ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




3 de octubre de 2008

LOS CAMINOS PERDIDOS DEL SUBCONSCIENTE (IV)

Miro hacia a bajo y un gran susto me invade, es el terror a caer. El sobresalto me acelera el corazón desmesuradamente, mientras mi mente decide observa más atentamente. Estoy flotando en algo parecido a una burbuja. Es sólida, pero muy fina. No me atrevo a levantarme. Puede romperse e, inevitablemente, caería al suelo. No lo deseo así. No puedo acabar de esa forma.

¿Hacia dónde voy? Esta gran esfera me lleva hacia un lugar donde un camino invisible marca su rumbo, ahora no depende de mi decisión o simplemente de continuar sin más remedio hacia a delante. Simplemente es dejarme llevar por unas manos invisibles hacia un destino incierto, igual que antes. Desde que llegué aquí no he ido más que hacia a delante sin pararme a pensar en nada, ¿y si me hubiera desviado de la senda marcada? A lo mejor estaría ya en casa. Lo cierto es que la respuesta es tan inverosímil como lo que estoy haciendo ahora. ¿Hacia dónde me lleva esta procesión invisible de túnicas cristalinas y transparentes? ¿Dónde estoy ahora? Tampoco sabía en qué lugar me encontraba antes. Pienso mientras mi improvisado y forzoso vehículo sigue su rumbo con un pasajero disconforme.

Estamos llegando, por lo menos eso me parece. A lo lejos puedo ver algo parecido a tierra. Son montañas redondeadas y gordas, como miles de pelotas puestas unas encima de otras sujetadas por una fuerza invisible. Brillan mucho, tanto que me deslumbran cada vez que mi esfera se mueve ligeramente por las corrientes aéreas, si es que eso existe aquí. De entre ellas se elevan dos grandes columnas y, en su punta, un arco de flores rosadas parece que da la invitación para pasarla. No me fio, he viajado ya tanto por estos entresijos que lo más común y familiar pude convertirse en una simple pesadilla.

Una cara, tan grande como un edificio, aparece al lado de la estructura gomosa. Abre su boca y comienzo a temblar. ¡La burbuja va directo hacia ella! Pero, ¿qué puedo hacer? No puedo ver el suelo desde aquí, y si no existe. Puede que fallezca en el descenso, si es que logro romper esta jaula. También podría quedarme flotando para siempre. No hay más tiempo, cuando unos dientes, de dimensiones gigantescas muerden por la mitad mi improvisado habitáculo móvil. En un intento por no sucumbir, echo mi cuerpo hacia la parte que da al exterior. Cualquier cosa sería mejor que acabar como entremés.

Caigo hasta pocos metros de altura, ni siquiera me ha dado tiempo a elevar la voz por el pánico. Ahora una palma, carnosa y llena de callos, me sujeta sobre una cama de naranja. El olor a fruta fresca consiguen ponerme aún más nerviosa. Los ojos de aquel magnífico titán me miran con curiosidad, parece que jamás ha visto un ser tan pequeño como yo. Está extrañado. Sin embargo me mantengo alerta, no tengo muchas salidas. Si lo pienso mejor, ninguna. Por lo menos espero que si me devora, pueda causarle una buena indigestión. En esos momentos, la opción pensada minutos antes no me parece tan mala, solo que ahora es tarde, demasiado para tener una muerte decidida por mí misma y sin más sufrimiento que el yo me haya buscado. Estoy confusa, desorientada, dolida por la caída y paralizada por el terror. Las ideas se han atascado por el estrecho tubo de mi mente. No se que puedo hacer.

Sin pensarlo, como un simple reflejo, la debilidad me invade y hago lo único que puedo en ese momento, llorar. Una lágrima furtiva sale por mi ojo. Es morada, ni siquiera mis fluidos corporales son normales aquí arriba, si es que esto es arriba y del lugar que vengo, puede llamarse abajo. Evito que sus compañeras la sigan en el suicido, aprieto mis puños y muerdo mi labio inferior. Estoy perdida, lo sé.

Justo, cuando roza mi mejilla, un dedo meñique de dimensiones desmesuradas, se aproxima a ella. De pronto, encoge gradualmente hasta una proporción similar a la mía y seca mi amago de debilidad. Pertenece al ser que me tiene presa. ¿Por qué? La respuesta pasa a formar parte de las cientos de incógnitas que he ido acumulando durante mi recorrido, quizás concéntrico, en estos parajes. Parpadeo y, cuando vuelvo a ver la luz, la palma sigue ahí, pero la cara ha desaparecido. Ahora un hombre robusto, alto y con el torso desnudo, acaricia mis facciones. Es cálida y no puedo evitar devolverle una sonrisa.

