ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




17 de abril de 2009

LOS LIBROS QUE AÚN QUEDAN POR LEER.

Aquella vieja habitación estaba completamente a oscuras, totalmente rectangular, al fondo de la misma, habitaba un viejo ermitaño de edad indeterminada. Miles de libros decoraban las paredes y el suelo, sus hojas, amarillas y desechas por el tiempo, relataban miles de viajes fantásticos vividos por cientos de personajes. ¿Imaginarios tal vez? Sólo su creador lo sabía, pues dentro de cada uno de ellos se esconde una parte de realidad.

Un viejo escritorio, sujetado por algunas tablas y casi roto por el peso, se mantenía erguido como podía. Soportaba en sus espaldas, un ordenador algo obtuso, centenares de folios, algunos manuscritos y algunas que otras reliquias, entre ellas, dos rosas secas y una calavera. El tiempo no pasaba por aquel lugar, alejado de todo resquicio de civilización, Marcos pasaba los días allí metido, a penas unos pasos para tomar algo del frigorífico o deshacerse de sus fluidos biológicos, lo despertaban de vez en cuando de su concentración. Sin embargo, cada vez que se asomaba a la pantalla, esta permanecía en blanco. Llevaba así varios días.

Incapaz de escribir una sola letra, dejó a un lado el ordenador, apartó el teclado y, con algunos folios en su mano, intentó decir algo – no se me ocurre nada, - escribía una y otra vez. Su musa, aquella que tanta inspiración le había proporcionado tiempo atrás, decidió hacer a otra persona afortunado.

Aún la recordaba, siempre le tocaba el hombro cuando aparecía. Ataviada de color verde y largos cabellos castaños, lo miraba con ojos tiernos, entonces, escribía sin parar todo lo que ella le decía al oído. Tras horas escuchando las aventuras que tenía que relatarle, desaparecía sin dejar un rastro. Iba descalza y sus andares a penas dejaban huellas en los pasillos su mente. Miraba hacia atrás, siempre a un punto fijo. Al llegar al marco de la puerta, una mano teñida con los colores del sol, se apoyaba frágilmente en la roída madera y le lanzaba un beso, procedente de unos labios carmesí. Acaba de terminar su historia.

Nunca deseó publicar ninguno de sus relatos o libros, estaba demasiado enfadado con el mundo para ello, pero lo conservaba todos. Aquella señora imaginaria, era su única compañía. Lo había sido en años y así quería que siguiera, pero no volvió tras aquella noche cuando, entre sueños, esforzándose por copiar todo lo que sus labios gruesos y pasionales le relataban, se atrevió a hablarle, nunca lo había hecho hasta ese mismo momento. Volvió la cabeza y mirándola directamente a unos ojos almendrados, salpicados de tonos dorados, le preguntó algo. ¿El qué fue? Simplemente algo que se perdió en el olvido al cabo de los días, ella sólo se dio la vuelta y sin lanzarle ese último beso de despedida, desapareció en la claridad del amanecer.

¿La había enfadado, tal vez? Eso sólo un espíritu, de caprichos impredecibles y ostentosos, podía responderlo. No estaba allí, esa era la única verdad para aquel hombre desecho por su ausencia. Loco, esa era la única palabra para la angustia que estaba pasando en aquellos largos e interminables días. Miraba por la ventana, todo seguía en calma, el tiempo se presentaba cálido, pero su mente presenciaba sudores fríos. Algo había entrado a la casa ¿ella quizás? No podía ser, un ambiente de olor a flores y dulce agua fresca, impregnaba toda la casa minutos antes de su llegada. Esto era diferente, no había ruido alguno, el sonido de sus pisadas no se notaba sobre la baldosa. Unos pies se acercaban, no había duda de ello. Un tintineo extraño resonaba por las esquinas.

No había tiempo, tenía que esconderse. Una sensación de escalofríos recorrió su espalda, dejando entrever el miedo en su cara, ahora más pálida que nunca. Por unos instantes intentaba borrar aquel deseo incauto de su mente. Aquellos pensamientos imaginando otra inspiración, otras escenas, otro acompañante. Sin embargo no había marcha atrás.

Tras un montón de papeles apilados en columnas, un débil y delgado cuerpo se escondía tembloroso. Entre tanto, un cuerpo alto osó entrar. Iba directo hacia él.

- Ven – dijo una voz tendiendo una mano.

- ¿Eres mi nueva musa? – le dice Marcos entrecortadamente.

- Ella me envía – le responde. – Ha visto una mirada en ti y ha decidido venir en mi busca.

Fueron cortas las palabras que acompañaron a su partida. Atravesaron la puerta y desparecieron juntos.

Entre tanto, un montón de huesos y carne, carente de vida alguna, yacía detrás de aquellas columnas. Encogido como un bebé en el vientre de su madre, había dejado de temblar y descansaba con placidez. Su rostro a penas notaba algún signo de sufrimiento. ¿El tiempo? Puede que fuera así. Eso era lo que menos podía importar en aquellos momentos mientras ella, esplendorosa como siempre se acercaba a aquel cuerpo ajeno de cualquier mente. Elevó los brazos y colocándolo de nuevo en su asiento de cuero viejo, colocó sus manos sobre el teclado, el ordenador estaba encendido y, en aquella pantalla, unas manos carentes de sangre, comenzaron a escribir la historia de una vida solitaria.

Al cabo de tres días, aquella señora de color verde besó su boca, dejando abierto el documento. Estaba satisfecha, había terminado lo que empezó, dejando ir a un cuerpo al que había prometido abandonar sólo cuando llegara su momento. Sus pupilas lo dijeron todo aquel día, e hizo lo que debió. Ahora aquella masa seca, de calavera semidescubierta, descansa aún, bañado por los rayos del sol, a que alguien encuentre su vida. Aquella gran pila de papeles polvorientos.

7 comentarios:

sangreybesos dijo...

Bradbury decía que las musas eran como los gatos: se alejan cuando quieres acercarte a ellas; vienen a ti cuando no les haces caso.

Muy bonito, vida.

Zinquirilla dijo...

Me hs gustado mucho el relato-descripción de la experiencia de escribir.

Saludos.

Silderia dijo...

Cariño, me lo has dicho miles de veces y te lo he demostrado cientos en el tiempo que llevamos juntos.

Zinqui: hacia tiempo que no te veía comentar por aquí, bueno, casi el mismo que tu no me ves comentar por tu blog, cierto. Pero me legro que esto te haya arrancado unas palabras.
Besos.

The Wolf dijo...

Coincido con Zinquirilla. Te ha salido bellísimo, linda, como siempre.

(Y está bien que a mi cualquier cosa que tenga libros de por medio me trae)

Saludos, muchos cariños, y que pases un buen fin de semana.

Saludos.

Kirin.

P.D.:Ya diré algo más interesante cuando logre desprender mi cerebro de mis estudios.

Silderia dijo...

Gracias Kirin.

Edu dijo...

Muy bello el post, algunas fases de el, me he sentido identificado. El final muy poetico.
Un Saludo.

Silderia dijo...

Espero que no seas tan hermitaño como Marcos, aunque, de alguna forma, todos lo somos en ciertos momentos.

Un beso