ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




2 de junio de 2008

Selene. Capítulo XVI.

CAPÍTULO XVI: EL NÉCTAR DE LOS DIOSES.

Un coche de color negro aparcó en uno de los callejones trasversales del centro de la ciudad. La calle olía mal, las paredes eran lúgubres, grises y muy desmejoradas. Aún así, se notaba la pomposidad que habían lucido años atrás, en otros tiempos fueron los pisos de mayor lujo de toda la localidad, ahora simplemente se habían convertido en una fachada reconstruida que albergaba miles de inquilinos de renta antigua. Lo cierto es que no era un mal sitio para vivir, ni muy cerca ni muy lejos de todo, a sólo unos minutos de los bares más visitados y a metros escasos del trabajo.

Selene miró al cielo, la luna estaba ya asomándose entre las nubes cuando decidió salir del coche. El suelo estaba empedrado y las ratas corrían a sus anchas en el fondo de las alcantarillas. El humo de los respiraderos de los bufetes libres embriagaba todo el ambiente, por fin del ruido de sus tacones paró. Un simple vistazo a su atuendo era lo suficiente para notar que estaba muy entusiasmada con aquella cita; sus sandalias de aguja, una falda ajustada con algo de vuelo y una camiseta ceñida, ataviaban su cuerpo. Aquellos adornos de plata resaltaban su piel blanca y el color negro riguroso de todo su atuendo. Por primera vez se había soltado el pelo, el cual lucía pequeños intentos de rizarse debido a la humedad de las noches de primavera. Estaba nerviosa, se retocó los labios antes de pegar, respiró hondo y…

- ¿Si?… - Responde una voz al otro lado del portero. – Luís, soy Selene. Cómo ves he sido muy puntual.

- Sube.

Un ruido estridente provoca el cortocircuito que abre la puerta, la chica la empuja con fuerza. Es pesada muy sólida, completamente de hierro y con dibujos labrados sobre sus gruesos barrotes, el sucio cristal no deja ver a través de él. Con quejidos férreos el gran gigante cede ante los deseos de la extraña, sabe que no es una vecina, pero sí que es deseada por uno de los inquilinos de su fortaleza. Pequeños ojos la siguen desde todos los puntos hasta el ascensor. El aire está completamente quieto, no se atreve tan siquiera a rozar sus mejillas. Ella, mientras mantiene la respiración, se toca el corazón e intenta pensar en lugares apacibles, está consumadamente nerviosa. Sus manos sudan y los pocos segundos que pasa en el ascensor le parecen eternos, a penas que escuchan voces humanas por el portal, algunos niños jugando en sus casas y ciertas parejas discutiendo.

Por fin el ascensor para en la sexta planta, una mano temblorosa lo abre, todo está oscuro y sólo una luz tenue procedente de una puerta entreabierta la invita a pasar. Hay una nota colgada con su nombre:

“Sigue el camino de luces hasta la habitación donde las llamas son rojas y sólo hay dos”

Selene termina de abrir la puerta, un perchero estratégicamente colocado con una nota donde pone: pon aquí tus cosas, la invita a continuar por un largo camino de pequeñas velas encendidas en dos hileras. Ella se adentra entre la grácil luz, su curvas dibujan el aire y la sombra lucha por envolverla, el camino la lleva hasta un gran salón donde dos velas rojas adornan una gran mesa decorada con dos cubiertos. La envuelve y mira con mucha curiosidad mientras sus labios se curvan en forma de u. El calor de las velas sonroja sus mejillas y los utensilios de acero deslumbran pequeños destellos.

- Señorita, ¿haría el favor de tomar asiento? – Dice Luis que sale de entre las sombras. – La cena está lista. – Retira un poco una de las sillas, toma su mano y la ayuda a sentarse a la mesa.

- ¿Qué hay de menú? – Pregunta ella con un brillo peculiar en sus ojos.

- En seguida lo traigo señorita, por favor vaya tomando algo.

Luis descorcha la botella de vino que adorna la parte central de la mesa, aún continúa en su papel de camarero, la mira fijamente y antes de que sus labios clandestinos intenten robarle un beso desaparece en el pasillo que da a la cocina. En pocos minutos aparece por la puerta con una camarera cubierta con un mantel, en ella están todos los platos de la noche: ensalada, algo de carne y un pastel de chocolate de postre. Tampoco ha olvidado los platos y una botella de champan escondida tras una cortina, espera pacientemente su turno en una cubitera helada.

- Selene. – Le dice Luis tras una larga conversación y a punto de poner el postre. - ¿Te ha gustado la cena?

- Me ha encantado. – Dice tomando el plato adornado con un trozo de tarta. – Cuando me dijiste que era una sorpresa no me esperaba esto.

