos más grandes que encontró y se introdujo por él. Cuando entró, no pudo dar crédito, nada de lo que había dentro de esos árboles de piedra, le resultaba familiar o lo había visto antes, ni siquiera los ancianos habían hablado nunca de esto en sus historias antiguas sobre cómo llegamos aquí, quizás porque también desconocían su existencia o era más viejo que todos sus recuerdos. Todo estaba lleno de polvo y de plantas trepadoras, eso le hacía indicar de que allí no había nadie desde hacía años o siglos. Solo veía trozos de madera rotos y mal conservados – vaya nidos tan mal hechos, la madera no tiene que ser tan gorda – pensaba Cariña conforme avanzaba sin dar crédito a lo que veía. A su paso montones de apetitosas ratas huían su paso, ya las cogerían en otro momento, ahora mismo su necesidad mas prioritaria era la de cubrir su curiosidad.

Había unas cosas cuadradas con paisajes planos, que casi no podían distinguirse y también había caras de unos monos muy raros, que no tenían pelo en la cara. Todo eso era demasiado raro tenía que saber más así que se adentró poco a poco en la casa hasta que escudriñó todas las habitaciones, pero no vio muchas cosas diferentes a lo del resto de las mismas, la mayoría de las cosas estaban rotas y casi no había nada que ocupara los cuartos.

- Cariña – dijo una voz – ha venido otro grupo de expedición han encontrado otra cosa.

- Por Seli, no me des esos sustos Sandoré – respondió ella - ¿cómo sabía el grupo dónde estábamos?

- Nos han avistado en una de las búsquedas – respondió.

Cariña y Sandoré se dirigieron hacia el exterior del monumento hueco de piedra. Alzaron el vuelo y descendieron suavemente hasta el suelo donde los esperaba el resto de cazadores que componían el grupo en su totalidad. Cariña se posó en el suelo unos segundo antes que su compañero, miró al grupo y confirmó que no faltaba ninguno de los cazadores que lo componían. Buscó al que ella había puesto a cargo de la búsqueda del segundo grupo de búsqueda, estaba completamente excitado por lo que había visto. Lo cierto es que era la primera vez que se adentraban tanto en el bosque, nunca les había hecho falta alejarse mucho de la aldea, las presas eran bastante abundantes, pero estas se habían vuelto más listas, por lo que se alejaron de las cercanías de las viviendas de estos seres y se adentraron cada vez más y más en el bosque, obligando a los cazadores a ir tras ellos.

Cariña dividió el grupo de expedición de nuevo, uno se quedaría en las ruinas cazando las sabrosas ratas que habían encontrado, se adentrarían por los agujeros de los esbeltos árboles de piedra y cazarían sólo lo necesario para que la aldea comiera durante dos días, ya que no era recomendable que la mina de alimentos que habían encontrado se trasladase a otro lugar, no era conveniente explotarlo. El segundo grupo, se dirigiría con ella hacia aquello tan raro que habían encontrado unos kilómetros más alejados de aquél claro del bosque tan raro.

Caminaron durante un largo rato, todo era bastante oscuro en esa parte del bosque, había pocos claros de luz y el follaje de los árboles era muy espeso, se escuchaba el canto de algunos pájaros y el ruido de algunos animales al caminar, pero Cariña no se fiaba del lugar, agarró su arco y ordenó que todos se mantuvieran alerta, los lobos podían estar acechando en cualquier lugar de la espesura, que al ser tan densa serían muy difíciles de detectar. Era el lugar perfecto para que les tendieran una emboscada ya que no podrían ni salir volando debido al tupido follaje.
- Falta mucho, Kash – dijo la capitana de la expedición.

- No, lo cierto es que estamos ya muy cerca, ¿ves la luz que hay a pocos metros? – dijo mientras señalaba al fondo – pues es ahí.

- ¿Qué es exactamente lo que has visto? – le preguntó Cariña.

- No se explicarlo, lo verá dentro de poco. Solo se decirle que es una montaña bastante grande, de color negro por lo alto y plana y con una puerta muy grande.

