ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




23 de enero de 2009

GORROS CARMESÍ.

UN NUEVO DESCUBRIMIENTO.

- Póngale el sombrero en la cara – fue lo último que escuchó el asesino de boca del comisario tras firma la hoja de permiso para retirar el cadáver.

Apenas hacía unos días que se la había llevado cuando aquel cuerpo completamente desnudo yacía sobre un césped verde, tras él, un gran paisaje de árboles resaltaban la hermosura de una masa humana desangrada.
Era lo único que dejaba junto a su víctima, un sombrero completamente nuevo colocado en la cabeza de las muchachas, eran todas jóvenes, de entre 18 y 23 años, con una estatura media y de belleza radiante, sin embargo, esta mutaba cuando les colocaba aquella prenda de vestir. Sus rostros se transformaban ocultando sus bonitas facciones y dejando entrever su verdadera apariencia, por lo menos eso pensaba. Se volvían feas, no en el sentido visual de la palabra. Aquel individuo parecía vislumbrar el alma de toda aquella que se atreviera a portarlos; su mirada cambia – afirmaba cuando sus ojos malévolos osaban mirar las ventanas del alma de todas aquellas muñecas de porcelana. No podía evitarlo. Incluso, después de muertas, aquellas fragantes doncellas perdidas e incautas, daban su verdadero corazón tras aquellos trozos de materiales cosidos.

Su última víctima no se hizo esperar mucho tras el hallazgo del último cuerpo, como todas las mañanas paseaba por el parque de la ciudad antes de adentrarse en las urbes. Las calles grises y frías delataban miles de colores oscuros. Algunos comentarios inoportunos de vecinos y los gritos de los tenderos anunciando su mercancía, le hacían latir el corazón en busca de alguna nueva amante que le sirviera hasta que su corazón dejara de desearla viva. ¿Cómo sería esta vez? pensaba para sus adentros mientras unos ojos gologos desmenuzaban la población circundante. Pero en esta ocasión no la encontró entre las calles llenas de multitudes matinales.

Era ya entrada la tarde, casi a la caída del sol cuando un perfume, unido a una dulce voz llamó su atención. Ni siquiera iba dirigida a él, esta vez tendría que acercarse aún más a ella, miró hacia todos lados, pero lo único que vio fue un abriguito de color negro, bajo él, unas botas altas del mismo color, hacían un ruido sordo y acompasado con cada movimiento de sus pies, más arriba una bufanda azabache, ondeaba al viento sus largos brazos protegiendo una espalda desvalida y, tan sólo unos centímetros más arriba,… No había nada que le sirviera de referencia, una simple gorra de tela, a conjunto con el resto de prendas, tapaba cualquier indicio de que aquella figura fuera reconocible días posteriores, sin embargo algo le dijo que la siguiera. Estaba lleno de curiosidad sobre aquella criatura que le había brindado el destino, como a las otras. Sin embargo esta tenía algo que el resto no, una cubierta en la cabeza. Ya no sería difícil convencerla de que se la pusiera para la primera noche, como hacía con las otras. A pesar de todo, estaba molesto, no podía escogerla sin el misterio de ver su cara antes de vislumbrar su verdadera alma.

Un pesado halo de incertezas cubrió su mente, tenía que maquinar algo para verla por primera vez sin aquella prenda, su fetiche oculto estaba a la vista de todo el mundo. Pasaría a otra víctima – pensó. No le merecía la pena matarse por una más, pero esta le había dado un pálpito en el corazón, igual que el resto de mujeres que habían pasado por su alcoba años antes, tenía todos los ingredientes ¿Todos? No, sus muñecas se reconocían por ser mujeres bellas y atractivas, llenas de vida y esta sólo carecía de uno de ellos, no había visto su cara. Pero aquella voz, llena de timidez y melancolía le había llenado todo. A pesar de todo, paró en seco y dío marcha atrás, buscaría otro blanco, necesitaba una nueva amiga y pronto, la impaciencia por aquello le hacía sudar mucho, aumentaba su ansiedad y, de pronto, todo paró. Había estado demasiado tiempo absorto en sus pensamientos ¿Dónde había ido? Daba igual, volvió sobre sus pasos y se desvaneció entre las penumbras que ofreciá la caída de la tarde.

Durante días estuvo rondando diferentes parajes, nada. Era imposible buscar, cada vez que encontraba algo nuevo en que entretenerse, la voz volvía unir la imagen de aquella pequeña figura y desistía de nuevo. La veía alejarse mientras lo llamaba, sus pasos eran acompasados y tranquilos. Por ello, sólo por ese insignificante motivo, decidió volver a rondar las calles donde la había visto por primera vez.

Buscó y buscó durante días, sin saber si era ella o no, se fijaba en la figura de todas las mujeres que se atrevían a pasar por su lado. Aquellas incautas habrían salido corriendo de saber a qué se estaban exponiendo. No había peligro, su obsesión se dirigía en una dirección, una figura negra que rondaba las calles de la ciudad, que se había desvanecido de la realidad para atormentar su mente como un fantasma.
Durante semanas aparecía puntualmente a la misma hora por la esquina donde escuchó la voz, hasta que por fin su espera tuvo éxito, la visera de su gorro, unido a una montura de pasta bastante gruesa, le impidió ver sus facciones, pero su figura trasera era inconfundible. Llevaba la misma ropa de abrigo que hacía semanas, por lo que fue muy sencillo saber que era ella, una simple duda le quedaba por resolver, tenía que escucharla.

2 comentarios:

sangreybesos dijo...

Estupendo el punto de vista, casi de giallo invertido... ¡La futura víctima resulta aún más misteriosa que el asesino!

Silderia dijo...

eso era lo que pretendía