
Puede que a alguno de vosotros os suene esta frase, algunos la escucharéis de vez en cuando, otros ni siquiera os acordaréis de cuándo fue la última vez que la escuchasteis y, con forma de divino equilibrio, hay gente que la escucha día sí y día también, como yo.
Por que como en mi casa sólo somos dos, yo no tengo nada que hacer en todo el puto día, aparte de atender las demandas externas que me da la gente para que les ayude. Pero es que… “Como yo no tengo nada que hacer en toda la mañana… Podría…” Y seguidamente viene algo para sacar de un apuro a alguien o una cierta comparación con la vida de la persona que me lo ha dicho, ¡qué ella si que hace algo” (rascarse el coño, diría yo), pero es muy fácil juzgar la vida que no conocemos de los demás.
Las conversaciones son variopintas, pero la que empieza este tipo de sarcasmo, piensa que debe hacer patente la disponibilidad de una persona, intentando hacerle creer que realmente no hace nada de provecho, son las mismas que no tienen absulatamente NADA que me hacer a parte de ver esos programas tan deprimentes en la tele sobre las degracias humanas.
Puede que no trabaje como se supone que tendría que hacerlo, que mi tiempo pueda ser más o menos organizado de una manera más holgada o justa, pero lo cierto que eso de "no hacer nada" me molesta bastante, el por qué de ello es simple, sé a lo que se refieren y es simplemente lo que ellos harían si no tuvieran alguna que otra tarea que realizar. Al principio, se respaldaban porque yo no tenía una casa que llevar para a delante y un marido, novio o conviviente a quien cuidar. Después la cosa cambió: como supuestamente no tengo niños que atender, un trabajo que realizar con nómina fija y sólo estamos dos en casa…. ¡Pues claro! La casa se limpia sola, la compra se teletransporta mediante un movimiento mágico de nariz, mi ropa nunca se ensucia (tiene que ser buenísima, aunque yo tampoco me he enterado), las facturas se pagan autoomáticamente y hay un chef con cinco estrellas michelin haciéndome la comida todos los días de la semana. Y no nombres la faceta artísca que hace que tu vida sea algo agradable y que la sangre corra por tus venas.
Solo por eso salgo a la calle a las 12 de la mañana con 40 grados de calor a la sombra, porque, ¡cómo me aburro en mi casa, por lo menos me tuesto al sol! Y no porque tenga que atender unos deberes o gustos que me fuerzan a pisar el asfalto derretido por el sol del verano. Porque el que yo desee renovar la apariencia de mi casa para estar más a gusto en ella, pierda tiempo escribiendo (porque para el que entienda qué supone escribir, esto no vale absolutamente para nada productivo), el que yo quiera relajarme dando con el martillo a una madera para hacer un mueble, pintar un cuadro, realizar alguna que otra escultura (de esas que sólo entiende uno y que el resto del mundo lo ve como algo ridículo o abstracto, pero decorativo), evadirme jugando al ordenador o ver una buena película (con subtítulos o no, me da igual,) entre otros entretenimientos varios, que evitan que mi mente se aburra y mejore mi yo personal, me ayuda a reflexionar y buscar nuevas vías que sean útiles para mí misma y a los demás, ¡son cosas que no tiene importancia alguna! ¡Cabezas huecas!
Por desgracia todo esto reside en un problema.
Y es que esta frase mayoritariamente la dicen las mujeres más que los hombres, la utilizan a modo de chantaje emocional o para hacerte ver que el imponer tus prioridades, sean cuales sean, no son más importantes que la de los demás, como puede ser atender a alguien.

¡Puñetera educación femenina! Lo peor de todo es que hay personas que se lo creen y caras duras que se aprovechan de ello. Intentas ayudar, intentando organizar la nueva situación a la tuya propia, sin olvidar tus intereses propios y…. Acabas con un ataque de nervios porque los demás responsables, de la misma, se escudan en que ellos tienen otras responsabilidades que tú no tienes y que por ello eres tú el que tiene que atenderlas.
Como ellos tienen "otras cosas que hacer", que son las mismas cosas que yo, más o menos (aunque yo diría más menos que más.)
A los hombres de la familia ni se les comenta el problema, ¡eso es cosa de mujeres! Ellos pueden perder el tiempo en lo que deseen que está bien visto. Pero si yo, una mujer, lo hago, está fatal ya que no está bien que tenga tiempo sólo para mi, que lo utilice como mejor me venga en gana y que, simplemente, si aparece algún problema de incumbencia familiar, tengo que dejar de lado todo para atenderlo. Ya sea el acompañar a alguien al médico o a la compra; sin nombrar las cosas más graves, ya que, eso se da por descontado.
