ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




8 de julio de 2009

MIO Y DE MILES DE PERSONAS MÁS.

Queremos ser únicos.

Intimidad, palabra que denota algo que es sólo nuestro, único en una identidad, algo que sólo compartirías con una persona muy allegada a ti: amigos, familiares o pareja. A veces ni siquiera con ellos.

Todos tenemos una identidad, o varias, quizás alguna te interese mostrarla para una realidad, como es en sí el personaje de Silderia. ¿Puede que sea sólo un pseudónimo? Os equivocáis en parte, todos tenemos máscaras y esta es una de las mías. Miles de cosas son compartidas con mi personalidad diaria: fuerte de carácter, atrevida, que dice siempre lo que piensa y que pocas cosas la echan atrás cuando ha tomado una decisión. Son una de las facetas principales y compartidas entre un personaje real, que vive en un mundo funjible, y otro que se mueve por un universo de acceso ilimitado el cual, paradojas de la vida, se ver recluido entre un rectángulo, que hace las veces de pantalla, y teclado, el cual nos permite introducir información. Un ratón hace las veces de dedo táctil y deja que mis yemas puedan tocar las miles de fotos y letras que puedo encontrarme. Las he podido ver en Japón, por ejemplo, y, sin embargo, las palpo desde un punto del globo completamente opuesto. ¿Desde dónde? Da exactamente igual, el caso es que hago que estén al alcance de una simple impresora, un botón de guardar y un vistazo rápido en un pendrive.

Todo puede ser guardado en pequeños soportes informáticos de software que ocupan poco espacio. Ese es tu yo cibernauta, el que busca y busca, el que da y el que recibe lo que elige. En esos momentos, la información se vuelve tuya, asimilable, clasificada y guardada en algún lugar de tus múltiples recursos.


Algunos de tantos viajantes de este mundo, eligen ser completamente anónimos, unas sombras que se abren y cierran en un clic, pero otros, deciden dar una parte de su cara, su perfil secreto, aquello que vas a permitir que sepan de ti.

¿Cuánto estás dispuesto a decir?

Dentro de un mundo sin fronteras todo está permitido, páginas clasificadas para mayores, otras en las que información se esconde más allá de unos límites insospechados y trucos escabrosos sobre cómo estafar al mundo, y a tu propio cuerpo, son algunas de las cosas que puedes encontrarte, sólo tienes que buscar para encontrarlo.

Cuentos de fantasía o realidad, historias conmovedoras, auténticas chorradas o información contrastada, son utensilios de los que nos hemos servido para utilizar internet. Sin embargo, ¿hay algo peor que mostrarte a un mundo lleno de fieras donde pueden descuartizarte? Sería como colgarte un filete sangriento al cuello delante de una manada de leonas. Pueden que hayan comido y pasen de ti, por esta vez, o puede que lleven tres días sin comer, en cuyo caso, como todos sabemos, estamos perdidos.

Pues bien, este mundo es igual, pederastas, maltratadores, asesinos, secuestradores y miles de personajes más, han encontrado en estas tierras, carentes de rostro y ley, un suelo fértil donde satisfacer sus placeres. ¿Cómo lo hacen? Vigilando la información que colgamos en la red. En ellas pueden ver nuestras fotos, la de nuestros amigos, nuestras inquietudes, lo que hacemos y a qué horas, nuestro estado civil y si estamos faltos de algo. ¿Eso se lo cuentas a un desconocido la primera vez que lo ves? Creo que no.Pero:

- Es que tu eres una paranoica Silderia – me dice alguien la primera vez que le digo que no ponga fotos mías por internet. - ¿Cómo va a pasar algo? La red es muy grande.

- Eso son imaginaciones tuyas – me dijeron cuando les comenté lo que podía pasar.



Todo ello ocurrió años atrás, ahora me mandan emails, olvidándose de lo que les dije, mostrándome el lado oscuro de la red. Pero, a pesar de todo, mantienen sus perfiles en esas comunidades intactos.

En un mundo, donde para saber de alguien es más fácil pedirle su email o conversar por un programa de ordenador, donde las caras importan poco, toda identidad tiene poco sentido. La intimidad se ha vuelto nula. Ahora, para saber de ciertas personas, es más fácil meterme en su página, que llamarles por teléfono y preguntar. Seguro que siempre estarán bien la conversación, aunque en su foto aparezca llorando, diciendo que se ha peleado con su novio y prefiriendo el consuelo de miles de extraños sin rostro, antes que ver a una amiga.

No hemos perdido la intimidad, nos la hemos robado nosotros mismos.

4 comentarios:

Edu dijo...

Uno es las palabras que escribe y lo que dice, el nombre es subjetiv.
Un Saludo.

sangreybesos dijo...

Internet se está convirtiendo en un zoo lleno de especies exóticas en sus jaulas cibernéticas...

Silderia dijo...

Edu: el nombre puede ser subjetivo, pero no des datos para que sea real, rompe todo.

Cariño: tú eres uno de esos animales cibernéticos. Lo que pasa es que todavía no sé dónde catalogarte.

Phoebe dijo...

Y es una pena que hayamos perdido nuestra identidad. Con lo interesante que es un poco de misterio, ocultar por el mismo gusto de ocultar, eso de las máscaras y las diferentes personalidades que podemos albergar...Bah. La verdad es que yo tampoco lo entiendo; he sido de las que colgar fotos en internet me ha costado, y si lo he colgado algo ha sido una o dos fotos para la familia. Nada más. Respecto a los blogs...me gusta Phoebe. Es una de mis "alter ego", una parte de mí que adoro, por qué no decirlo. Y por tanto soy yo. Pero no es necesario perder mi identidad para ser yo: puedes ser tú misma sin necesidad de enseñar fotos tuyas o dar la dirección de tu casa. Los que te conocen en la "realidad" ya saben quién y cómo eres y dónde vives. ¿Para qué necesitas exhibirlo a los cuatro vientos?

Y, bueno, chica, aunque un poco bastante tarde (siempre llego tarde), ¡felicidades Silderia! Que nunca te dé miedo seguir siendo una impredecible, es una de las cosas que te hacen ser fascinante, y claro que sí, te rodea de magia, que en los tiempos que corren, vale la pena tenerla para seguir adelante.
Y también me alegro de tu recarga de ideas y de tu reencuentro con el ordenador y las palabras, que tan necesarias son.

Nos vemos en el jardín, Silderia, podemos tomar un te y romperle el dichoso reloj al conejo blanco. Es algo que siempre quise hacer :)

un abrazo enorme!