ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




13 de marzo de 2009

UN BONITO PASEO.

Quizás hoy me he levantado con otros ojos, no se porqué, tras un largo día, pesado y tedioso por un enorme papeleo burocrático, algo de enseñanza en la academia y la larga caminata que he realizado para ir de un puno a otro, me siento bien y feliz. Mi mp3 suena a medio volumen, una música rítmica y sonora llega hasta mis oídos y me hace canta a su mismo son. La gente me mira, pero me da igual parecer una loca ante sus ojos.

Un largo conjunto de acordes y notas, acompañadas por voces fuertes evita que escuche cualquier ruido de mi alrededor, a lo lejos, una obra hace su aparición. Con una música superpuesta no es tan terrible – pienso para mi mientras mis labios continúas cantando al compás de la canción.- Seguro que a los que viven en el bloque e encima no les hace ni puta gracias – continúo mi marcha tranquila hacia mi destino.

La calle, a esas horas, está repleta de personajes variopintos, las persianas, metálicas a media hasta de las tiendas, el olor de la comida recién preparada de los bares, miles de personas que corren para llegar antes hacia un descanso que los agota todavía más. A esa hora todo se vuelve un hervidero. De pronto, sin venir a qué, un flautista vagabundo se acerca a mi, me habla, aún así no retiro de auricular de mis oídos, se que es lo que desea y no se lo voy a dar, como mucho un par de cigarrillos para calmar el mono hasta su próxima víctima. Mientras me habla explicándome miles de razones falsas de porqué quiere el dinero, asiento con la cabeza y lo miro fijamente a los ojos, tiene miedo, no puede aguantarme la mirada, su olor es horrible. Aromas de tiempo y fluidos corporales no deseados, se despliegan alrededor de ese personaje, sus dientes están picados y amarillos, el pelo, completamente enmarañado por miles de días sin disciplina, está recogido tras un largo lazo encontrado en algún rincón de la ciudad. Continúo mirando, tiene miedo de mi, casi no se lo que me está comentando, lo cierto es que tampoco me interesa, sin embargo, sigo allí, parada frente a él observándolo. Cuando me caso, saco el paquete de tabaco, tomo un par de cigarrillos y se los ofrezco. Los coge, por supuesto, algún apaño hará con ellos. Me sonríe y se va, su flauta, vieja y hecha a mano, toca alguna melodía indefinida, lo cierto es que no lo hace mal. Lo he escuchado anteriormente, pero no es tan bueno para merecer muchas atenciones. Su vida puede que sea larga, interesante tal vez. Ya se ha ido, se ha perdido entre la multitud pidiendo algo de cambio para un simple bocadillo; por lo menos eso articulaban sus labios.

A lo lejos, continúa la gran avenida, es larga y ancha, todavía quedan algunos obstáculos, pero es lo mismo, estoy disfrutando de cada momento de este, mi tiempo. El que no he tenido en muchos días, ahora es mi turno para pensar.

A ambos lados, ángeles, demonios, brujas y algún que otro payaso, se mantienen erguidos a la espera de que una moneda caiga en sus huchas para moverse. Se esconden tras enormes réplicas de esculturas antiguas, tanto que se perdieron en el venir de los tiempos hasta que los desenterradores de tesoros hicieron que vieran la luz de nuevo. Quizás fueron simples figuras de decoración de algún hogar, una simple figura tallada por un niño, ahora son obras de arte y patrimonio de la humanidad dignos de admiración. Lo realmente trágico es que lo que más asombra es que antes hicieran lo mismo que nosotros ahora, solo que mejor.

A mi lado, un ángel sexado se sienta sobre una hamaca hecha de plumas. Está cubierta de brillantina y un enorme sombrero evita que se queme por el sol, un poco más allá, la nariz de una bruja sin escoba, asoma tras uno de esos muros de piedra tallados. Por desgracia mi tranquilidad dura poco, otra persona me detiene en el camino, viene a pedir. Sin embargo, no lo hace como aquel viejo flautista en beneficio propio, habla por los demás y no sólo quiere algo de calderilla, necesita mis datos bancarios y un dinero fijo al mes. ¿Para qué? – pienso mientras veo que el encuentro en inminente. Quiere soltarme el rollo, pero lo evito rápidamente, no voy a dejar que me saquen el poco dinero que percibo, es más, yo estoy para que me ayuden a mi, no para dar dinero a los demás.

