ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




27 de febrero de 2009

GORROS CARMESÍ (V)

BUENAS NOCHES AMOR.

Todo estaba en su punto, la comida era perfecta, llena de manjares, todos los que había podido desear una mujer, sin embargo no comió nada, a penas probó el vino. Allí sentada, con los ojos taciturnos y un gran cansancio se deslizó suavemente hacia una de las habitaciones.

- No te importará que duerma este día aquí ¿verdad? – dijo una melodía suave y melancólica mientras se adentraba por los pasillos. – Mañana hablaremos – dice ella entre susurros mientras su boca se abre dulcemente, acompañada por una mano marmólea.

Allí estaba, completamente solo, viendo como un frágil cuerpo penetraba en la habitación que tan sutilmente había preparado. La puerta estaba abierta, lista para que su visitante la descubriera nada más entrar, la cama, cubierta con sábanas de seda blanca, un bonito edredón de plumas y algunos adornos, hecho con flores naturales, hacían los menesteres de cualquier dama.

Él la miraba con ojos lascivos, ansiosos por probar una carne prohibida. Sería el último que lo haría, pero tendría que esperar. Al menos un par de días más, deseaba conocer aquel mundo interno que tanto intentaba ocultar tras una máscara de banalidades, descubrir algo más de su pasado, recrearse en el tipo de mujer que adornaría su siguiente obra maestra. A penas tenía apuntes en su cuaderno. Miles de fotos decoraban ya su álbum macabro. En este, documentaba paso por paso todo lo que conocía de las infelices que se cruzaban en su camino, cuanto tiempo habían tardado en morir, cómo había jugado con ellas, el dinero que invirtió en regalos, si los recicló de su anterior víctima, una puntuación, los errores cometidos, los informes de la prensa y, a modo de un fin de su escasa biografía, un hermoso poema de despedida coronado con un retrato de sus cuerpos ya colocados en su marco final.

Levantándose sin hacer ruido se aproximó a la ventana, desde allí contemplaba la salida del sol y el lugar exacto donde dejaría a la chica, era más bello aún cuando los primeros rayos acariciaban el verde suelo. En un devastador silencio, se internó hacia la habitación contigua, allí corrió uno de los marcos y miró a través del espejo. Al igual que un policía vigila a un presunto malhechor, este lo hacía con todas las mujeres que se atrevían a internarse en su guarida. No podía distinguir nada, las cortinas estaban completamente desplegadas y las persianas, cubrían todo resquicio de claridad. Al igual que en su casa, no dejaba entrar ningún resto de luz en su habitáculo. Cierto era que le hubiera encantado internarse entre esas cuatro paredes para descubrir algo más. La claridad no le gustaba o por lo menos le molestaba bastante, por su trabajo tenía el horario de sueño cambiado, poseía una educación exquisita y su forma de moverse era idéntica a la de un ángel, por lo menos eso le parecía a él. Su mano se atrevió a tocar el pomo de la puerta de la habitación de la dama. Un gran escalofrío recorrió su cuerpo cuando las yemas de su cuerpo osaron acariciar el duro acero. Desistió de su intento y se internó de nuevo en el salón contiguo. Sus pasos eran ligeros, como si algo le persiguiera en la oscuridad. Al fondo, un gran mueble, cargado de cajones y aberturas secretas le mostraba sus encantos ocultos, estos estaban formados por algunas bolsas para transfusiones, jeringas, agujas, succionadores, algo de formol, alcohol y algodón. Lo miró con ojos golosos y volvió a pedir que se ocultaran tras la sombra hasta que no llegar el momento.

A la caída de la tarde, la puerta de la habitación de invitados se abrió, no había nadie en la casa. La chica, carente de toda conciencia sobre lo que en aquel lugar se tramaba, se aventuró por la casa, necesitaba explorar un poco la guarida de su amante. Como cualquier niña curiosa asomaba la cabeza por todos los rincones. Pronto, descubrió las maravillosas vistas que la noche antes contemplaba su captor oculto. Quedó hipnotizada al ver la escena, los árboles cantaban al son del viento, la luna acariciaba las pequeñas colinas del horizonte, la hierva era verde y fresca, las flores, rojas como la sangre, adornaban la pradera en pequeños lunares indefinidos.

- Ya te has despertado – le dice una voz masculina desde la otra punta de la habitación.

- Si – le responde sobresaltada. – He dormido mucho – continúa mientras sus brazos corren una bata semitransparente dejada por su anfitrión a modo de regalo. – Estaba muy cansada – le sonríe dulcemente.
En pocos segundos desaparece de la habitación y vuelve al rato vestida, unos pantalones negros, acompañados de una bonita camiseta de espalda descubierta, unos tacones altos y finos, todo del mismo color, y unas joyas plateadas, hacen los menesteres de la chica, por supuesto no se olvida de colocarse su complemento preferido, una bonita gorra de tela azabache. La visión es espectacular desde el otro lado del pasillo donde él, sentado en una gran butaca disfruta de la vista con una copa en la mano, está eufórico, esa será su noche. Sin tener que devolverla para que no sospechen de su desaparición, en lo alto de un paraje deshabitado y lejos de los ojos de intrusos, puede comenzar su juego. Sin embargo algo le sorprende, su corazón se acelera cada vez más y más, sus manos sueltan la copa que derrama parte de su contenido antes de romperse en mil pedazos. La sudoración de su cuerpo se dispara.

Cuando se recupera del shock se da cuenta de todo, ella lo ha besado apasionadamente provocando que se manche el suelo y ahora, aquella carita de rasgos sutiles, lo mira con unos ojos delineados de negro y unos labios rojos semidescoloridos, producto del choque con los suyos. Está sentada en sus rodillas y le invita sin mediar palabra a probar aquel colchón comparado especialmente para ella. La suerte vuelve a sonreírle.

“Comienza el juego” – se dice a sí mismo mientras una diablesa de arranca la camisa antes de tumbarlo en la cama. Entre caricias y besos, una mano masculina saca un tarro con una etiqueta, en ella puede leerse dulce sueños. Intenta descubrir también un pañuelo, pero es imposible, aquella fierecilla no le deja llevar a cabo sus intenciones, tendrá que prepararlo cuando el agotamiento la obligue a descansar junto a él.

2 comentarios:

sangreybesos dijo...

Vamos a ver quién de los dos acaba agotado... ¡para mí que la princesita es una fiera!

Silderia dijo...

Puede que sea una fiera, que este muy desesperada o alguna que otra cosa más. El caso es que ni yo misma lo se, la historia se escribe sola, a ver que pasa en el siguiente capítulo.