¡Parece mentira que estemos en pleno siglo XXI! Seguimos con las tonterías de antaño donde no había un respiro para una mujer. Y, lo peor de todo, aquellas que lo vieron bien, se lo inculcaron a sus hijas, provocando que se lo creyeran y, entre otros males, una educación machista. Por la mañana, mientras tu marido trabaja, debes atender la casa, la compra, a la familia; mientras, cuando tu marido se encuentra en el cubículo familiar, debes prestarle el 100% de atención, sin contar con los niños a los que se requiere una dedicción de 24 horas del día, tendiendo a cargártela tú sola. Porque antes era la excusa de que un hombre no está capacitado para cuidar de un niño, ahora es que no entienden de otra cosa que no sea cambiar un pañal de vez en cuando o sacarlo a pasear. ¡Deprimente! Eso sí, sin contar con ciertas artimañas usadas para buscar tiempo para una, que no eran de caso directo pero si de nuestra cultura subterránea al margen de los ojos sociales.
Soluciones arcaicas.
Entre la pocas soluciones que se no da con estos ataques era la histerectomía, así sin más, pasando después por los masajes médicos y, después, como alternativa moderna, el psicólogo y el psiquiatra, pasando por esas fantásticas pastillitas que te hacían sentirte como si te hubieras fumado tres porros de una vez, bien cargados.
La solución o es ni era, ninguna de estas, simplemente se tiene que renunciar un poco a esa culpa que nos provocaba el no darnos a los demás por nuestros propios intereses, el buscar algo de tiempo para ti e intentar llegar a un consenso con las demás mujeres de la familia. Imponiendo tus propias necesidades como individuo y persona, tal y como te corresponde. ¡Duro! ¿Verdad? No nos han educado para ello, sino para ser dulces, dadas los demás y algún que otro menester que olvidé hace mucho tiempo, entre las que figura un profundo sentimiento de culpa cuando te vuelves un poco egoista.
Esa fue la eterna pelea entre yo y el resto del mundo, nadie ve bien que nos tomemos un tiempo de asueto (ahora entiendo porqué las peluquerías están llenas de gente siempre quejándose.) Porque, y esta es la eterna frase que pongo en muchos de mis post, una mujer tiene..., una mujer debe..., una mujer ha… Y demás gilipolleces que muchas y muchos habréis acertado.
Yo he gritado ¡BASTA!, he dicho que no, que lo haré, pero no como vosotras queráis, que me daré a los demás a mi forma, hablaré con mi marido, evitaré la manipulación, el chantaje emocional típico femenino, así como caer en el mismo, diré lo que piense y evitaré morderme la lengua para mediar con el resto de personas que creen que esto no es lo correcto (paso de cortármela con mis propios incisivos de pura rabia, me gusta como está, afilada y lista para salir al ataque,) estaré dispuesta a llegar a un acuerdo entre el mundo y yo; lo que implica que ambas partes cederán, no una sola.
¡Parece mentira que estemos en pleno siglo XXI! Seguimos con las tonterías de antaño donde no había un respiro para una mujer. Y, lo peor de todo, aquellas que lo vieron bien, se lo inculcaron a sus hijas, provocando que se lo creyeran y, entre otros males, una educación machista. Por la mañana, mientras tu marido trabaja, debes atender la casa, la compra, a la familia; mientras, cuando tu marido se encuentra en el cubículo familiar, debes prestarle el 100% de atención, sin contar con los niños a los que se requiere una dedicción de 24 horas del día, tendiendo a cargártela tú sola. Porque antes era la excusa de que un hombre no está capacitado para cuidar de un niño, ahora es que no entienden de otra cosa que no sea cambiar un pañal de vez en cuando o sacarlo a pasear. ¡Deprimente! Eso sí, sin contar con ciertas artimañas usadas para buscar tiempo para una, que no eran de caso directo pero si de nuestra cultura subterránea al margen de los ojos sociales.
Soluciones arcaicas.
Entre la pocas soluciones que se no da con estos ataques era la histerectomía, así sin más, pasando después por los masajes médicos y, después, como alternativa moderna, el psicólogo y el psiquiatra, pasando por esas fantásticas pastillitas que te hacían sentirte como si te hubieras fumado tres porros de una vez, bien cargados.
