Ya en el año 1758 Rousseau sostenía que agotaba los nervios y por ello había que abolir esta técnica, natural e intuitiva que todos los animales vivientes tenemos en este mundo. Aunque lo cierto es que los nervios se le agotaron a él para poder llegar a esta conclusión.
Freud decía que una mujer decente no tenía que poseer deseos sexuales (aunque lo cierto es que el también curaba la histeria femenina extirpando el clítoris, órgano del cual ya hablé extensamente y que no se encuentra en el interior de la garganta. Lo cierto que un hombre que dice que una mujer que no puede tener un orgasmo vaginal no es una verdadera mujer, que casi todos sus estudios tenían que ver con la sexualidad, que dejó a un lado al sexo femenino porque no lo consideraba digno de estudio y demás, merece poco respeto frente a este tema ya que, ¡contenta tenía que tener a su esposa! Por muy padre del psicoanálisis que fuera.)

No obstante, el tema se extiende un poquito más que eso, la iglesia, la gran voz de una supuesta conciencia divina (permítanme que lo dude) decía al respecto que eso era pecado. ¡Cuántas mentes dislocaron por ello! Es más, ¿a cuántas llevaron a los infiernos de su propia doble moral? Lo peor es que muchos de ellos se lo creyeron. Desde el poder coger una enfermedad de transmisión sexual, cáncer o padecer aislamiento por el deseo de autocomplacerse, hasta llegar al extremo de castigos, elevarte la voz como posesos o decirte que arderías en los infiernos, ya que eso era una tentación demoníaca, “bonitas palabras” que podías escuchar de un clérigo, y de hecho, sigues escuchando, de nuestros queridos sacerdotes y monjas, esas tampoco se libran. Pero ¿qué van a creerse un montón de niños, aún por crecer, y con los cerebros limpios?
Se aprovechaban de las mentes jóvenes para internar en ella una mentira, falta de todo fundamento y que los llevara una rectitud, que ni ellos mismo siguen. La doble moral es magnífica. Aunque las reprimendas van más por parte de las mujeres, aquellas que han de buscar un alma casándose con un hombre, ya que ellos si la tienen, nosotras hasta hace pocos siglos carecíamos de ella. Simplemente nos la reconocieron porque nos hicimos un poco más escuchables. Había que tenernos contentas de algún modo, aunque eso de que me reconozcan algo que ya tengo, si no es por trámites administrativos o burocráticos, como que me da igual.
Lo más natural del mundo.Al igual que el sexo, la masturbación forma una parte intrínseca de nuestras vidas, no podemos obviarla ni n

egárnosla a nosotros mismos. Es parte de nuestro descubrimiento sexual, nuestros primeros orgasmos, el propio conocimiento.
Sabéis, al contrario de lo que hayan podido decir, es algo muy importante en nuestra vida. Con esto descubrimos nuestras tendencias, nacen nuevas fantasías, descubres lo que verdaderamente te gusta que te hagan en la cama y, por ello, hay que practicarlo más de una vez. Sólo con leerte una vez la lección no te la aprendes ¿verdad? Pues esto no iba a ser diferente.
A pesar de considerarse una forma de autoestimulación más propia de hombres que de mujeres (aún no he descubierto porqué), una mujer también tiene sus apetencias, prueba de la creencia religiosa, de lo mala que era y ciento de patochadas más, fue la histeria femenina, un royo que nos montamos para que nos liberaran de esa angustia sin que se notara que pedíamos algo como nuestro. Nuestra propia libertad sexual.
No fue tan malo, gracias a nosotras se inventó el consolador, los vibradores y algún que otro aparatito más. Algunas descubrieron ciertos placeres cuando en 1872 se inventó la ducha para una mejor limpieza y aseo, lo que pasa que esos chorritos continuos nos llamaron la atención de otra forma y, colocándolo entre las piernas, funcionaba como un aparato de masaje estupendo para llegar al paroxismo histérico (y ni que decir tiene cuando estos telefonillos de ducha podían cambiar su velocidad de chorro, sólo con girar una palanquita.)
Miénteme.
Al igual que tantas cosas en este mundo, el sexo femenino niega una y mil veces el tener encuentros íntimos consigo misma de vez en cuando, o muy a menudo, en eso ya no me meto. Pero lo hace, cualquier situación y momento es bueno para ellos. Levantar las piernas, acariciarse la zona de alrededor, algunas tiran bruscamente de los labios mayores, chuparse la yema de los dedos y hacer masajes circulares a velocidad irregular son algunas de las técnicas que utilizamos.
La ducha, como bien he nombrado antes, el roce de una tela suave, el colocarse en ciertas posturas o ir en ciertos vehículos (porqué pensáis que la bicicleta fue un invento prohibido para las mujeres en cierto siglo. ¡Claro! Porque daba gusto ir en él. Por desgracia los sillines modernos han quitado eso) Pero es que siempre estábamos inventando algo para escondernos, aunque sólo fuera de cierta forma de una negación sobre un órgano hecho sólo y exclusivamente para el placer, el clítoris.
Jugamos solos o en parejas. Sin embargo, lejos de lo que una realidad monótona, individualista y carente de algún que otro divertimento egoísta que se refiera esta técnica, podemos llevarla al interior de una alcoba, acompañado por nuestro amante. En ella se pueden mostrar diferentes técnicas, para que haya placer o sexo no hace falta una penetración, y el orgasmo puede ser igual o más satisfactoria que el propio acto en sí (aunque lo cortés no quita lo valiente y puede convertirse en un juego prepenetración estupendo.)
Los puntos de presión, los deseos ocultos, aquel punto que jamás hubieras imaginado que estaba ahí. Las caricias y el uso o la ausenci

a de algunos instrumentos, pueden ser utilizados para la mayor aventura de tu vida. El descubrirte a ti mismo y que te descubras.
Puedes jugar con él en la ducha, o con ella, en la textura de varias telas, los antifaces aumentan la sensibilidad cutánea, los masajes con aceites o lubricantes. Aunque sobre todo ello, la paciencia, el placer ha de hacerse esperar un poco ya que, como todos sabes (y el que diga que no es un apestoso embustero o embustera) cuando se masturba uno a sí mismo, la pettir morte, llega antes de lo que suele cuando se está en compañía.
Los juegos son miles, las fantasías tantas como granos de arena hay en el mar. El juego, nunca mejor dicho, está en tus manos. Solo o en pareja, eso depende de ti.
Una cosa más, no te pasará nada, a parte de aumentar tu buen humor, mejorar los problemas de disfunción y falta de apetencia sexual, aumentar la imaginación en la hora X y mejorar el orgasmo. Ahora dime que me voy a quedar enana, por lo menos veré la vida de otro color, ¿cuál? No lo sé, pero prefiero depilarme la palma de las manos antes de que todo se torne en dos colores, lo que deseas y tu propia censura moral. Aunque si la rompes, sólo te enterarás tú.