ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




27 de octubre de 2008

Selene. Capítulo XXXII.

CAPÍTULO XXXII: HACIA….¿DÓNDE?

Aquel callejón oscuro situado en el corazón de la ciudad, no era el mejor sitio para esperar a nadie. Sin embargo, Fepico les había citado allí. Tres jóvenes nerviosos e impacientes se encontraban adentrándose por un estrecho pasillo hacia la puerta de entrada, al final del callejón. La salida desde allí, en caso de una emboscada, era imposible, a menos que supieran volar.

Las una y media de la mañana en el reloj, justo la hora nombrada por el teléfono, cuando toparon con una pequeña puerta de madera de bisagras oxidadas y ruidosas. Como se les indicó, pegaron tres veces en la parte central de la misma, marcada por un extraño dibujo. No sabían cómo lo había hecho, pero cada vez que parpadeaban, esta cambiaba de forma, presentando, a cada uno de sus visitantes, un dibujo completamente diferente. Sólo algo no mutaba en aquella extraña cosa, su parte central, a veces de un tamaño mayor, otras menor; pero siempre era lo mismo. Un diente de león a punto de dejar salir sus semillas, descargándolas en la primera brisa de aire que se decidiera a golpearlo.

Los tres extraños miraban hacia todos los ángulos, querían estar seguros que nadie los seguía. A su derecha una pequeña salida, a su izquierda, un muro que separaba un abrupto corte en el terreno, acompañado por una caída de más de tres metros y medio de altura. A ambos lados, unas paredes de ladrillos, lisas y sin accidentes, se elevaban varios pisos de altura. Ambas se negaban a observar todo lo que pudiera acontecer en aquel extraño lugar, sus ojos, tapiados, denotaban que ciertos vecinos habían decidido aislarse del mundanal inframundo que se les presentaba al otro lado. Para ello, miles de bolsas, maderas, cintas aislantes y ropa vieja y comida por el sol, se utilizaban para tal fin. ¿Dónde los había metido Fepico? Desde las afueras, justo en la calle trasversal, el ambiente era completamente diferente, como si hubieran entrado en un nuevo mundo. Perdido, alejado de cualquier justicia o mirada que quisiera retomarla e introducirla de nuevo dentro de la ciudad.

Una mano blanca, de finas uñas esculpidas y exquisitamente decoradas, tocó aquella flor primaveral.

- Esto tiene que ser una broma – dice Selene al comprobar que ni siquiera se hunde. – Esto ni siquiera se mueve – continúa apretando.

- ¡Estupendo! – empieza Yu. – ¿Has probado a mirar si hay un timbre? Quizás ese viejo no se acuerda de que ha cambiado el sistema para llamarlo.

Mientras aquellas dos chicas comenzaban a pelearse, en un diálogo inconcluso de ironías, Luis se para más detenidamente a observar la puerta. Cierra un poco más los ojos, a penas unas rendijas, evitan que éstos se escondan completamente. Entonces lo ha visto, algo que no cambia, un dibujo oculto tras aquella forma multidimensional. En él unas letras de color verde chillón exponiendo lo siguiente: “En los dardos, el punto central no siempre es la diana.”

- ¿Qué querrá decir esto? – tomando un gesto de descanso, apoya la mano contra la parte lateral de la puerta.

Parece que ha encontrado la respuesta, unos pasos se escuchan desde lo lejos, parece que alguien viene, sin embargo Yu y Selene están demasiado ocupadas para darse cuenta. Luis las interrumpe en sus alegorías intelectuales, pero es inútil. Una y otra vez es rechazado por ellas, en un menosprecio, no intencionado sobre él. El enamorado quiere mostrarle la puerta a su amada, pero las palabras no sirven. Por lo que decide colocarse a su espalda, tomarla desde los hombros y, en un violento movimiento, volverla hacia aquella pequeña abertura, de no más de metro y medio de altura.

Por fin, parece que lo ha conseguido, le prestan atención a lo que les lleva intentando comentar más de tres minutos. Unos pasos fuertes y contundentes se escuchan desde hace rato, parece que se acerca, pero el tiempo de espera se hace cada vez más y más largo. Casi al borde de la impaciencia, una rendija pequeña e invisible, hasta el momento, se abre frente a ellos. Unos ojos grisáceos se presentan ante ellos, es lo único que pueden distinguir de la persona que se encuentra al otro lado, pero lo suficiente como para averiguar que ese viejo adicto a productos extraños, ignorantes en la ciencia de todo conocimiento humano, está juzgando si son ellos o no, al otro lado de aquel débil muro de madera.

Escudriña sus figuras, a penas puede distinguir nada desde su altura, sin embargo, él considera que es lo suficiente como para dejar o no la intrusión de aquellos invitados.

- ¡Por fin! – dice una voz ronca que deja escapar un poco de humo blanco por la abertura. Pasad de una vez – se comienzan a escuchar ruidos de cerrojos. – Cuidado con la cabeza, le entrada no es muy grande, pero lo suficiente si quieres hacer de muro viviente y no eres muy grande para ello.

- ¿Qué es esto? – le pregunta Selene mirando una larga escalera que se interna varios metros bajo el nivel del suelo.

- Es mi garito particular – le responde Fepico. – Hay que andar un poco, pero puedo montar unas fiestas tremendas hasta el amanecer sin que me molesten los vecinos – dice sonriendo, mientras les invita a iniciar la marcha.

El ruido de los candados vuelve a sonar. Aquella puerta mugrienta, pequeña y casi sin apariencia importante, es en realidad una masa cuadrada y pequeña de acero bastante ancha. Su marco, hecho con el mismo material, tiene unos símbolos extraños para los tres. Algo tienen que significar, piensan los tres a la vez, pero viniendo de Fepico pueden ser una mera decoración. Algunos salmos antiguos se intercalan entre el liso de las paredes. La luz artificial deja muchos resquicios, parece que los observan desde todos los puntos. La temperatura de la sala sube conforme el descenso se hace más notorio. Gotas de sudor recorren el cuerpo de Luis, sin embargo, parece que Selene y Yu, no sienten el calor.

Algunas ratas se esconden al escuchar el ruido de sus pies y, ciertos animales rastreros, comienzan a presentarse en del debut de los tres visitantes. Fepico no dice nada, simplemente les da indicaciones desde el final de la cola. La primera, Yu, mantiene su catana en alto, vigilante, Selene aprieta sus puños y Luis, intenta no pensar en absolutamente nada, prefiere pasar por este trago lo más rápido posible. No quiere ni pensar lo que puede montarse allí en medio.

- ¡Bueno! – expresa Fepico. – Hemos llegado al final del camino.

Frente a sus ojos una puerta gigantesca se alza, está semiabierta y un pequeño rayo de luz se escapa por su rendija. Intrigados, dejan a Fepico ponerse en cabeza, esta empuja la plancha de metal hasta que muestra su interior.

- ¡Pasad! Estáis en vuestra casa – anuncia aquel viejo a sus invitados.

2 comentarios:

sangreybesos dijo...

¿Un garito subterráneo? Este tipo cada vez me gusta más.

Y perdona que haga gala de mi contrastada y patética pedantería, pero, eso del diente de león, ¿es una alusión a Bradbury?

Silderia dijo...

puede? quizás si, quizás no, lo cierto es mis fuentes de inspiración no las digo nunca, pero tu me conoces muy bien y sabes que he leído algo de él hace unos meses.