ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




19 de julio de 2011

SELENE. CAPÍTULO LXVIII.

CAPÍTULo Lxviii: mi árbol genealógico.
-  ¿Cómo demonios me has conocido? – dice su madre derramando el vaso que portaba en las manos. 
-  ¡Elia! – se levanta la abuela de un salto -. ¿No pensabas decirle hola a tu madre? – dice incriminándola con el dedo. 
-  Yo, yo – es lo único que Elia articula a decir mirando a su madre y a su hijo sin saber cuál de las dos preguntas contestará antes.
  Entre tanto, salen de la casa Selene, su hermana y su padre. Tienen que ver qué es lo que  está formando tanto escándalo, aunque a ninguno de los tres les extrañaría que fuera una de las muchas actuaciones célebres de Tía, experta en dramas y tragicomedias. Aunque esta vez ha decidido decepcionar a su cansado público y ha tomado el papel de una simple extra admirando la escena en la cual se deleita.
-  ¿Qué pasa aquí? – dice Hiperón cuando llega. 
-  Creo que se están peleando – le dice Luis al oído muy bajito, como si no quisiera interrumpir aquel silencio sepulcral que invadía el ambiente. 
-  ¿Qué haces con una paleta en la mano? – le pregunta el padre de Selene mientras observa un delantal de lunares que lleva puesto Endimión. 
-  Estoy pendiente de la barbacoa – vuelve a susurrar. 
-  ¿Te gusta la carne bien churruscada? – argumenta Hiperón. 
-  No – increpa Luis -. ¿Por qué? – pregunta antes de que una gran humareda negra le tape la visión y un olor a quemado inunde sus fosas nasales, provocando que corra hacia el lugar del crimen. 
-  ¿Alguien puede contestar a la primera pregunta que he hecho? – vuelve a interrumpir el silencio Hiperón -. Elia, ¿qué pasa aquí? 
-  Pues que esta es mi madre y esta mi abuela – dice Fepico mirándose todos los bolsillos que encuentra en su escasa ropa -. Bajo al infierno y en la sala de las 1000 puertas me encuentro a dos demonios gemelos – comienza una historia con un tono de voz histérico -. Y… antes de adentrarme hacia el pasillo de las parcas descubro que uno es mi tío y el otro mi padre y que los dos son gays, por decirlo de alguna forma – enciende a duras penas el cigarrillo aliado y casi temblando -. Para colmo fui concebido entre partida de mus y partida de mus, cuando mi madre y mi padre estaban borrachos como una cuba, eso es lo único sensato de cómo fui traído a este mundo – respira hondo -. Dadas las circunstancias – continúa mirando a todos lados mientras las personas presentes lo rodean -. Después de tenerme o antes, eso no me lo han dicho, pero espero saberlo algún día de estos en una circunstancia ridícula – pega una calada profunda y sonora al canuto -. Esta señora… - señala a su madre. 
-  Señorita – corrige a su hijo – si no te importa. 
-  ¡Bueno! – expulsa el humo de forma lenta y haciendo movimientos con la mandíbula mientras mira al cielo -. Esta señorita, se mete en el interior de alguna de las puertas del infierno y ahí le pierde el rastro mi padre, el cocinero marica, y mi tío, el demonio culo estrecho, a los cuales me parezco como una gota de agua si no es por el color, el rabo y los cuernos, que no se ¿por qué demonios no tengo? – mira a su abuela -. Allí mismo, y sin que me hayas nombrado nada de ella al respecto – señala a su madre -. Descubro que soy nieto del barquero del infierno, que fue mutilado por ti en una de vuestras múltiples andanzas sexuales – señala a la abuela violentamente con el dedo índice. 
-  Así fue como Caronte perdió parte de su cara – dice Tía la cual no quiere perderse ni un punto de ese culebrón. 
-  Y, tras descubrir que mi madre no es humana, motivo por el que mi padre no fue pulverizado por Hades, conocer su rostro sólo por un retrato que tenías en casa y nada más – se agacha para mirar a la abuela fijamente -. Descubro que está viva y que nunca se ha preocupado ni por saber de mí en ningún momento – cambia la mirada hacia su madre antes de caer rendido en la silla más cercana. 
-  Eso no es del todo cierto – dice su madre acercándose a él. 
-  ¡Ni te acerques! – chilla Fepico indicando que se esté quieta con la mano. 
-  Te crié los primeros 100 años  - le dice su madre –. La inquisición quería quemarme y te dejé con tu abuela a buen recaudo y me marché donde no podían cogerme hasta que todo pasara. 
-  ¿Pasara? – cuestiona su hijo -. Soy un viejo de más de 100 años, que tiene un pub de mala muerte, enganchado a la mariguana y que probablemente ha sobrevivido a todos sus hijos, si es que los he tenido alguna vez. ¿Qué tenía que pasar? ¿Un milagro o que la tierra se helara?
-  Fepi – interrumpe la abuela -. ¡No hables así a tu madre! – le increpa con el dedo -. Yo te crié en el infierno y ella fue desterrada de él. 
-  ¿Desterrada del infierno? – dice Tía intentando comprender algo. 
-  Si – responde ella avergonzada. 
-  ¡Mamá! – le dice Fepico tirando la colilla de su cigarrillo aliñado -. ¿Por qué no tengo cuernos como papá y el tito culo estirao? 
-  No lo sé cariño – le responde mirándolo con ojos tiernos -. Habrás salido a tu abuelo Caronte. 
-  Hola a todos – dice una voz familiar desde el fondo del patio -. ¿Llego tarde? 
-  No – contesta Tía -. Todavía no hemos preparado la comida – sonríe falsamente -. ¡Ven! Saluda a tus hermanas.
-  Arpía – piensa la abuela mientras ve como se aleja –. Ni que su hijo fuera un portento.

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