Estaba
en mi casa tan tranquila haciendo cosas propias de mi persona como: arreglar el
pomo de la puerta, pintar un nuevo cuadro, hacer un traje nuevo para la muñeca,
buscar información por internet y demás cosas que hago para evitar que mi mente
se sobrecargue de cosas y me canse antes de empezar cuando pegan al portero, no
hubiera cogido la llamada, algo que suelo hacer normalmente, si no llega a ser
porque la forma de dar el reclamo desde el portal no sonaba a butano, cartero,
propaganda o a un comercial que deseaba estafarme con falsas promesas de
intentar cambiarme el operador del teléfono, hacerme una revisión de butano o
vendiendo algo parecido a un juego de cacerolas de acero inoxidable, sacado de
las minas de Malasia occidental a precio de saldo. Sonaba como si te hubieran
pegado los dedos con pegamento de contacto extrafuerte al botón de portero
automático y jugaras a ver en cuánto tiempo se funde la bocina de llamada.
-
Siiiii – respondo por el
telefonillo -. ¿Quién es?
-
Soy yo abre – dice una voz
desconocida al otro lado.
-
¿Yooooo? – contesto desconcertada -.
¿Quién es yo?
-
Pues yo – dice insultada aquella
voz chillona -. ¡Abreeeeee!
-
Vamos a ver… ¡Señora! – le digo
para ver si puedo sacar algo de información -. ¿Podría decirme quién es usted?
-
Pues yo – ya te lo he dicho -.
Abre que hace mucho calor aquí fuera.
En ese
momento me paré a pensar: “conocía a mucha gente que se hacía llamar yo, sobre
todo en estos últimos años. Ese yo podía ser mi madre, mi abuela, la vecina,
alguien que quería que le abriéramos la puerta como estrategia de venta para
colarse en el portal, un asesino en serie, mi tia la pelá,…
Demasiada
gente decía llamarse yo en este mundo como para que a mí me resultara convincente
hacer un mínimo esfuerzo y pulsar el botón que activaba el circuito eléctrico
de la puerta, que permitía el acceso a la antesala de cualquiera de las casas
que albergaba el edificio.
Incluso
yo me hacía llamar yo, cuando pegaba a algún que otro telefonillo, no podía
abrir así sin más. Pero… ¿y si era yo misma que había llegado desde un futuro
remoto para darme una información vital para seguir con mi vida? Creo que esa
idea quedó descartada desde el mismo momento en que pasó por mi mente, sin
embargo, quedaba chulo pensar que eso era posible”.
-
Pues si viera el calor que hace
aquí dentro – le dije pocos segundos después de mi elipsis mental -. Está mejor
en la calle se lo aseguro.
-
Estás muy graciosa hoy – me dijo
-. ¿Me vas a abrir?
-
Hasta que no me diga quién demonio
es yo no – respondí con una risita que hubiera molestado a cualquiera pero ella
no me veía, ella o él, quién sabía qué era lo que se escondía tras esos muros
que nos separaban.
-
Pues soy Pili – responde una voz
con tono cansado.
-
¿Ve como no le costaba trabajo
decirme su nombre? – respondí victoriosa -. Lo malo de todo es que no le puedo
abrir.
-
¿Por qué?
-
Porque no conozco a ninguna Pili.
-
¿Tú no eres Carmen? – me dice la
incauta.
-
No.
-
¿Quién eres?
-
Yo – respondo a su pregunta
aguantándome la risa -. Se ha equivocado de portero.
-
Pues yo he pegado donde me dijeron
– expresa enfadada la señora, señor, señorita o señorito del otro lado.
-
Pues aquí no es. Lo siento pero no
puedo ayudarla.
-
Puedes abrir la puerta por lo
menos.
-
No – digo de forma cortante -. ¿Y
si Carmen no está en casa en este momento? Los siento pero no puedo ayudarla,
buenas tardes.
Ahí
acabó toda la conversación, después de una entretenida pero infructífera charla
volví a mis quehaceres diarios y a inventar cosas nuevas. Aunque segundos
después oí decir en el interior del portal.
-
Hija – era la misma voz chillona
que se identificaba con un pronombre personal por el telefonillo -. ¡Menos mal
que me has abierto! Una señora decía que no vivías aquí y que no me abría la
puerta.
-
¿Quién era?
-
No lo sé, no me lo dijo.
¡Tendrá
cara! ¡Por supuesto que se lo dije! Era yo.
1 comentario:
"Yo he pegado donde me dijeron". Me encanta, tanto como su equivalente, "Pues a mí me han dado este número". Tranquila, señora, que vamos a provocar un aberrane disloque espacio-temporal para que la realidad se adapte a sus deseos..."Yo he pegado donde me dijeron". Me encanta, tanto como su equivalente, "Pues a mí me han dado este número". Tranquila, señora, que vamos a provocar un aberrane disloque espacio-temporal para que la realidad se adapte a sus deseos...
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