ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




9 de abril de 2010

Selene. Capítulo LXIV.

CAPÍTULO LXIV: POR LOS PELOS.

Los cuatro, acompañados de aquel ser, un tanto peculiar, pomposo y quizás bello, a su manera, se dirigían por senderos llenos de lodo, rocas que siempre estaban en los lugares propicios para tropezar, algas salidas de alguna parte y árboles azulados. Bajo aquel verde y abrasador sol, lo único que podían hacer era echarse los brazos sobe los ojos para evitar la ceguera.

- Pronto llegaremos a la casa de ese desagradecido caimán – dijo aquel intento de pájaro.

- Seguro que el pobre evitó el voto porque todos los contendientes se parecían – le comenta en voz baja Luis a Fepico.

- Mi abuela no lo querría ni para hacer una sopa – le responde al comentario -. Ni con sus guisos especiales utilizaría un bicho tan feo – se busca un cigarro en el bolsillo -. Aunque no puedo decirlo con mucha certeza… ¿Quién sabe lo que lleva esa sopa pestilente que prepara?

- ¿Una sopa especial? – mira Luis a Fepico intrigado.

- No – se enciende el cigarro -. Sólo le dice sopa, aunque yo dudo que pueda ser algo que puedas catalogar como tal – guarda el mechero en el bolsillo del pantalón -. Yo lo llamaría agua limpia de pantano radiactivo… Pero cada uno tiene sus propias definiciones para algo.

- Aaaaarrrrg – dice el pájaro.

- ¡Qué cojones pasa! – dice Yu que del susto se ha caído al suelo intentando evitar una roca.

- Se me ha estropeado la pedicura con la marcha – expresa el pajarraco mirándose la pata y con una lágrima en los ojos -. ¿Sabes cuánto me ha costado dejármelas perfectas?

- Lo que me extraña es que te las hayas podido pintar – dice Selene sin dar crédito a lo que escucha.

- ¡Descarada! – el aludido vuelve la cabeza con desdén -. Pues… para que te enteres bicho raro.

- Mira quién lo dice – interrumpe Selene la supuesta regañina.

- ¿Puedo continuar?

- Si claro… a delante… por mí no te cortes – dice Selene.

- Pues… - mira a todos los presentes -. Para que lo sepas, ¡engendro! Me ha costado tres horas y unas veinte capas de esmalte de uñas para dejar la tonalidad perfecta – dice enseñando la uña rota -. No es nada fácil hacerlo cuando sólo tienes pico.

- ¿Lo de engendro iba por mí? – dice Selene sin alterar la voz.

- Uh uh – dicen los tres a la vez.

- Si – le responde el bicho -. ¿Por quién te crees que iba? Sois los bichos más feos que he visto nunca, y eso que veo muchos a lo largo del día.

- Una cosa más – le dice Selene poniendo la mano en la barbilla -. ¿Tenéis espejos por la zona?

- No – responde orgullosamente -. Las aguas son suficientes para poder deleitarnos con nuestra presencia – continúa diciendo -. Este que llevo yo aquí me lo regaló alguien que ya no recuerdo – muestra un trozo de espejo roto y decorado por un marco gótico -. Por supuesto no pudo aguantar tanta belleza y se resquebrajó cuando mi imagen se reflejó en él, aunque lo uso porque queda chic.

- Estupendo – dice Selene moviendo el dedo índice sobre su barbilla -. Y… ¿Dónde está la casa del caimán?

- La tenéis ahí delante, justo detrás de aquella roca color roja – señala con el ala su dirección -. Dice que la pintó para distinguir la zona, pero es una horterada, como todo lo que hace.

- Y…. ¿Cómo has dicho que te llamabas?

- No lo he dicho y sí, tengo un nombre – se yergue para elevar la cabeza – Pedus Finus, sí, ese es mi fantástico nombre.

Cuando baja la cabeza, aquella criatura altiva ve una escena no menos que asombrosa para él, sus cuatro acompañantes han roto en carcajadas tras escuchar su nombre, aquel que le había dado fama en aquella fantástica zona. Enfadado, alza el vuelo y decide tomarla con Selene, se dirige hacia su cabeza lo más velozmente que puede, dirige sus patas, en posición de ataque hacia su coleta.

Poco a poco, el momento final de su ataque se culminará en un pase rápido de aviso, pronto sabrían quién es Pedus Finus, el más influyente del lugar, la cosa a la que todos admiran.

- Creo que no deberías haber hecho eso – dice Selene sujetando al pájaro por las patas y cogiéndole fuertemente el cuello.

- Yo creo que tampoco – dice Fepico -. Con buena te has ido a ensañar – incide en el comentario de Selene -. ¿Qué toca esta vez? Cortarle las alas, arrancarle el pico, quitarle las pocas plumas que le quedan, romperle las uñas…

Pedus no podía hacer otra cosa que intentar chillar de horror cuando escucha todo aquello que puede hacer la chica.

- No merece la pena – dice Selene tirándole al suelo lleno de fango -. ¡Nos vamos! – y se encamina hacia la roca roja.

- ¡Ya está! – le dice Luis -. Y el fuego, los colmillos, las alas, las uñas que cortan como espadas.

- Hoy no cariño, me da asco y yo no me mancho las manos con porquería.

- Parece que va aprendiendo – dice Yu con una media sonrisa y mirando al bicho -. Has tenido suerte, espero que te vaya bien - se agacha hacia él y le toca el pico -. La próxima vez no creo que salgas entero.

A lo lejos, casi al borde de un precipicio una casita de madera barnizada, se alza rompiendo el deprimente paisaje. “Cuidado con el caimán” pone un cartel antes de llegar a la puerta.

4 comentarios:

sangreybesos dijo...

Pedus Finus... ¡magnificus, cariño!

Silderia dijo...

Sabía que iba a gustarte el nombre cariño, pero es que no podía ser de otra manera.

Jonessy James dijo...

pucha, pero que mal el bicharraco.

graicas por pasarte, y como siempre, un gusto leerte.

a ver como sigue la historia de selene.

afectuosos saludos

jonessy

Silderia dijo...

A ver, dependiendo de lo que quieran hacer mis personajes, todavía están decidiendo.

Siempre me gusta pasarme para ver tu historia, me encanta, a ver como sigue ella.

Un beso