Nuestro pedestal toma un camino inconcluso, arranca bruscamente mientras dejamos a lo lejos la entrada hacia algún lugar; ahora volamos hacia un nuevo horizonte. Me abraza tomándome por la cintura, sin embargo no habla, solo sonríe y me señala diferentes puntos en el horizonte. La muerte de miles de estrellas, que acontecen en esos instantes, muestran un espectáculo maravilloso, justo cuando un gran sol resplandeciente se esconde. Una llamada de sus labios me hace mirarlo, al volver la cara me roba un beso furtivo. Doy un paso atrás tapándome la boca, ahora sus resplandecientes ojos han cambiado su expresión.

Continuó mi retroceso hasta que el borde me impide seguir, entonces una horrible criatura, enzarzada en serpientes venenosas y enfurecidas por la ira, intenta agárrame. Solo hay un camino, no hace falta pensarlo mucho. Salto al vacío con mis manos extendidas e intentando no pensar qué es lo que puede pasar al final de mi descenso.

Un gran golpe elástico ha parado mi caída, me duele la nariz y noto como mis vestimentas han cambiado en el proceso. Ahora forman un estilo diferente al anterior, sus costuras marcan otras formas, otro cuerpo. Pero sigo siendo yo, o quizás no. Un gran halo de confusión me invade la mente, toco mi cara y... ¡no tengo nariz! Eso me hace volver en sí de repente ¿Si no está, cómo me puede doler? ¿A qué lugar habrá ido a parar? Mi expresión es muy espabilada, mis ojos, viscos y casi salidos de sur órbitas la buscan sin parar, unidos a las yemas de mis dedos. Toco mi pelo, es más grueso de lo normal, como alambres, ¿qué ha pasado con él?

A duras penas me levanto de mi reposo fortuito, el suelo se hunde a mis pasos. Un ruido me hace volverme. Algo está aprisionando esa parte de mi cuerpo perdida, se que es ella. Puedo oler el aroma aceitoso de las manos de su cautivo, el polvo del interior del cofre y notar cómo una pequeña mota de humedad se posa sobre su punta. Quiero correr hacia ella, chillar, pero decido quedarme observando a la nada. De pronto, el sol hace de nuevo su aparición, los días son tremendamente largos aquí, dejando solo unos escasos minutos para una noche efímera. Un río cristalino me enseña una ruta, decido seguir. Ahora estoy más perdida que nunca, pero no voy a salir de aquí a trozos, quizás esa criatura de manos grasientas, pueda indicarme el camino a casa, si es que tengo suerte. Ahora solo puedo olerla, ni siquiera la he visto con mis propios ojos.

Me encojo de hombros, miro el camino y, con la ayuda de un largo palo, decido seguir mi olfato bien lejos de su lugar. ¿Qué me espera esta vez? El cansancio ante esta situación puede conmigo por unos instantes. A pesar de todo, continuo a delante, siempre a delante.

4 comentarios:

sangreybesos dijo...

Me encanta lo de la nariz cercenada que sigue oliendo.
Una serie muy gráfica, nena. Casi se echan en falta dibujos para acompañar el texto

Unknown dijo...

No entiendo tus textos :S El de los pintalabios si, pero esto de los caminos del subconsciente... aciertas en calificarlo de surrealismo xD

De todos modos, hay que admitir que al menos bien escrito está, y que esa imaginación no la tiene cualquiera. Al menos yo no xD

Seguiré pasando por aqui, te agrego al RSS. Por cierto, me gusta el diseño del blog, sencillo y elegante ;)

Saludos!

Silderia dijo...

Cariño, soy escritora no dibujante. Si hubiera podido lo hubiera ilustrado de verdad, lo que pasa que mi mano no responde a las órdenes de dibujo de mi mente.
Mario, serás siempre bienvenido al blog.

Dreamscape dijo...

A mi me gustan sus textos, la iamginación jamás debería ser un problema. Del tipo que sea, siempre será bienvenida. Precisamente esta sociedad no está sobrada de ella, de la capacidad de evadirte, de pensar que hay otros mundos, otra forma de vida.
Sigue imaginando.