Unas largas tijeras hicieron los menesteres de aquella muchacha esa misma tarde. Una melena de casi un metro y medio de larga, caía sin freno hacia el suelo del establecimiento mezclándose con mechones de otros colores.
- Lo quiero corto – decía ella mirando el reloj que marcaba la hora en la que tenía que estar en casa -. Por la barbilla – acababa su frase dejando entre ver una sonrisa en el espejo.
Acabado el trabajo, trepó por la torre de pisos. Esta vez, los escalones no eran tan inclinados, ni siquiera los desperfectos de la pared le parecían tan horrendos como antaño. Colocó su bolso sobre la mesa de la entrada y se dirigió hacia el baño.
Atusada y vestida para la ocasión, pronto llegaría el momento en que se marcharía de allí definitivamente. No se llevó nada de aquel lugar, recogió su bolso a juego donde guardaba lo necesario y se largó de aquel sitio en cuanto un timbre chirriante la avisó de que unas plantas más abajo la estaban esperando.
- ¿Nos vamos? – dijo ella con una sonrisa.
- ¿Y la bruja de tu madre? – le dijo él asombrado -. ¿Te ha dejado salir?
- Digamos que ha caído muerta ante mis argumentos.
A varios kilómetros de la ciudad, lejos de las miradas curiosas un pequeño coche azul goteaba colores rojizos hacia el suelo. Las llaves estaban puestas y el incauto muchacho descansaba con una nota en la mano y una pistola en la otra.
“Yo maté a la bruja”, ponía sin firma mientras el sol tocaba ya los montes del alba.
- Lo quiero corto – decía ella mirando el reloj que marcaba la hora en la que tenía que estar en casa -. Por la barbilla – acababa su frase dejando entre ver una sonrisa en el espejo.
Acabado el trabajo, trepó por la torre de pisos. Esta vez, los escalones no eran tan inclinados, ni siquiera los desperfectos de la pared le parecían tan horrendos como antaño. Colocó su bolso sobre la mesa de la entrada y se dirigió hacia el baño.
Atusada y vestida para la ocasión, pronto llegaría el momento en que se marcharía de allí definitivamente. No se llevó nada de aquel lugar, recogió su bolso a juego donde guardaba lo necesario y se largó de aquel sitio en cuanto un timbre chirriante la avisó de que unas plantas más abajo la estaban esperando.
- ¿Nos vamos? – dijo ella con una sonrisa.
- ¿Y la bruja de tu madre? – le dijo él asombrado -. ¿Te ha dejado salir?
- Digamos que ha caído muerta ante mis argumentos.
A varios kilómetros de la ciudad, lejos de las miradas curiosas un pequeño coche azul goteaba colores rojizos hacia el suelo. Las llaves estaban puestas y el incauto muchacho descansaba con una nota en la mano y una pistola en la otra.
“Yo maté a la bruja”, ponía sin firma mientras el sol tocaba ya los montes del alba.
4 comentarios:
impesionante
excelente relato corto.
me ha encantado, querida silderia
(y no te preocupes, hasta yo cedo a los timbrazos de la relaidad. gracias por tus amables palabras, y siempre eres muy bienvenida en mi espacio)
cariños
jonessy
Muchas gracias, me alegra mucho verte por aquí, y tener tiempo para pasarme por tu rincón.
Besos, Silderia
la bruja se lo buscó...
beso
druida
Las brujas siempre se lo buscan, es difícil ver alguna que no se merezca un mal final.
Besos, Silderia
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