ELABORAR UNA IDENTIDAD ES UN PRIVILEGIO QUE SÓLO EJERCEN AQUELLOS QUE TIENEN LA POSIBILIDAD DE ELEGIR Y QUE LUEGO MANTIENEN EL ESFUERZO DE PENSAR.




21 de noviembre de 2007

Siempre perfecta

Ruth era la chica perfecta, sabía limpiar, cocinar, ir a la compra y planchar. Una esposa perfecta. Aunque casi no tenía oportunidades de demostrarlo. Criada en el seno de una familia de trabajadores ella tenía la vida cómoda que cualquier señorita podría desear. Por las mañanas se dedicaba a las labores de su casa y, algunas tardes, iba de compras y a los salones de belleza. Sus uñas eran perfectas, tenía un bronceado fabuloso todo el año, una ropa de primeras marcas, un pelo estupendamente cuidado. Por supuesto, todo este despilfarro de dinero corría de cuenta de mamá.

Tenía algunas aficiones veía la tele todas las tardes hasta la hora de acostarse y, de vez en cuando, leía algo diferente a las instrucciones que explica cómo poner un tampax. Las revistas del corazón algunas veces decían cosas interesantes de los famosos.

Aunque decía que era feliz con su estilo de vida, algo le rondaría por su minúsculo cerebro aquella tarde cuando decidió que no quería seguir viviendo. Estaba sola en casa y era el momento perfecto para hacerlo. Se vistió para la ocasión ya que no podían recordarla como una persona sin buena apariencia.

Después de una hora arreglándose de dirigió al balcón con una silla para impulsarse al vacío. Abrió la cristalera y miró abajo, de pronto la cabeza le empezó a dar vueltas, las piernas le temblaban y estaba empezando a sudar. Sabía que la muerte estaba completamente asegurada, pocos había sobrevivido después de una caída de quince pisos. También pensó en la agonía que sentiría mientras veía acercarse el suelo, en el sufrimiento hasta el mismo momento de su partida eterna, su tremendo miedo a las altura y, lo peor de todo, quedaría tan destrozada cuando cayera al asfalto que se destrozaría su modelo y se desfiguraría por completo, así no podía irse. Quería que la recordaran siempre bella y perfecta.

Pensó que un final de novela podría ser el perfecto para ella, así la tomarían como una sufridora en el largo camino de la vida. Fue a la cocina y cogió un cuchillo de carne, pero al acercarlo a su muñeca pensó que la sangre la mareaba tremendamente. Lo dejaría todo perdido, por lo que su madre tendría que limpiarlo todo cuando llegara y no podría ser capaz de dejar el suelo tan limpio y brillante como ella, además, podría mancharse su bonita ropa.

Quizás la orca sería una buena forma, no manchaba nada y no causaba deformaciones en el cuerpo. Al coger la cuerda entre sus manos decidió no seguir, porque sus delicados brazos no poseían la fuerza necesaria como para apretar el nudo y podría estropearse sus bonitas uñas de porcelana. Cuando estaba guardando la cuerda en su sitio pasó cerca del cuarto de su madre, desde la puerta se podía distinguir un pequeño bote de pastillas para dormir encima de su mesita de noche.

Así lo haría, se tomaría una sobredosis de pastillas y terminaría limpia y tranquilamente con su vida. La cosa no era tan fácil, si lo hacía todo el mundo pensaría que era un enganchada a los somníferos y no podía permitirse que la gente pensara una cosa así de ella.

En menos de dos horas descartó todas las posibilidades de suicidio que intentó llevar a cabo. Sabía que quería dar un cambio a su vida, pero su situación era demasiado cómoda para moverse ella misma y ponerse a pensar la forma de salir de la jaula que ella misma se había construido. Nadie aguantaba sus desparpajos, sus cambios tan repentinos de humor, más propios de una niña de cinco años que de una mujer de su edad, y, mucho menos, sus caprichos. Era muy cómodo el deprimirse cuando las cosas no estaba a su gusto, en vez de preguntarse porqué no era capaz de tener amigos, llevar una conversación y, mucho menos aún, encontrar a alguien sincero a su lado.

Por ello decidió tomar el camino más simple y cobarde, quedarse con todo su superficialismo y egocentrismo. Todo el mundo era malo para ella porque nunca supieron apreciarla, pero como tampoco estaba contenta con su jaula de algodones pensó que el mundo no estaba echo para ella. A lo mejor en el otro lado si sabrían adorarla como ella se merecía.

Cuando lo intentó, se dio cuenta que suicidarse no rea tan fácil como ella había pensado. Era demasiado complicado para Ruth. Siguió viendo la tele, como acostumbraba a hacer y no se preguntó más sobre un tema que le daba dolor de cabeza.

A la mañana siguiente se levantó, arregló la casa, se arregló y salió a la calle a hacer la compra diaria, llevaba su bonita bolsita de la compra con colores chillones. Al poco rato de ir por la calle, se percató de que en la acera frente a ella habían abierto una tienda nueva de moda. Estaba tan fascinada por el modelo del escaparate que no miró si venía algún coche, justo cuando estaba atravesando la carretera un camión se le abalanzó, no le dio tiempo a reaccionar, no lo vio venir por la carretera y llevaba bastante velocidad porque llegaba tarde al almacén. Tiempo después se demostró la inocencia del camionero y quedó en libertad sin cargos. Ella fue la que se tiró hacia el escaparate como una fiera loca por comprar aquel precioso modelo que, seguramente, le quedaría de muerte.

Dos días después de aquello se celebró su entierro, su cuerpo estaba intacto, con un modelo perfecto, su manicura estaba intacta, las magulladuras del accidente habían sido muy bien disimuladas. Si su cuerpo estaba, aunque sólo fuera en apariencia, en perfecto estado, estaba dando una buena apariencia. Lo malo es que únicamente estaba su cuerpo, la cabeza había caído por una alcantarilla abierta durante el accidente y no la habían podido encontrar.

En la iglesia sólo estaba el cura, obligado por su trabajo a dar la misa de difuntos, y su madre, desgarrada por el dolor de haber perdido a su hija.



Otra víctima de la moda.

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