ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




15 de julio de 2010

DESEO…. (PRIMERA PARTE)

Hubiera hecho cualquier cosa con tal de cambiar su situación. Estaba harta, cansada del mundo y de cómo esta había decidido tratarla. Si volvía la vista atrás, un mar de penurias inundaba sus recuerdos, donde las pequeñas luces de esperanza, se habían ocultado tras unas nubes claras.

Parecía que no había salida en todo ello, tras la última estafa mental sufrida, decidió caminar sola por las calles, con un rumbo indefinido hacia cualquier lugar lejos de todo lo que le hacía daño. Antaño, todo lo que la rodeaba, le proporcionaba recuerdos inventados sobre una vida que jamás tuvo; ahora toda su imaginación se fugó para dejar paso a una realidad que odiaba.

- Cloc, cloc, cloc, cloc,… - el paso de aquellos tacones dejaba constancia de su presencia por las solitarias calles.

A lo lejos, una puerta se abrió al notar sus vibraciones. Ella, con lágrimas en los ojos, lo vio mostrarse en todo su esplendor por el rabillo del ojo, movió todo su cuerpo y la curiosidad hizo el resto. Sin embargo, no recordaba que existiera ningún local como ese por el barrio, tampoco que tuvieran permiso de apertura en aquellas horas de madrugada; daba igual, era lo que necesitaba.

- Hola – la dijo una cálida voz varonil al oído.

- ¿Eres mi hada madrina? – le preguntó pícaramente mientras mareaba su copa.

- Algo parecido – le respondió él sentándose a su lado.

- No te he dicho que podías acompañarme.

- ¿Seguro? – le dice apoyándose en la mesa y tomando su barbilla delicadamente -. Eso no es lo que me dicen tus ojos.

- ¿Quién eres? – pregunta ella mientras desea que aquella mano jamás se aparte de su piel.

- Algo parecido a un hada – le contesta sonriendo sensualmente -. Sólo que… - toma un sorbo de su copa de balón -. Yo cobro por mis servicios.

- ¿Y qué puedo ofrecerte? – continúa preguntando a aquel extraño mientras acerca su cara a pocos centímetros de unos labios ajenos -. No puedo pagarte mucho.

- No acepto dinero – le responde aproximándose un poco más a ella -. Dime… - roza sus labios mientras habla -. ¿Qué deseas? – le pregunta mientras su mano acaricia suavemente la cara de su acompañante.

- Ser una persona diferente – le responde ella con aliento romántico mientras en su mente sucede un beso eterno entre ambos.

- Puedo dártelo – le responde él sin dejar de provocar que el movimiento de sus labios rocen levemente los suyos -. Pero tiene un precio alto, muy alto.

- Si no aceptas dinero – se retira un poco de él y sonríe mientras apoya su mejilla en la mano de aquel extraño -. Sólo puedo ofrecerte lo que ves – le susurra suavemente.

- Perfecto – le dice buscando de nuevo el roce de su cara -. Acepto el trato… - hace una seña al camarero.

Pocos minutos tardaron en llegar a la soledad de la casa de ella. Todo estaba por los suelos, fruto de un ataque de histeria. Sin embargo, el asombro de aquel hombre, si es que lo hubo, no se dejó ver en ningún momento. Sólo la miraba a ella que, sutilmente, lo arrastró hacia la estancia más íntima del hogar, su habitación. El único resquicio donde aún podía permanecer tranquila sin que nadie la molestara.

La puerta de la habitación se abrió suavemente y ella le invitó a pasar.

- ¿Cumplirás tu promesa? – le dijo ella un poco incrédula.

- No soy un hada… - sonríe mientras le pellizca suavemente la barbilla -. Pero cumplo los deseos si me ofrecen un buen pago por ello – le sonríe justo un instante antes de besarla.

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