La solución o es ni era, ninguna de estas, simplemente se tiene que renunciar un poco a esa culpa que nos provocaba el no darnos a los demás por nuestros propios intereses, el buscar algo de tiempo para ti e intentar llegar a un consenso con las demás mujeres de la familia. Imponiendo tus propias necesidades como individuo y persona, tal y como te corresponde. ¡Duro! ¿Verdad? No nos han educado para ello, sino para ser dulces, dadas los demás y algún que otro menester que olvidé hace mucho tiempo, entre las que figura un profundo sentimiento de culpa cuando te vuelves un poco egoista.
Esa fue la eterna pelea entre yo y el resto del mundo, nadie ve bien que nos tomemos un tiempo de asueto (ahora entiendo porqué las peluquerías están llenas de gente siempre quejándose.) Porque, y esta es la eterna frase que pongo en muchos de mis post, una mujer tiene..., una mujer debe..., una mujer ha… Y demás gilipolleces que muchas y muchos habréis acertado.

La sociedad no quiere gente como yo, y yo no quiero gente como la de la sociedad de hoy día. ¡Estoy harta de que todos me exijan un rol que no quiero acometer! ¡Me canso de ser una mujer dulce, buena, callada, que no causa problemas! (cosa que nunca he sido, pero que quieren imponerme.)
Grito por ello y seguiré gritando, puede que me quede ronca, pero mis actos podrán a mis palabras, la pluma se impondrá a la espada y las mentalidades antiguas tendrán que acostumbrarse a mi presencia (no les pido que cambien, solo que lo asimilen.) Este es mi tiempo, mi mundo, y si tenemos la suficiente fuerza para cambiar el ambiente a nuestro gusto, también lo haremos con la mentalidad, las moralinas nunca me han servido y el rol que se supone que debo seguir como mujer casada no me convence, así que creo que llegaré a un buen consenso. Eso sí, si el mundo no quiere llegar a un acuerdo conmigo, yo tampoco.
Soy mujer, pero eso no antepone mi bienestar al de los demás, para que ellos tengan una vida más cómoda y yo acabe con un tremendo estrés (eso mata las neuronas y yo las pocas que tengo quiero conservarlas, a parte del pelo y la cordura, si es que me queda algo de esta última.) Puede que no sea dulce (mi madre dice que si un carácter se volviera así sólo con darle azúcar yo sería diabética,) pero eso es algo de mi personalidad que no pienso cambiar, puede que sea agresiva, que tenga uñas y dientes, y estoy dispuesta a luchas con ellos. Tengo voz, mente, pensamiento propio y cuerpo, por ello soy y estoy, no me confundo en una masa que puede picar los dientes. Ser bueno está bien, ser malo también, encontrar un equilibrio entre los dos es estupendo y no pienso irme hacia uno de los dos extemos.
Grito por ello y seguiré gritando, puede que me quede ronca, pero mis actos podrán a mis palabras, la pluma se impondrá a la espada y las mentalidades antiguas tendrán que acostumbrarse a mi presencia (no les pido que cambien, solo que lo asimilen.) Este es mi tiempo, mi mundo, y si tenemos la suficiente fuerza para cambiar el ambiente a nuestro gusto, también lo haremos con la mentalidad, las moralinas nunca me han servido y el rol que se supone que debo seguir como mujer casada no me convence, así que creo que llegaré a un buen consenso. Eso sí, si el mundo no quiere llegar a un acuerdo conmigo, yo tampoco.
Soy mujer, pero eso no antepone mi bienestar al de los demás, para que ellos tengan una vida más cómoda y yo acabe con un tremendo estrés (eso mata las neuronas y yo las pocas que tengo quiero conservarlas, a parte del pelo y la cordura, si es que me queda algo de esta última.) Puede que no sea dulce (mi madre dice que si un carácter se volviera así sólo con darle azúcar yo sería diabética,) pero eso es algo de mi personalidad que no pienso cambiar, puede que sea agresiva, que tenga uñas y dientes, y estoy dispuesta a luchas con ellos. Tengo voz, mente, pensamiento propio y cuerpo, por ello soy y estoy, no me confundo en una masa que puede picar los dientes. Ser bueno está bien, ser malo también, encontrar un equilibrio entre los dos es estupendo y no pienso irme hacia uno de los dos extemos.