ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




12 de noviembre de 2010

NO QUIERO CRECER…


Eso es lo que dice mi madre de mí, que no quiero crecer, que me resisto a ser una persona adulta con un pensamiento adulto. ¿Qué tiene esto de malo? Pienso yo cuando me lo dice.

Todo esto viene porque me gusta ver cine infantil, tengo muchos juguetes de cuando era chica y me gusta exhibirlos, me compro unas botas porque son como las de Mery Popins, sólo que con tacón de aguja, me gustaría encontrar unos zapatos de rubíes y todavía busco la madriguera del conejo blanco de vez en cuando.

Soy una niña grande, tengo que admitirlo, mi infancia aún está muy presente en todo lo que hago y recuerdo. Muchos programas de televisión, series y dibujos infantiles marcaron mi vida, cosas de las que se supone que no debería acordarme porque yo era muy pequeña, anécdotas que se ocultan en mi mente y salen a la luz de vez en cuando, sentimientos perdidos de inocencia,… Si la vida fuera sólo un pensamiento adulto, lleno de preocupaciones, falta de tiempo para imaginar,… No sé que me pasaría, aunque estoy segura que me moriría poco a poco secándome como una pasa.

Y me siguen diciendo que soy una niña, porque me encantan los juguetes, aunque ya no recuerdo qué hacer con ellos, porque mi casa siempre tiene un toque infantil entre libros de todas las edades, figuras de cuentos de antaño, marionetas de papel maché y la primera colcha que tuve cuando era pequeña, y de la que nunca me desharé, ya pueda caerse a girones. Porque voy a poner una puerta pequeña tras una gran cortina y junto a una mesa de cristal con una llave y galletas mordidas, para que Alicia pueda entrar y salir del país de las maravillas, porque el tacón de cristal está escondido en mi armario a la espera que su dueña venga a buscarlo, son los monstruos de mi infancia los que ahora salen del armario para saludarme con sus manos peludas antes de dormir y el que está debajo de mi cama me arropa todas las noches deseándome dulces sueños, es ahora cuando las brujas me cuentas sus historias una vez que se me ha pasado el miedo y cuando los duendes y hadas iluminan mis pensamientos cuando estoy sola conmigo misma. ¿Por eso sigo siendo una niña? Porque los sigo viendo, porque me niego a abandonar una realidad de la que me obligaron a salir. Puede, pero la calidez infantil aún me llena cuando pienso y veo aquellos seres imaginarios que sólo un niño ve, cuando juego al escondite con los gnomos de mi casa y veo como los fogones me hablan cuando la comida está hecha.

Hay que crecer – me dice mi madre – No puedes ser una niña siempre. Eso es discutible, y creo que mucho, aunque no pienso hacerlo en voz alta, es una parte de mí. No puedo renunciar a ser una niña, mirar la lluvia como si fuera la primera vez que la siento, ponerme unas botas de agua y saltar de charco en charco poniéndome perdida de barro, subirme a los columpios y balacearme para que el aire roce mi cara, mirar a una parte donde los árboles se espesan y ver cómo unos ojillos observan desde la oscuridad. ¿Qué es lo que mira? No lo sé, un duende, un trol, un elfo, alguna criatura mágica, quizás el unicornio,….

Todavía estoy buscando un candil para agasajar a las hadas que deseen compartir un rato de charla conmigo, junto a un trozo de pan, queso y un dedal de agua o leche. Sin embargo, sólo los niños comparten esta visión del mundo, los mayores han perdido esa visión donde el viento tiene sonidos y colores, los árboles hablan y comentan entre ellos, los meses del año van vestidos de pieles de la naturaleza y charlan en algún claro del bosque sobre a quién le toca entrar a buscar los frutos de la estación, sobre aquellas cuevas donde los murciélagos y horribles monstruos bailan al lado del fuego iniciando sus fiestas oscuras cuando la luz se marcha,… No puedo dejar de verlo, fue algo de mi que me resistí a que despareciera. Le cerré la puerta hacia el olvido y… Ahora, no me cuesta trabajo que se quede conmigo porque está a gusto con alguien que sigue formando su propio mundo y le hace seguir estando vivo.


¿Cuántas fantasías perdidas? ¿Cuántos mundos se perdieron en el olvido? No lo sé, pero el mío morirá cuando yo desparezca. Puede que siga siendo una niña, que la inocencia de aquellos tiempos venga a recordarme muchas cosas, que la haya unido a una personalidad adulta y que comparta mundo con una realidad que no me gusta, pero es que sino Silderia dejaría de imaginar cuentos, de ser quién es de sacar fuerzas de dónde no las hay.

Las fábulas cuentas muchas mentiras, el amor de cuentos no existe, pero eso lo dicen los demás ya que olvidaron una importante de todos los cuentos, que sin esfuerzo nada de eso que intentan mostrarte se desvanece en el recuerdo. Ellos no te abandonaron, fueron ellos lo que no cogieron el mensaje completo.

6 comentarios:

sangreybesos dijo...

Tienes razón, ya pasamos demasiadas horas al día vagando obligatoriamente por el erial de la realidad... nadie tiene por qué decirnos en qué mundo disfrutar de nuestro tiempo libre.

Jonessy James dijo...

matar al niño interior es EL crimen contra uno mismo. no entiendo por qué tantos insisten con eso.
saludos afectuosos

Silderia dijo...

Jonessy: no es que lo maten, es que lo olvidan y este se va. Otros lo dejamos a nuestro lado y aún jugamos con él y eso no se ve bien porque... No sé porqué, el caso es que no quiero crecer.

Cariño: me gusta mucho la muñeca de monster higs, ya sabes lo que quiero decir. Tu mujer te pide una muñeca para navidad.

Besos, Silderia

Albert Not Found dijo...

A veces esta idea nos la venden como algo despectivo. ¿Pero acaso hay mejor etapa de la vida que la infancia?

(Me has inspirado una entrada ;))

Mai Puvin dijo...

No hagas caso, se vos... con todo lo que quieras. Crecer no es olvidar o dejar de hacer algo, es SER y sin tu inafancia, adolescencia y rebeldía no serías.

Abrazos.

Silderia dijo...

Cienideas: me alegro de haberte inspirado para algo.

Mai Puvin: ciertamente, sin mi infancia ahora no sería silderia. Y es que la edad adulta está sobrevalorada.

Besos a los dos, Silderia