- Me alegro. – Dice Luis tímidamente. – Me gustaría preguntarte una cosa, pero no quiero que te enfades. – La cara de Selene cambia su expresión. – No es nada malo, no me mires así. – Aún se le atragantan ciertas palabras en la garganta.

- Si no me voy a enfadar. – Coge un poco de pastel con la cucharilla. – Creo que ya me conoces un poco, sino me convence te lo digo. Dime. – Se queda mirándolo fijamente.

El chico saca el líquido espumoso que había escondido, sabe que es la bebida favorita de Selene y cree que ha llegado el momento de descubrirlo. El oro líquido cae en la copa de ella como una cascada de burbujas perladas. La mira fijamente, pero aún no sabe cómo decirle lo que tiene pensado. Brindan y él suelta la copa en la mesa, le toma la mano.

- Selene, este mes ha sido maravilloso a tu lado. – El corazón de ella comienza a acelerarse, parece que no son buenas noticias. – Y me gustaría que pasaras la noche conmigo. – Le besa la mano, toca sus cara y la mira con indecisión.

- Me encantaría. – Una sonrisa de dibuja en la cara del enamorado, la tensión ha desaparecido. – Sólo hay un pequeño problema.

- ¿Cuál?, si es por los condones yo tengo ahí. – Toma un trozo de pastel. - Los compré por si me decías que sí, que así ha sido. Pero que sino quieres nos tomamos la última en cualquier bar.

- No es eso. – Toma un sorbo de su copa.

- ¿Entonces?

- Vas a tener se ser paciente conmigo hoy si quieres que me acueste contigo. – Toma otro sorbo y dirige la cucharilla hacia el poco pastel que queda. – Es que yo no he estado con ningún hombre.

Los ojos de Luis se abren hasta casi salirse de sus órbitas, la mira y aún la ve más bella que hace unos instantes. Se levanta de su sitio, le coge la cara suavemente, toma su mano y hace que suelte la cucharilla. Ella se levanta lo besa y se dirigen a la habitación.

- ¿Estás segura de esto? – Le dice mientras acaricia su mejilla sonrosada y roza sus labios.

- Si. – Dicen sus labios a la misma vez que su cabeza. - ¿Vamos?

Ya no hacen falta palabras, Luis toma su mano y le muestra lo que hay tras la puerta de la habitación principal de la casa, se echa un poco atrás y deja pasar a la señorita. Ella acepta la invitación, está muy nerviosa. Sus miradas se cruzan y un suave gesto del pretendiente, cierra completamente las paredes de su nido nocturno. La toma por los hombros y comienzan a acariciarse, están ansiosos por descubrir sus cuerpos y aún así se esfuerzan por mantener la calma.

Las prendas comienzan a desprenderse una a una, pronto ambos acaban mostrándose sin máscaras que oculten sus defectos. Los dos cuerpos caen sobre las sábanas y dejas que sus manos busquen los entresijos más ocultos de su anatomía, los besos son cada vez más largos y apasionados. Una nueva flor ha caído ante los encantos de un pretendiente, sus pétalos rojos han descendido sobre un blanco suelo de nieve dejando su marca inconfundible.

Pocos minutos después, el cuerpo de la chica se torna de color rosado, sus mejillas y labios se vuelven aún más llamativos y sus ojos reflejan un brillo deslumbrante mientras un furtivo mechón aguado cae por su cara. Él la mira sonriente, su cuerpo a penas a mostrado signos de resistencia ante su intrusión, está eufórico y miles de sentimientos le inundan a la vez, desea tanto hacerla suya una y mil veces que no ve final para ese momento. De pronto un ciclón llena toda la habitación y los dos sienten como una gran fuerza los carga por completo, chillan a la misma vez, un sol abrasador recorre sus venas haciendo que sus cuerpos se cubran de rocío.

Cuando todo remite a la calma ambos se encuentran ya tumbados el uno al lado del otro, Selene coloca la cabeza sobre el pecho de Luis que le acaricia sus cabellos enredados por el esfuerzo, el sueño les colma. Una última mirada de él comprueba que aún es ella la que continúa a su lado, antes de que sus párpados cierren los espejos de su alma.

Unos fuertes brazos oscuros acoge a sus hijos terrestres en su viaje hacia los páramos del subrealismo, el camino se torna tranquilo y sin obstáculos que vencer. ¿Qué pensamientos volverán a recordar los dos amantes? ¿Estarán juntos en este viaje dado una y mil veces? Sus caras de felicidad y sus movimientos acompasados lo dicen todo.

3 comentarios:

sangreybesos dijo...

Muy bonito, vida... (yo seguro que habría puesto al menos la palabra "miembro" por algún lado)

Silderia dijo...

viniendo de ti eso es lo más fino que puede salirte

sangreybesos dijo...

Me lo has quitado de la punta de los dedos... ejem, que yo iba a escribirte un comentario parecido, quiero decir.