ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




9 de enero de 2014

¡ME IMPORTA UNA MIERDA!


Permanecer inalterable.

Y es que hay cosas que no cambian aunque lo desees con todas tus fuerzas, como adquirir informaciones no deseadas por parte del vecindario o ver en la tele titulares que son prescindibles, por decirlo de alguna forma.

No, mucho más lejos de la realidad, ni me acerco a los programas de cotilleo donde todo el mundo cuenta con quién se han acostado o lo que han hecho durante lo que ellos llaman el acto sexual o los encuentros íntimos, cosa que me interesa más bien nada. Aunque esto último también podría entrar en esta categoría.
Lo malo de esta vida es que todo está lleno de información no deseada, aunque inevitable, como puede ser el enterarte en la tienda lo que pide la o el que va delante de ti, aquello que gritan en los mercadillos o las ofertas que tienen los camiones que venden patatas (quien dice patatas, dice melones, sandías, tomates, forro de sillas, las ofertas del eskay, o cómo demonios se escriba eso, para tapizar tus sillas, etc.)Esto ocurre un día sí y otro también, por las calles de mi barrio, pero hay que ganarse la vida de alguna forma y no todos tienen la suficiente liquidez para montar un negocio, tener intermediarios y demás requisitos.

Sin embargo, dejando a un lado, todo lo que puede ser pasable, tolerable y necesario para la supervivencia de las personas (que ya bastante mal lo estamos pasando todos), hay otro tipo de información que no teníamos porqué conocer bajo ningún concepto.

¡Efectivamente! Me refiero a lo que pertenece a la vida propia de cada individuo y que te trae al fresco, por no decirlo de otra forma, si esta persona o personas, no forman parte de tu círculo de amigos, porque ciertamente, si son conocidos te importa un poco más si es un desconocido, pero tiene mucho menos interés si es alguien que te importa.

Darle de comer a la gente.

Esta frase la escucho varias veces a lo largo del mes y es cierto, el cotilleo forma parte de aquellas personas que no pueden evitar nutrirse de las desgracias ajenas (todavía no me han contado uno que sea por bien de alguien o, si es algo bueno sobre una persona, la interlocutora o interlocutor no lo decía en un tono muy alegre) y ciertamente tiene razón. Parece que nadie vive si no escucha un buen chisme y algunos si no lo crean, ciertamente todo el mundo posee intereses propios y algunas informaciones no deseadas pueden ser más suculentas para uno que para otros.

¡Hay demasiada gente aburrida en este mundo! Porque decir mucha sería quedarme corta en este aspecto, si estamos demasiado aburridos para pararnos a pensar qué demonios podemos hacer con nuestras vidas más que pasar el tiempo viendo la televisión (nunca en canales constructivos [me vale cualquiera que no tenga como única programación los cotilleos]) y regocijarnos en las desgracias de los contertulios, porque últimamente no hablan más que de ellos mismos.

Lo malo de esto es que por las mañanas hay que hacer cosas, sobre todo mientras empiezan los eternos programas o esos “documentales” si pueden llamarse así, que dicen haber revolucionado el mundo de los mismos con su nuevo formato, que no consta de otra cosa que dar muy poca información, meter cotilleo y morbo por el centro y centrarse poco en el tema, ya que realmente no existe el mismo y que visto uno vistos todos, porque ya no son documentales únicos que explican o cuentan sucesor propios, nuevos descubrimientos o la mecánica del mundo, simplemente son seriales sobre lo mismo una y otra y otra y otra vez que no hacen más que matar el aburrimiento de pura agonía.

Centrándonos en el tema de la entradilla, volvemos a lo más mundano que podemos encontrar y es tu propio barrio, tus propios vecinos y conocidos. Cuando no te para alguien que ni siquiera saludas por la calle para contarte algo urgentemente, otra habla a grito pelado para que todo el que pase por el lugar coja perfectamente la información (lo peor de todo esto es que hay personas que se paran a escuchar con atención.) Eso es darle de comer a la gente, ¡a ver si se mueren de una indigestión!

Nos centramos en la escena.

Todo ocurrió un día de esta semana, después de que los comercios reabrieran sus puertas tras la bonanza del fin de año, hasta hace unos días los carros iban llenos de cosas caras y ahora sólo se veían caldos de paquete y avíos para el puchero.

Para concretar un poco más la escena, he de añadir que odio ese supermercado a más no poder, siempre está lleno de gente, los pasillos son muy estrechos y parece que a todos los empleados han tenido que hacer un curso sobre como despreciar al cliente e ignorarlo cuando pasan por caja y, si esto no es posible, hacerle el mayor desprecio posible. ¡Vamos! Que voy sólo cuando no tengo más remedio, porque es unan bomba de relojería para mi persona.

Os describo la escena: estaba en la cola aguantando a una señora que me contaba lo mal que está la vida y cómo los jóvenes de hoy día no queremos trabajar, mientras otra maruja, que conoce a mi familia, me increpaba el porqué no quería traer familia (¡claro, cómo ya tengo una edad! Según ellas, y en sus tiempos se traía familia antes.)

A una le sonreía con cara de asco y a la otra le pregunté para cuando le venía bien que lo trajera, ya que tan interesada estaba en ello que a lo mejor quería mantenérmelo o criarlo ella, por lo que los  monólogos acabaron más bien pronto. Así que se hizo el silencio por dos de mis frentes, pero quedaban otros dos, de buenas a primeras veo a la cajera, mientras está pasando mi compra y tratándola como un montón de trapos sucios, gritándole a la compañera que le faltaba la regla desde navidad y que le tenía que haber bajado ya.

-  Son 15,40 – me dice sonriendo.

-  Aquí tiene – le doy el dinero y espero mi cambio pacientemente.

Tras una demora en la que tuve que aguantar a la otra comentándole que a lo mejor estaba embarazada y que ojalá fuera así con lo que había estado buscando ese momento (no se puede ser más hipócrita, ya que se le veía en la cara a la compañera) se digna a dirigirme la palabra.

-  Aquí tienes – me dice.

-  Gracias – cojo mi cambio y me lo guardo en el bolsillo -. Una cosa más – le digo-. Me importa una mierda lo que te pase – le respondo antes de irme por la puerta pensando por qué demonios no pongo una hoja de reclamaciones cuando voy.


¡Eso señoras y señores! Es darle de comer a la gente, contar cosas a viva voz que no le importan a nadie para que las marujas y marujos (existen), que se encuentran allí en ese momento, lo vayan comentando por el barrio.

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