Al llegar al claro donde estaba la gran montaña, pudieron observar la gran puerta metálica que ocupaba casi toda las pared delantera de esta, el alrededor estaba lleno de pastos y en un perímetro de 8 metros no se apreciaba la existencia de ningún árbol, pero si rastros de algunos animales herbívoros, que seguramente irían allí a pastar, a poca distancia de allí, había un pequeño río que moría en un lago a muy poca distancia de la cúpula, allí había peces de todas clases y en abundancia.

La valiente jefa del grupo se acercó a la puerta, cogió el gran pomo de la misma e intentó abrirla, esta no cedió en lo más mínimo; volvió a intentarlo, pero esta vez junto con todos los componentes y por fin consiguieron que cediera un poco. Solo cuando se produjo un quinto intento por parte de la expedición, estaban ya casi al borde de sus fuerzas, la puerta cedió lo suficiente como para que pasaran al interior. Nada más poner la primera pata dentro de la cúpula, Cariña tropezó con algo que la hizo caer hacia atrás y tuvo que posar sus manos en la pared donde tocó un botón grande y rojo que habían en ella, sin darse cuenta y todo el interior se iluminó de repente.

- Esto es cosa de Midso – dijo Vuldo, uno de los guerreros.

- No digas tonterías, Midso es el dios de la oscuridad, y aquí solo veo luz – contestó Cariña – pero si no quieres entrar quédate vigilando fuera.

Todos los que habían osado entrar en la cueva estaban maravillados, todo estaba lleno de polvo y había montones de objetos que no reconocían, no sabían para lo que servían, un montón de libros y unas cápsulas donde se veía algo que pareció que estaba vivo dentro – “embriones congelados”- leyó Cariña, poseedora, como todos los de la tribu, del conocimiento de la primera lengua que hablaron y entendiron los primeros padres de la especie. Pero su atención se dirigió hacia el objeto con el que había tropezado al entrar, era un esqueleto en perfecto estado, el cual no reconocía como perteneciente a su especie, lo miró y vio que en la mano tenía un palo muy raro y a pocos metros de él había una libro semiabierto, donde había escrito algo, pero el qué. La intriga la invadió quería saber qué es lo que era todo aquello por lo que hizo que todos cogieran lo que pudieran de lo que había allí y marcharan a la aldea.

Una vez fuera de la cúpula hizo sonar las trompetas de recogida, hechas con cuernos de animales, para que todo el grupo se reuniera, como hacían en cada expedición, a la salida del bosque, uno parte traía una gran provisión de carne y la otra portaba los objetos de no se sabe dónde. Y con este cargamento todos partieron hacia la aldea, como era costumbre, avisaban a todos sus habitantes de su llegada haciendo sonar sus trompetas, lo que provocaba que todo el pueblo saliera a recibirlos, incluidos los sabios ancianos que se quedaron absortos al ver lo que portaban. Al llegar bajo el árbol donde estaba la cabaña de los ancianos, Cariña hizo un gesto de reverencia y habló a los sabios ancianos.

- He traído algo que he encontrado en el bosque y que creo que perteneció a la época antes de nuestro nacimiento – dijo Cariña mostrando el diario que había encontrado.

- Puedes subir todo lo que has traído que nosotros lo miraremos y daremos nuestro veredicto al pueblo – dijo el más viejo de todos.

Los ancianos, buenos conocedores de la primera lengua de su especie, tradujeron la portada de alguno de los libros, entre los que se encontraban documentos históricos, libros de literatura, poesía, documentos de cómo activar la máquina que mantenía en animación suspendida a los embriones y el diario que portaba la jefa del grupo de expedición en las manos, ese fue el primero que decidieron traducir, por el simple hecho de que era la narración de los últimos días de la especie y de la vida de uno de los pocos superviviente de la raza humana.

El diario pertenecía a Luis Miranda Ruiz, último superviviente, como expresaba en su portada.

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