ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




30 de enero de 2009

GORROS CARMESÍ. (II)

DULCE MELODÍA.


Durante varios días la estuvo siguiendo, como cada día, aquella figura torneada y cubierta por completo, salía a la caída del sol. Entonces comenzaba su camino, había días en los que su ruta era la de ir a comprar algunos alimentos, otros, simplemente quedaba con alguna amiga para conversar, cenar o tomar café.

Entonces es cuando su camino comenzaba en la distancia, no deseaba que se percatar de su presencia, aún no, todavía no estaba seguro de lo que haría con ella, pero la intriga le perseguía donde quiera que fuese. Como un animal nocturno, esa chiquilla se aventuraba en la soledad de la noche, al abrigo de una ciudad no apta para solitarios, sin embargo, no tenía miedo, o eso pretendía dar a entender, pues unos pasos ligueros y continuos, unidos a unos movimientos inquietos de su cabeza hacia los lados y una vigilancia constante sobre todas las sombras que se cruzaban en su camino, la delataban a cada paso que daba.

Aquel hombre la seguía con un paso incansable, después de varias semanas había permanecido impasible en aquella calle, la rondaba por las mañanas y miraba firmemente aquella pequeña ventana que sólo levantaba sus persianas al caer la noche. Cuando Helio aún se mantenía visible, estas estaban cerradas como una gran cárcel, a penas se notaba algún movimientos tras aquellos cristales semiopacos de su piso. Esa noche tomó una decisión, esperaría un poco más en el portal tras su regreso, la vida de aquella niña no podía ser tan monótona como aparentaba, una simple salida de un par de horas no era todo lo que la rodeaba, por lo que, tras su vuelta esperó.

Inquietante y nervioso, miraba el reloj, las doce. Hacía ya treinta minutos que se había vuelto a adentrar en su refugio, pero estaban pasando como una eternidad, ¿qué secretos escondería? Tras la sombra de una farola apagada, vigilaba incansable aquella puerta metálica y oxidada.

El ruido de sus bisagras era inconfundible, como un enorme gigante de hierro, cansado por el paso de los días, se quejaba cada vez que la cambiaban de posición. Falsa alarma, era sólo una de las muchas ocupantes del edificio que salía al frío de la noche para pasear a su mascota, estaba muy absorto mirando aquel can, pequeño y con un abriguito de lazos, movía su apéndice trasero alegre de salir por a tomar unas pocas gotas de aire. Su dueña se postraba inquieta y, en un movimiento reflejo, miró hacia la penumbra donde se escondía. Parándose unos instantes, se paralizó. Sabía que no podía verle, pero su instinto de depredador le hizo pararse en seco. No quería levantar la mínima sospecha de que rondaba por aquellas calles y, mucho menos, que había vuelto a la carga, tras su última victima.

Era consciente de que la prensa y la televisión habían puesto en alerta a toda la población, por suerte nadie, que él supiera, le había visto la cara. Sin embargo, todo eso aumentaba la desconfianza de cualquier mujer. Todas se dignaban a considerarse como nuevas posibles presas de aquel hombre.

Pasados unos segundos, un escalofrío recorrió el cuerpo de aquella señora, se agarró un poco más el abrigo y volvió muy rápido hacia su casa. Como un sexo sentido, algo le avisaba del peligro y sabía que aquella noche no era como las demás.

Una llave metálica intentaba penetrar la abertura de una cerradura, el intento fue fallido, los nervios y el pensar que estaba en peligro, le impedían atinar aquella herramientas. Algo la tranquilizó por unos instantes. Una voz dulce y cálida envuelta en telas blancas. Era ella, estaba seguro, sólo había podido escucharla la primera vez que la vislumbró tras el ocaso, pero lo suficiente para poder recordar una melodía única en el mundo.

Un fantasma blanco se adentraba por los callejones de la ciudad, todo estaba oscuro y la luz de las farolas no era suficiente para despertar tranquilidad en el cuerpo de ningún mortal que se atreviera a cruzarlos. El recorrido comenzó entonces, unos tacones altos y rojos, destacaban tras unas medias de licra y un abrigo blanco, el gorro y la bufanda a juego, no desorientaron a su perseguidor. Este la seguía con ojos golosos, las manos le sudaban y estaba dispuesto a cogerla en ese mismo momento.

¿Qué le pasaba? Paró unos instantes, no era su forma de actuar frente a sus juguetes. Le encantaba jugar con aquellas muñecas tan frágiles y bonitas que el destino le ofrecía, era como si aquella inoportuna mujer le hubiera puesto nervioso y creyera que tendría que adelantar los acontecimientos. ¡No! – chilló para sus adentros. Esta muchacha merecía algo más, deseaba deleitarse con ella y embriagarse con sus aromas antes de darle el fin que se merecía. Pero ¿dónde va? Quizás esa sería una buena oportunidad para poderse acercar a ella. Estaba loco, un desconocido entrándole en mitad de la noche a una chica solitaria, lo tomarían como un violador o un ladrón de poca monta, es más, pondría a la población en alerta y no deseaba aquello.

Sus pasos pararon en seco a pocos metros del vehículo, lo suficiente para quedarse con el color, el modelo y la matrícula del mismo. Dejó que unas largas piernas se introdujeran en él mientras recogía su abrigo hacia el interior, arrancara el coche y se marchara hacia su incierto destino. Volvería pronto, muy pronto, lo haría bien y disfrutaría con ella, tanto que no descubriría lo que estaría sucediendo hasta el final. Si eso es lo mejor – volvió a pensar para sus adentros mientras observaba unas luces rojas alejarse por un río de asfalto.

Estaba obsesionado con aquella mujer, en otra época, a las alturas que estaba, ya habría tomado contacto con ella, tendría más información pero algo le impedía tomar cartas en el asunto antes de tiempo. Deseaba saborear cada instante que pudiera estar con ella, contarle aquellas mentiras empalagosas que tanto le gustaban a todas y, sobre todo, disfrutar de una noche pasional antes de poner fin toda su existencia.

Tendría que tomarse su tiempo, por un momento, le dio igual que le llevara más del necesario. Le daba una punzada en el corazón, deseaba saborearla como un buen vino cuando despierta todos los sentidos, una vez llegado al paladar. Por ello, no podía precipitarse, aquella misteriosa chiquilla, había despertado en él una curiosidad expectante, alargaría el momento todo lo que le fuera posible, sin prisas, sin nervios, sin adelantarse a los acontecimientos. Volvería, en a penas un día a esperar de nuevo su salida nocturna, pronto muy pronto.

7 comentarios:

Edu dijo...

Saboree los instantes de tu Blog, muy narrativo. Me gusto.
Un Saludo.

Silderia dijo...

Muchas gracias por pasarte por este rincon de fantasía, me alegro que te gustara.

Aquí siempre serás bienvenido.

sangreybesos dijo...

Está muy bien, cariño. Pura abstracción.

Zinquirilla dijo...

Menos mal que puedes con mudanza y labores blogueras, jeje.

Me ha gustado mucho el relato aunque por la parte de él, no sé qué pensaría la chica.

saludos!

Silderia dijo...

No es fácil Zinqui, créeme. Respecto al relato, todo se ira viendo conforme avances los acontecimientos.

Phoebe dijo...

Uf, me ha encantado. No se si sabes que los relatos de este tipo son mis favoritos :)
Acosadores, noches, humos y tal...¿Continuará?

Silderia dijo...

Por supuesto, queda mucho por contar de todo esto.