ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




26 de enero de 2008

IMPERFECCIONES DE LA VIDA DIARIA.

Pequeñas contradicciones.

- ­­Cariño, en esta vida tienes que luchar mucho para que te consideren igual que un hombre. Una mujer ha de trabajar el doble para que le reconozcan la mitad.

Eso era lo que me decía mi madre siempre, cuando estaba estudiando, cuando comencé a trabajar… Era como su pequeña oración cuando me veía luchando por algo, un pequeño recordatorio. Pero ella, al igual que todas las madres, está llena de contradicciones que hacen que la vida no parezca tan sosa y rutinaria, te hacen pensar. Y, en cierta forma, fomentan la creación de una mentalidad y formas de pensar, distintas a las de tu antecesor, pero igualmente, sigue siendo un campo donde los antónimos y sinónimos diarios conviven sin paz, pero en armonía. Así se formó la mentalidad del mundo.

Algunas madres intentan, dentro de una sociedad completamente cambiante, educar niños y niñas en la igualdad, pero sus intentos son delatados por una educación arcaica, recogida de nuestros ancestros.

Hace un año más o menos, estábamos toda mi familia en un buen restaurante. No se cómo apareció la conversación, con el dueño del local, pero en líneas generales, estaban hablando de mí. En aquel corto intercambio de impresiones, mi madre expresaba lo orgullosa que estaba de tener una hija que no supiera fregar, limpiar y que siempre estaba estudiando, “porque ella me había educado para trabajar, no para ser ama de casa”, curiosa frase ¿verdad?, pronto sabréis porqué.

Unos meses antes decía que era una inútil que no sabía ni poner una lavadora, que no era “mujer para nada”. Si nadie me había enseñado cómo funciona un bicho con tantos botones, ¡no podré ponerla a funcionar en la vida! Podía haberlo intentado, pero prefería que me dijera todos aquellos despectivos, antes que arriesgarme a sacar toda la rompa del tamaño de David el gnomo o, peor todavía, que mezclara los colores. Me quedaría con la incógnita de saber cuál hubiera sido su reacción.

Si señores, así es como pasó. Esas cosas crean en ti abismos insondables, los que hacen que una madre tenga un encanto especial, la cuarta esencia, el 10º sentido, la lucha entre lo políticamente correcto y lo que debería ser, el big band mental de la humanidad….. El saber que tengo sus genes y que un día me volveré tan contradictoria como ella, me hace pensar.

No se si es por educación, o por requerimientos sociales, somos nosotras, sus primogénitas, las que más sufrimos estos desdoblamientos de personalidad.

Toda la vida luchando por abrirte paso hacia un futuro y, de buenas a primeras, eres una completa inútil para la casa. ¡Si nunca quiso que fuera útil para ese fin! De buenas a primeras, cumples una edad y ya tienes que aprender los problemas de una casa ¿Eso cómo va?

“Cariño, en esta vida has de trabajar y beber más que un hombre”, de lo primero que te han dicho se acuerdan, de la segunda parte de la frase no. Aunque te la hayan repetido mil veces, eso da igual.

- ¡Yoooooooooooooooooo…! - te contestan con cara de asombro, como si nunca hubieran escuchado tal cosa.

Si, algún día, llegas a casa: “cantando bajito” ¡Eso no es propio de una SEÑORITA!, me decía al día siguiente con su voz chillona y estridente, resonándome en la cabeza. ¿De qué época?, comentaba un pequeño eco en mis subconsciente, si tengo que beber más que un tío, tendré que entrenarme. Estás frases nunca me atrevía a expresarlas en voz alta, vaya a ser que me escuchara. Simplemente callaba, hacía como que la escuchaba y me tomaba el café, junto con una pastilla de ibuprofeno.

Per la mayor cruz que llevo arrastrando desde hace ya varios años, es una anécdota que ha alimentado la guasa de todo aquel que lo oye.

Una mañana de verano, muy temprano, porque a mi madre se le plantó aquella calurosa estación, que ninguno podíamos dormir a más de las 10 de la mañana. No os preguntéis, el motivo, porque sólo en su cabeza está justificado. Aquél expediente se quedará sin resolver hasta el fin de mis días.

Bueno, el caso es que decía que tenía que aprender a comprar, porque tenía que hacerme una “mujer de mi casa” (todavía no he podido despejar los entresijos de la magnificencia que las madres le dan a esa frase) ¿Por eso tenía que ir a comprar?, pues practicaría mejor cómo se forman los “hombres de la casa”, practicaría el “tumbin”. Es decir, por ser una niña, tenía que quitarme el cómodo pijama, salir de mi casa, a las 10:30 de la mañana, pasar calor e ir a adquirir algo, para hacerme una mujer de mi casa. Ya me sabía la lección: ibas al supermercado, cogías lo que querías, ibas a la caja, le dabas el dinero a la cajera y ella te devolvía el cambio o/y una mirada de asco. No veía nada de misterio en eso.

A regañadientes me vestí y fui al supermercado, en pocos minutos aparecí por la puerta:

- Ya estás aquí – Me dijo mi madre.

- Si ya he vuelto.

- ¿Y la botella de aceite? – Me preguntó mi madre.

- No había de la marca girasol, y como es la que tú querías me he vuelto.

El cachondeo durante años, dentro y fuera de los círculos familiares, lo tuve que sufrir durante años, aunque ahora lo volvería a hacer. Desde aquel día mi madre no se empeñó más en “hacerme una mujer de mi casa”. Sabía que era una completa inepta para realizar tareas del hogar y cuando se le olvidaba se lo volvía a recordar.

A pesar de que no valgo para unas exigencias sociales milenarias, mi madre está muy orgullosa de ello, como decía en el restaurante. A la vez, está muy consternada porque “no valgo para llevar una casa a delante”, tal y como lo entiende ella.

No puedo vislumbrar, si algún día tendré hijos, si intentaré enseñarles, cómo se lleva una casa, o si me volveré tan contradictoria como ella. Pero una cosa si me ha quedado clara. NO ENTIENDO A LAS MADRES.

1 comentario:

sangreybesos dijo...

Pues entre que tú no sabes ir a comprar y yo no sé montar un mueble de Ikea,vamos apañados.