Mientras me hago la sorda, la muerte me guiña un ojo en uno de los laterales. Es un actor, por lo menos eso parece, sin embargo está tan metido en su papel que parece que la dama de la guadaña está efectivamente observándome. Estos son los pequeños placeres de la vida, notar como la realidad se evapora por el calor abrasador y fluye la imaginación a cada paso. Por fin, tras un par de minutos sin decir ni mu y dejando que el chico acabe lo antes posible su discurso, aprendido al pie de la letra, le digo que lo siento y que no insista más, acabó todo. Vuelvo a pensar, pero insiste más e intenta crearme un sentimiento de culpa que no me corresponde. A veces es preciso sacar los dientes, - este no va a conformarse con un par de cigarrillos – pienso para mi. Entonces viene la pregunta clave, descubro que él tampoco hace nada por lo que me está defendiendo, partida cerrada, jaque mate. Dejo al chico con la palabra en la boca y continúo, aún no me he quitado los cascos, no hay nada bueno que oír y mi lectura de los labios es bastante buena. ¡Para lo que tienen que decirme!

Miles de estudiantes salen y entras de puertas plegables, para algunos la jornada ya ha acabo, para otros, sólo ha hecho más que empezar, pero la mía continúa sin descanso. Me toca montarme en esos vehículos de seis ruedas de nuevo, tomo mi mochila y la coloco en mi pecho, le doy el dinero al conductor y, acaba el descanso, la realidad vuelve a llenar mi alrededor como un cubo de agua fría, el clima se tercia cálido y un ambiente saturado por cuerpos humanos de distintas edades, me hacen esconderme en una de las esquinas. Miles de palabras malsonantes se despliegan por todo el ambiente, no hay marcha atrás, tengo que volver a mis que haceres diarios, sin embargo, esos momentos, aunque fueron cortos, los degusté como el mejor comensal lo hace con un plato exquisito.

9 comentarios:

Rocío. dijo...

No me lo digas cuñada!! es la calle Larios!!!!!!!!

A mí también me encanta disfrutar de momentos como ese. Pasear sola, mirar a la gente, imaginar dónde van, o simplemente mirar ventanas. Me encanta mirar ventanas.

Besos preciosa.

Silderia dijo...

Efectivamente, un bonito paseo desde la academia hasta la parada del autobus

sangreybesos dijo...

No hay nada como un paseo para dejar que la mente llegue a donde le salga de los huevos. Normalmente estamos tan ocupados en nuestra rutina diaria que se nos olvida mirar la realidad de reojo, aunque sea sólo un rato.

Unknown dijo...

Que texto tan... ¿épico? ^^

No suelo tener muchos momentos de tranquilidad pero, siempre que puedo, observo. Cuando estoy esperando a alguien, o andando hacia algun sitio (normalmente tambien con los cascos puestos), intento observar a la gente. Y es una sensacion curiosa. Ves un monton de gente que va y viene, da igual de dónde o a dónde.

Siempre he dicho que puedes saber muchísimo de una persona sólo con observarla durante cinco minutos, con ver como agita las llaves en la mano, o como tira de la correa de su perro. Se puede aprender hasta de los propios amigos y familiares. ¿No os parece?

Pues eso. Por cierto, gracias de nuevo por el anillo, pero creo que yo no lo voy a repartir, mas que nada porque en mi corta lista de blogs que sigo no hay diez que lo merezcan, ni siquiera cinco. De hecho, sólo lo daría a dos blogs: a La gata sobre el teclado de Sphinx Red y al tuyo. Considéralo dado ^^

Un saludo

Silderia dijo...

Cariño: Sabes que yo soy muy subrrealista dejando ver mi mente y que muy pocas veces veo las cosas tal y como son, aunque tu tampoco te quedas corto, lo que sucede es que con e estrés de esta semana lo he hecho poco estos días y por ello lo he disfrutado tanto.

Mario: muchas gracias, agradezco que te guste el premio y yo lo he hecho con todos aquellos que creo que se lo han merecido, a penas he llegado a diez, pero he respetado las reglas del juego.
Tienes razón el observar a la gente y saber pequeños detalles de su vida solo por su expresión corporal, que ni ellos mismos sabrían contestarte es maravilloso. Un saludo

Edu dijo...

La verdad que es un retrato de la estacion de Atocha, aunque podria ser cualquier parte del suburbano de madrid, hechos diarios, muy similares a los que yo percibo diariamente.
Un Saludo.

Silderia dijo...

No es Madrid, pero podría ser. Lo cierto es que estas cosas suceden en todas partes

Melvin de Gats dijo...

Me ha encantado... sin dura de nuestra visión de la realidad salen cosas maravillosas como este texto. Mas hecho pasar un rato agradable jeje

Silderia dijo...

Me alegro del rato que te he hecho pasar, a veces la magia está en las cosas cotidianas, no hay que irse muy lejos para encontrarla.