ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




17 de octubre de 2008

LOS CAMINOS PERDIDOS DEL SUBCONSCIENTE (VI)

Corro, no puedo hacer otra cosa. Ahora estoy convencida que aquello que vi iba a por mí. Dudo mucho de las intenciones que tenga, pero siento que algo me persigue, y yo he de ser más rápida. Pero ¿cuánto tendré que correr? Como el resto de preguntas que me llevo haciendo desde que entré aquí, ignoro por completo la respuesta.

Parece que no me he fijado por dónde iba, la cueva ha quedado atrás tan lejos que el paisaje se ha vuelto completamente oscuro, sólo unas elipses de múltiples colores adornan el paisaje. Sé que estoy andando por un sendero, pero no veo el suelo. Todo es completamente uniforme. Por suerte mi improvisado cayado, este que he tomado como mío dentro de un mundo que parece no atenerse a ninguna ley. A cada paso que doy, golpeo con él este supuesto piso, su ruido me indica que sigo por un lugar que aún permanece sólido.

Poco tiempo tardo en ocultarme completamente en este lugar. Como parece costumbre, ambos sentidos muestran un mismo paisaje pero, al contrario que los otros, me hipnotiza. Tantos colores, sus brillos y su fondo completamente negro, me hacen detenerme para observar tanta belleza. Aquí parece que el tiempo está definitivamente estático. No hay brisas ni sol que haga vislumbrar una senda definida. ¡Qué raro es todo esto! Igual que el resto de lugares en los que he estado, pero con mayor calma y armonía. Parece algo organizado dentro de tanta entropía.

Cuando salgo de mi estado de inconsciencia, continúo mi marcha hacia algún lugar. Espero salir pronto de este sitio; el cansancio por ver los diferentes mundos, fruto del goce de cualquiera, me está dejando sin fuerzas para desear otra cosa que no sea el volver a la supuesta normalidad de una realidad familiar y conocida. Aunque a veces pienso que aquella no es mejor que esta. Por lo menos aquí ocurren cosas interesantes a cada minuto.

En mi perdido camino hacia ninguna parte, unas burbujas opacas y completamente blancas salen desde el suelo. En un principio parece que aparecen de la nada, pero una mancha grisácea delata su nacimiento. ¿Irán hacia arriba o yo estoy boca abajo?

Una de ellas nace delante de mi, es completamente clara, algunos destellos dan unos pequeños tonos de luz, parecen estrellas escondidas tras las nubes. Sonrío, creo que es la primera vez que lo hago desde que estoy aquí. Por lo menos no con la sensación de alegría que me invade en ese momento. Mi curiosidad me hace intentar tocarla con la yema de mis dedos, no se mueve; sus bordes comienzan a vibrar con el roce de mi piel y una bonita melodía parece que proviene desde ese ser corpóreo. Entonces, comienza a volverse transparente, en su fondo aparece mi nariz perdida, mis ojos me hacen notar que es simplemente un espejismo. Pero ahí está, aquella cosa sabe algo, por lo menos que me falta una nariz.

Miles de esferas salen a la vez rodeándome, me asusto y elevo mi palo. Sin querer, le doy a mi curiosa amiga con su punta y esta comienza expresar su melodía más fuerte. Parece que no quiere despegarse de su agresor y se eleva junto a él. Ambos flotan por encima de mi cabeza y comienzan a girar formando la figura de un círculo, aún mayor.

El paisaje homogéneo comienza a caer, igual que una cortina cuando se desprende de sus enganches. ¿Qué es esto? Miles de imágenes, iguales a la mía, me observan desde todos los puntos mientras la cantarina continúa con su magnífica sinfonía.

No puedo quedarme aquí, pero no voy a dejar mi único agarre atrás. Elevo ambos brazos e intento tomarla. Para mi sorpresa se ha dejado tomar con suavidad parando su efusiva danza. Miles de ramificaciones le han salido y casi oculta la perla, de dimensiones gigantescas. Algunas ventanas me permiten ver que todavía sigue ahí, cautiva.

Decido continuar, ahora por un cilindro de espejos. A pesar de no verse sus múltiples encajes, miles de figuras me siguen al paso. El ruido de mis pequeños zapatos acompaña mi paseo. Hasta que me harto de caminar.

Esto me agobia tremendamente, me veo una y mil veces repetida, pero no soy yo. Esa imagen física, sin fosas nasales se parece a mi, pero no hay nada dentro de esos ojos. Parece que mi alma evita asomarse para observar en lo que me he convertido. ¿Será esa mi verdadera imagen? ¿He llegado a convertirme en esto? Espero que no.

En un instante de descanso mi bastón cae al suelo, este se raja haciendo una línea arbórea con su columna vertebral intacta. Me indica una posible salida o un posible destino, da igual. Sólo quiero encontrar el trozo de cara que me falta y salir de aquí. Comienzo a oler, alguien la ha sacado de la caja. Aromas frutales se mezclan con la hierva fresca, pero noto como la posan sobre una fina tela de terciopelo. Las manos que la tomaron eran suaves con olores a jabón. Puede ser que me esté acercando a ella.

Entre tanto, mi estómago me reclama algo de alimento. Por fin se ha dado cuenta de que necesita comer algo. Lo cierto es que me supone una completa desgracia, no hay nada que yo pueda considerar comida, miles de recuerdos intentan viajar a una época en la que sí tenía algo que llevarme a la boca. ¡No lo recuerdo! Y, cuando lo hago, mi apetito desparece dejando paso a las nauseas. ¿Qué está pasando? Miro al suelo, un pequeño fragmento de espejo se ha desprendido del suelo, parece apetitoso, ¡qué estoy pensando!

No le doy más vueltas a esto, todo es tan sumamente ridículo aquí que podría ser una perfecta comida para un extranjero, algo digno de una reina. Me agacho para tomarlo, bajo él hay más espejos. Algo que tampoco me atrevo a preguntarme más, parece todo muy normal dentro de la irracionalidad en la que vivo. Al tomarlo mis papilas gustativas comienzan a segregar saliva como si de algo apetitoso se tratara, pero ceso en mi intento por llevármelo a la boca. ¿Estará bueno? Pienso unos instantes, qué más da, ¿hay algo mejor por aquí que se te apetezca comer? La respuesta es no. Sin pensarlo dos veces me lo meto en la boca.

Todo lo contrario de lo que pensaba, es blando y jugoso. Sabe a… Cristal, ¡qué otra cosa podría describirlo! Creo que nada. Me levanto una vez saciada por la hebra rota hasta llegar a una sala octogonal. En el centro está mi nariz, la encontré. Sin embargo algo me dice que no he de acercarme mucho. Oteo cautelosamente cada una de las imágenes, esa que hay detrás del pedestal es diferente para mí. Estoy lista, llena y descansada. ¿Quién será?

1 comentario:

sangreybesos dijo...

Se nota que la protagonista es de poco comer...